30 de mayo de 2011

La Reja del Diablo

Hoy dirigimos nuestros pasos hasta los mismos pies del Barrio de Santa Cruz, en concreto a la Plaza de Alfaro, rosa de los vientos de la Sevilla mas fotogénica y turística, ese dédalo de callejuelas que se abre al mundo desde el recogimiento de sus rincones y adarves.

En uno de los 4 edificios que cierran esta plaza donde el Deán López Cepero reunía intelectuales y obras de arte en los albores del romanticismo, donde según la tradición Murillo vivió sus últimos días y según Rossini el conde de Almaviva cortejaba a su amada Rosina, se encuentra una reja que, cuando menos, merece la pena ser observada por lo peculiar de su forja.

Aunque dejemos atrás la exuberancia de los Jardines de Murillo o el rasgueo de guitarra que se pierde en las angosturas del Callejón del Agua, volvamos nuestra mirada hacia la esquina de Lope de Rueda, recuerdo adoquinado del genial dramaturgo, donde se levanta un viejo caserón testigo del siglo de Oro y de la decadencia vivida por la ciudad desde entonces.

Un viejo caserón que presenta tantos tipos de reja como ventanas, si no recuerdo mal 14, todas diferentes, todas con una personalidad y un estilo único; pero nos centraremos en una de ellas, la que en la imagen aparece en la esquina inferior izquierda, sin ninguna característica que a primera vista pueda llamarnos la atención; de hecho, desde la distancia, cualquiera diría que es la menos interesante.

Sin embargo todo cambia conforme nos acercamos, conforme se nos hace mas nítida y clara la unión entre los barrotes, que no están soldados, ni pegados ni atornillados, sino entrelazados como si de un tejido se tratase, como si su hacedor hubiera poseído el don de malear el metal a su antojo, desafiando todas las leyes de la física y la naturaleza.

Y es que ante nosotros tenemos una reja machihembrada, con barrotes que se alternan atravesando y siendo atravesados por su par gracias a una técnica tan difícil como precisa conocida como punzonado. Una reja original y única, a la par que misteriosa.

El maestro Ocampo, un forjador afincado en Tres Cantos, la llama Reja del Diablo, y no seré yo quién lo ponga en duda: primero porque ha logrado conservar este noble arte y segundo, lo más importante, por la inmensa amabilidad que ha tenido respondiendo mis pesquisas al respecto.

Según sus palabras, nuestra reja no fue originalmente fabricada en Sevilla sino que posiblemente provenga de Úbeda o de Jaén como la verja que da acceso al interior del caserón desde la calle Lope de Rueda o la portada que lo enmarca.

Una vez más nos encontramos con el temido acarreo, aunque en este caso el destino es Sevilla: sirva para desquitarnos de otros casos que hemos visto antes, como en el Palacio de los Monsalves.

Siguiendo con nuestro maestro, asegura que el pueblo le puso ese nombre porque “sólo el Diablo pudo ser su creador por la dificultad de la técnica empleada”. Quizás por ello únicamente queden un puñado de ejemplares en lugares tan dispares como Sitges o la lejana Austria de los que, por supuesto, nadie sabe tampoco a ciencia cierta su origen: se dice que pudo ser mudéjar, aunque tal vez haya que remontarse a tiempos de los romanos… difícil tarea seguirle la pista en el tiempo a esta “reja misteriosa”, como la llaman en Francia.

Sea como fuere, a los profanos en el noble arte de la forja poco más nos queda que admirarla y como mucho imaginar el momento en que el herrero, como si tuviera entre sus manos una madeja de lana, entrelazaba las varillas de metal candente recién sacado de la fragua.

Sin duda, para lo bueno y para lo malo, Sevilla nunca dejará de sorprendernos.


Mi agradecimiento a Francisco Rodríguez, amigo de este blog, por ponerme sobre la pista de esta peculiar Reja del Diablo; y por supuesto al maestro Juan Ocampo por su amabilidad.

