20 de julio de 2009

Algunas ideas para un "Gran Hermano Callejero" a la sevillana

En vista del cada vez mas evidente ocaso de los tradicionales realities (casas de gran hermano, operaciones triunfo, etc) y ante el éxito de audiencia que experimentan últimamente los programas tipo Callejeros o 21 Días, las productoras televisivas, que de originalidad suelen estar cortitas pero a la hora de exprimir un refrito y darle vueltas de tuerca son las “number one”, se están planteando la posibilidad de hacer un híbrido entre ambas fórmulas, una especie de Gran Hermano Callejero en el que los participantes tendrían que vivir en la calle con la única ayuda de su propio ingenio (o de su suerte, que los concursantes de este tipo de programas no destacan precisamente por estar muy despiertos)

Teniendo en cuenta los tiempos que corren la idea no es mala: por un lado se aprovecha el tirón de estos programas y por otro se reducen considerablemente los costes del mismo ya que no tendrían que mandar los concursantes a Australia ni a la isla de los mosquitos; con soltarlos en una calle cualquiera bastaría.

Puestos a hacer un “casting de ciudades" aspirantes a acoger el programa, sin duda alguna Sevilla se encontraría entre las mas serias candidatas ya que la oferta de lugares y espacios deteriorados que podemos ofrecer es bastante amplia e interesante.


Si la idea de la cadena es dividir a los concursantes en distintos grupos para que compitan entre ellos, el sitio ideal estaría en los Jardines de Murillo. Y es que el antiguo Paseo de los Lutos, donde antaño las viudas quedaban a solas con su melancolía alejadas del bullicio y algarabía de los lugares de recreo típicos de la sociedad de la época, nos ofrece hoy día unos cuantos locales abandonados con unas posibilidades tremendas para este tipo de programas.

En una de las zonas mas turísticas de la ciudad, a las mismísimas puertas del centro histórico, de esa Sevilla Eterna tantas veces retratada por los pintores y evocada por los poetas, el bar Cristales y otros dos locales de similares características abandonados a su suerte desde hace años, se caen literalmente a pedazos ante la desidia de todos y el deleite de un indigente que ha hecho de uno de estos amasijos de escombros su morada.

Realizando el concurso desde estos locales se matarían dos pájaros de un tiro, ya que por un lado volverían a usarse y de camino se justificaría la dejadez en que se encuentran a los ojos atónitos de los turistas.

La mecánica del programa puede ser muy variada; podría ocupar cada grupo un local y desde allí establecer el centro de operaciones para limpiar parabrisas y vender pañuelos de papel en los semáforos de Menéndez Pelayo, abordar guiris en el Barrio de Santa Cruz, cortar las flores de los Jardines de Murillo para las parejitas que pasean por la calle San Fernando… con suerte incluso pueden vender los materiales de construcción de la Biblioteca del Prado ahora que parece que va a quedar parada la obra…

Si por el contrario lo que se busca es un único edificio amplio, espacioso, con distintas salas y recintos donde los concursantes puedan desarrollar sus actividades sin necesidad de salir al exterior más que para buscar comida o darse “una vuelta” por el Corte Inglés, la antigua Comisaría de la Gavidia es el lugar que estábamos buscando.

Este ahora destartalado edificio, uno de los principales y pocos ejemplos de arquitectura racionalista sevillana, denota la falta de ideas que se apodera de esta bendita ciudad cuando hay que ir mas allá del “sota, caballo, rey”… Y es que si en su momento nos convertimos en expertos “recicladores” de iglesias a almacén, de conventos a casas de vecinos o en los últimos años de cines a supermercados, parece que nuestras mentes se cortocircuitan cuando el escollo a salvar se sale de lo normal, porque ¿qué hacemos con una comisaría de policía en desuso? Pues nada una lonita con versos de Chaves y a esperar que se encienda la lucecita. Una molestia menos, cuando se rompa la cambiamos por otra y ya está. Solucionado.

