26 de noviembre de 2009

¿Es necesaria "esta" ampliación del Metrocentro?

Luz verde a la ampliación del Metrocentro. Después de aguardar, para variar, su pertinente retraso, en pocos días comenzarán los sondeos en los que se va a estudiar el terreno sobre el que discurrirá su prolongación hasta la Estación de San Bernardo y la zona de Viapol, lo cual aumentará el recorrido total del mismo hasta dejarlo en poco mas de 2 kilómetros.
Luz verde también para las voces de protesta de políticos, vecinos y asociaciones varias que consideran esta ampliación ilegal, además de insuficiente en algunos casos e innecesaria en otros. La polémica, como siempre, está servida.
El Metrocentro, recordemos, solo cubre un recorrido de 1,30 km entre la Estación de Autobuses del Prado y la Plaza Nueva, recorrido muy alejado del objetivo que supuestamente debía alcanzar: la conexión con Santa Justa y Puerta Osario en su Fase II y con La Campana en la tercera.No vamos a debatir sobre la necesidad o no del Metrocentro en sí, entre otras cosas porque ya está construido y al respecto poco o nada se puede hacer, a no ser que queramos tener otro Estadio Olímpico de la vida. La cuestión es si realmente resulta necesario prolongarlo tan sólo 885 metros.
Esta ampliación duplica el recorrido del Metro, que discurre bajo la misma superficie, cierto es. Pero también es cierto que esa línea es duplicada en la mayoría de su trayectoria por Tussam, carriles bici, etc. E igualmente es cierto que si estaba prevista su conexión con Santa Justa tarde o temprano debería ser duplicada.
Así pues, el principal problema quizás radique en el tamaño que, como en tantas otras facetas de la vida, aquí sí importa.
Importa porque se va a realizar una fuerte inversión para menos de 900 metros, cuando ese mismo dinero podría destinarse a otras obras mientras se espera a contar con una partida presupuestaria que permita acometer la Fase II en su totalidad. Otra cosa es que haya que hacerse la foto de inauguración.
También importa porque, pese a la ampliación, su escaso recorrido no permitirá al tranvía almacenar la energía necesaria para prescindir de las catenarias, uno de los principales problemas de toda esta historia.
Además la zona ha sido recientemente remodelada, con lo que se harían “nuevas obras” sobre “obras nuevas”, si bien en este aspecto llueve sobre mojado, solo hay que darse un paseo por el Puente del Indio, que estaba cortado en Septiembre
Son aspectos negativos, pero también hay que valorar que la ampliación llevará el Metrocentro hasta uno de los principales puntos estratégicos en lo que a comunicación y transporte se refiere, el Apeadero de San Bernardo, desde donde se podrá llegar a la Plaza Nueva sin necesidad de transbordar. Además de conectar los Juzgados de Viapol con los del Prado, idem para zonas universitarias.
Otro aspecto a tener en cuenta es que, a pesar de que el trayecto a alargar sea casi testimonial, al fin se atisba una cierta voluntad para que no quede todo en un trenecito turístico y, tarde o temprano, llegue a tener una utilidad real para el sevillano de a pie, que al fin y al cabo es el que padece estos embrollos.
Hasta aquí mis argumentos, ahora mi opinión: estoy de acuerdo con la ampliación, aunque sólo sea para que me termine de creer este tranvía. Aunque lo que realmente me gustaría es que llegara de una vez por todas hasta Santa Justa o hasta la Campana y, ¿por qué no?, hasta Plaza de Armas. Aunque desearía que se apostara definitivamente por este tipo de transporte como se hizo en Bilbao, donde da gusto circunvalar la ciudad sobre una alfombra de césped. Por suerte soñar es gratis y, con los tiempos que corren, hay que aprovecharlo.


PS. No entro en el tema de la denuncia. Por lo que yo entiendo la ilegalidad reside en la tramitación de la licencia, no en la ampliación. Eso sí, lo que me preocupa es que últimamente cada vez que vaya a hacerse algo en esta ciudad haya que darse un paseo previo por los juzgados. Como arraigue esta nueva moda es para echarse a temblar, porque entonces sí que nos quedamos varios pasos atrás...

