28 de noviembre de 2008

El 12 para en Nueva York

En una de las etapas de su recordado Descanso Dominical, Ana Torroja y los hermanos Cano se marchan a Nueva York aprovechando la “ocasión singular” de que “el dólar esté devaluado”.

Equipados únicamente con una botella de Fundador, una navaja y un buen puñado de tópicos, no parece ser que resultara muy gratificante este periplo neoyorquino, ya que a juzgar por la canción que dejaron para la posteridad fueron mas los sinsabores que las buenas sensaciones en el viaje.

También Rafa y a Olga protagonizaron hace poco mas de 10 días su particular asalto a la Gran Manzana; la ocasión también era propicia para el viaje y, afortunadamente, en su caso todo salió a pedir de boca. Dan fe de ello las mas de 1000 fotografías que sacaron en su semana larga de estancia en tierras neoyorquinas (haciendo cuenta salen a casi 6 imágenes la hora, que no está nada mal….)

Y es que, además de que a mis amigos les gusta el jamón york, estuvieron en la Estatua de la Libertad, vieron algún que otro famoso en el partido de los Knicks y el idioma no supuso un hándicap infranqueable en ningún momento, así que cualquier parecido con la canción de Mecano quedaba bastante lejos, aunque no por ello hay que reconocer que tenía parte de razón José María Cano cuando escribió esa letra…

Por muy bien que encajes en una ciudad, por muy a gusto que te encuentres y por mucho que te fascine lo que estás viendo, es imposible (y mas si la estancia es corta) evadirse completamente del lugar del que provienes; al contrario, tarde o temprano se empiezan buscar sitios familiares, a asociar imágenes, a interpretar parecidos y coincidencias que nos hagan sentirnos como en casa o al menos acercarnos a ella: una calle, un bar, un edificio, un jardín…. siempre hay una excusa que nos traslada momentáneamente a nuestro hogar, aunque sea solo por un instante.

Por ello supongo que les resultó bastante grato toparse en una de las salas de exposiciones del MOMA con la maqueta del Metropol Parasol; no solo porque el gremio tire mucho (que tira) sino por la satisfacción de encontrar con todo un señor Océano Atlántico de por medio una parte de su ciudad, de Sevilla (bueno, un proyecto, que con los últimos socavones no está la cosa como para vender pieles de oso al libre albedrío….)

Habrá gente que se emocionará, a otros les dará igual y a mas de uno les sentará incluso mal (no vamos a descubrir a estas alturas el dualismo, antagonismo o bipolaridad sui géneris hispalensis); pero nadie puede negar la importancia de encontrar un proyecto de la ciudad en uno de los mayores (si no el que más) templos del Arte Moderno.

Que un edificio que se puede construir (no me quiero tirar a la piscina…) en la última parada del 12 esté en la misma exposición que el Museo Judío de Berlín de Daniel Libeskind o que otros iconos de la arquitectura y arte contemporáneos es, cuando menos, gratificante.

Como también es gratificante, evidentemente, encontrar la Giralda entre las joyas del arte musulmán, a la Catedral como uno de los principales templos de la Cristiandad o el Archivo de Indias como referente del arte del Renacimiento.

Al fin y al cabo, lo importante es sumar y cuanto más, mejor (si la Unesco y los socavones lo permiten...)

23 de noviembre de 2008

DISPONIBLE

Se suele decir que "una imagen vale mas que mil palabras"; esta frase, que puede sonar a tópico, hay veces que se queda incluso corta, llegando a ser una verdad como un templo cuando no encontramos ninguna forma posible para expresar lo que tenemos ante nuestros ojos.

Es lo primero que se me ha venido a la mente cuando paseando por la calle Santander me topo de bruces con esta singular “estampa”. Ya digo, es que no hay palabras….

Poniéndonos en antecedentes, el edificio “DISPONIBLE” ante el que nos encontramos no es otro que la portada de la Casa de la Moneda, construida por Sebastián Van der Borcht (el mismo arquitecto de la Fábrica de Tabacos) en la segunda mitad del siglo XVIII, desde donde se accedía al Patio de los Mercaderes (actual calle Habana) y que debió ser en su momento uno de las mas majestuosas y celebradas construcciones que existían en la ciudad a tenor de los relatos de los historiadores que han llegado a nuestros días. Recalco “debió ser” porque al menos un servidor siempre la recuerda en ruinas….

Testigo directo del pasado mas esplendoroso de la ciudad, de la Sevilla que era Puerto de las Indias, buena parte de los metales preciosos del Nuevo Continente pasaron bajo esta portada de tintes neoclásicos para ser transformados en monedas; no en vano, en su interior se encontraban los pesos y balanzas mas exactos del mundo conocido, realizados por las manos de D. Francisco Miguel Guerrero.

