En este artículo no tendrán más remedio que echar mano de la imaginación, básicamente porque no queda nada de lo que vamos a contarles.
Y es que ni siquiera el recuerdo, en muchas ocasiones único albacea de los tiempos pasados, guarda la memoria de los tres conventos que en apenas 200 metros se encontraban en la calle Sierpes dentro del tramo comprendido entre Rioja y la Campana.
Tres conventos en los que podemos establecer varios paralelismos, ya que se fundan prácticamente al mismo tiempo, a finales del siglo XVI y principios del XVII, la época de mayor prosperidad económica y cultural de la historia de Sevilla.
Ésto propiciaba que hubiera gente con dinero y recursos suficientes como para ser benefactores de estos centros religiosos, además de una cantidad importante de pobres y mendigos como dar sentido a su existencia.
Como si estuvieran marcados por el mismo sino, los tres conventos desaparecerán en el segundo tercio del siglo XIX por los mismos motivos; la falta de vocación y esa secuencia fatídica que comienza con la invasión napoleónica, madura la Desamortización de Mendizábal y remata la revolución de 1868, la Gloriosa.
La calle Sierpes en 1880, poco tiempo después de la desaparición de los 3 conventos |
El primer convento que recordaremos será el de Nuestra Señora de Consolación, de las monjas Mínimas, fundado en 1593 en la esquina con la calle Rioja.
30 años antes, en 1563, la misma comunidad había fundado otro cenobio en el arrabal de Triana, pero las continuas y devastadoras inundaciones aconsejaron su traslado a unas casas intramuros situadas en la calle de los Perros, nombre con que era conocida Rioja en esos tiempos.
Por suerte para ellas, como se encargará de demostrar el devenir de los acontecimientos, no se deshacen del solar que ocupara su primitivo emplazamiento trianero, donde en 1603 fundarán el convento de la Salud.
Esquina de Rioja con Sierpes |
Uno de los mas ilustres huéspedes que tuvo este convento de las Mínimas fue la famosa Cruz de la Cerrajería, en nuestros días alma de la Plaza de Santa Cruz, a la que une una curiosa historia.
Encargada por los vecinos de la collación al maestro Sebastián Conde en 1692, esta meritoria obra de forja se encontraba en la confluencia de Rioja con Sierpes, más o menos en el lugar hoy ocupado por el kiosco.
Un emplazamiento ideal que daría bastante prestancia al entorno, aunque nadie contaba con el problema que se venía encima.
Y es que corría el año 1729 cuando Felipe V decide visitar Sevilla.
Su entrada la haría por la Puerta de Triana, bajando por la actual San Pablo para llegar a Rioja y después a Sierpes, desde donde enfilaría al Ayuntamiento. Pero había un obstáculo: la Cruz de la Cerrajería, que taponaba su paso.
Las autoridades deciden entonces retirar la Cruz, siendo trasladada al convento de las Mínimas, donde podría haber estado hasta nuestros días si no llega a ser por las protestas de los vecinos, que veían como el Rey regresaba a Madrid pero la Cruz seguía sin aparecer, reubicándose por fin en 1734.
Pero poco tiempo dura, ya que en 1796 vuelve a trasladarse a las Mínimas; hubo una tercera vez, en 1816, y aún una cuarta, en 1847, con el convento en fase de desaparición, motivo por el que posiblemente se manda al Museo Arqueológico, que se encontraba en el ex-convento de la Merced, hoy Bellas Artes, de donde saldrá años después al fin para la Plaza de Santa Cruz.
Cruz de la Cerrajería - Imagen: Wikipedia |
Estaba a mediados del siglo XIX, como hemos dicho, herido de muerte el convento de Consolación.
La pérdida de población de Sevilla tras la marcha de la Casa de la Contratación y las terribles epidemias que habían diezmado la ciudad, unidos a otra pérdida, la de vocación, provocan la decadencia absoluta del otrora intocable mundo religioso.