23 de noviembre de 2009

Un paseo por la Sevilla de los 60: La Ranilla

Traemos hoy una nueva estampa de la Sevilla de los años 60. Estampa con la que, en la medida de mis posibilidades, pretendo hacer un sencillo homenaje a la Barriada de los Pajaritos, que estos días cumple 50 años de existencia (aniversario tristemente empañado por los trágicos sucesos del bar Ruiseñor) y de paso recomendar una vez mas el maravilloso blog en el que nuestro callejonero favorito repasa el día a día del nuevo parque que se está edificando en los terrenos de la antigua cárcel de Ranilla.

La imagen procede del Fondo Barquín y está fechada aproximadamente en Agosto de 1959, siendo parte de un amplio fotomontaje en el que se reflejaba el avance de las obras de construcción de las barriadas de La Candelaria y Los Pajaritos. Obras que, como se puede ver, aparecen en primer plano.

Bajo las órdenes del arquitecto Fernando Barquín y Barón nacían estos barrios obreros en los terrenos de la antigua Huerta de Amate, que desde hacía algunos años era propiedad municipal.

Con esta actuación y otras similares (ya en su día vimos Pío XII, hermana en tiempo y objetivos) se intentaba poner fin al gran problema de la vivienda que asfixiaba la ciudad en los años 50.

Y es que el crecimiento demográfico de una Sevilla que a duras penas se restregaba sus heridas de guerra unido al deterioro y consiguiente inhabitabilidad del vetusto caserío del centro histórico y, sobre todo, a una fortísima corriente inmigratoria desde pueblos y ciudades limítrofes, habían creado un serio problema para la ciudad, que se calcula tenía a finales de los cincuenta 32 núcleos suburbiales con cerca de 70.000 habitantes.

Ante la penosa situación económica en que se encontraba el país y la propia ciudad, que para colmo aún arrastraba deudas de la Exposición del 29, el Ayuntamiento compra las fincas y huertas periféricas en las que permite asentarse a familias sin techo y edificar en la medida de sus posibilidades a la espera de una futura urbanización de esos terrenos o su definitivo traslado a alguna de las barriadas de nuevo cuño que se estaban edificando.

Se daba por tanto una especie de chabolismo planificado y consentido por el propio Consistorio, que al menos trataba de solventar el problema en la medida de sus posibilidades. O de limpiar su conciencia, que cada cual escoja.

Un ejemplo de todo lo que estamos hablando lo teníamos precisamente en la zona que nos ocupa, sobre lo que hoy son las barriadas de Los Pajaritos y La Candelaria, donde se asentaban las chabolas del llamado poblado de Villalatas.

Camiones, recuas de mulos, presos de la RanillaVillalatas desaparecía y en su lugar se abrían las zanjas que contendrían las zapatas de los nuevos bloques de pisos. El hormigón brilla por su ausencia, muros de carga para 3, 4 y hasta 5 plantas de altura. Así ha ido la cosa: viviendas humildes para gente humilde. Hoy Los Pajaritos aguarda a la espera de su rehabilitación integral dado el lamentable estado en que se encuentra su estructura, y el que escribe puede dar fe de ello. El mismo camino han seguido otros barrios de la época como Regiones Devastadas. Lo que es innegable es que su función originaria la cumplieron con creces, hoy la pelota está en otro tejado y ya veremos cómo se responde.

Pero bueno, demos paso a la auténtica estrella de la imagen: el acueducto que la atraviesa diagonalmente, los Caños de Carmona.

No nos llevemos a engaño, lo que vemos en la foto es lo que por ese entonces quedaba de los mismos. Precisamente donde les perdemos la pista, en lo que hoy es el cruce de las calles Leonardo de Figueroa y Padre Pedro Ayala, era donde se cortaban. Ciudad adentro lo único que quedaba era lo mismo que hoy, es decir, los dos tramos de Luis Montoto. El resto simplemente estorbaba.

