23 de diciembre de 2012

La Estación del Prado

Salvo imprevisto, Sevilla tendrá en breve otro edificio abandonado dentro de esa franja maldita que va desde el Prado de San Sebastián hasta Luis Montoto.
El cierre de la Estación de Autobuses del Prado añadirá, lo más seguro, un nuevo miembro a esa lista ruinosa donde figuran la Fábrica de Artillería, el Mercado de la Puerta de la Carne, las naves de la Enramadilla, el antiguo colegio de San Bernardo 46, los desvencijados bares de los Jardines de Murillo y que complementan los selváticos solares del Equipo Quirúrgico y de la Florida
Una imagen nada agradable que ofrecer en una de las puertas turísticas de una ciudad que se enorgullece de su patrimonio.

Prado de San Sebastián Sevilla

9 de diciembre de 2012

La Vieja de los Gatos


Fukuoka es una isla japonesa donde los gatos viven apaciblemente en estado semi-salvaje alimentados por los pescadores locales, que les permiten pasear a sus anchas por calles, muelles, jardines e incluso por sus propias casas
Cinco años se ha llevado el fotógrafo Fubirai documentando este paraíso gatuno, trabajo que podemos ver en este enlace lleno de imágenes divertidas, curiosas y, en muchos casos, entrañables por lo extrañas que resultan en los tiempos que corren. 
Un pequeño Fukuoka a lo sevillano se encontraba a principios de los años 50 en la Avenida de la Cruz Roja, en el inmenso caserón donde vivía Catalina, la vieja de los gatos, una señora cuyas historias aún recuerdan los vecinos más antiguos.



3 de diciembre de 2012

Artabán, el cuarto Rey Mago


Aviso de antemano que esa tradición no tiene nada que ver con Sevilla
De hecho, cabalgata al margen, posiblemente la presencia mas conocida de los Tres Reyes en la ciudad era el bar con ese nombre que hasta hace poco estuvo en Reyes Católicos y que una franquicia americana convirtió en tienda de pollos fritos
A modo de vestigio, aún se adivina la silueta de los tres magos de Oriente (Occidente según Benedicto XVI) entre las rejas de sus ventanales. 
Pero todo cambia si repasamos una las primeras representaciones pictóricas cristianas de la historia, concretamente las que se encuentran en las Catacumbas de Santa Domitila, en Roma, donde unos frescos fechados en torno al siglo III muestran a cuatro magos entregando sus ofrendas a la Virgen y al Niño

Los cuatro Reyes Magos en las Catacumbas de Santa Domitila, Roma
Imagen: Todo Arte

1 de diciembre de 2012

Luces para la Navidad de 2012


Un gasto necesario y justificado o totalmente prescindible para los tiempos que corren; un río de colores que se pierde en la Avenida o un exceso caótico de bombillas y luces; un guiño para atraer esa ilusión que tanta falta nos hace o una forma de enmascarar la cruda realidad.... juzguen ustedes porque la Navidad se ha adelantado algunos días.
Desde el pasado 30 de Noviembre las noches son un poco más cortas: Sevilla se ha iluminado.

Avenida Navidad 2012
Avenida de la Constitución

25 de noviembre de 2012

Los Conventos de la calle Sierpes

En este artículo no tendrán más remedio que echar mano de la imaginación, básicamente porque no queda nada de lo que vamos a contarles. 
Y es que ni siquiera el recuerdo, en muchas ocasiones único albacea de los tiempos pasados, guarda la memoria de los tres conventos que en apenas 200 metros se encontraban en la calle Sierpes dentro del tramo comprendido entre Rioja y la Campana
Tres conventos en los que podemos establecer varios paralelismos, ya que se fundan prácticamente al mismo tiempo, a finales del siglo XVI y principios del XVII, la época de mayor prosperidad económica y cultural de la historia de Sevilla.
Ésto propiciaba que hubiera gente con dinero y recursos suficientes como para ser benefactores de estos centros religiosos, además de una cantidad importante de pobres y mendigos como dar sentido a su existencia. 
Como si estuvieran marcados por el mismo sino, los tres conventos desaparecerán en el segundo tercio del siglo XIX por los mismos motivos; la falta de vocación y esa secuencia fatídica que comienza con la invasión napoleónica, madura la Desamortización de Mendizábal y remata la revolución de 1868, la Gloriosa

La calle Sierpes en 1880, poco tiempo después
de la desaparición de los 3 conventos

18 de noviembre de 2012

Los barcos del Tapón de Chapina

“Remedios”, “Draco”, “Gelves”, “Destello” y “Chanales”, sin olvidar a la draga “Paulina”. Son los nombres de algunos de los barcos que durante décadas permanecieron hundidos en el famoso Tapón de Chapina
Cargados primero de material de vertido y enterrados más tarde en lodo y fango, estas embarcaciones desviaron el milenario cauce del Guadalquivir para evitar que Sevilla se inundara, ofreciendo una imagen que hoy en día aún sorprende
Un Tapón que, por cierto, la ciudad nunca terminó de ver con buenos ojos ya que le robaba casi la mitad de sus márgenes fluviales, ocultos para colmo tras el murito de la calle Torneo y las vías del tren, por lo que no es de extrañar que una de las obras prioritarias ejecutadas cara a la Expo92 fuera precisamente el “destaponamiento”. 


