La torre de la calle Córdoba suele pasar normalmente desapercibida.
Entre expositores de zapatos, nubes de incienso y mareas humanas que van y vienen a todas horas, en esta torre se dan la mano leyendas y tradiciones que se remontan a más de mil años, cuando Sevilla llevaba sólo unas décadas en poder de los musulmanes.
Y es que en su base están escondidos los restos del alminar de la primera Mezquita Mayor, la de Ibn Adabbas, un lugar donde cruzaron sus caminos un Santo, hirdas de vikingos, un Papa y un rey enamorado de la poesía, entre otros.
No en vano hablamos de un alminar cuya historia, como veremos, no es sino un reflejo de la historia de la propia Isbilya.
Desde que los musulmanes conquistaran la Península en el año 711 apenas se había realizado ninguna construcción de importancia en Sevilla.
Templos, palacios… los edificios heredados de la cultura visigoda e hispanorromana fueron simplemente reutilizados por unos omeyas que posiblemente estaban demasiado ocupados como para volver la vista hacia una población que, para colmo, desde el primer momento les había sido hostil.
Todo cambia al fin en el año 829 cuando, ante la importancia que empezaba a adquirir la ciudad que por aquel entonces trataban en vano de rebautizar como Hims, el emir Abderramán II decide levantar una Mezquita en la zona cercana al viejo Foro romano, encargando su construcción al cadí Umar ibn-Adabbas.
Las leyendas que durante siglos se contarán sobre este lugar comienzan antes incluso de su terminación, ya que durante un sueño se dice que el emir vio muerto al profeta Mahoma en el Oratorio, lo que se interpretó como un signo de que allí llegaría a su fin el Islam.
Para colmo ese aura sobrenatural es alimentada con otra historia según la cual para construir los cimientos del alminar se utilizaron piedras del sepulcro de san Isidoro, profanando de esta forma el eterno descanso del obispo hispalense.
Sillares de piedra que una vez extraídos de la tumba eran colocados unos sobre otros para levantar el minarete desde el que el almuédano llamaría a la oración a los fieles; pero al parecer el espíritu del santo varón debía ser algo vengativo, o bastante, ya que todo aquél que subía a la torre perdía el habla e incluso la vida.
Evidentemente esto último comienza a decirse una vez reconquistada la ciudad y con la Mezquita ya transformada en iglesia.
Este alminar que la tradición cristiana se encargó de considerar “maldito” se situaba en el lado norte de lo que sería el sahn o patio de las abluciones, hoy una recoleta plazoleta con sus naranjos, su fuente y rodeada por las columnas que emergen de una arquería enterrada a tres metros de profundidad, cota a la que posiblemente se encontraba la mezquita original.
Un alminar que, dicho sea de paso, será un hito arquitectónico dentro de la cultura musulmana, ya que es el primero de planta cuadrada y escalera de caracol que se levanta en todo el Islam, sentando las bases tipológicas de los que se construirán a partir de entonces, como el de la actual iglesia de Santa Catalina.
Puede ser real o no que los almuédanos perdieran la voz por culpa de san Isidoro y su maldición; pero no cabe duda que se quedarían totalmente mudos cuando en el 844 vieron aparecer Guadalquivir arriba los drakkars que transportaban a los terribles vikingos.
Fruto de la casualidad o del infortunio, ese año la típica expedición de mayús o adoradores del fuego, como eran conocidos estos feroces guerreros del Norte por los andalusíes, había llegado más lejos que nunca.
Y así tras arrasar la costa atlántica, devastar Galicia, asolar Lisboa y atacar Cádiz, algo les hace cambiar de rumbo y adentrarse en el Guadalquivir: la suerte estaba echada, ya que posiblemente se iban a vivir los días más trágicos de la historia de Sevilla.