Y en sentido contrario, siguiendo lo que sería la Avenida de Andalucía, mas de lo mismo, acabándose en la Hacienda de la Negrilla. Aunque en este caso el motivo de su desaparición era bien distinto, ya que fueron utilizados como material de construcción en las chabolas y viviendas de las que se habló anteriormente. Cuando menos curioso.

Con esto quiero decir que, a pesar de lo que vemos en la fotografía, no vayamos a pensar que en los cincuenta los sevillanos bebían de la misma agua que Almotamid. Este tramo, felizmente, aún estaba indultado, aunque por poco tiempo.

Quizás uno de los motivos de ese indulto se debía a que en ese punto alcanzaba uno de los hitos mas espectaculares de todo su recorrido al salvar el obstáculo que atraviesa la imagen de lado a lado, que no es otro que el Tamarguillo, llamado por estos lares Ranilla, mediante una triple arcada con la que se sorteaba la depresión natural que conformaba el cauce del arroyo, para discurrir hacia la Puerta de Carmona por lo que hoy sería la calle Leonardo de Figueroa.

A la derecha, paralelo a los Caños y también para salvar el Tamarguillo, se situaba el famoso Puente de Ranilla, junto al de Marqués de Pickman y el de la Juncal (en el Matadero) uno de los tres únicos puntos por los que podían los sevillanos atravesar el arroyo.

Hito importante en la Sevilla de la época, no sólo prolongaba la calle Oriente hacia la carretera de Alcalá sino que en sus inmediaciones, en una zona que se encontraba a la derecha de la imagen, se unían al Tamarguillo las aguas del Tagarete, desviado desde hacía algunos años en la Fuente del Arzobispo (cerca de Calonge).

Tampoco se ve la Huerta de Ranilla ni su famosa Venta, que como ya hemos podido adivinar da nombre a casi todo lo que aparece y sobre la que se asienta en la actualidad el Polígono Carretera Amarilla. Por el contrario, sí que se adivinan tras árboles y arroyo los cultivos, aún en funcionamiento, de otra de las huertas históricas de esta zona extramuros de los extramuros hispalenses, la del Huracán, sobre la que hoy estaría el Centro Comercial Los Arcos.

Siguiendo con el barrido de la foto, tenemos al otro lado de los Caños la antigua Prisión Provincial, llamada, como no podía ser de otra forma, Cárcel de Ranilla. Edificada en tiempos de la República (año 1933) para reemplazar a la obsoleta Cárcel del Pópulo (actual Mercado de Entradores), las casualidades de la vida quisieron que prácticamente la estrenaran los presos republicanos.

En la actualidad es un inmenso solar en el que, como se dijo antes, se está construyendo un parque así como otros equipamientos de los que hasta ahora carecía la zona, como un centro cívico o una jefatura de policía. Y, por supuesto, es el objetivo de uno de los blogs de nuestro amigo Antonio.

Otro ilustre veterano que aún se mantiene en pie pero que dentro de poco pasará a mejor vida (punto limpio en esto de la edificación) es, como no, la Fábrica de la Cruzcampo, cuyas oficinas y naves asoman a la derecha de los Caños.

Y al fondo el progreso. El barrio de Nervión crece al compás de la calle Luis Montoto, entonces Oriente y antes Industria, que avanza posiciones flanqueada por grandes bloques de pisos, como el Grupo de Viviendas del Marqués de Urquijo, que destaca en altura donde se cruza la actual Avenida de la Cruz del Campo y que, junto a edificios de similar talla y tipo, había encajonado al Templete que daba nombre a la zona, difícilmente apreciable tras un ventorrillo ya desaparecido.

Los nuevos tiempos, las nuevas necesidades, la nueva Sevilla: un rodillo que inexorablemente se llevaría por delante, en unos casos para bien, en otros por desgracia, todo lo que tenemos en el primer plano de la imagen. Huertas, arroyo, acueducto, campos… El tiempo no pasa el balde y cobra peaje.