11 de noviembre de 2012

Historias de un alminar

La torre de la calle Córdoba suele pasar normalmente desapercibida. 
Entre expositores de zapatos, nubes de incienso y mareas humanas que van y vienen a todas horas, en esta torre se dan la mano leyendas y tradiciones que se remontan a más de mil años, cuando Sevilla llevaba sólo unas décadas en poder de los musulmanes
Y es que en su base están escondidos los restos del alminar de la primera Mezquita Mayor, la de Ibn Adabbas, un lugar donde cruzaron sus caminos un Santo, hirdas de vikingos, un Papa y un rey enamorado de la poesía, entre otros. 
No en vano hablamos de un alminar cuya historia, como veremos, no es sino un reflejo de la historia de la propia Isbilya


4 de noviembre de 2012

François Bossuet, el pintor que se inventó Sevilla

En Sevilla no resulta difícil encontrar a las musas
Pintores, escultores, poetas, novelistas, compositores, cantantes, arquitectos… desde la más remota antigüedad la ciudad siempre ha fascinado a los artistas, locales y foráneos, que han encontrado en ella fuente de inspiración para su obra
De todos ellos, posiblemente uno de los casos mas peculiares haya sido el del belga François-Antoine Bossuet, un pintor romántico que reinterpretaba los paisajes a su antojo, creando escenas realmente curiosas que en ocasiones nada tenían que ver con la realidad

Vista de Córdoba - François Bossuet

28 de octubre de 2012

Buscando los orígenes de la Giralda

Volvemos a poner en estas Sevillanadas nuestra mirada en la Giralda, esta vez con objeto de indagar acerca de las causas que pudieron llevar a su construcción y los criterios artísticos que se siguieron durante la misma. 
Para ello realizaremos un largo viaje a través de las montañas del Alto Atlas marroquí en busca de Tin Mal, una recóndita aldea donde se levanta orgullosa una mezquita que, a simple vista, bien podría pasar por un castillo gracias a las esbeltas murallas que la rodean, recuerdo sin duda de otros tiempos belicosos e inciertos. 
Una mezquita simple y sobria, sin apenas adornos ni ornato, cuya sencillez compositiva únicamente altera el imponente alminar que se adelanta del muro que la cierra, como si intentara llamar la atención, lo cual estaría totalmente justificado no en vano fue el modelo a seguir por todos los alminares construidos durante el Imperio Almohade

Mezquita y alminar de Tin Mal
Fuente: http://www.moroccoembassybangkok.org

21 de octubre de 2012

Una Estación de tren en el Patio de Banderas

A finales del siglo XIX Sevilla vive una de las etapas más convulsas de toda su historia
La ciudad quiere despertar del larguísimo letargo en que está sumida desde que se alejara Guadalquivir abajo ese sueño dorado llamado América y para ello hace todo lo posible por atraer el maná de la revolución industrial que había llevado la prosperidad a buena parte de Europa
Todo vale, o más bien nada de lo que había hasta ahora vale, y por ello no se duda en ningunear y, prácticamente, renegar del vasto patrimonio cultural heredado del pasado. 
Lo que hasta entonces había sido motivo de orgullo ahora parecía no tener valor, todo es susceptible de ser demolido si se justifica desde un punto de vista industrial, urbanístico e incluso higiénico

La Puerta de Triana hacia 1865. Imagen ABC

14 de octubre de 2012

Una Sevilla de Oro

Posiblemente la del Niño de Praga sea la iglesia sevillana más alta del mundo. 
No porque su espadaña supere al campanario renacentista con que Hernán Ruiz rematara la Giralda en el siglo XVI; es más, ni siquiera creo que llegue a sobresalir más que ninguna de las torres que se alzan en la calle San Luis. 
Este curioso récord lo ostenta porque se encuentra situada a 2347 metros de altura sobre el nivel del mar, en las estribaciones de la cordillera de los Andes y a pocos kilómetros de la Amazonia
Y es que la iglesia del Niño de Praga es, junto a la de la Virgen del Rosario, la de San Vicente de Palmas o la de San José de Chalacay, uno de los templos de Sevilla de Oro, un pequeño cantón ecuatoriano oculto entre montañas de difícil accesibilidad, selvas impenetrables y acantilados imposibles. 

Imagen: Perfil Panoramio de Enrique Rodas

7 de octubre de 2012

Las Giraldas de América

Sin duda alguna la Giralda es el edificio sevillano, y posiblemente español, del que más imitaciones y réplicas se han construido a lo largo del mundo. 
La mayoría se levantan en el primer tercio del siglo XX, cuando el Regionalismo se encuentra en pleno apogeo y Sevilla tiene un sello arquitectónico propio capaz de ser exportado al exterior, siendo la Giralda su principal embajadora
De hecho en esta entrada repasaremos sólo las que se levantaron en Estados Unidos, donde ciudades como Nueva York, Chicago o Miami crecieron en altura tomando muchas veces como referente el antiguo minarete almohade que rematara Hernán Ruiz en el siglo XVI


1 de octubre de 2012

La Plaza de los Desafíos

Son dos las calles sevillanas con el nombre de San Diego
La más popular discurre paralela a Arfe en el viejo arrabal de la Carretería, muy cerca del Postigo del Aceite
La otra, un callejón sin salida, apenas es conocida, de hecho podría incluso decirse que ha sido olvidada, a pesar de encontrarse en la plaza de Los Venerables, en pleno corazón del barrio de Santa Cruz y a escasos metros de la casa en la que, según cuenta la tradición, naciera don Juan Tenorio


Desapercibida entre veladores de restaurantes, delantales de flamenca, colecciones de postales e hileras de turistas ávidos por captar hasta el último detalle de la fiesta de los sentidos que se abre ante sus ojos en la antigua Judería, esta estrecha y sombría callejuela, posiblemente resto olvidado de algún viejo adarve musulmán, guarda una historia tan fascinante como trágica, ya que era el único punto por el que se podía acceder al lugar donde se celebraban los duelos a muerte en la Sevilla del Setecientos: la Plaza de los Desafíos

23 de septiembre de 2012

En el Hotel Simón


Esta semana visitamos el Hotel Simón, posiblemente uno de los establecimientos hosteleros con mas encanto de Sevilla que, tras casi cien años abierto, tiene el incuestionable mérito de haber mantenido su personalidad a pesar de las modas, las tendencias, los adelantos tecnológicos e incluso las ordenanzas municipales
Toda una proeza en los tiempos que corren… 


El Hotel Simón ya estaba en García de Vinuesa cuando aún era conocida por los vecinos más veteranos como calle de la Mar

17 de septiembre de 2012

Arquitectura neomudéjar para la luz de la Catalana


A principios del siglo XX son dos las compañías que luchan por el control del cada vez más pujante mercado energético en la ciudad de Sevilla
Por un lado está la “Sociedad Catalana para el Alumbrado por Gas”, que en 1866 había adquirido la empresa local que hasta entonces llevaba el alumbrado público mediante la tecnología conocida como luz de gas
Su gran y encarnizada rival era “Sevillana de Electricidad”, fundada en 1894 y encargada de suministrar la luz mediante una tecnología más moderna y eficiente: la electricidad.