Remontando el Río los vikingos destruyeron todo lo que encontraban a su paso, siendo la basílica de San Vicente uno de los primeros edificios en caer. Templo principal de los mozárabes que aún quedaban en la ciudad, se encontraba extramuros, en la zona del actual Patio de Banderas, un presa demasiado fácil para estos terribles guerreros.
Y sólo era el principio.
La ciudad estaba desierta: los mas afortunados habían huido, los que se quedaron, simplemente, murieron. Porque los vikingos no tuvieron piedad con nadie, ni siquiera con los ancianos, niños e inválidos que, en un acto de desesperación, se habían refugiado en una pequeña mezquita, que desde entonces se llamaría “de los inocentes”.
Y entre sus objetivos principales se encontraba la recién estrenada Mezquita de Ibn-Adabbas, que intentaron incendiar repetidas veces. Primero lanzando flechas encendidas sobre la techumbre, después quemando maderas y las esteras sobre las que se rezaba, pero una vez más la leyenda vuelve a entrar en juego.
Porque cuando todo parecía estar perdido y el templo iba a ser pasto de las llamas, se cuenta que un muchacho salió del mihrab, estancia que en las mezquitas señala la dirección hacia la que se debe orar y donde se guarda el Corán, expulsando a los vikingos al exterior.
Contrariados, intentaron varias veces entrar de nuevo los invencibles mayús, pero siempre eran rechazados; pese a todo no cejaron en su empeño, y así estuvieron varios días, larguísimos y terribles días al cabo de los cuales fueron derrotados y expulsados de la ciudad por el ejército salvador que Abderramán II había enviado desde Córdoba al mando de su hombre de confianza, el eunuco Nasr.
Pese a la victoria, el balance del ataque fue demoledor: la ciudad se había visto reducida a cenizas y su población exterminada. Sólo la Mezquita de Ibn-Adabbas consiguió salvarse gracias al misterioso joven del que nunca más se supo.
Drakkars vikingos en la batalla de Hastings Detalle del Tapiz de Bayeux |
Sagrada para los cristianos por las piedras de San Isidoro, sagrada para los musulmanes por ser el único sitio que no había sufrido los estragos del ataque normando, la Mezquita de Ibn-Adabbas se convierte en la principal referencia de una Isbilya que, al fin, despereza de su letargo y comienza a despuntar económica y culturalmente.
Entre las nuevas instituciones que florecen en esta Sevilla cercana al crepúsculo de los omeyas destacan las escuelas o colegios árabes, como los llama Álvarez Benavides, donde se impartían clases de “astronomía, artes liberales, medicina y otras ciencias exactas y abstractas”.
Situadas en la calle de los Alizares, más tarde Alcuceros y hoy Córdoba, a la sombra del alminar de la gran Mezquita, fue uno de los centros docentes mas renombrados y populares del alto medievo, al que acudían gente de todas las partes del mundo y todos los credos.
Uno de sus mas ilustres alumnos fue un monje benedictino de origen francés, Gisberto de Aurillac, que cursó estudios en estas escuelas a finales del siglo X y que, con el paso de los años, llegaría a ser uno de los sabios mas importantes de la época, alcanzando el Solio Pontificio en 999 con el nombre de Silvestre II.
Curiosamente la estancia y formación académica sevillana del Papa Silvestre se ha olvidado con el paso del tiempo en una ciudad que, por el contrario, suele presumir siempre de este tipo de cosas.
Pero sigamos con nuestro alminar y, de paso, con la historia de Isbilya.
El declive del califato omeya coincide con el auge de la ciudad, cuya taifa se convierte en la mas importante de Al Andalus, absorbiendo incluso a la propia Córdoba bajo el mandato de la dinastía abadí.
La Mezquita de Ibn Adabbas es ahora uno de los principales referentes religiosos del Islam peninsular, aunque ante el continuo crecimiento que está experimentando el reino sevillano comienzan a surgir problemas de espacio.
Por desgracia estos problemas quedan en segundo plano cuando en el año 1079 un fortísimo terremoto sacude buena parte de Al Andalus.