26 de mayo de 2011

Hasta siempre, amigo

Se fue una mañana de Mayo, de flores y golondrinas, con un cielo azul tan limpio y claro que parecía rendir un postrero homenaje a su mirada.
A las once y once sus ojos ya se habían apagado: se había hecho la sombra, la oscuridad, el vacío.
Esos ojos burlones que, impacientes, me apremiaban a lanzar piedras hacia los matorrales del Parque de Miraflores, piedras buscadas y encontradas, aunque nunca devueltas.
Esos ojos inquietos que amenazaban con desorbitarse a base de ladridos cada fin de año cuando las calles del barrio se convertían en un campo de batalla para cohetes y petardos. Quince fines de año, de los 33 que he vivido.
Esos ojos serenos y calmados que tantas y tantas noches en vela me acompañaron mientras los minutos se consumían bajo las luces del flexo de mi mesa de dibujo.
Esos ojos cómplices de paseos con principio y sin final por los bulevares de Manuel del Valle, bajo jacarandas y acacias, en busca de respuestas, de preguntas, de mí mismo.
Es curioso, pero si en una lágrima caben infinidad de recuerdos, en este momento media vida derrama por mis mejillas. Por no decir toda.
Gracias, muchísimas gracias, por haber estado a mi lado todos estos años. Por haberme ayudado a ser quién soy, por tu fidelidad sin condiciones.
Hasta siempre, amigo
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21 de mayo de 2011

Jornada de Reflexión

Podéis llamarme idealista, loco, soñador o directamente imbécil, que no me importa. Por una vez no me voy a defender, ni siquiera pienso rebatir opiniones contrarias. Y es que soy feliz: mañana, por vez primera en mi vida, estaré ilusionado de cara a unas elecciones.

Ilusionado no por el resultado que vaya a salir de las urnas, que a fin de cuentas me da igual: gane quién gane será el mismo perro con distinto collar, o más exactamente con el mismo collar pero distinto color.

No en vano mi ilusión va más allá del 22-M, mucho más: incluso más allá del día siguiente, el 23; y del 24, y del 25, y del 26

Y es que después de meses, años, viendo como sube el paro, como sube el IVA, como sube el Euribor, como sube la luz, como sube la gasolina, como sube el agua…. de ver como aquí no pasaba nunca nada, pero nada de nada, parece que al fin el cántaro se ha roto de tanto ir a la fuente.

Más que romperse diría incluso que ha estallado en muchos trozos, tantos como gente indignada, tantos que han descolocado a los señores políticos y sus medios afines, que los han cogido de improviso, desconcertados.

Porque después de décadas acostumbrados a la doctrina del y tú más…” ahora tienen que hacer frente a personas, no a propuestas, programas o listas. Y eso les pone nerviosos.

Tienen que hacer frente a una generación que hasta ahora no se ha tenido en cuenta más que para justificar tiempos de bonanza o de crisis, a la que se ha ninguneado y menospreciado hasta el límite, una generación hastiada que de golpe y porrazo resulta que ha sabido en pocos días informarse y organizarse a través de unos medios alternativos que escapan a su control.

Unos medios al margen de la tradicional intoxicación informativa; en los que la realidad no depende del periódico que se abra o la radio sintonizada, en los que el vaso no está medio lleno o medio vacío dependiendo de la visión del gurú informativo de turno. Unos medios libres.

Así que, señores políticos y medios afines, hoy 21 de Mayo es jornada de reflexión; pero no la mía ni la de los millones de electores que mañana deberemos ratificar vuestros sueldos durante otros cuatro años: hoy es vuestra jornada de reflexión.

Porque, señores políticos y medios afines, si nada se tuerce el chollo se os puede estar acabando.


16 de mayo de 2011

Las últimas piedras de la Puerta de Triana

El 21 de Septiembre de 1868 era firmado el decreto por el que se daba luz verde al derribo de la Puerta de Triana.

Tras años de infructuosos intentos, una parte de la sociedad civil sevillana al fin colmaba sus aspiraciones de ver reducido a escombros el elegante pórtico de estilo renacentista levantado por Asensio Maeda a finales del siglo XVI en sustitución de un viejo portón medieval que había quedado obsoleto ante el espectacular crecimiento experimentado con el descubrimiento del Nuevo Mundo.

Con la Puerta de Triana desaparecía una de las imágenes emblemáticas de la ciudad eternizada desde el mismo momento de su construcción por artistas tan dispares en tiempo y disciplinas como Pedro de Medina, Richard Ford o el Vizconde Vigier.

Se perdían para siempre los recuerdos de esas entradas triunfales con las que reyes y generales victoriosos alardeaban de poderío ante la atónita mirada del pueblo hispalense; y el célebre Castillo, esa cárcel de caballeros donde sufrían prisión los reos de alta alcurnia que no era conveniente mezclar con los comunes del vecino San Jorge; y el café Julio César, donde truhanes y rateros de poca monta esbozaban sus fechorías a primera hora de la mañana; desaparecía, a fin de cuentas, una parte importante de la historia de Sevilla.