Subcentral de Sevillana en la calle Feria

Ambas compañías mantenían una durísima pugna que en ocasiones llegaba a trascender incluso el ámbito empresarial; de hecho eran tan frecuentes los enfrentamientos entre faroleros y eléctricos que en el transcurso de una trifulca llegó incluso a morir uno de los primeros. 
Pero el paso de los años y los avances tecnológicos juegan claramente a favor de Sevillana, que al estrenarse la primera década del siglo parece haberle ganado la partida a la empresa de gas

9 de septiembre de 2012

Azulejos trianeros para el Nuevo Mundo


Si tuviéramos que escoger la ciudad del Nuevo Mundo con la que Sevilla mantuvo una relación cultural y comercial más estrecha durante los siglos que fue Puerto de Indias, esa sería posiblemente Lima
Desde que la fundara el extremeño Francisco Pizarro en 1535 la capital peruana fue prácticamente un lienzo en blanco donde los artistas sevillanos dieron rienda suelta a su genio creativo
Del Arenal partieron los barcos que llevaron la Virgen de la Evangelización del imaginero Roque Balduque hasta la Catedral limeña, o los lienzos de Francisco Pacheco al claustro de los dominicos o el impresionante Crucificado del mismísimo Juan Martínez Montañés hasta la iglesia de la Merced
Por no hablar de las innumerables joyas cerámicas creadas en los alfares sevillanos que cruzaron el Océano para embellecer palacios, monumentos o iglesias. 
De una de estas obras, un zócalo de azulejos que salió de Triana a principios del siglo XVII rumbo al claustro de la iglesia de San Francisco de Lima, hablaremos en esta entrada. 

El Puerto de Sevilla en el siglo XVI, obra de Alonso Sánchez Coello

Entre los principales maestros ceramistas de la época estaba Hernando de Valladares, miembro de una importante saga que había logrado situar su taller situado en la misma Cava de Triana entre los más importantes del país. 

4 de septiembre de 2012

Un paseo por el Barrio de San Bartolomé


El barrio de San Bartolomé es poesía escrita en un dédalo de estrechas callejuelas imposibles separadas en su justa y necesaria medida, la suficiente para que puedan florecer los geranios que cuelgan de los balcones.

Calle Virgen de la Alegría

Es una columna atrapada en alguna esquina desde tiempos que la memoria ya no alcanza a recordar; una celosía que esconde de miradas pasajeras las entrañas de una casa ensimismada por el rumor de una fuente; un zaguán tan sólo iluminado por un haz de luz que asoma tras una cancela de bella forja. 

26 de agosto de 2012

La Portada de la Casa-Palacio de los Concha y Sierra


Históricamente O’Donnell ha sido una de las calles más importantes de Sevilla
Conocida antaño por el nombre de “La Muela” por una piedra de molino de considerables dimensiones que al parecer se embutía en la fachada de un edificio a modo de guardacantón, son muchas las familias nobiliarias que labraron en ella sus palacios y casas principales
Con el paso del tiempo, espoleada por el auge económico que experimenta la zona durante el siglo XIX, sobre todo al crearse la Plaza del Pacífico tras la demolición de la iglesia de la Magdalena y la implantación de “negocios modernos” como cafés o teatros en el entorno Campana-Sierpes-Tetuán, la calle comienza a atraer a los comerciantes, perdiendo de esta forma el uso residencial ese carácter de “exclusividad” que hasta entonces había ostentado. 

Antigua Plaza del Pacífico (hoy Magdalena); al fondo el inicio de O'Donnell

23 de agosto de 2012

La última Hoguera de la Inquisición


A las 8 de la mañana las puertas del Castillo de San Jorge se abrieron de par en par. 
Como si estuviera escrito, un halo de silencio se extendió entre la multitud que se concentraba entre el Altozano y el Convento de San Pablo desde altas horas de la madrugada. 
Se dice que incluso había llegado gente de los pueblos cercanos, tanta que el mismo ejército no tuvo más remedio que intervenir para que no se hundiera el Puente de Barcas ante tanto peso. 

Vista de Sevilla a finales del siglo XVI (detalle) - Ambrosio Brambilla
El Castillo de San Jorge (01), Puente de Barcas (02) y Convento de San Pablo (03)

Una Cruz de negro luto abría el fúnebre cortejo, encabezado por el clero parroquial de la iglesia de Santa Ana; tras ellos marchaban los miembros de la Hermandad de San Pedro Mártir, con su estandarte y su Cruz cubierta de tafetán morado, y a continuación un amplio séquito de religiosos entre los que se contaba lo más granado de la sociedad eclesial sevillana. 

19 de agosto de 2012

Mari Cangrejo, la brujita de la Barqueta

El nombre
Es lo único que queda en la actualidad de la Puerta de la Barqueta, la más Septentrional de todas las que se abrían en las murallas de la Sevilla antigua, esa ciudad heredada del medievo donde hasta hace pocas décadas aún era posible escuchar historias mágicas y bellas tradiciones como la que hoy recordaremos en este artículo. 
A todo ésto, un nombre, el de Barqueta, inspirado en la barcaza que vadeaba el Río en ese punto y que el paso del tiempo junto con el progreso cambiaron por el moderno Puente que cuelga de un arco desde el siempre añorado 92


Pero sigamos con nuestra historia
Nada queda, decíamos, de la Puerta de la Barqueta
Ni de los dos torreones que la flanqueaban, ni de la espigada Almenilla que hacía las veces de remate, ni de las gruesas murallas que protegían a la ciudad de sus enemigos y de las crecidas del Guadalquivir, ni siquiera del Patín de las Damas, un agradable y bucólico lugar que se encontraba a sus pies y donde gustaba olvidar sus penurias la Sevilla romántica paseando al caer la tarde. 
Si miráramos hacia el Sur, doce torreones circulares se insertaban en la muralla que unía la Barqueta con la Puerta de San Juan, que estaba a la altura de la actual calle Guadalquivir y que los sevillanos del Renacimiento conocieron como la “del Ingenio”
Hacia el Este, dirección Macarena, el lienzo de la cerca almohade se interrumpía por un pequeño portoncillo a la altura del cruce de la calle Feria con la Resolana, donde los Altos Colegios, en el que según parece habitaba una colonia de Cucos, pájaros que le dieron nombre y que en las noches de verano hacían imposible el sueño del vecindario con sus estridentes sonidos. 
Todo también ha desaparecido.