Con epicentro en Andújar, que según las crónicas fue prácticamente tragada por la tierra, las consecuencias del seísmo fueron funestas para Isbilya y sobre todo para su Mezquita, en la que se desmorona el alminar.
Lo que no consiguieron los vikingos lo logra la naturaleza, y los muecines, con voz o sin ella, tampoco podrán subir ahora para llamar a la oración.
Afortunadamente la ciudad estaba gobernada por el rey poeta, Almutamid, mecenas de las artes y la cultura, que llama para su restauración a uno de los maestros de obras mas importantes del momento, un tal Abu Ibrahim, que reparó la torre en apenas un año. Cualquier paralelismo con nuestros días, evidentemente, sonroja.
Pero no tuvieron que ser muy eficientes las obras que llevara a cabo Abu Ibrahim, ya que apenas un siglo después de nuevo está en ruinas la Mezquita de Ibn Adabbas, aunque ahora el panorama ha cambiado ostensiblemente.
Isbilya es la capital del vasto imperio almohade y su califa Abu Yacub está empeñado en embellecer y engrandecerla.
En pocos años se construye la Torre del Oro, se amplían las murallas, se abastece con el agua de los caños de Carmona… y se levanta una nueva Mezquita Mayor, inmensa, espectacular, grandiosa, con un minarete que será un nuevo referente para el Islam.
El viejo templo de Ibn Adabbas asumirá ahora un papel secundario, cayendo casi en el olvido, hasta que varios prohombres andalusíes, conmovidos por el ruinoso estado de conservación que presentaba, piden al nuevo califa Al Mansur que restaure el edificio en 1195.
Se arreglan muros, artesonados, solerías, el alminar… la mezquita de Ibn Adabbas recupera su esplendor perdido para enfilar el último tramo de la presencia musulmana en Sevilla, que tiene su punto y final en 1248 con la entrada de San Fernando.
Toma de Sevilla por el rey Fernando III - Francisco Pacheco |
Como la mayoría de las mezquitas de la ciudad, la de Ibn Adabbas es transformada en iglesia bajo la advocación del Salvador y su alminar cambia la voz del almuédano por el repique de las campanas.
Llegan otros tiempos, otra época, otra cultura, otra religión… pero la naturaleza tiene sus propias leyes ajenas a las de los hombres, y el 24 de Agosto de 1356 un nuevo terremoto arruina el alminar de la vieja Mezquita, el mismo terremoto que por cierto cayó las 4 esferas de cobre que coronaban la Giralda, el famoso Yamur.
Afortunadamente el trono de Castilla estaba ocupado por Pedro I, otro enamorado de Sevilla que hace traer los mejores alarifes del Reino para restaurar la torre.
Sin embargo los daños provocados por el terremoto parece ser que esta vez eran irreparables, y no queda otra solución que derribar casi la totalidad del viejo alminar, levantándose en su lugar una nueva torre con un campanario.
Ya en el siglo XVII, cuando sea demolida la primitiva iglesia del Salvador junto con los restos que quedaban de la mezquita de Adabbas para levantar el actual templo, se ejecutará un nuevo campanario barroco sobre el cuerpo levantado en tiempos del rey don Pedro que, finalmente, dará a la torre el aspecto que podemos ver hoy en día.
Tan sólo queda una parte del alminar, un primer cuerpo que asoma tímidamente a la calle Córdoba, una estructura a base de sillares de piedra, piedras que según la leyenda formaban parte del sepulcro de San Isidoro, y unas piedras que se entierran hasta una profundidad de casi 3 metros buscando el suelo del patio de las abluciones, como las columnas sesgadas de la placita de la fuente, únicos restos que han llegado hasta nuestros días de la que durante siglos fue Mezquita Mayor de Isbilya.