¿Y qué tal si le damos un poco de acción al concurso? Hacer que los participantes compitan por ganarse un techo, un enfrentamiento contra otro grupo diferente, a ser posible de otra nacionalidad… También tiene Sevilla la respuesta: en ese caso el lugar idóneo sería la Fábrica de Vidrios de la Trinidad, en la Avenida de Miraflores, donde la comunidad rumana que ocupa las abandonadas instalaciones fabriles seguro que pondría las cosas bastante difíciles a los esforzados concursantes del reality.

De nuevo las posibilidades son amplias y variadas, desde una feroz competencia a cara de perro contra los rumanos para dirimir el ocupante final de la fábrica hasta programas de corte mas tradicional y bucólico tipo Grand Prix donde cada grupo ponga a prueba sus habilidades y destreza al batir al contrario, ya sea toreando una vaquilla o haciendo botellas. Eso sí, hay que aligerarse que en cuanto pase la crisis del ladrillo tiene toda la pinta que la inmobiliaria propietaria del edificio lo echa abajo para hacer casitas…

Aunque claro, este formato no tiene por qué basarse siempre en la diversión y el ocio, ¿quién dijo que los “reality” están reñidos con la cultura y el patrimonio? Si el concurso apunta finalmente por estos derroteros tenemos nuestra gran baza, la joya de la corona hispalense en lo que a abandono y dejadez se refiere: la iglesia de Santa Catalina.

El amplio currículum de este edificio, antigua puerta de la Híspalis romana, mezquita musulmana, iglesia gótico-mudéjar, Monumento Nacional desde 1912, lo hace un escenario único que abre un interesante abanico de posibilidades a explotar cara al concurso: desde rehabilitarla piedra a piedra hasta expoliarla para vender en el Jueves las obras de arte que aún permanecen en su interior.

Todo ello con un atractivo adicional, y es que podríamos estar hablando de la primera vez que se utilice un confesionario de verdad en un programa de este tipo. Eso sí, imaginar a la Milá pronunciando desde púlpito del templo su famoso “la audiencia ha decidido…” da escalofríos, y eso que estamos otra vez en alerta amarilla…

Para acabar, en estos tiempos en que la sociedad está tan preocupada por la naturaleza y el medio ambiente, siempre se le puede dar al concurso un toque ecológico: exponer a los participantes a una flora hostil y extraña, desconocida, donde el ser humano no haya puesto un pie en los últimos 15 años, donde hayan crecido libremente junto a las especies autóctonas otras importadas de continentes y climas distintos… es decir, soltarlos en los Jardines del Guadalquivir.

Tan solo con proporcionarles un buen surtido de vacunas, un casco por si cae alguna de las vigas que aún quedan en el invernadero y un cursillo básico de defensa personal para saber actuar en caso de ser atacados por los descendientes de las iguanas del Pabellón de la Naturaleza, se puede hacer un programa de bajo presupuesto en un paraje exótico sin necesidad de irse a la Amazonia o a Kenia.

Estas son mis propuestas; si a alguien se le ocurre alguna más espero que la deje por aquí apuntada, a ver si entre todos podemos elaborar una amplia e irresistible lista que haga imposible que se nos escape el reality. Quién sabe, lo mismo hacemos de nuestra ciudad la Meca de la telerrealidad o el Guadalix de la segunda década del siglo XXI. Desde luego mimbres tenemos…

7 de julio de 2009

Crisis

Calle San Eloy, número 17. Los carteles que cuelgan de la fachada del edificio no dejan indiferente a nadie. Ironía, polémica, ¿arte?… mensajes alusivos a la crisis a caballo entre el humor y la crítica pretenden despertar la curiosidad del transeúnte, llamar su atención, provocar su reacción.

Y no les ha ido mal a sus autores; de momento han aparecido en bastantes medios de comunicación local y nacional, que no han dudado en hacerse eco de esta cara “amable” y “creativa” de la crisis.

Calle Florencio Quintero, número 2. Una enorme pancarta y un inodoro apoyado sobre una señal de tráfico son el anticipo de los mensajes que pueblan la fachada de este otro inmueble, de nueva construcción y fatal terminación, al menos para los que la han llevado a cabo.