Bartolomé Tovar: Puerta de la Barqueta

Pues bien, éstos eran los dominios de Mari Cangrejo, una brujita singular que, según las historias que se transmitían de padres a hijos, vivía oculta en los torreones de la Barqueta, desde donde urdía sus travesuras y fechorías. 
Allí, al amparo de las almenas de la vieja Puerta, elaboraba todo tipo de pócimas y brebajes mágicos gracias a los que conseguía volar ella y de paso sus secuaces, a los que enviaba nada más caer la noche sobre las casas de los incautos e indefensos vecinos. 
El barrio de San Juan de Acre, la Alameda, San Lorenzo... ni siquiera la calle Feria se salvaba de Mari Cangrejo y sus compinches, que sólo ponían fin a sus maldades de turno cuando el canto del gallo anunciaba el ocaso de la noche
Cuántos niños se despertarían en mitad de la madrugada temerosos de ver a la brujita entrando por el balcón de su casa… cuántos pasarían las noches en vela a la luz de la luna con la ilusión de ver su silueta entre las almenas de la Torre de Don Fadrique… cuántos asegurarían a la mañana siguiente haberla visto junto a la espadaña del monasterio de San Clemente…. cuantas historias habrían cobrado vida con Mari Cangrejo de protagonista… 
Pero un buen día, quizás malo, todo se acabó. 

El progreso llegaba disfrazado en forma de tren y cambiaba la eterna muralla de piedra y tapial por otra mucho más fría de raíles de acero y hierro. 
En Sevilla ya no había sitio para Puertas, para torres, para murallas y, mucho menos, para brujitas traviesas, aunque supieran volar y sólo actuaran de noche. 
Y así, alrededor de 1857, fue derribada la Puerta de la Barqueta, inaugurando el triste idilio de la ciudad con la piqueta que sólo dejó dos postigos en pie. Poco después la acompañaría la de San Juan con los doce torreones que las unían. 
No es de extrañar, por tanto, que Mari Cangrejo emprendiera su último vuelo; que dejara atrás lo poco que aún quedaba de la Barqueta, con su almenilla y su Patín de las Damas, que dejara dormir tranquilos de una vez por todas a los vecinos de la Alameda, a los hortelanos de la Resolana, a las monjitas de Santa Clara… y se marchara para siempre, de Sevilla y de su memoria, para nunca más volver.
Y nunca más ha vuelto...

12 de agosto de 2012

ToloMiro-TodoMiro

Posiblemente una de las esculturas más interesantes legadas a Sevilla tras la Expo'92 sea el mural Verbo América, del artista chileno Roberto Matta
Situado en la Puerta de la Barqueta, con permiso de la de Triana la más importante y concurrida de la Exposición, desde que ésta se clausurara ha sufrido repetidos daños provocados una veces por el cotidiano vandalismo y otras, simplemente, por la desidia municipal
Mural Verbo América. Fuente: Sevilla Daily Photo

Matta, el último surrealista, es considerado uno de los artistas más importantes del siglo XX tanto por los críticos y entendidos en la materia como por los coleccionistas, y así lo corroboran esos más de 5 millones de dólares en que fue subastada su obra “La Revolución de los Contrarios” el pasado 22 de Mayo en la neoyorquina casa Christie´s
En nuestro "Verbo América", porque hay otro mural realizado posteriormente con el mismo nombre que se expone en la estación Quinta Normal del Metro de Santiago de Chile, Roberto Matta dio rienda suelta a un universo mágico donde convivían elementos propios de su cultura natal con otros fruto de su imaginación o de la propia Expo, como la mascota Curro
Un mundo fantástico, un mundo onírico, una obra maravillosa en definitiva que, las cosas de Sevilla, suele pasar desapercibido y apenas valorarse. 
Pero no es el “Verbo América” la única obra de Matta que estuvo presente en Sevilla durante la Exposición Universal de 1992
Justo a la entrada del Pabellón de Chile un esbelto Tótem recibía a los visitantes; un esbelto Tótem labrado en bronce que, siguiendo el que parece ser el sino de Matta en esta ciudad, era eclipsado completamente por el famoso iceberg y las figurillas de lapislázuli que se exponían dentro. 
Este Tótem se llamaba ToloMiro-TodoMiro, nombre recibido en honor a un árbol ya extinto de la isla de Pascua, y representaba a las distintas etnias chilenas, siempre presentes en la creación del artista. 

ToloMiro-TodoMiro. Fuente: Nuevo Andén

Una vez acabada la muestra el Gobierno chileno llevó de vuelta al ToroMiro a su país, instalándolo primero en los jardines del edificio de la Cancillería y más tarde en el Patio de los Naranjos del Palacio de la Moneda, sede del Presidente de la República
Y allí permanece el Tótem en nuestros días, en ese Patio de los Naranjos cuyo nombre evoca curiosamente uno de los rincones más bellos de Sevilla, la ciudad para la que Roberto Matta lo concibiera hace ya 20 años y donde, por desgracia, apenas es valorado el "Verbo América", esa otra obra que nos regalara la imaginación del genial artista chileno.