El conjunto que formaba la Casa de la Moneda, al igual que la ciudad, entró en decadencia con el frenazo al comercio americano: tras cesar a mediados del siglo XIX la producción monetaria, con la transformación de las viejas estancias fabriles en viviendas pasó a ser una zona residencial para finalmente quedar en estado ruinoso hasta que hace pocos años, cuando fueron restauradas dichas viviendas. Es decir, aquello que era rentable, ya que la portada (propiedad privada) sigue en ruinas, aunque parece ser que se está restaurando en la actualidad.

Pero en esta ocasión no vamos a bucear en la historia; ni siquiera a profundizar en las causas de que esta joya del neoclasicismo sevillano se haya llevado tantos años al amparo de su suerte. Y es que este “DISPONIBLE” eclipsa cualquier otro tema o argumentación posible….

Es curioso que haya una Ordenanza Municipal que persiga (por ejemplo) la instalación de aires acondicionados en las fachadas de los bloques de viviendas mientras se permite colocar un cartel que abarca todo el ancho de una portada neoclásica con mas de 200 años de historia a sus espaldas, aunque esté en obras.

Por supuesto, también será curiosa la cara que deben poner los turistas cuando ven semejante “valla publicitaria” a medio camino de la Catedral y la Torre del Oro.

Pero mas curioso y, sobre todo contradictorio, es que en una de las zonas donde mas dinero se ha invertido en los últimos años tanto para su peatonalización como en su modernización se pueda ver esta imagen mas propia de ciudades tercermundistas.

Vale que se quiera ocultar una obra (recuerdo un concurso de hace unos años para diseñar la lona que taparía las obras de la Catedral), vale que se busque vender un edificio de cualquier forma posible (y mas en estos tiempos que corren….), vale que se anuncie una venta de la forma mas llamativa posible; pero es que este “DISPONIBLE” clama al cielo….

Aunque las primeras sensaciones que se tengan ante la visión del cartelito puedan hacer que nos llevemos las manos a la cabeza, ya que a bote pronto lo primero que uno piensa es que la eternamente destartalada portada de la antigua Casa de la Moneda está en venta y “DISPONIBLE” para que su futuro comprador pueda dar rienda suelta a sus deseos, ya sea trasladándola, derribándola o pintándola de amarillo fosforito; bien es cierto que afortunadamente hoy día es imposible que un edificio de estas características pueda ser demolido (al menos por acción humana directa (la ley de la gravedad de momento no se encuadra dentro de las actuaciones del ser humano, aunque muchas veces éste recurra a ella para llevar a cabo sus fines)); de hecho, como ya se ha comentado, está en proceso de rehabilitación, lo cual parece ser que ha otorgado a su restaurador una serie de “licencias” cuando menos, de dudoso y pésimo gusto. Y es que espero que el encargado de restaurar la portada no sea el mismo que ha tenido la genial idea del “DISPONIBLE”, porque aviados estamos con la exquisita "sensibilidad" del individuo….

De todas formas, también es verdad que si a pesar de sufrir este cartelito terminamos por fin (y por los siglos de los siglos) viendo restaurada esta portada, me ofrezco voluntario a colgar “DISPONIBLES” similares e incluso aún mas chabacanos en otros lugares de la ciudad que ahora mismo también se están cayendo a trozos; yo propongo el Humilladero de San Onofre.

17 de noviembre de 2008

La Avenida de la Constitución, 3ª Parte - El escaparate de Sevilla

Los últimos dos siglos de la Avenida de la Constitución se podrían resumir perfectamente como la historia de una “eterna” y continua transformación. Bien sea por resolver necesidades reales de la ciudad, bien por modernizar su vía mas representativa o incluso por satisfacer la propia vanidad de los sucesivos inquilinos de la Plaza de San Francisco, en cada mandato parece que se escribiera un mismo guión que siempre termina con la adaptación la calle a su voluntad; como si todos los equipos de gobierno tratasen de dejar su sello de identidad característico, crear su “propia avenida” y, por qué no, perpetuarse en ella.

Ensanches, demoliciones, peatonalización: la Avenida ha sido una especie de “pasarela de moda” donde en poco mas de 150 años se han puesto en práctica las más modernas soluciones urbanísticas del momento y donde se ha utilizado (o intentado utilizar) lo último en medios de transporte: tranvía, coches, autobuses, metro…. incluso hubo un proyecto de transporte público mediante cinta transportadora….

Es la continua búsqueda de esa Gran Vía hispalense; el intento de desenterrar dos mil años después ese Cardo (o Decumano, cuestión de gustos) de la vieja urbe romana; el cordón umbilical de la ciudad histórica con la Sevilla moderna donde sus sucesivos gobiernos parece que siempre intentan dejar la huella de su paso no sólo mediante actuaciones urbanísticas que usan sus adoquines como escaparate, sino incluso rotulándola para que siempre quede constancia del momento político que se estaba viviendo: desde la Avenida de Reina Mercedes de la época alfonsina, pasando por Primo de Rivera en honor del dictador (1927), Avenida de la Libertad durante la República, José Antonio y Queipo de Llano durante el franquismo hasta su actual nombre ya en época democrática: Avenida de la Constitución.