19 de noviembre de 2009

Cauce Muerto

La semana pasada, durante uno de los actos celebrados con motivo del Fórum Europa, se anunciaba una de las propuestas mas atractivas (al menos a mi juicio) de las que se han realizado en Sevilla estos últimos años: la denominada “Cauce Vivo”, una serie de proyectos encaminados a la recuperación y aprovechamiento del cauce del Guadalquivir en el tramo que discurre entre La Algaba y el Canal de Alfonso XIII.

Por si alguien tiene curiosidad por esta iniciativa, se encuentra colgada en la web del Plan Estratégico Sevilla 2020, el cual parece que ya se está poniendo en marcha, aunque

Aclaración: Que los puntos suspensivos estén en negrita no es una errata.

En principio es sólo un proyecto, una idea, una declaración de intenciones, de buenas intenciones que pueden quedarse en eso o pueden llegar a buen puerto; el tiempo lo dirá. Claro está, conociendo el percal lo único seguro es que para 2020 aún no se habrá hecho nada, pero bueno, es de agradecer que por fin se piense poner en valor ese eje vertebrador de la provincia que no es de nadie en concreto pero pertenece a todos.

El Río como nexo de unión, volcar hacia el mismo las distintas franjas ribereñas, rescatar del ostracismo zonas abandonadas desde hace siglos; todo suena bastante interesante, aunque el plan muchas veces recuerde a una práctica de Introducción a la Urbanística y rescate ilustres aspiraciones como la playa fluvial, a la que por cierto no veo yo como modelo de sostenibilidad precisamente.

Pero bueno, no es el objetivo de esta entrada analizar el Cauce Vivo, sino mas bien el otro, el que denomina el proyecto como Cauce Histórico, ese que seguramente debería estar regenerado para el Plan Estratégico del 2010, del 2000, del 90 o vaya usted a saber.

Ya el nombre de esta iniciativa reconoce de por sí una triste realidad, porque claro, si tenemos que buscar algo “vivo”, lo que dice “vivo”, en ese "Cauce Histórico”, solo encontraríamos lo que sale en las fotos. En pocas palabras, que Sevilla, al menos desde mi punto de vista, no tiene más que una margen del Río: de puente a puente en la orilla de Triana, y de San Telmo a Chapina en la otra.

El resto, si nos atenemos a la “estratégica nomenclatura”, habría que denominarlo “muerto”.

Cauce Muerto”, como el Acuario del Muelle de las Delicias, esa piedra angular en que se basaba la remodelación del muelle del mismo nombre y que, mientras nadie ponga remedio (y dinero) se va a quedar en una simple y gris explanada de adoquines.

Cauce Muerto” como el Paseo de la O, al que parece imposible quitarle el sambenito de no ser mas que la trasera de la calle Castilla.

Cauce Muerto” como los Jardines del Guadalquivir, cuya dejadez es posiblemente uno de los mayores disparates y contradicciones que se han cometido en la ciudad estos últimos años.

Cauce Muerto” como el del Círculo de Labradores, que únicamente tiene vida para el disfrute de unos pocos.

Y “Cauce Muerto” como el Paseo Juan Carlos I, ese maravilloso bulevar acondicionado mas al gusto de las cabras de una Cañada Real que al de los turistas que visitan la ciudad.

Más que "Cauce Muerto" podríamos llamarlo “Cauce Mortal” teniendo en cuenta lo que a uno le puede pasar si no tiene cuidado por donde pisa. Eso sí, hay que reconocer que es lo mas parecido a un “corredor verde” que tenemos en la actualidad, al menos para las raíces de los árboles que tienen levantadas sus baldosas. O lo que queda de ellas, que es difícil encontrar una entera.

Es curioso, pero mientras en muchas calles de la ciudad hay carteles que anuncian a bombo y platillo las obras de eliminación de las barreras arquitectónicas, aquí tenemos un muro infranqueable para los minusválidos. Aunque claro, tener un muro en la calle Torneo no es nada nuevo. Y éste al menos es sostenible, que está lleno de hierbajos.