Patio de los Naranjos del Palacio de la Moneda
Fuente: Eca-historiaygeografia.blogspot.com


6 de agosto de 2012

Un paseo por la Sevilla antigua: la Casa Cuna y el Camino de Miraflores


Retomamos nuestros Paseos por la Sevilla de los años 60 con una vista aérea bastante curiosa publicada hace algunas semanas en la siempre recomendable página de Facebook del Bar Casa Julián.


Salvo el edificio de la Casa Cuna (01) y algunos pequeños detalles que desgranaremos a continuación, nada puede hacernos siquiera sospechar que la avioneta desde la que se toma la fotografía (color blanco, a juzgar por el trozo de ala que se cuela en la esquina izquierda) está sobrevolando lo que hoy es el cruce entre las Avenidas Alcalde Manuel del Valle y San Juan de la Salle, lo que en esa época aún se conocía como Camino de Miraflores
Ante nosotros aparece una Sevilla de huertas, fincas y plantaciones, las mismas huertas, fincas y plantaciones que desde el Medievo como mínimo la rodeaban y abastecían de alimentos y materias primas; y las mismas huertas, fincas y plantaciones que, en muy pocos años, desaparecerán bajo Barriadas, calles y asfalto
La Casa Cuna (01), como decimos, es la única referencia clara que podemos tomar de la actualidad para situarnos en la imagen.
Magnífico edificio de corte regionalista proyectado por el arquitecto Antonio Gómez Millán, había sido levantado en la primera década del siglo XX sobre unos terrenos segregados de la Huerta de San Jorge (04), que aún existe cuando es tomada la imagen. 
Como Institución, la Casa Cuna nace a mediados del siglo XVI para dar respuesta a uno de los problemas mas importantes de la época, no sólo en Sevilla sino en el resto de Europa: el abandono de bebés recién nacidos en plazas, calles y puertas de iglesias, los tristemente famosos “expósitos”. 
En la Sevilla mas importante y poderosa que ha conocido la historia se estima que el 10% de los niños eran abandonados por sus madres al dar a luz, lo cual parece conmover al arzobispo Fernando Valdés que intenta dar una solución al problema fundando la Hermandad de Nuestra Señora del Amparo, que se encargará de educar y criar a estos  críos. 
La primera sede de esta congregación se situará en la calle Francos, aunque pronto pasa a la calle de las Carpinterías, que en breve cambia su nombre por Cuna y donde permanecerá hasta que se inaugure el edificio que vemos en la imagen (01). 
Pero sigamos hablando de la fundación del arzobispo Valdés
A pesar de sus buenas intenciones, la piadosa institución a duras penas logra cumplir sus objetivos, ya que las condiciones de la casa de acogida son terribles, tanto de hacinamiento como de salubridad. Por no hablar del presupuesto, a todas luces insuficiente para mantener una demanda tan desproporcionada. 
Y es que, para que podamos hacernos una idea de lo terrible de la situación, según un artículo de L. Carlos Álvarez Santaló, el 1 de Abril de 1709 había 2115 niños acogidos de los que 877 son de leche. Lo peor de todo es que los 15 meses anteriores, es decir, hasta el 1 de Enero de 1708, habían muerto 585 criaturas
La mortalidad alcanza cotas del 85% de los expósitos durante el siglo XIX, llegando a afirmar el viajero inglés Richard Ford, un asiduo de este blog por otros menesteres afortunadamente más agradables, que la Casa Cuna sevillana es “un sistema organizado de infanticidio. La muerte llega para muchos como un alivio y para el establecimiento es un ahorro…la proporción de los que sobreviven es de uno sobre doce
Sin duda estremecedor…. 
Ante la gravedad de la situación un grupo de señoras de la alta sociedad sevillana comienza a organizarse avanzada la primera mitad del siglo XIX con la intención de construir una nueva Casa de Cuna que al menos dignifique la breve estancia en el mundo de los pequeños. 
Fernán Caballero, la infanta María Luisa o la Condesa de Lebrija serán algunas de las damas integrantes de este piadoso grupo, segregando esta última una parte de una de sus fincas, la Huerta de San Jorge, para emplazar el nuevo edificio cuya primera piedra colocará la Reina Victoria Eugenia en 1914.
Desde el momento de su construcción la nueva Casa Cuna será la sede de la institución benéfica hasta  que en 1990 la Diputación, propietaria del edificio, lo cede a la Fundación San Telmo, que aún radica en sus instalaciones.



Se construye por tanto la Casa Cuna (01) en terrenos de la Huerta de San Jorge (04), a los pies del viejo camino de Miraflores (02) y junto al ramal de las vías del tren (03) que desde el Empalme de San Jerónimo se dirigía a la Estación de San Bernardo, ramal que ya en desuso servirá décadas más tarde de “campito” a los chavales de los nuevos barrios que se levantarán sobre estas huertas hasta que la Avenida Alcalde Manuel del Valle la oculte a finales de los 80 bajo cuatro carriles de asfalto y un bulevar
Aún hoy queda de todas formas un pequeño vestigio que recuerda este tren y estas vías: el murete de contención que las protegía de las riadas del arroyo Tagarete, que ubicaremos a continuación, por lo que volvemos de nuevo a nuestra foto.