Para explicar la tremenda evolución y transformación sufrida por la Avenida desde finales del siglo XVIII hasta nuestros días no tenemos mas remedio que sustituir ese paseo virtual descriptivo que dimos en la anterior entrada a lo largo de las 5 calles que había que atravesar para llegar desde la Plaza de San Francisco hasta la Puerta de Jerez por un triste y nostálgico avance cronológico a través de las continuas demoliciones que ha sufrido la zona. Y es que, aunque sea duro, la actual Avenida no se entiende sin sus derribos.

Pero vayamos por partes; si para el resto de la ciudad las transformaciones urbanas suelen empezar con la invasión napoleónica y la “mudanza” del Mariscal Soult al Palacio Arzobispal, en nuestra zona la piqueta empieza a funcionar desde mucho antes. De hecho cuando se produce la llegada de los franceses hacía cerca de 50 años que había sido demolido el entorno del Almirantazgo.

En palabras de don Santiago Montoto, junto a las obras del barrio de la Laguna (actual zona de Molviedro) son la demolición del arquillo de San Miguel, de la Torre del mismo nombre y su vecina torre del Aceite las principales intervenciones urbanísticas en la Sevilla del siglo XVIII. De esta forma, para cuando el asistente Pablo de Olavide elabora su plano de la ciudad en 1771 no queda ni rastro de esta antigua entrada almohade en la ciudad.

Aunque los franceses hicieron de las suyas (ya se refirió en la anterior entrada que usaron el Colegio de Santo Tomás como cuadra), tampoco se puede decir que su presencia fuera tan decisiva como en otros lugares de la ciudad como la Plaza de la Encarnación o la actual Plaza Nueva (antiguo Convento Casa-Grande de San Francisco).

Es evidente que el Mariscal tenía claro que podía sacar mas dinero robando cuadros del Hospital de la Caridad que desvalijando la librería de Santa María de Jesús….

No sufre por tanto esta zona alteraciones importantes hasta que en Octubre de 1864 se desmonta la Puerta de Jerez. Desaparecían para siempre las dos puertas que antaño habían confinado este rico entorno de palacios árabes y residencias reales. La “moda” al uso de la época, la demolición de las viejas murallas y cercos de las viejas ciudades en busca de una nueva funcionalidad y expansión extramuros, pasaba factura una vez mas a la Avenida y a toda Sevilla.

La historia de esta demolición, que en principio fue un traslado sin destino fijo al recién estrenado Cementerio de San Fernando (la puerta se desmontó y se pretendía ubicar en el nuevo camposanto de la ciudad, pero al final se desviaron sus materiales para hacer otros apaños (da miedo pensarlo, pero la historia es cíclica, o si no recuerden la cubierta de la Davis….)); es calcada a la ya narrada de la Puerta Osario: muy dañada tras la guerra carlista, se encarga su reconstrucción y embellecimiento al arquitecto Balbino Marrón que, 17 años después, también firma su derribo definitivo.

Sin puertas ni murallas que llevarse por delante, la piqueta se centra ahora en las 5 calles que conformaban lo que hoy es la Avenida. Y es que los 3 primeros decenios del siglo pasado son prolíficos en el arte del derribo en todo este sector al estar el gobierno local espoleado por las urgencias urbanísticas de la Exposición Iberoamericana de 1929.

En 1911 se amplía la calle de los Genoveses hasta enrasarla con la calle de las Gradas. Alcanza de esta forma la amplitud que hoy día conocemos y de paso, se construyen dos de los edificios mas bellos y representativos de la zona que conforman este “umbral” de la Avenida: el Banco de España y el edificio de la Adriática.

El umbral norte de la Avenida:
Banco de España y edificio de La Adriática

El primero se levanta sobre el solar que antiguamente ocupó la Casa de los Genoveses y fue construido entre 1918 y 1928. En la misma época, entre 1914 y 1922 se construía la sede de la compañía de Seguros La Adriática, que sin duda es una de los construcciones mas bellas y curiosas de la ciudad, tanto por su mezcla de estilos arquitectónicos como por su particular esquina cilíndrica. Y, por supuesto, por los dulces de Filella, faltaría mas….

Se estaba acabando el Banco de España cuando empieza en 1927 el derribo de otro de los edificios que habían sido hasta entonces emblema de la zona: el Colegio de Santo Tomás.

Bien es cierto que el edificio ya no albergaba el antiguo Colegio desde hacía bastantes años, perteneciendo al Ramo de la Guerra desde el siglo XIX (había sido cambiado al Arzobispado por el exconvento de la Trinidad), siendo sucesivamente fábrica de fusiles y Capitanía General, hasta su cesión definitiva al Ayuntamiento, que procedió a su demolición.