En resumen, “Cauce Vivo” sí, pero antes sería interesante resucitar al que agoniza

16 de noviembre de 2009

La Mezquita del Coral

Acababa de estrenarse 1973 cuando, en el transcurso de unas obras de rehabilitación en el número 1 de la calle Rodríguez Marín, en la plaza de San Ildefonso, salía a la luz una columna de mármol rosado junto a un capitel y un trozo de arco de herradura, todos de origen almohade, después de permanecer varios siglos ocultos tras un tabique.

El hallazgo sorprendía a propios y extraños ya que nadie esperaba que aún quedaran restos “in situ” de una de las mezquitas mas famosas de la Sevilla musulmana: la Mezquita del Coral.

Que en el entorno San Ildefonso-San Leandro se levantara en su momento una mezquita era algo de lo que se tenían referencias. Sin ir mas lejos, en su libro “Repartimiento de Sevilla” señala Julio González la existencia en 1396 de 4 mezquitas sólo en la calle Odreros, un número que cobra mas valor si tenemos en cuenta que hacía siglo y medio de la conquista de la ciudad.

Esta cifra por tanto no es exagerada en absoluto; de hecho cuando Fernando III arrebata Sevilla a los musulmanes, ésta contaba con mas de un centenar de lugares de culto, en muchos casos simples oratorios y en otras ocasiones enterramientos donde se rendía homenaje a santones y personajes influyentes en la vida pública de Isbilya, las denominadas zauias.

De todo ello se hace cargo la Iglesia una vez reconquistada la ciudad, siendo su principal cabeza visible, el obispo don Remondo, quién decidirá en un principio su destino. Así cederá tres mezquitas a la comunidad judía, otra permanecerá bajo el culto mahometano en el Adarvejo, barrio donde quedan los pocos habitantes musulmanes que permanecen en Sevilla tras la reconquista, mientras otra pasa a manos de los genoveses, que labran en ella su lonja, edificio que estuvo hasta el siglo XIX en el mismo solar donde hoy se levanta el Banco de España.

El resto de lugares de culto musulmanes son arrendados, vendidos o, en muchas ocasiones, simplemente desaparecen sin dejar huella. Sólo los mas importantes serán transformados en iglesias cristianas.

Es lo que sucedió en la misma Odrería, donde de las 4 mezquitas que se mencionaron antes una ya se ha transformado a principios del siglo XIV en horno de pan mientras que la mas famosa y suntuosa de todas pasa a convertirse en templo cristiano, antecesor del que podemos ver en nuestros días.

Pero retrocedamos aún mas en el tiempo. Si hay que hacer caso a las leyendas y tradiciones que se han transmitido con el paso de los siglos, esa mezquita se asentaba sobre uno de los 8 templos mozárabes que se mantuvieron en la ciudad bajo la dominación musulmana, viniendo por tanto ese culto desde la época visigoda, aunque bajo advocación distinta a como la conocemos hoy, ya que cuando los musulmanes invaden España hacía pocos años de la muerte de San Ildefonso (hacia el 669). Era San Bartolomé el Viejo el que según algunos autores ostentaba la titularidad de la parroquia, aunque tampoco hay muchas evidencias de ello.

Del pasado visigodo de esta iglesia nada queda, salvo una bonita historia que tiene como protagonista a un monje, San Saturnino, el cual dejándose llevar por su gran devoción mariana pintó sobre una pared del templo una imagen de la Virgen con el niño: Nuestra Señora del Coral.

Si hemos de echar cuenta a esta historia, Saturnino murió en el año 612, exactamente el 12 de Noviembre según rezaba en una lápida que se colocó a los pies de la imagen y que se mantuvo allí hasta 1649, cuando desapareció dentro de la histeria colectiva que se adueñó de la ciudad por culpa de la epidemia de peste que la asoló. Lo que sí han demostrado estudios recientes es que la realización de la imagen es muy posterior, del siglo XIV, contemporánea a la de la Virgen de la Antigua que se conserva en la Catedral y la de Roca Amador de San Lorenzo.