La Huerta de San Jorge (04), propiedad como se dijo de la condesa de Lebrija, sigue a pleno rendimiento pese a la segregación de la Casa Cuna. Sus tres edificios, la casa principal y otros dos de apoyo, aún están en pie rodeando la alberca desde la que se regaban los frutales y regadíos
En el otro flanco de la Casa Cuna y dispuestos a los pies de un camino rural que parte desde la misma carretera de Miraflores y que aún hoy, en 2012, sigue sin ser asfaltado, aparecen los pequeños caseríos de la Huerta del Pilar (05) primero y la de Santa María después (06), terrenos exclusivamente agrícolas limitados al Norte por un apenas perceptible arroyo Tagarete (07), que en ese tramo se llamaba Miraflores. Sobre ellos se levantan hoy las barriadas de Los Arcos y Las Naciones
Atravesando el arroyo encontramos la que, hasta que se levanta la Casa Cuna, era la construcción más importante de la zona, el cortijo de los Calonge (08), un conjunto de edificaciones típicas del campo andaluz que ocupaba los terrenos del actual Polígono Industrial
El objetivo del fotógrafo se pierde en los sembrados de la Fuente del Arzobispo (09), una zona de vital importancia histórica para Sevilla ya que junto a los Caños de Carmona fue durante siglos el punto desde el que se suministraba agua potable a la ciudad. 
Seguimos barriendo la imagen con dos Huertas más, la de San Matías (10) y la de San José (11) que lindarían al Este con lo que actualmente es la Barriada de la Corza, y, culminando el sentido de las agujas del reloj, con una de las ventas que se levantaban desde tiempos remotos a los pies de la Avenida de San Juan de la Salle, nombre que tomó el camino de Miraflores años mas tarde. 
Hablamos, y seguramente los amigos de Casa Julián pueden corroborarlo, de la venta Victoriano (12), a la que seguía Villa Pilar, Villa Mercedes y así toda una hilera de casitas de una o dos plantas a lo largo del Camino que llegaban prácticamente hasta la misma Ronda
Aunque en mal estado de conservación por regla general, afortunadamente algunas de estas casas aún hoy permanecen en pie, como si fueran testigos de esta Sevilla de huertas, cortijos y campos que nunca más volverá. 
Para bien y para mal.



30 de julio de 2012

La Reina Sevillana de LolaLand. Parte II

Dejábamos en la primera parte a nuestra Lola Montez triunfando en el Covent Garden londinense con el público, mayoritariamente el masculino, a sus pies. 
Sin embargo ella no está satisfecha, sólo ha conseguido una ínfima parte del primero de sus objetivos, se podría decir que ni siquiera ha arrancado.
Porque la ambición de la joven muchacha de origen irlandés y recién estrenada cuna sevillana no tiene límites ni freno. Es consciente de sus posibilidades, de sus virtudes, de su atractivo y, lo más importante, de sus defectos
Como sus dotes artísticas son escasas ya que apenas sabe bailar, menos aún flamenco, decide sacarle partido al más evidente de sus activos, que no es otro que su inigualable belleza, y poco a poco va introduciendo elementos de corte sensual en su número, que unido a su indudable atracción personal la llevan a arrasar en las tablas. 
Y así crea un baile que será la sensación de la época: la Danza de la Araña, una especie de striptease en el que se va quitando la ropa conforme encuentra pequeñas arañas de goma introducidas previamente en algunas zonas estratégicas de su vestimenta. Todo ello a ritmos flamencos, que para algo había sido discípula del Paquiro
El baile terminaba con la Montez en ropa interior si era cara al público o completamente desnuda cuando se daba en privado, rematando normalmente estas últimas actuaciones con la que dicen era otra de sus habilidades, por no decir la principal: esa que sólo podía darse en la intimidad de la alcoba

Lola Montez y su "Spider Dancer"

Según contaba un escritor de la época, la Montez podía “realizar milagros con los músculos de sus partes privadas. Por ello no es de extrañar que por su cama pase en pocos años lo mas granado de la Europa de mediados del XIX, desde escritores como Alejandro Dumas a músicos de la talla de Franz Liszt o al mismísimo Nicolás I, zar de todas las Rusias
Aunque su más memorable y recordada conquista fue el rey Luis I de Baviera, un simpático sesentón que perderá totalmente la cabeza por la exótica bailarina y, a la postre, el mismo reino
El bonachón monarca, padre de nueve hijos, enferma de mal de amores por la “andaluza de Sevilla”, a la que colma de regalos, nombra condesa de Landsfeld e incluso regala un palacio, generando un monumental enfado entre sus súbditos bávaros, que lo obligan a abdicar a favor de su primogénito Maximiliano en febrero de 1848
Sin trono ni reino, el pobre Luis ya no sirve de mucho a nuestra Lola, que no tiene inconveniente alguno en abandonarlo para buscar un nuevo objetivo que colme su insaciable ambición
Inicia entonces un largo periplo por distintos países de la vieja Europa: primero Suiza, después Inglaterra, Francia, incluso aparece por España, hasta que decide cruzar el charco y probar fortuna en la tierra de las oportunidades, los jóvenes Estados Unidos, una nación donde una persona con su talento e intenciones podría hacer fácilmente fortuna a poco que tuviera algo de suerte. Y de momento ésta nunca le había faltado. 
Lola no se anda con chiquitas, apuesta fuerte de inicio y marcha a California, al salvaje y lejano Oeste, que entonces estaba en plena efervescencia por la fiebre del oro, abriendo un saloon en la pequeña localidad de Grass Valley
Allí depurará su famosa Danza de la Araña y, de paso, entrará en contacto una vez más con las personalidades mas importantes de la región, a los que engatusa para variar y en los que pretende apoyarse para lograr el plan definitivo que colmaría de una vez por todas sus delirios de grandeza: independizar California de los Estados Unidos y llamarla Lolaland
Entonces se proclamaría reina del nuevo estado, otra vez reina, desquitándose la mala experiencia vivida 5 años atrás cuando tuvo que abandonar Baviera y a Luis I, poniendo al fin colofón a todas y cada una de sus aspiraciones

Una de las pocas fotos que nos han llegado
de Lola Montez en 1851, a la edad de 33 años