Se lograba la ansiada continuidad desde el Ayuntamiento a costa de este edificio y de las casas aledañas, construyéndose la Sede Central de Correos, que se encargaría de alinear la Avenida de novísimo cuño con la antigua calle Gradas y de traer a Sevilla algunos destellos del Art Decó, estilo arquitectónico estrella en la Europa de la época.

La antigua calle de la Lonja se englobaba dentro de la nueva Avenida y en su lugar se creaba un bello jardín a base de arriates alrededor de una fuente central que afortunadamente aún podemos disfrutar frente al Archivo de Indias, aunque suela pasar bastante desapercibido.

Espacio por donde discurriría la antigua calle de la Lonja

De esta forma se conseguía por fin abrir esa Gran Vía que tanto demandaba la Sevilla de la Exposición Iberoamericana, ya que el otro escollo que taponaba la salida en línea recta hacia la Puerta de Jerez, el Colegio-Universidad de Santa María de Jesús, había sido demolido en los primeros años 20, sobreviviendo únicamente tal y como se comentó en la anterior entrada la pequeña capilla.

La calle que se abrió dividiendo en dos partes la manzana que ocupaba la antigua Universidad (y que curiosamente aparece en el plano de Poley y Poley de 1910 rotulada como “en construcción”, se llamó durante unos años Avenida de la Reina Mercedes, dato curioso ya que en la actualidad una de las zonas universitarias mas importantes de la ciudad tiene el mismo nombre.

Esta demolición trajo consigo la construcción de una de las grandes joyas del regionalismo sevillano, el Teatro Coliseo, antiguo Teatro de Reina Mercedes. Impresionante edificio obra de los hermanos José y Aurelio Gómez Millán, fue realizado a finales de los años 20, aunque hoy día se puede decir perfectamente que solo se conserva su fachada, ya que el interior, lamentablemente, fue destruido. El mismo edificio se salvó a duras penas de desaparecer en los años 70.

El antiguo Teatro Coliseo

Ya en el tramo final de esta nueva Avenida, en la Puerta de Jerez, dos grandes palacios hacían su función de “umbral” meridional de la nueva vía sevillana, escoltando la fuente que esculpiera en 1929 Manuel Delgado Brackenburi representando una nereida elevada por 11 niños, los conocidos “meones”.

Estos palacios son el de Yanduri, construido en 1904 y que tiene la peculiaridad de ser uno de los escasos ejemplos del racionalismo francés en la arquitectura sevillana; y la Casa-Palacio de los Guardiola, obra regionalista de finales del siglo XIX.

Se conformaba prácticamente la Avenida que hoy día conocemos, y destaco prácticamente porque en los cerca de 80 años que han pasado desde que se abriera definitivamente la nueva Gran Vía sevillana no son pocos los cambios que se han producido en la misma.

Así, siguiendo el punto de vista edilicio, en los 50 Vicente Traver construía junto al Banco de España la sede del Banco Central mientras que en 1967 caía definitivamente uno de los pocos vestigios del pasado medieval de la zona, el Colegio de San Miguel, que se encontraba en un estado pésimo de conservación (era prácticamente un corral de vecinos) y donde, ya en los primeros años 70, se levantó la espléndida Plaza del Cabildo, uno de los rincones mas bellos de la ciudad.

La Plaza del Cabildo

Llegamos de esta forma a nuestros días con una calle amplia (en algunos tramos llega a tener mas anchura que la mayoría de las plazas de la ciudad) y cómoda que hace realidad las viejas aspiraciones hispalenses de tener esa Gran Vía que comunicara el corazón de la ciudad con la zona de la Puerta de Jerez.

Desde un análisis personal, dos son los grandes problemas que en mi opinión tiene la Avenida; el primero de ellos es su propia historia enfocada desde el punto de vista de la condición que ha adquirido a lo largo de los siglos de ser el escaparate sevillano donde se ponen en práctica las últimas tendencias y “modas” urbanas; de esta forma, si en la Edad Media fueron los palacios musulmanes y mas tarde los edificios destinados a apoyar el comercio con América y a la enseñanza, hoy, en la época de la conciencia medioambiental y ecológica, tenemos una calle peatonal en la que conviven otros medios de transporte como las bicicletas o un tranvía eléctrico, el Metrocentro.

Parada del Metrocentro frente a la sede de Correos

Pero claro, esto tiene un problema y es que nunca se termina de alcanzar una imagen y forma definitiva, una estabilidad: de los dos carros que podían pasar bajo el Arquillo de San Miguel al Metrocentro hemos visto en 250 años tranvías tracción animal, de vapor, coches, autobuses, un proyecto de metro subterráneo e incluso otro mediante cintas transportadoras: nunca termina de enraizarse un sistema que se compenetre definitivamente con la misma Avenida ; porque si hay algo claro es que los poco mas de un mil metros de Metrocentro que tenemos hoy día son absolutamente prescindibles.