"Vista de Sevilla" - Ambrosio Brambilla (detalle)


Como señala Suárez Garmendia el derribo de esta Puerta llevaba un tiempo barruntándose, aunque la férrea oposición de intelectuales y asociaciones locales así como los dictámenes negativos de la Real Academia de San Fernando conseguían siempre lo que podríamos llamar un indulto in extremis. Y así casi una década.

Es verdad que tampoco todas las puertas habían tenido la misma suerte, ya que durante este tiempo habían caído seis de las que rodeaban originalmente la ciudad desde época almohade: Barqueta, Real, San Juan, Carne, Jerez y Arenal, pero el resto aguantaban como podían los envites de una moda modernísima que se había llevado por delante las murallas de ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia.

Hasta que llegó un momento en que nada se pudo hacer: el triunfo de la Revolución del 68 (La Gloriosa), cuando se dio rienda suelta a eso tan español de romper drásticamente con todo lo que recuerde al pasado.

Y ya puestos a romper, nuestra Puerta de Triana y casi todo lo que quedaba del recinto amurallado hispalense tuvieron la mala suerte de ser considerados uno de los símbolos del Régimen recién derrocado y, por tanto, condenados a la piqueta.

Tan peligrosa era la permanencia de estos símbolos de la opresión que en apenas 40 días habían desaparecido; así, mientras el alzamiento contra el gobierno de Isabel II se produce el 19 de Septiembre, el 20 se forma el Ayuntamiento y el 21 se decreta el derribo de la Puerta de Triana, dejándose para el 22 las de Carmona, Osario y San Fernando. El 6 de Noviembre ya no estaban.

Una celeridad impropia para estas latitudes, de hecho puede ser que estemos ante una de las pocas veces en la historia de la ciudad en que unas obras municipales se realizan dentro de plazo. Y es que hasta en eso hubo mala suerte, ya que hoy seguramente los Sacyr y compañía le habrían dado algunos años más de vida o quizás ni siquiera la habrían tirado.

Lo que sí entra dentro del modus operandi tradicional hispalense es la asignación del contrato para derribar las puertas, obtenido prácticamente a dedo por el jerezano José Girón y Alcalá gracias a sus buenas relaciones con los nuevos integrantes del Consistorio a cambio de quedarse con sus materiales.


Puerta de Triana hacia 1865 - Fuente: ABC


Una vez demolida, los escombros se apilan en los alrededores de la Plaza de Armas según nos cuenta Rafael Raya Rasero. El destino parece burlase de Sevilla: los restos del antiguo cinturón de piedra que abrazaban la ciudad desde el medievo se amontonan ahora junto al nuevo cinturón de acero que la rodeará hasta casi nuestros días. El que dijo ese de que el hombre era el "único animal que tropezaba dos veces con la misma piedra" tenía visos de haber nacido por estos lares….

Pero no nos desviemos: el contratista Girón inicia la subasta de las piedras, y unas se destinan para adoquines, otras van para su propia casa, en el 24 de la calle San Eloy; y otra partida es adquirida por una empresa de Jerez, la Sociedad de Aguas del Tempul, que desde 1864 venía realizando las obras para abastecer a la capital jerezana desde un manantial situado en el valle del Tempe.

Obras costosas y complicadas, estamos hablando de cerca de 46 kilómetros de red entre acueductos y canalizaciones hasta llegar a los depósitos de recepción, situados en un lugar elevado a las afueras de la ciudad conocido como viñas de Picadueña.

Precisamente para construir esos depósitos parece ser que fue destinado el material adquirido a Girón procedente de la ya desaparecida Puerta de Triana. Curioso, después de siglos soportando las crecidas del Guadalquivir, las piedras ahora almacenarían el agua de la que bebería la nueva ciudad que las acogía. Otro guiño del destino.

Así pasaron los años, las décadas, casi un siglo. La Sociedad de Aguas del Tempul cambió de nombre, de manos, se disolvió. Las viñas de Picadueña se hicieron Jardines, luego Parque y a partir de 1953 pasaron a formar parte del Zoológico de Jerez. Dentro quedaba nuestro depósito de aguas rodeado de árboles.