No hace falta decir que fracasó en su empeño, por ser una locura y porque su estrella dio un inesperado giro. Las cosas empezaron a ir mal para la otrora irresistible “andaluza de Sevilla”, que intenta incluso otra aventura en Australia, pero ahora la suerte le es esquiva. 
Su atractivo físico empieza a diluirse por los efectos de la sífilis y de la vida tan ajetreada que había tenido. Lola busca en las calles de Nueva York su último refugio, intentando en vano sacar provecho a su ahora marchita belleza con un libro llamado “El Secreto del cuidado Personal”, donde proponía remedios caseros para cuidar la estética femenina como cubrir la cara con despojos de ternera fuertemente atados para evitar las arrugas, pero nada sale ya bien. 
Peor aún: todo se va acabando. Las enfermedades hacen mella en su otrora envidiable salud, los antiguos excesos empiezan a pasar factura y esta experiencia como escritora será a la postre una de las últimas oportunidades que tendría de aferrarse a la vida, eso que había exprimido hasta el máximo en sus años de gloria y que se le escapaba definitivamente el 17 de enero de 1861 en una casa de indigentes de Nueva York
Una neumonía había acabado con una de las mujeres más deseadas de la época cuyo cuerpo, curiosamente, nadie reclamaba ahora. 
La bailarina indomable e irresistible era enterrada humildemente en el cementerio de Greenwood tras una sencilla lápida en la que, curiosamente, se leía “Sra. Eliza Gilbert / Muerta el 17 de enero de 1861”
Fruto de la casualidad o en cumplimiento de una última voluntad donde se reflejaba claramente su personalidad, según este epitafio la muerte se había llevado a esa delicada muchacha irlandesa que 20 años atrás recorriera las calles de Sevilla, pero no a Lola Montez
La andaluza del internado parisino, la hija del matador de toros, la estrella del Teatro Real, la bailarina exótica y más sensual de la época, guardiana de los secretos de alcoba de las principales personalidades de Europa, la mujer que hizo a un Rey perder el trono y a un Zar parte de su fortuna, no había fallecido, seguiría viva para siempre, aunque fuera dentro de la historia… y también de la geografía

Lola Montez Lake,
de la página de Panoramio de Ryan Weidert

Así la figura de nuestra Lola inspirará libros, películas, canciones, leyendas, incluso bailes, y, lo más curioso, será recordada eternamente en California, ese estado donde una vez quiso reinar
Y no porque pasara a llamarse Lolaland, esa quimera inalcanzable propia de una mente cuya ambición no conocía límites, sino porque en su honor se bautizó un pequeño lago del Condado de Nevada: el Lola Montez Lake

Ahora, cuando ha pasado más de siglo y medio, desde la distancia en tiempo y espacio, es bonito pensar que las noches en que está despejado, con suerte, quizás se refleje en las aguas del lago la misma luna que podemos ver en el cielo de Sevilla, ese cielo al que, seguramente, pidiera tantos deseos esa bella muchacha irlandesa que quiso aprender flamenco en la academia del Paquiro.

26 de julio de 2012

La Reina sevillana de LolaLand. Parte I


La fama de su belleza se había extendido por todos los rincones de la ciudad como el olor a jazmín por las callejuelas de San Bartolomé una noche de verano. 
Del Prado de Santa Justa a la “rampla” de la Puerta Real, de los huertos del Monasterio de San Jerónimo a los Jardines de San Telmo, los cuatro puntos cardinales de Sevilla celebraban el inusual atractivo de la joven irlandesa que había arribado pocas semanas atrás. 
Decían que era guapa como las diosas de los romanos que de vez en cuando se encontraban en las ruinas de Santiponce, delicada como las flores del Paseo del Cristina, dulce como el canto de los jilgueros que despedían el atardecer entre los árboles de la Huerta del Retiro
Para que podamos hacernos una idea, años mas tarde, con Europa ya rendida a sus pies, escribiría de ella el periodista polaco Antón Slowacki que, salvo los ojos, poseía la mayor parte de las perfecciones que constituyen "el canon ideal de la belleza femenina", las cuales según él eran "tres blancas: la piel, los dientes, las manos, Tres negras: los ojos, las cejas, las pestañas. Tres rosas: los labios, las mejillas, las uñas. Tres largas: el cuerpo, la cabellera, las manos. Tres pequeñas: las orejas, los dientes, la nariz. Tres amplias: los pechos, la frente y el espacio entre las cejas. Tres delgadas: el talle, las manos, los pies. Tres finas: los dedos, los cabellos, la boca.
Como podemos ver en el retrato que le hizo Stieler, su imperfección según el canon de Slowacki era tener los ojos azules, no negros...

Lola Montez en 1847, obra de  Joseph Karl Stieler
Imagen: Wikipedia 
Su nombre real era Maria Dolores Eliza Gilbert, aunque tras casarse en 1837 apenas cumplidos los 19 años con un teniente del Imperio Británico destinado en Calcuta había pasado a ser la señora James
Sin embargo la vida en pareja y los rigores militares no estaban hechos para ella, espíritu inquieto, libre y, por así decirlo, distraído, por lo que un buen día abandona al esposo,  la India y el Imperio, poniendo rumbo a Inglaterra donde decide darle una vuelta de tuerca a su vida y dedicarse a la interpretación, para lo que acude a la academia de Fanny Kelly, una vieja actriz que rápidamente se da cuenta del potencial que atesora la atractiva muchacha. 
Sus ganas de comerse el mundo unido a su espectacular belleza racial, agitanada, bastante alejada de los típicos patrones británicos, encienden la luz en su mentora, que le recomienda marcharse a España para aprender los bailes típicos del país, en especial Andalucía, una región exótica que se había convertido en un icono para los atormentados espíritus románticos de la época. 
María Dolores no lo ve del todo descabellado, de hecho en el internado parisino donde estudió tras la muerte de su padre la apodaban precisamente “la andaluza” por su aspecto físico mas propio de las muchachas nacidas en la ribera del Guadalquivir que en las nubladas orillas del Támesis.  
Y así pone rumbo a Sevilla, donde la encontramos en 1842 dando lecciones de baile en la academia del Paquiro, un matador de toros retirado que compaginaba la instrucción de la tauromaquia con las clases del baile flamenco, que le venía de cuna, gitana de pura cepa. 
Cuentan los chismes que el Paquiro, que se llamaba realmente Andrés Montes, bebía los vientos por la apuesta irlandesa, pero no consiguió nada, salvo que la muchacha cambiara de nombre una vez más, siendo a partir de entonces conocida como Lola Montez en honor a su mentor y a la que desde entonces sería su patria chica
Porque Lola apenas aprende a bailar, ni a cantar, ni siquiera castellano, pero queda tan encandilada por la ciudad que durante el resto de su vida se proclamará sevillana a los cuatro vientos, y no de adopción, sino de cuna, inventándose para ello esta nueva identidad y quitándose de paso algunos años de encima. 

