El nombre.
Es lo único que queda en la actualidad de la Puerta de la Barqueta, la más Septentrional de todas las que se abrían en las murallas de la Sevilla antigua, esa ciudad heredada del medievo donde hasta hace pocas décadas aún era posible escuchar historias mágicas y bellas tradiciones como la que hoy recordaremos en este artículo.
A todo ésto, un nombre, el de Barqueta, inspirado en la barcaza que vadeaba el Río en ese punto y que el paso del tiempo junto con el progreso cambiaron por el moderno Puente que cuelga de un arco desde el siempre añorado 92.
Pero sigamos con nuestra historia.
Nada queda, decíamos, de la Puerta de la Barqueta.
Ni de los dos torreones que la flanqueaban, ni de la espigada Almenilla que hacía las veces de remate, ni de las gruesas murallas que protegían a la ciudad de sus enemigos y de las crecidas del Guadalquivir, ni siquiera del Patín de las Damas, un agradable y bucólico lugar que se encontraba a sus pies y donde gustaba olvidar sus penurias la Sevilla romántica paseando al caer la tarde.
Si miráramos hacia el Sur, doce torreones circulares se insertaban en la muralla que unía la Barqueta con la Puerta de San Juan, que estaba a la altura de la actual calle Guadalquivir y que los sevillanos del Renacimiento conocieron como la “del Ingenio”.
Hacia el Este, dirección Macarena, el lienzo de la cerca almohade se interrumpía por un pequeño portoncillo a la altura del cruce de la calle Feria con la Resolana, donde los Altos Colegios, en el que según parece habitaba una colonia de Cucos, pájaros que le dieron nombre y que en las noches de verano hacían imposible el sueño del vecindario con sus estridentes sonidos.
Todo también ha desaparecido.
Bartolomé Tovar: Puerta de la Barqueta |
Pues bien, éstos eran los dominios de Mari Cangrejo, una brujita singular que, según las historias que se transmitían de padres a hijos, vivía oculta en los torreones de la Barqueta, desde donde urdía sus travesuras y fechorías.
Allí, al amparo de las almenas de la vieja Puerta, elaboraba todo tipo de pócimas y brebajes mágicos gracias a los que conseguía volar ella y de paso sus secuaces, a los que enviaba nada más caer la noche sobre las casas de los incautos e indefensos vecinos.
El barrio de San Juan de Acre, la Alameda, San Lorenzo... ni siquiera la calle Feria se salvaba de Mari Cangrejo y sus compinches, que sólo ponían fin a sus maldades de turno cuando el canto del gallo anunciaba el ocaso de la noche.
Cuántos niños se despertarían en mitad de la madrugada temerosos de ver a la brujita entrando por el balcón de su casa… cuántos pasarían las noches en vela a la luz de la luna con la ilusión de ver su silueta entre las almenas de la Torre de Don Fadrique… cuántos asegurarían a la mañana siguiente haberla visto junto a la espadaña del monasterio de San Clemente…. cuantas historias habrían cobrado vida con Mari Cangrejo de protagonista…
Pero un buen día, quizás malo, todo se acabó.
El progreso llegaba disfrazado en forma de tren y cambiaba la eterna muralla de piedra y tapial por otra mucho más fría de raíles de acero y hierro.
En Sevilla ya no había sitio para Puertas, para torres, para murallas y, mucho menos, para brujitas traviesas, aunque supieran volar y sólo actuaran de noche.
Y así, alrededor de 1857, fue derribada la Puerta de la Barqueta, inaugurando el triste idilio de la ciudad con la piqueta que sólo dejó dos postigos en pie. Poco después la acompañaría la de San Juan con los doce torreones que las unían.
No es de extrañar, por tanto, que Mari Cangrejo emprendiera su último vuelo; que dejara atrás lo poco que aún quedaba de la Barqueta, con su almenilla y su Patín de las Damas, que dejara dormir tranquilos de una vez por todas a los vecinos de la Alameda, a los hortelanos de la Resolana, a las monjitas de Santa Clara… y se marchara para siempre, de Sevilla y de su memoria, para nunca más volver.
Y nunca más ha vuelto...
Yo no sé si a los niños de hoy día les daría miedo… Prueba con el tuyo, inventa algo a ver si por ahí haces la modificación de conducta y esas cosas…
ResponderEliminarKisses
Joder como está el personal.
ResponderEliminarBonita leyenda que seguramente le guste tanto como a mi a cualquiera que disfrute con la Historia y leyendas de nuestra ciudad.
Felicidades,María.
Maravillosa la labor que hacéis. Como dice María, es una gozada este blog y la página.
ResponderEliminarMuchas gracias
Yo nací en la calle Feria, al lado de donde vivía nuestro entrañable Jesús de la Rosa, vocalista del conjunto Triana.
ResponderEliminar¡Los altos Colegios! y tantas cosas que recuerdo de ella, así como del barrio.
Tienes un blog muy meritorio y precioso.
¡Enhorabuena!
Saludos.
¿alguien sabe quien era el paquiqui? plaza de abastos de la calle Feria.
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