Afortunadamente la época de la piqueta ha quedado (al menos oficialmente) atrás y a priori es impensable abrir nuevos ejes que comuniquen la Plaza Nueva con otras zonas céntricas como la Encarnación o el Duque. De esta forma la única dirección que puede tomar el Metrocentro es bordeando el Casco Histórico, de la misma forma que sucede, por ejemplo, en Bilbao, donde funciona perfectamente este sistema que, por otro lado, no considero tan descabellado para esta zona.

Y es que siendo infinitamente mejor que autobuses y coches, un suburbano enterrado me presenta una serie de reparos sobre todo relacionados con temas técnicos; a tenor de lo sucedido en República Argentina con el túnel de la Línea 1 o por ejemplo hace unos años en el Carmelo de Barcelona (y estamos hablando de edificios modernos con cimentación y estructura conocidas) lo mismo no es aconsejable pasar un túnel a los pies de la Catedral por una zona que, recordemos, fue hace siglos un brazo del río. Eso sí, hablo sin conocimiento de causa y sólo son suposiciones.

La realidad es que detrás de todo esto hay una inversión importante y sólo un proyecto de buenas intenciones para ampliar la cobertura del Metrocentro, el cual me temo que a no ser que su trayecto se alargue y gane peso específico en la ciudad, tendrá poco futuro porque, ¿quién no dice que dentro de 20 años lo “último” sea volver a poner paradas de autobuses en las gradas de la Catedral?

El segundo aspecto que destacaría es el peso de la propia historia de la Avenida y su entorno frente a todos estos cambios y transformaciones.

Aunque desgraciadamente no siempre ha sido así, en la actualidad junto a monumentos como la Catedral, el Archivo de Indias o el mismo Coliseo no se puede poner cualquier cosa, o eso se supone. Catenarias, vagones con publicidad, veladores, incluso los dichosos y por desgracia tradicionales excrementos de caballos no son mas que parches que desvirtúan la monumentalidad y belleza del entorno, ninguneando en muchas ocasiones la historia del mismo.

Quizás en este aspecto sea demasiado drástico, ya que si por mi fuera incluso quitaría los árboles (no los talaría, como se hizo con los naranjos previa peatonalización) ya que muchas veces impiden que un lugar o edificio pueda verse en su totalidad. El ejemplo lo tenemos en el inmenso platanero (único superviviente por cierto de la vieja Plaza de Santo Tomás) que no permite que pueda ser apreciada en su totalidad la fachada del Coliseo. Pero claro, también es verdad que estamos en Sevilla y, en pleno mes de Agosto, una sombra tampoco viene mal.

Termino así esta serie de entradas sobre la Avenida de la Constitución. A pesar de todos los lugares y edificios que se han perdido a lo largo de estos siglos, de los problemas que se presentan en la actualidad y, mas importante aún, de los que quedan pendientes por resolver para un futuro a corto-medio plazo, al menos siempre nos quedará la tranquilidad de que ya sea andando, en autobús, en tranvía o en avión, cuando estemos mas o menos a mitad de camino entre la Puerta de Jerez y la Plaza de San Francisco tendremos a nuestro lado uno de los mayores símbolos de la Sevilla Eterna. Que no es poco…

13 de noviembre de 2008

Sevillanadas en Diario de Sevilla

Hoy Jueves este blog de Sevillanadas tiene el inmenso placer de pasear por las páginas de Diario de Sevilla.

Si el pasado mes de Julio me pusisteis voz gracias a Punto Radio, en la edición de hoy de Diario de Sevilla podréis poner cara y nombre a un servidor.

Pasión por Sevilla en la Blogosfera

Aunque sea ya algo repetitivo, os vuelvo a dar las gracias a todos porque sin vuestra participación esto no sería posible: tanto a los que siempre estáis al pié del cañón (incluso en semanas como ésta en que apenas puedo dedicarle tiempo a este noble arte de bloguear); como a todos aquellos que aunque con sus paseos anónimos dejan una huella silenciosa de su estancia también son parte fundamental e imprescindible de estas páginas; como a todos los medios que con gestos como éste o programas como la Radio de los Blogueros apoyan y difunden estos espacios que con tanta dedicación, trabajo y, sobre todo, cariño, hacen que este mundillo sea cada vez mas amplio e importante.

Y por supuesto, gracias a Francisco García Paños y a Diario de Sevilla por acordarse de este rincón de internet.

4 de noviembre de 2008

La Avenida de la Constitución, 2ª Parte - Cinco calles para un solo camino

El 22 de Diciembre de 1248 atravesaba la Puerta de Jerez el cadí Axataf, último señor de la Sevilla musulmana, para hacer entrega de las llaves de la ciudad a Fernando III de Castilla.

Se ponía fin al plazo de un mes impuesto a la población árabe para que evacuara la ciudad una vez firmadas las capitulaciones de la misma; igualmente se acababan cerca de 15 meses de duro y sufrido asedio y, sobre todo, se marcaba el punto y final a más de 500 años de dominio musulmán a orillas del Guadalquivir. Sevilla pasaba una nueva página a su historia.