Simplemente impresionante.Grandísimo artículo,muy elaborado y se nota que con un intenso trabajo de estudio e investigación detrás. Personalmente, reconozco que era uno de esos tantos que desconocía de la existencia de este "testigo de la historia" tan importante. ¡Muchas gracias por enriquecernos con tus artículos una vez más!.
ResponderEliminarUn saludo!
Gracias a ti, Jesús, un saludo!
EliminarMagnífico artículo. Enhorabuena.
ResponderEliminarTodo un placer, Lola.
EliminarImpresionante, alucinante... Habré pasado por allí mil veces y jamás me he fijado en ese edificio. Debería andar mirando hacia arriba más a menudo. Gracias por descubrir ,para los que no sabemos, estas historias que dan vida a la ciudad. Las piedras no hablan pero pueden estar tranquilas que ya les pones voz .
ResponderEliminarSaludos
La verdad es que está escondida, Raven, entre tanto estante de zapatos.
EliminarDe hecho la mejor perspectiva que se puede tomar de esta torre a pie de calle es desde Alcaicería.
Saludos.
Muchas gracias, Sevillanadas, por este nuevo artículo sobre "cosas antiguas" de nuestra ciudad. Muy ameno y que nos hace "pasear" por la Isbilya de la época almohade.
ResponderEliminarEspero, como todos tus seguidores, nuevos trabajos que enriquezcan nuestros a veces escasos conocimientos de la ciudad que a unos nos vio nacer y a otros enamoró con su embrujo y señorío.
Afectuosos saludos.
En ello estamos, Juan. Espero en breve completar algo este trabajo con nuevos datos de otra mezquita olvidada, pero bueno, como terminaban los capítulos de la Historia Interminable, esa es otra historia que será contado en otro momento...
EliminarSaludos!
Una vez más, genial incursión hacia la Historia de nuestra ciudad y sus recovecos más inquietantes y sorprendentes. Tus artículos hacen adentrarnos en los adarves más profundos de la piel de Sevilla.
ResponderEliminarNo obstante, y dentro de nuestras conversaciones (bien en persona bien escritas) que solemos tener, sumergiéndonos en el corazón de la cuestión y en sus vicisitudes y complejos más espectaculares, quiero hacer una breve reseña sobre el fragmento del texto que alude a su pionera estructura interna: "Un alminar que, dicho sea de paso, será un hito arquitectónico dentro de la cultura musulmana, ya que es el primero de planta cuadrada y escalera de caracol que se levanta en todo el Islam, sentando las bases tipológicas de los que se construirán a partir de entonces, como el de la actual Iglesia de Santa Catalina". A este respecto tengo serias dudas. El Ribat de Susa (Monasterio militar desarrollado en los primeros tiempos islámicos en las fronteras islámicos en las fronteras de Asia central, Anatolia y el norte de África desde los cuales unos hombres especialmente formados luchaban contra los infieles [ETTINGHAUSEN, Richard y GRABAR, Oleg "Arte y Arquitectura del Islam, 650-1250"]), era un pequeño edifico cuadrado y fortificado con un patio central, aposentos y oratorios en dos plantas alrededor del patio y una torre alta en una esquina, que cumplía las funciones de alminar. Dicha construcción seguía los esquemas del Ribat de Monastir, contrucción de la misma tipología, muy cercana, y que la Historia del Cine le ha reservado un espacio de lujo en la comedia al servir como localización de las escenas de "La vida de Brian".