La Desamortización y un buen número de leyes dictadas durante la primera mitad del convulso siglo XIX hacen mella en el convento, que es definitivamente abandonado en 1868, con el triunfo de la Gloriosa y el advenimiento de la República.
Las pocas monjas que quedaban en la calle Sierpes se reunifican en el convento de las Mínimas de Triana, ese que habían refundado en 1603, y nuestro edificio se transforma en un corral de vecinos.
El patrimonio que aún quedaba a las Mínimas se dispersa para siempre, trasladándose por ejemplo el Retablo Mayor, espectacular obra del siglo XVIII, a la iglesia de la Concepción de Castilleja de la Cuesta, donde aún permanece en nuestros días.
Retablo Mayor iglesia de la Concepción, Castilleja Fuente: Rafaes.com |
El corral de vecinos que ocupa el antiguo cenobio de las Mínimas no tendrá sin embargo mucha andadura, ya que es demolido a principios del siglo XX, levantándose en su lugar el Salón Llorens, edificio regionalista del arquitecto José Espiau (1911) que tras ser usado varias décadas como Cine hoy es un Salón Recreativo.
En la misma manzana pero en la esquina opuesta hacia Pedro Caravaca, se encontraba el segundo edificio religioso de la calle Sierpes: el convento de San Acacio, de los agustinos calzados.
Dedicado a Centro de Estudios, sus orígenes son bastante parecidos a los del convento de las Mínimas, ya que también se fundaría extramuros, concretamente en la zona de la Cruz del Campo hacia 1593 gracias al mecenazgo de una noble dama llamada Leonor de Virués.
Pero también aquí las riadas así como un entorno insalubre y peligroso, hacen que los agustinos se trasladen en 1633 a unas casas sitas en la confluencia de la calle Sierpes con la de los Leones, hoy Pedro Caravaca.
Será este Colegio de San Acacio el edificio de menor importancia que tendrán los agustinos en Sevilla si se compara con sus otros dos conventos: la Casa Grande, en la Puerta de Carmona, y el de Nuestra Señora del Pópulo, en las inmediaciones de la Puerta de Triana.
Tampoco destacaba en lo artístico ni en su monumentalidad, a pesar de ser remodelado en el siglo XVIII por Leonardo de Figueroa, el genial arquitecto que dejara obras inmortales como la iglesia del Salvador, San Telmo o los Venerables.
Eso sí, la excepción hay que hacerla en el claustro central, uno de los más bellos ejemplares del barroco sevillano que, por suerte, aún hoy se conserva aunque bastante alterado.
Claustro de San Acacio antes de su rehabilitación Fuente: Conventos agustinianos de Sevilla y su desamortización |
Pero sin duda el principal legado que deja el Colegio de San Acacio será la impresionante biblioteca reunida por uno de sus religiosos mas importantes, el padre Gaspar de Molina y Oviedo.
Con una vastísima colección para su tiempo formada por más de 7000 volúmenes, a su muerte los dona a la ciudad, convirtiéndose una vez superados una serie de trámites legales en la primera Biblioteca Pública de Sevilla hacia el año 1749.
Por desgracia quedaban pocas décadas de vida a este Colegio y a su Biblioteca, ya que primero los franceses del Mariscal Soult y luego la Desamortización precipitan su final.
Las dependencias conventuales son ocupadas por la Administración de Correos, la iglesia se adecua para sede de la Academia de las Tres Nobles Artes y los miles de libros reunidos por los agustinos se trasladan a la Biblioteca Provincial.
En 1930 el edificio completo será adquirido por el Círculo de Labradores, que levantará allí su sede, teniendo al menos la deferencia de conservar el bellísimo patio barroco que diseñara Leonardo de Figueroa.
Y llegamos por fin al mas importante y famoso de los 3 conventos que se situaban en la calle Sierpes: el de Santa María de Pasión, de la orden dominica.