La permanencia de esa iglesia mozárabe no se prolonga mucho en el tiempo, siendo adaptada al culto mahometano en un período difícilmente precisable dentro de los 5 siglos largos que dura el dominio musulmán.

Pero volvamos a la entrada en Sevilla de Fernando III, que encuentra en el actual entorno de San Ildefonso una mezquita contigua a unos de los baños mas afamados y suntuosos de la ciudad, que precisamente serán asignados a su mujer doña Juana en el repartimiento de la misma. Este detalle nos puede dar una idea de la importancia que había adquirido la zona en el entramado urbano de Isbilya.

Como sucedía con la mayoría de mezquitas españolas, seguramente presentaría una orientación Norte-Sur, ya que en Al-Andalus los lugares de culto no miraban hacia la Meca como es tradicional en esta religión, sino que al asentarse normalmente sobre templos visigodos (que se dirigían hacia el Este) variaban el ángulo para aprovecharlos en la medida de lo posible y de paso diferenciarse de ellos.

Aunque ya que no queda vestigio alguno de la mezquita ni de la iglesia que la sustituyó, se supone que se adentraría hacia el número 3 de la misma calle Rodríguez Marín, antigua de los Mulatos, llegando en su flanco izquierdo hasta la actual iglesia de San Ildefonso, donde estaría el minarete y donde, en una de sus paredes, sería dibujada la Virgen del Coral una vez adaptada a templo cristiano en el siglo XIV.

Esta adaptación respetaría bastante el primitivo edificio musulmán según narran descripciones antiguas. La representación que se hace del mismo en el plano de Olavide (año 1771) no nos saca mucho de dudas, ya que solo se aprecia un inmueble compuesto por dos volúmenes (seguramente uno de ellos se correspondería con la original iglesia mozárabe), sin que destaque torre alguna, señal de que el minarete no tendría mucha entidad ni valor artístico.

Pero ya digo, solo son suposiciones. Y es que en 1794 un incendio fortuito arruinó por completo la antigua iglesia, que sería demolida casi en su totalidad para edificar en su lugar la que vemos en la actualidad. Tan solo se mantuvo en pie el muro en que se conservaba la Virgen del Coral, en lo que podríamos considerar como un una auténtico ejercicio de fe y devoción popular para los medios que se tenían en la época, ya que mientras se protegía la imagen de la intemperie y las inclemencias meteorológicas, por otro lado se labraba la pared en que se encuentra en la actualidad, a la que fue trasladada solemnemente el 2 de Julio de 1807.

Acto seguido era definitivamente derribado este muro para continuar las labores de construcción de la parroquia, inaugurada en 1841 como reza una lápida situada en una pilastra del templo.

Se edificaba de este forma uno de los mejores ejemplos de arquitectura neoclásica que se han realizado en Sevilla, en el que destacan sobremanera las dos torres gemelas que flanquean su espectacular fachada a la plaza de San Ildefonso.

"Lo comido por lo servido" es lo que suele decirse en estos casos; se levantaba un edificio novedoso en un estilo del que apenas se tenían referencias en la ciudad a costa de hacer desaparecer para siempre un trozo de su pasado, de pasar una página que ya solo estaría viva en los archivos y anaqueles de las bibliotecas,.

Pero la historia a veces da giros imprevisibles, tanto que en ocasiones no podemos ni siquiera sospecharlos. Estudios y reformas habían dado a conocer que las dos torres gemelas que flanquean el templo únicamente diferían en un punto: las columnas del campanario. Mientras que las de una eran de ladrillo el cual, recubierto con cal, daba una imagen muy parecida a la piedra, las de la otra estaban hechas enteramente de mármol, aunque ésto es difícilmente apreciable para el que observa el edificio a pie de calle.
Sin embargo este detalle es fundamental para el desarrollo de este relato, ya que de nuevo nos hace retroceder al punto en que se iniciaba: el descubrimiento de unas columnas de mármol rosado en las obras del número 1 de Rodríguez Marín, la antigua calle de los Mulatos. Viejas columnas de mármol rosado que presentaban características similares a las que remataban el campanario de una de las torres de San Ildefonso, que hasta entonces se suponían traídas de Granada. Y viejas columnas de mármol rosado que pertenecerían, casi con toda seguridad, a la antigua y desaparecida Mezquita del Coral.
Curiosa estampa: en el cielo de la plaza de San Ildefonso, probablemente a escasos metros del lugar en que estuvo el minarete desde el que, durante siglos, llamó el muecín a la oración a sus fieles, se habían colocado las columnas de una vieja mezquita como remate de un campanario neoclásico.