El Pendón Real entraba triunfal en la ciudad y recorría las mismas calles que siglos antes habían inspirado los versos de Al-Mutamid y donde se habían plasmado los sueños almohades de acortar el camino hacia el cielo mediante la torre mas alta del mundo hasta entonces conocido.

Tal y como estaba estipulado por las leyes y costumbres castellanas, el Santo Rey Fernando, canonizado en 1671 por el papa Clemente X, repartía la ciudad y alrededores entre todos aquellos que habían participado en la Reconquista de la misma, ya fueran caballeros, nobles, gremios o miembros de comunidades extranjeras.

Sevilla había quedado desierta y sólo un pequeño grupo musulmán y otro algo mas nutrido de judíos se mantuvo en ella, aunque confinados en zonas bastante concretas. El resto de la ciudad era prácticamente un folio en blanco sobre el que se dibujaron las trazas de la nueva urbe cristiana.

Comenzaba una nueva etapa en la ya dilatada historia de la ciudad y, por qué no decirlo, nacía una nueva Sevilla, con todo lo que esto significaba….

Lo que hoy conocemos como Avenida de la Constitución no era ni siquiera imaginable en estos tiempos del Santo Rey. Como se dijo en la entrega anterior, tan sólo el primer tramo desde la actual Plaza de San Francisco hasta la Puerta de San Miguel era mas o menos asemejable a lo que vemos en la actualidad.

El resto de la vía, esto es, desde la Puerta de San Miguel hasta la de Jerez, era como ya se dijo y aún hoy podemos adivinar por los vestigios que quedan visibles, todo un rompecabezas de lienzos de muralla y palacios musulmanes que daban una imagen bastante compleja del entorno.

Pero vayamos por partes; en la Repartición de la ciudad efectuada por San Fernando a los genoveses (uno de los grupos que habían colaborado en el asedio a la ciudad) les corresponde un enclave privilegiado desde el que podrían potenciar y desarrollar sus intereses comerciales. Junto a la Alcaicería Mayor y muy cerca del Puerto de la ciudad, los súbditos de la república italiana son ubicados en una de las calles más importantes de la recién conquistada capital hispalense, cediéndoles Alfonso X el Sabio, hijo y sucesor del rey Santo, una vieja mezquita musulmana para que en ella “labrasen sus palacios”.

Debido a la importancia adquirida por las actividades comerciales y mercantiles de los italianos, la calle pasó a llamarse calle de los Genoveses o de Génova. Esta calle era bastante mas estrecha a como la conocemos en la actualidad, ya que las casas de la acera opuesta al actual Banco de España avanzaban varios metros hacia el interior de la Avenida, situación que fue corregida con la demolición y alineación de la calle en siglos posteriores hasta su forma actual.

La casa o sede de los genoveses estaba situada en la esquina de la Plaza de San Francisco, donde hoy día se encuentra el Banco de España, y estuvo en pie hasta la época del asistente José Manuel Arjona, que ordenó su demolición a principios del siglo XIX para edificar en su lugar un edificio porticado mas acorde con la arquitectura de la zona en ese momento.

El segundo tramo de la actual Avenida iba desde la Punta del Diamante hasta la Puerta de San Miguel de la Catedral, o lo que es lo mismo, desde el cruce de la calle Alemanes hasta el cruce con Almirantazgo, y se llamó calle Gradas.

Como ya se dijo anteriormente, salvo algunas variaciones apenas ha sufrido cambios desde la época almohade.

Si ya fue importante esta calle durante la época musulmana, con la Reconquista de la ciudad pasa a ser uno de los centros financieros y comerciales de la ciudad, sobre todo a raíz del descubrimiento de América, de tal forma que llegó a tener incluso Alguacil propio.

Debido a la intensa actividad comercial de esta calle, los mercaderes adosaban sus tiendas a la misma Catedral, aspecto que no gustaba mucho a las autoridades eclesiásticas al considerarlo una falta de respeto. Por ello, a finales del siglo XVI, se realizaron una serie de obras en la zona que consistieron básicamente en la demolición de un murete que servía de apoyo a estos comerciantes y su sustitución por la escalinata que hoy conocemos, monumentalizando aún mas el entorno con columnas traídas de los pocos edificios romanos y visigodos que aún quedaban en la ciudad.

Empezamos ya con la parte mas difícil de imaginar hoy día y, por supuesto, mas alterada con el paso de los siglos, que es el tramo hasta la Puerta de Jerez.

El final de la calle Gradas, actual cruce con Almirantazgo, era como se refirió en la entrada anterior, un lienzo de muralla en el que estaba abierto una puerta en recodo, la Puerta de San Miguel (no confundir con la aledaña puerta del mismo nombre de la Catedral, también conocida como Puerta del Nacimiento).