El Ribat de Monastir fue construido en el 796, y siguiendo sus trazas, ya en los primeros años del 800, el Ribat de Susa. Como cita Basilio Pavón Maldonado en su Tratado de Arquitectura Hispanomusulmana, en el volumen 4 "[...] Igualmente, el alminar sevillano [de la mezquita aljama emiral de Adabbas] se distingue por su planta cuadrada envolviendo escalera de caracol que gira en torno al machón central circular, al estilo de la torre del viejo ribat de Susa, estructura sin duda de origen bizantino, patente en San Vital de Rávena (Félix Hernández), reiterada en los alminares cordobeses de San Juan y Santiago". Así pues, si tomamos como referencia las diferentes cronologías, es probable que, dentro de la unidad del terreno islámico, que incluía el norte de África, la influencia arquitectónica de Monastir y Susa, precisamente por ser construcciones cercanas al mar y, por lo tanto, capaces de influir en la visión de los viajeros que llegaban en barco, fueran las que influyeran la definitiva creación del alminar sevillano. Cabe destacar también, como detalle curioso, la descripción del cronista árabe al-'Udri, que citaba como novedad del alminar columnas esquineras hasta lo más alto, de mármol, en las cuatro esquinas que, seguramente, perderían en el terremoto de 1079.
Por último, y sencillamente como apunte, señalar que el Mihrab era más hornacina o nicho simbólico que estancia en sí.
Como siempre, te felicito y te doy mi más sincera enhorabuena por este excelente trabajo y tu sempiterno esfuerzo por sacar a la luz las entrañas del patrimonio sevillano.
Un abrazo enorme amigo mío.
El tema del mihrab lo estuve sopesando, pero claro, la leyenda dice que el misterioso muchacho salió de allí para hacer frente a los vikingos, por ello me permití esa "licencia" espacial.
EliminarRespecto a la "originalidad" del alminar, poco o nada puedo decir ni añadir. Bueno sí, darte las gracias por hacer comentarios como éste, todo un lujo que como sabes agradezco muchísimo.
Un fuerte abrazo, Ram.
Hola Sergio aunque no te conozco personalmente, te conocí por medio de facebook hace ya algún tiempo y desde entonces me encanta seguirte por las cosas que compartes de nuestra querida Sevilla.
ResponderEliminarUna de mis aficiones es perderme paseando por las calles sevillanas, conocer su historia, leyendas.... Esta torre la conozco prácticamente casi desde que nací, sabía que había pertenecido a la antigua mezquita, pero tengo que reconocer que la historia que has compartido para deleite nuestro, me ha dejado fascinada por lo bien documentada que está.
Muchas gracias por compartir con todos los que amamos nuestra bendita Sevilla, su historia, sus leyendas, tradiciones, fotografías...
Un saludo.
Gracias a ti, Fátima, comentarios como el tuyo son los que dan sentido a esta labor y, de paso, ánimos para seguir adelante.
EliminarUn saludo!
Es cierto lo que dice usted de los Caños de Carmona. Sólo que su agua no iba a parar a la ciudad. Lo que hizo el impresentable de Abu Yacub ben Jusuf, de infausta memoria, fue desviar el acueducto romano ya existente para regar su inmensa huerta, la que hoy conocemos como Huerta del Rey, así como para llenar su inmenso aljibe que aun se conserva en la Buhaira.
ResponderEliminarA la ciudad la dejó a merced de sus pozos y él se convirtió en el principal productor de frutas y verduras. Y en épocas de sequía, su aljibe garantizaba una producción que vendía a precio de oro. Los pozos hicieron lo que siempre hacen: dar agua contaminada a la población y provocar epidemias.
Gracias, Abu Yacub ben Yusuf. Que la Historia te entierre en el muladar que te corresponde.
Como arabista, decir que es muy bueno el artículo; pero quisiera saber si podrías ayudarme, ya que tengo que hacer un trabajo titulado "salvemos el patrimonio" y quisiera centrarlo en dicha torre. ¿Podrías echarme una mano?gracias
ResponderEliminarmi email es salflor5@hotmail.com
ResponderEliminarComo arabista, decir que es muy bueno el artículo; pero quisiera saber si podrías ayudarme, ya que tengo que hacer un trabajo titulado "salvemos el patrimonio" y quisiera centrarlo en dicha torre. ¿Podrías echarme una mano?gracias
ResponderEliminarPor supuesto Shehrezad, ya está enviado el correo.
EliminarSaludos.
Muy bueno.
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