Los caprichos de la historia; aunque pensándolo bien, deberíamos aprender tanto de ella, y mas en estos tiempos que nos contemplan.

5 de noviembre de 2009

El Mirador de Aceitunas

Según un viejo proverbio chino si quieres que tu hijo coma un día basta con regalarle un pez; si lo que pretendes es que coma dos días habría que regalarle dos peces; pero si tu intención es que coma toda la vida, lo mejor es enseñarlo a pescar.

Para tratar de paliar en la medida de lo posible los efectos de la crisis el Gobierno decidió hace unos meses regalar un pez a los ayuntamientos con el que revitalizar un poco el sector de la construcción (y por ende el mercado) además de aliviar algo la nómina de parados: el Plan E.

Pero claro, este pez tenía fecha de caducidad: el tiempo que tardaran en agotarse “los dineros”, y ahora que apenas quedan las espinas resulta que ha servido poco mas que para maquillar cifras y dejar la geografía española salpicada de obras, algunas necesarias, otras estúpidas.

Porque hay de todo en la viña del Señor, y mas si ese “todo” está subvencionado con dinero público. De esta forma tenemos peces que verdaderamente han saciado el hambre y otros que no han servido ni de aperitivo. Es decir, hay obras que realmente hacían falta y que incluso se han quedado cortas, pero también hay algunas intervenciones en las que lo mínimo que uno puede hacer es llevarse las manos a la cabeza.

Servidor, que recorre un buen puñado de kilómetros todas las semanas, puede por ejemplo enumerar desde carriles bicis que unen cortijos hasta readoquinados de calles recientemente readoquinadas. Eso sí, intervenciones en todo caso escrupulosamente sostenibles y ecológicas, faltaría mas.

Pero de todas estas obras de “dudosa” utilidad, esos peces que no sirven ni para adornar la mesa, la palma se la lleva el maravilloso y polivalente “mirador” que están terminando de construir en Los Silillos, una colonia del Término Municipal de Fuente Palmera, en la provincia de Córdoba.

Empezamos por su idílico emplazamiento, al final del pueblo y en una calle que carece de alumbrado público y de nombre, a la que dan las puertas de los corrales y almacenes de los vecinos que faenan en los campos de alrededor.

Hacer aquí un mirador, en principio, ya tiene delito. Y mas teniendo en cuenta que Silillos tampoco es que sea Beverly Hills

Pero lo realmente impactante es que el susodicho se eleva poco mas de tres metros sobre el paisaje, ofreciéndonos unas maravillosas y espectaculares vistas de una loma sembrada de olivos que, curiosamente, es de lo que está rodeado el pueblo.

Como vemos, un prodigio de la técnica y del diseño que servirá seguramente para atraer a este rincón cordobés a legiones de turistas y hacer mas fácil y alegre la vida de sus vecinos, que por supuesto no tienen otras necesidades ni prioridades en sus calles que un mirador desde el que observar el nacimiento y desarrollo de la aceituna.

¿Por qué pasan estas cosas? ¿Quién tiene la culpa? ¿Nadie las controla? ¿No hay nada más en que invertir el dinero? ¿Ineptitud, falta de honradez, incompetencia, fraude, dejadez?

Son tantas las respuestas que se me ocurren y tan desmoralizadoras que esta noche no me reconcilio con este bendito país ni comiéndome un bocadillo de jamón.

Y es que aquí vamos a tardar mas que nadie en salir de la crisis pero, ¿y lo que se están riendo algunos?