Y a sus pies, entre restos arqueológicos y recuerdos de otras épocas que podemos ver en la web jerezsiempre, dos grandes piedras. Dos grandes piedras que pasan desapercibidas para la mayoría de los visitantes. Dos grandes piedras estriadas como si hubieran formado parte de una inmensa columna. Dos grandes piedras que no tendrían importancia alguna de no ser por la placa que sobre una de ellas recuerda su pasado: son las dos últimas piedras de la Puerta de Triana.


Fuente: www.jerezsiempre.com


Una vez más, Sevilla nos sorprende: si usted quiere ver los últimos restos que quedan de la Puerta por la que entraban los reyes tendrá que ir al Zoológico de Jerez; aquí como mucho podrá comerse una hamburguesa sobre el cambio de pavimento que señala el lugar donde se levantó.

Y es que, como se suele decir, "nadie es profeta en su tierra". Seguramente el que primero dijo ésto también era sevillano….



11 de mayo de 2011

Arte Callejero

Parece ser que ha calado hondo el proyecto que con el nombre “Arte para todos” decoró con pinturas murales las fachadas del Polígono de San Pablo a finales del año pasado.

Tanto es así que el espíritu del evento ha traspasado las fronteras del barrio y se ha propagado al resto de Sevilla, donde artistas anónimos no han dudado en dar rienda suelta a su genio para convertir la ciudad en una especie museo al aire libre, llevando sus creaciones a esos lugares que tradicionalmente quedan fuera de los circuitos culturales.

Sin ir mas lejos, la antigua iglesia (o lo que queda) de Santa Lucía apareció hace unas semanas adornada con unas pinturas encargadas de poner luz y color a la sosa pared de ladrillo que desde hace siglos la cierra.

Debemos sentirnos muy afortunados de que la educación recibida por estos genios del tercer arte de sus padres, maestros y tutores haya sido tan sana y ausente de prejuicios que no les ha importado eternizarse en un edificio con casi setecientos años de historia.

Y es que a pesar de las dificultades iniciales, ya que los maestros de obra del siglo XIV no tuvieron ni la delicadeza ni el detalle de dejar las paredes de los templos preparadas para que en un futuro se pudieran plasmar obras de arte, nuestros artistas urbanos han conseguido sobreponerse y realizar la genialidad que vemos abajo sobre los ladrillos de la vieja Santa Lucía, revolucionando los cánones de la pintura con una especie de Capilla Sixtina pero a la inversa, ya que en vez de pintar los frescos por dentro del templo lo han hecho por fuera, poniendo el arte al alcance de todos.

Aunque claro, si hablamos de tendencias artísticas no podemos dejar pasar lo que se podría catalogar como “nuevo deconstructivismo hispalense”, que está dejando verdaderas joyas en calles y plazas de la ciudad, sobre todo si tienen fuentes.

Esta disciplina artística dio sus primeros pasos en la Plaza Santa Isabel hace unos meses y ahora presenta una nueva secuela junto a la entrada del consulado de Perú, en la trasera del Lope de Vega.

Allí podemos admirar la ultimísima obra de este movimiento sevillano que está marcando tendencias: una fuente, posiblemente de la Exposición del 29, de la que se separa su taza varios metros en un ejercicio de deconstrucción que más quisiera Ferrán Adriá para su famosa tortilla.

Sin lugar a dudas, un alarde estético en estado puro, duro y maduro seguramente inspirado en las raíces vándalas que dieron nombre a nuestra tierra, Andalucía.

8 de mayo de 2011

¿Crisis en la Feria o la Feria en crisis?

El hecho de que un sábado de Feria se pudiera caminar tranquilamente por el Real con casi un tercio de las casetas vacías a las 10 de la noche da que pensar. Y mucho.

Lejos, muy lejos, queda el famoso “millón de visitantes” que amenazaba todos los años con colapsar los Remedios; o los paseos en coche de caballo con los que glamorosos (que no casposos) protagonistas del papel couché llenaban durante semanas páginas y páginas en revistas del corazón; o las programaciones especiales de televisiones y radios para trasladar el ambiente del Real hasta cualquier rincón del país; hoy la Feria proyecta hacia el exterior una imagen mas cercana a una reunión de amiguetes que a ese evento multitudinario que situaba a Sevilla en el centro de todas las miradas cuando llegaba el mes de Abril.

Y eso, creo yo, no es por culpa de la crisis. Al menos en exclusiva.

A mi juicio la Feria está anclada en una fórmula caduca y anticuada para los tiempos que corren. Una fórmula que alimenta el manido tópico tantas veces repetido por los foráneos del “sólo para los sevillanos”, o mas exactamente para los que tienen caseta, y que la convierte en algo poco atractivo, salvo para sus consumidores habituales.