Del entorno apenas quedan hoy restos, pero podemos hacernos una idea de cómo era gracias a un grabado de Pedro Tortolero fechado en 1749, años antes de su demolición definitiva en Enero de 1762.

Pedro Tortolero .- Traslación del cuerpo
de San Fernando a su nueva urna en 1729

Como ya se ha explicado, el lienzo de muralla que aún podemos ver en la Plaza del Cabildo llegaba hasta la Avenida, donde giraba 90 grados en dirección a la esquina con Almirantazgo. Allí estaba situada la Torre del Aceite, que a tenor de lo que podemos ver en el grabado de Tortolero era una construcción esbelta y bastante parecida a la Torre de Abdelaziz.

Dicha torre hacía también esquina ya que la muralla de nuevo giraba en esta ocasión en dirección a la Catedral. Sobre la calle Gradas se encontraba el arquillo de San Miguel, abierto en la segunda mitad del siglo XVI y considerado el mayor de todos los arcos existentes en la ciudad, los de las Puertas incluidos, ya que podían cruzarse dos carros bajo el mismo.

Junto al mismo estaba la antigua puerta en recodo de origen musulmán, que como vemos en el grabado era una torre rectangular muy parecida a lo que queda en la actualidad de la Puerta de Córdoba. Tras la apertura del arquillo, esta torre-puerta fue ocupada por el Cabildo Eclesiástico, destinándola a cárcel de canónigos.

En el lienzo de muralla que quedaba entre el torreón y la Catedral fue también edificada una vivienda, aspecto bastante llamativo y que sirve para que nos hagamos una idea de la permisividad existente en la Sevilla de la época.

Toda esta zona se llamó el Almirantazgo ya que en época de fiestas, teniendo en cuenta que se trataba de un enclave privilegiado tanto para presenciar las procesiones de Semana Santa como del Corpus, amén de otras ceremonias de la ciudad (Tortolero por ejemplo refleja el desfile con motivo del traslado de San Fernando a su nueva tumba) era cedido por las autoridades a los Almirantes de Castilla, que la presenciaban desde las grandes balconadas que podemos ver en el grabado.

Sobre este balcón estaba situado un retablo de la Inmaculada costeado por los vecinos de la collación en 1615, pero si por algo tuvo importancia el arquillo era porque desde el mismo se accedía al Colegio de San Miguel, que estaba situado enfrente de la Catedral.

Este Colegio de San Miguel tuvo bastante importancia para la vida eclesiástica de la ciudad. Situado donde hoy se encuentra la Plaza del Cabildo, se mantuvo en pie hasta los años 70, aunque transformado en casa de vecinos y bastante degradado en su última etapa.

Primitivo Colegio de San Isidoro fundado en 1530, es refundado por el Cabildo en 1635 como Seminario, albergando también oficinas y otras dependencias de la Catedral. En este Colegio se instruían y educaban los seises, los “mozos de coro” de Diego Ortiz de Zúñiga, cuya tradición aún hoy sigue viva.

Cruzamos por fin el arquillo de San Miguel y entramos en la zona que habíamos dejado en época musulmana repleta de palacios y grandes edificios, el tramo hasta la Puerta de Jerez.

Parece ser que en los años siguientes a la Reconquista no cambia mucho el aspecto de este sector de la ciudad; de manos de las autoridades musulmanas pasa a las cristianas, que sustituyen los palacetes árabes por otros edificios de usos mas específicos como el Hospital de las Tablas, las Herrerías Reales, la Casa de la Moneda (la anterior a la que hoy conocemos) o las Atarazanas.

En la zona mas cercana a la Puerta se encontraba el Corral de Jerez, un lugar fácilmente inundable ocupado por casuchas y construcciones de poca importancia que sirvió de refugio a los últimos judíos de la ciudad antes de ser expulsados a finales del siglo XV.

Pero los cambios y transformaciones del entorno son constantes y frecuentes, de forma que prácticamente hasta mediados del siglo XVI no se alcanza una cierta “estabilidad” urbanística en la zona, la cual por cierto nada tiene que ver con lo que hoy día podemos ver.

Tres serán los edificios que marcarán la fisonomía de la zona hasta la reurbanización llevada a cabo en la segunda década del siglo XX con motivo de la Exposición Iberoamericana que por fin permitió la apertura completa de la Avenida; de hecho, como se puede comprobar en esta reoncstrucción aproximada de la zona, era totalmente imposible llegar en línea recta a la Puerta de Jerez.

Tramo Almirantazgo-Puerta de Jerez

Estos edificios son el Archivo de Indias (antigua Lonja de los Mercaderes), el Colegio de Santo Tomás y el Colegio de Maese Rodrigo o de Santa María de Jesús. En la actualidad solo quedan en pie el primero y la recoleta capilla de Santa María de Jesús.

Volvamos de nuevo al grabado de Tortolero para continuar con este paseo virtual; como se puede observar, tras el arquillo de San Miguel estaban situadas una serie de casas que obligaban de nuevo a girar en dirección a la Catedral. Sería como una prolongación de la actual calle Almirantazgo que prácticamente nos llevaría hasta el mismo muro de la Catedral para de nuevo girar hacia el Archivo de Indias.