El entorno del Río en la primera mitad del siglo XIX. David Roberts 
Y llegamos así a la noche del 8 de Julio de 1843
El Covent Garden de Londres acoge la representación de El Barbero de Sevilla, el gran éxito de la época, y en los entreactos actuará una desconocida bailarina recién llegada del Teatro Real de Sevilla, Lola Montez. 
El tipo andaluz en toda su pureza”, como la definirán los críticos y entendidos que asisten a su presentación, no es precisamente una virtuosa en lo que al sexto arte se refiere, pero posee una belleza tan extraordinaria y destila un erotismo tal en cada uno de sus movimientos que embruja a todos los asistentes, mayoritariamente del género masculino
El triunfo es arrollador. La Montez fusiona su sensualidad y atractivo innatos con ligeros esbozos de flamenco, algo exótico para el respetable londinense de hace 150 años, que se pone a sus pies.
El sueño de la joven muchachita irlandesa que llegara a Sevilla para aprender a bailar parecía hacerse realidad.

Covent Garden hacia 1850


23 de julio de 2012

El Cactus de Don Pedro Niño

Cuando algo destaca en don Pedro Niño suele hacerlo de forma superlativa
Poco importa que sea una calle estrecha, sinuosa, apenas transitada y de escasa importancia si se compara con otras del entorno: si sobresale, por el motivo que sea, lo hace a lo grande, como si quisiera llamar la atención o reivindicarse. 
Esa tendencia a lo desmesurado ya se advierte al buscar el origen de su propio nombre, no en vano hay tres posibles candidatos a ser el Pedro Niño en cuyo honor se rotuló avanzado el siglo XVII. Subrayo el “candidatos” porque, las cosas de Sevilla, hace décadas que se olvidó exactamente quién fue. 
Un audaz caballero medieval cuya vida parece sacada de una gesta épica; el hermano del arzobispo Fernando Niño de Guevara, inquisidor general que en apenas 3 años juzgó a casi 2000 personas, quemando a 240; y un buen hombre que al parecer vivía por allí a fines del siglo XVI, componen la terna de Pedros Niños aspirantes a nominarla, algo de lo que quizás alguna vez salgamos de dudas. O quizás no, a fin de cuentas hoy en día los nombres de las calles sólo importan si es para cambiarlos. 


Superlativa según parece fue la casa principal del mayorazgo de los condes de Montelirios, que ocupaba casi todo el primer tramo de la calle en su embocadura hacia Lepanto
Bastante importante fue este linaje, al parecer de origen judío, cuyo patriarca, Antonio Aguado Delgado hizo tanta fortuna en las Américas que no tuvo problemas para obtener el título gracias a una real cédula otorgada por Carlos III en 1764
De este palacio de don Pedro Niño donde se instaló la recién ennoblecida familia salieron importantes personalidades que dieron bastante que hablar en la Sevilla de la siguiente centuria, para lo bueno y para lo malo
No en vano un conde Montelirios era alcalde de la ciudad cuando en 1846 Narciso Bonaplata y José María Ybarra plantan el germen de la Feria de Abril, aunque también era del clan Montelirios uno de los afrancesados de mas infausto recuerdo para esta tierra: don Alejandro María Aguado, marqués de las Marismas
Se cuenta que este señor fue participante activo en el saqueo de obras de arte llevado a cabo por las tropas napoleónicas, empezando antes de partir al exilio junto a los derrotados franceses una colección de pinturas que, a su muerte, contaba con casi 400 ejemplares, la mayotía arrancados directamente de las paredes de los templos sevillanos, a las que nunca han regresado. 


A juzgar por las crónicas de la época, también debió ser superlativo el incendio que la noche del 7 de Febrero de 1934 arrasó completamente el antiguo palacio
Llevaban ya un tiempo si estar por allí los Montelirios, que con el cambio de siglo lo habían vendido, teniendo desde entonces usos tan dispares como almacén de la familia Pueyo, Casa del Pueblo o Escuela de Comercio
En ese momento era almacén de maderas, lo cual quizás justifique la magnitud tan exagerada que llegaron a alcanzar las llamas
Y es que fue tan violento el funesto incendio que evacuaron no sólo a los vecinos de don Pedro Niño, sino también a los de Atienza, Lepanto y otras calles aledañas. 
A la mañana siguiente no quedaba nada: el antiguo palacio de los Montelirios había pasado a la historia para más tarde quedar relegado al olvido




Más de 80 años han transcurrido desde entonces. 
Sobre el solar del palacio se levanta ahora un edificio de viviendas, también superlativo por cierto, aunque en lo simple de su arquitectura
Pero no es lo que más llama la atención de don Pedro Niño, o quizás deberíamos decir que no es con lo que ahora llama la atención don Pedro Niño
No si lo comparamos con el enorme cactus que crece en el jardincillo delantero del número 18
Un enorme cactus que entre jazmines y enredaderas se eleva varios metros del suelo volcándose sobre la fachada, como si quisiera entrar dentro de la casa, vetusta casa de estilo dieciochesco que quién sabe si fue testigo de los primeros pasos de los Montelirios, los buenos y los malos. 
Un cactus que trepa, se agranda y se abre espléndido hasta toparse con el frío y gastado cristal del cierro metálico, protector del interior del viejo caserón frente a las intenciones que pudiera tener este capricho de la naturaleza. 
Un cactus que parece pedir auxilio a la vez que asusta por su fiereza, provocando sentimientos encontrados entre la compasión y el temor en todo aquel que la observa. 
Sobre todo cuando al ocaso del día la tenue luz de la luna le confiere un aspecto tétrico, fantasmagórico, de otro tiempo, como si hubiera salido de alguna de las historias que en la niñez nos contaban los mayores para hacer mas llevadera la calor durante las noches de verano.