El problema es que no hace falta ser un visionario para comprender que ese modelo tiene fecha de caducidad, la que tarden esos mismos sevillanos en hartarse. Quizás va llegando el momento de cambiar algo….

Cierto es que para una ciudad que tiene en el noble arte de mirarse el ombligo una de sus señas de identidad, hacer autocrítica y adaptar a los nuevos tiempos ese estandarte que es la Feria de Abril (este año de Mayo) debe ser complicado, a priori imposible.

Pero echando la vista atrás podemos ver que no sería la primera vez que se hace a lo largo de la historia; ni la segunda. Ni siquiera la tercera.

Sin ir mas lejos todo este tinglado empezó siendo una feria de ganado y, si echamos un vistazo al cartel que cuelga en una de las paredes de la Bodeguita Los Claveles, a principios del siglo pasado durante esta semana se intercalaban actividades tan dispares como carreras de saco o tiro de pichón.

Renovarse o morir, supongo que dirían los feriantes de entonces, tan sevillanos, castizos y suyos como los de ahora, mientras esbozaban el golpe de timón que adaptaría la Feria a su época. Y bien que les salió la jugada.

Algo similar tendrá que suceder en los próximos años, porque sería una pena que acabaran con la Feria de Abril sus propios sevillanos.

2 de mayo de 2011

Las dos caras de Ofelia Nieto

La vinculación de Ofelia Nieto con Sevilla fue tan estrecha e intensa que aún hoy, 80 años después de su fallecimiento, su huella sigue presente en la ciudad donde, posiblemente, estuvo mas cerca de encontrar eso que llaman felicidad antes de que su prodigiosa voz callara para siempre a la temprana edad de 33 años.
Y es que tanto desde un punto de vista profesional (mientras estuvo en activo cantó todas las temporadas en el Teatro San Fernando), como vital, ya que al retirarse de la escena tras contraer matrimonio con el decano de los procuradores hispalenses, Felipe Cubas, pasó a vivir a una casa de la calle Moratín, Ofelia fue una mujer enamorada de Sevilla.
Un amor que, sin que sirva de precedente, ha sido correspondido con dos monumentos que recuerdan la llorada figura de la soprano: una glorieta en el Parque de María Luisa y un busto en los Jardines de la Calzada.

La Glorieta, abierta a la Avenida de Pizarro, fue acordada en el primer pleno del Ayuntamiento celebrado tras la muerte de la diva, en mayo de 1931, aunque su inauguración no se produjo hasta 1935.
Encargada a Juan Talavera, elementos propios de la arquitectura y jardinería andaluza como paramentos encalados, canceles de forja, fuentes o arriates rodean los azulejos trianeros con que el pintor Juan Miguel Sánchez inmortalizara a la genial soprano.
Unos azulejos en los que, flanqueada por dos figuras alegóricas que representan al canto y la música, Ofelia Nieto vestida de blanco inmaculado sostiene una rosa roja que, según cuenta la tradición, ayudará a casarse antes de que pase un año a las muchachas que consigan tocarla.

No muy lejos de allí, en la calle Juan Antonio Cabestany, se encuentran los Jardines de la Calzada. Nacidos tras el soterramiento de las vías del tren cuando la Exposición del 92, pueden considerarse la antítesis del Parque de Maria Luisa.
Plaza dura, de esas que estuvieron de moda hace 20 años y hoy nadie sabe qué hacer con ellas, una hilera de palmeras y alguna que otra acacia son los únicos representantes vegetales del parque, amén de hierbajos y plantas silvestres nacidas entre las llagas de las descuidadas baldosas.
En 2000 la Xunta de Galicia donó a Sevilla un busto de Ofelia Nieto para conmemorar el nacimiento de la artista, busto que fue instalado en estos jardines con el objeto de quebrar en la medida de lo posible la fría monotonía del lugar.
Solemnemente se inauguraba en octubre del mismo año durante la celebración de unas Jornadas dedicadas a la comunidad galaica. Y hasta hoy.
El busto de Ofelia pierde su vista en el horizonte sobre un pedestal de granito. Todo es gris, salvo la destartalada pasarela cerrada habitualmente al tránsito que sirve de refugio a los indigentes y de lienzo a grafitteros. No hay azulejos, ni arriates, mucho menos tradición.

Son las dos caras de la huella de Ofelia Nieto en Sevilla y, a fin de cuentas las dos caras de la ciudad misma.