Este tramo se llamó calle de la Lonja y llegaba hasta la actual calle Santo Tomás.

El primero de estos edificios singulares que conformaron durante siglos este privilegiado entorno es, por tanto, el Archivo de Indias, como se dijo antes antigua Lonja de los Mercaderes.

Para evitar las molestias ocasionadas al Cabildo de la ciudad por las operaciones comerciales de los mercaderes que se daban cita en las Gradas de la Catedral (ya se hizo anteriormente referencia a este tema), aspecto acentuado aún mas tras el descubrimiento de América, se llega a la determinación de construir un edificio que sea sede de dichas transacciones.

El arzobispo de la ciudad, Cristóbal de Rojas, había incluso llegado a excomulgar a algunos comerciantes y, ante lo insostenible de la situación, pide permiso a Felipe II para iniciar las obras, que comienzan en 1584 bajo la dirección de Juan de Minjares y de Alonso de Vandelvira, acabando en 1598. Para ello el rey cede las Herrerías Reales y la Casa de la Moneda (que se traslada a su ubicación actual, mas cerca del Puerto) además del Hospital de las Tablas.

Años mas tarde, bajo el reinado de Carlos III y en plena decadencia de Sevilla tras el traslado de la Casa de la Contratación a Cádiz, se convierte en Archivo General de Indias, uso que mantiene hasta nuestros días.

Frente al mismo se situaba el Colegio de Santo Tomás de Aquino; bajo la advocación de la orden dominica, había sido fundado por fray Diego de Deza en 1515, obteniendo en 1541 la categoría de Universidad. Tenía iglesia propia y dos patios interiores, además de una importante y selecta biblioteca.

Sus dimensiones abarcaban desde la calle Santander hasta los jardines frontales del Archivo de Indias, haciendo fachada hacia la calle Tomás de Ibarra, mientras el lateral restante estaba adosado a las casas a las que se ha hecho referencia anteriormente situadas tras el arquillo de San Miguel.

Como tantos y tantos edificios sevillanos, fue arrasado durante la ocupación francesa y finalmente demolido en 1927, no quedando hoy día resto alguno del mismo.

Pasamos ya a los últimos tramos de este paseo histórico, y es que siguiendo por esta calle de la Lonja de nuevo se nos obligaba a girar, en esta ocasión a la derecha, en la esquina del Colegio de Santo Tomás. Frente a nosotros tendríamos la muralla (o ya a finales del siglo XIX una serie de casas adosadas a la misma) que eran los restos del antiguo palacio árabe de Al-Mubarack, donde destacaba (y destaca afortunadamente) la Torre de Abdelaziz.

Esta era la llamada calle de Santo Tomás y llegaba hasta el Arco de la Plata, donde alcanzábamos por fin el último tramo antes de llegar a la Puerta de Jerez, la calle de la Universidad, que se asentaba sobre los restos del antiguo Corral de Jerez.

Flanqueada esta calle a la derecha por la Casa de la Moneda, a la izquierda se situaba el Colegio-Universidad de Santa María de Jesús, fundado por el arcediano Maese Rodrigo de Santaella en 1506.

No es que fuera el lugar ideal para un edificio de tales características, ya que la proximidad de la desembocadura del Tagarete provocaba que constantemente estuviera inundado, pero estamos ante el germen de la actual Universidad de Sevilla.

Capilla de Santa María de Jesús

En la actualidad como se ha dicho anteriormente solo está en pie la antigua Capilla universitaria, ya que el resto del edificio fue demolido en 1920, con traslado incluido de su portada al Convento de Santa Clara, donde aún permanece.

A través de dicha portada, que daba a lo que sería la Puerta de Jerez, se accedía al Colegio, el cual presentaba un gran patio central y llegaba hasta el lienzo de muralla que actualmente es visible en la calle Antonio Rodríguez Buzón, con lo que podemos hacernos una idea de su extensión. En la otra dirección abarcaba desde la calle San Gregorio hasta Joaquín Hazañas, con lo que la actual Avenida dividiría el edificio en dos partes.

Llegamos por fin a la Puerta de Jerez, terminando este recorrido por lo que hoy día es la Avenida de la Constitución, que como hemos visto hace menos de 100 años distaba mucho de la calle actual.

El traslado de la sede universitaria a la calle Laraña (actual Facultad de Bellas Artes y antigua casa-profesa de los jesuitas), el paso de los años, las nuevas necesidades de la ciudad, el ímpetu reformista y, por supuesto, la piqueta, hacen que el entorno cambie radicalmente en pocos años y las 5 calles que conectaban en zig-zag el Ayuntamiento con la Puerta de Jerez pasan a convertirse en la arteria mas importante de la ciudad, en su Avenida. Pero esa es otra historia....