Atrás quedaron las huelgas de hambre, los desalojos policiales, las denuncias a promotores y constructores… Siguen sin cobrar, no hay dinero. Como tampoco hay políticos, ni sindicatos, ni asociaciones que se preocupen por su situación. Es lo que tienen las estadísticas, que cuando no sirven para sacar tajada no interesan a nadie. Y un fontanero es difícil que levante una gráfica…

Son dos de las caras de esta crisis, reverso y anverso de la misma moneda: los que se aprovechan de ella, aunque sea en nombre del arte, y los que la sufren, aunque sea a costa de su propio trabajo.

Dicen que los tiempos de crisis son una época de grandes oportunidades: será para aquellos que desde su atalaya privilegiada hacen caja exprimiendo todo lo buenamente exprimible, ya sea en forma de trabajador, de votos o de sonrisa callejera camino del Patio San Eloy.

El resto, como mucho, solo puede hacer números. Números de salarios, de subsidios, de hipotecas, de previsiones… Número eres y número serás; eso sí, siempre lo mas lejos del cero.

Dos tipos de carteles, una misma dirección, realidades opuestas. Reivindicación y provocación. Justicia y arte. Lamento y broma. Con un ligero matiz, y es que hay cosas con las que, a mi entender, no se debería nunca de bromear. Ni en broma.


PS. Afortunadamente hace pocas horas que 90.000 almas han expiado en Madrid todos nuestros pecados en el besaescudos de Cristiano Ronaldo sobre el césped del Bernabéu.

Pan y circo.

2 de julio de 2009

La "desnaturalización" de San Juan de la Palma

Hace mas de 30 años el maestro Fernando Chueca Goitia explicaba en su libro “La destrucción del legado urbanístico español” cuales eran las dos formas que había, a su juicio, de destruir una ciudad. Éstas eran demolición simple y desnaturalización.

Sobra decir que Sevilla fue una de las principales referencias utilizadas por el arquitecto a la hora de elaborar este trabajo, no en vano tenemos un amplio repertorio de edificios, plazas y lugares desaparecidos a lo largo de nuestra historia ya sea de una u otra modalidad, e incluso por ambas a la vez.

Cualquiera que haya seguido medianamente este blog apenas necesitará ejemplos del primero de estos “métodos” destructivos, de hecho mas de la mitad de las entradas tienen a la piqueta como protagonista principal junto a un elenco de secundarios de lujo como el mariscal Soult y compañía.

Igualmente dañino (aunque muchas veces encubierto y hasta planificado) es el segundo de los métodos a los que se refiere Chueca: la desnaturalización, proceso que se lleva a cabo cuando a base de retoques y modificaciones el edificio, la plaza, el entorno e incluso la ciudad misma pierden su personalidad sin necesidad de derribar una sola pared.

Desde hace varios años se está considerando en Sevilla la idea de homogeneizar el mobiliario urbano: diseñar y colocar elementos comunes en calles y plazas que den una imagen global y unitaria, como una especie de marca de la casa fácilmente identificable y diferenciable respecto a otras ciudades.

Hay que partir de la base de que el mobiliario urbano es fundamental en cualquier población moderna que se precie, de hecho cuantos mas equipamientos sean ofrecidos a vecinos y turistas mas calidad de vida tendrán los primeros y mejor imagen se llevarán los segundos. Pero claro, ¿es necesario que este mobiliario sea homogéneo, y mas en una ciudad como Sevilla, con tantos matices y peculiaridades a la vuelta de cada esquina?

Desde mi punto de vista no es lo mismo colocar una papelera de determinado diseño y características en Doña Elvira que hacerlo en el Museo, en San Lorenzo o en la Plaza de los Refinadores.

Y es que la gran mayoría de espacios de esta ciudad tienen unas connotaciones históricas y monumentales tan definidas que introducir elementos comunes entre ellos más que enriquecer los llevarían a la vulgaridad.

Muy al contrario, soy de la opinión de que, aunque tan solo sea para plantar un árbol, se debe intentar siempre dar un tratamiento personalizado y específico a cada lugar para que no se pierda su esencia y personalidad.

Igualmente es esto aplicable a espacios de nuevo cuño, remodelaciones y adecuaciones de lugares otrora degradados, siempre y cuando esta actuación se haya realizado bajo una planificación o proyecto previo, claro está. Es el caso de la recientemente remozada Alameda de Hércules.