Situado en la manzana comprendida entre las actuales calles Rafael Padura (Vargas Campos) y Azofaifo, al igual que los otros dos cenobios tampoco fue éste su emplazamiento original, ya que en un principio se situó en los alrededores de la Alameda, en unas casas adquiridas gracias a las donaciones de un rico mercader llamado Gabriel Luis.
Trasladadas las monjas de Pasión a la calle Sierpes a los pocos años, allí labran un convento de bastante mérito artístico, en palabras de Félix González de León “amplio y alegre, y su iglesia muy capaz y adornada de tres naves”.
La entrada se producía desde la misma calle Sierpes, donde se situaba una portada “de ladrillo cortado muy arreglada del orden dórico” rematada por un segundo cuerpo en el que destacaba un “relieve de mármol, muy bien ejecutado, en el cual está Jesucristo crucificado y otros santos”.
Espectacular también debió ser el retablo mayor, tallado en madera de alerce y de orden corintio, donde interviene en 1631 el renombrado pintor Francisco Pacheco e incluso, se cuenta, uno de sus mejores discípulos: Diego Velázquez.
San Francisco de Asís y Sto. Domingo, procedentes del convento de Pasión y expuestas hoy en el Museo de Bellas Artes. Fuente: Foroxerbar.com |
Pero también le llega a este convento el punto y final con el siglo XIX.
La comunidad es exclaustrada tras la Desamortización, uniéndose las pocas religiosas que quedaban a las del convento de Madre de Dios.
El edificio de las monjas de Pasión se divide en dos partes, estableciéndose la famosa imprenta y litografía de Vicente Casajús en la zona conventual mientras la iglesia se habilita para dar misas.
De esa iglesia saldrá durante tres años (1846-1849) la Hermandad de la Sagrada Lanzada y, a partir de 1853, la Vera Cruz, que permanecerá allí hasta 1868.
Ese año la Gloriosa elimina por completo la huella de las monjas de Pasión, desacralizando su viejo templo que en poco tiempo será demolido y transformado en viviendas y comercios.
Nada queda por tanto en nuestros días de este convento, al menos a simple vista, ya que si entramos en el Comercial Sierpes es posible ver los restos de lo que parece ser un monumental pórtico adosado a una de las paredes.
Unos restos que carecen de sentido, que no casan con ninguno de los edificios del entorno, y que están allí como si alguien hubiera querido conservarlos para guardar algún recuerdo, quién sabe si el del viejo convento de las monjas de Pasión….
Una auténtica pena. A saber que sería hoy día de ciudades como Roma y Florencia de haber tenido los gobernantes que esta bendita ciudad ha tenido.
ResponderEliminarHace no mucho descubrí, de forma totalmente inesperada, que en lo que en los años setenta fuera una discoteca y hoy salón de celebraciones situado en la planta alta de la cafetería La Reja, pueden observarse los restos de unos arcos que debieron pertenecer a un claustro del convento de las monjas de Pasión. Pásate por allí y que te los enseñen; como te digo, me llamó mucho la atención por lo inesperado del hallazgo.
ResponderEliminarLa entrada, como siempre, excelente.
Hola..........
ResponderEliminarSoy nacida en Sevilla,bautizada en San lorenzo y criada en la calle,Hombre de Piedra,pero desde hace 40 años vivo en Gines.......
Me encantan las historias de Sevilla,y todo lo que sucedio en aquellos tiempo........Muchas gracias por estos escritos de Sevilla la antigua.......saludos
Muy interesante, me encanta la historia y aún más la de Sevilla, esta ha sido una entrada excelente ya que no sabia de la existencia de estos cenobios en la calle sierpes.
ResponderEliminarme ha encantado la historía de la calle
ResponderEliminarSierpes, no me la podía imaginar así, que pena que no respeten las obras que con el tiempo van formando la historía de una ciudad.......