No es el objetivo de esta entrada valorar el resultado final de esta plaza, que puede gustar más o menos, incluso nada (para gustos colores); pretendo centrarme sobre algo que chirría puesto que está completamente fuera de contexto, sea uno partidario o detractor del proyecto: la zona de juegos para niños que se ha situado frente al Bar Central.

Ya en su momento el autor de la actuación, el arquitecto Elías Torres, se opuso a la creación de esta zona de juegos porque “no quería que pareciera un gueto”. Afortunadamente no todas las decisiones de este señor fueron respetadas y (entre otras cosas) hoy podemos disfrutar de las columnas en el mismo emplazamiento en que las vieron nuestros abuelos. Y los niños pueden seguir jugando.

Todo ello me parece perfecto, lo que no entiendo es como después de invertir una millonada en esta adecuación, de cambiar completamente la fisonomía del entorno, de llevar la idea de proyecto hasta el límite de permitir las polémicas farolas de marras, de llevarle la contraria al arquitecto en algunas decisiones que se consideraban inapropiadas para la zona… se coloca el mismo parquecito de toboganes y columpios que hay en la barriada de Pino Flores, por poner un ejemplo y con todos los respetos hacia esta barriada, que allí estaba mi colegio.

Creo que habría sido coherente realizar una actuación mas cuidadosa, buscar un diseño acorde con la nueva plaza, con sus bancos y pérgolas, con su solería color albero... y no poner cacharritos de colores. No tiene sentido tratar de aportar una nueva personalidad a la Alameda y a la vez restarle parte de la misma con elementos estandarizados.

Afortunadamente no siempre son así las cosas. Por poner el ejemplo contrario, en la rehabilitación de la Glorieta Azul del Parque de María Luisa que a principios de esta década llevó a cabo J. Miguel Salado González, se añadió al mobiliario de bancos, jardines y juegos de niños ya existentes una fuente que por sus materiales (cerámica) y colores bien podría decirse que llevaba allí desde siempre.

A pesar de haber sido colocada hace menos de diez años, la fuente es un elemento más de la Glorieta, está diseñada pensando en la misma y le suma nuevos valores. Esa fuente no tendría sentido en la Glorieta de Bécquer o en la del Reloj o en la Plaza del Salvador; allí sería un simple pastiche fuera de lugar.

En definitiva, que en la Glorieta Azul no se puso una fuente, se puso su fuente. El resultado definitivo puede gustar mas o menos, pero al menos se tuvo el detalle de no colocar un elemento seriado como se ha hecho recientemente en la puerta de la iglesia de San Pedro.

Sin embargo a mi entender el caso mas flagrante que tenemos en la actualidad de la desnaturalización que ya advertía Chueca se encuentra, sin duda alguna, en la plaza de San Juan de la Palma.

Este histórico enclave parece en estos momentos un muestrario de mobiliario urbano que se hubiera ido amontonando poco a poco mientras ha tenido sitio.

Y es que a la típica palma que le da nombre desde tiempo inmemorial y que ha visto como se parterre se reabajaba a ras de suelo, se le han ido añadiendo los accesos a las cocheras de los bloques de vivienda (bolardos y pivotes incorporados), los veladores de los bares, los contenedores de basura, los clásicos bancos de fundición, la estación de Sevici e incluso otro parquecito de juego y recreo para niños. Todos ellos, por supuesto, estandarizados y comunes a otros muchos lugares de Sevilla.

En fin, que esta plaza es a día de hoy una exposición callejera de mobiliario urbano que no digo no sea necesario, pero que quizás debería haberse repartido un poco por los aledaños y, por supuesto, tratado de otra forma.

Porque si a día de hoy la única diferencia que tiene San Juan de la Palma respecto a cualquier otra plaza de cualquier otro barrio se basa en que de fondo tiene una iglesia mudéjar en vez de un bloque de pisos, mal andamos…

Son detalles que creo deberían cuidarse más ya que, al fin y al cabo, redundan en la imagen que ofrece la ciudad. A ver como se explica que en la plaza de San Juan de la Palma tengamos hoy de todo…. menos plaza…