Posiblemente la del Niño de Praga sea la iglesia sevillana más alta del mundo.
No porque su espadaña supere al campanario renacentista con que Hernán Ruiz rematara la Giralda en el siglo XVI; es más, ni siquiera creo que llegue a sobresalir más que ninguna de las torres que se alzan en la calle San Luis.
Este curioso récord lo ostenta porque se encuentra situada a 2347 metros de altura sobre el nivel del mar, en las estribaciones de la cordillera de los Andes y a pocos kilómetros de la Amazonia.
Y es que la iglesia del Niño de Praga es, junto a la de la Virgen del Rosario, la de San Vicente de Palmas o la de San José de Chalacay, uno de los templos de Sevilla de Oro, un pequeño cantón ecuatoriano oculto entre montañas de difícil accesibilidad, selvas impenetrables y acantilados imposibles.
Imagen: Perfil Panoramio de Enrique Rodas |
Su origen se remonta nada más y nada menos que a 1556, cuando un grupo de soldados españoles al mando de don Juan de Salinas Loyola funda una serie de ciudades para explotar nuevas minas de oro y, de paso, controlar en la medida de lo posible a la belicosa tribu de los jíbaros, famosos por reducir las cabezas humanas al tamaño de una manzana.
No se quebrará mucho la cabeza el Capitán Salinas a la hora de elegir el nombre de estas nuevas poblaciones, que se irán llamando según le dicten sus recuerdos… y así nacen Valladolid, Logroño, Santiago de las Montañas, Loyola… y Sevilla de Oro.
Pero tendrán muy poca vida, ya que si bien durante el mandato de Salinas y su sucesor, Juan de Alderete, las relaciones con los nativos son cordiales e incluso fructíferas para ambos pueblos, la llegada de un nuevo gobernador ávido de oro y riquezas dará al traste con todo.
Y es que a este buen señor, Juan Ortiz de Mariaca, no se le ocurre otra idea que imponer un fuerte tributo a los ya de por sí irascibles jíbaros, que ipso facto se levantan en masa comandados por su caudillo Quiruba.
En menos de un año todas las poblaciones son reducidas a cenizas y Mariaca achicharrado en un baño de ese oro que tanto codiciaba, acabando de esta forma la aventura colonial en 1599, ni medio siglo después de su inicio.
Tan sólo quedarán algunos pequeños núcleos de población diseminados por la zona, prácticamente aislados hasta la llegada de los primeros misioneros en el siglo XIX.
Uno de ellos, el sacerdote salesiano Albino del Curto, conocido como el Caballero de los Andes, dotará alrededor del año 1920 de una cierta cohesión a las aldehuelas, llamando a la principal y más importante Sevilla de Oro por el gran parecido que tenía con su ciudad natal y por lo que abundaba el precioso metal en sus inmediaciones.
Imagen: Julio Ortiz Blogger |
Hoy en día, Sevilla de Oro es un cantón autónomo que ha alcanzado una cierta prosperidad económica gracias a la energía hidráulica, no en vano genera el 60% de la electricidad consumida en Ecuador.
Sus fiestas, sus costumbres, la vida de estos sevillanos allende los mares, de estos sevillanos andinos, pueden conocerla si tienen curiosidad en este vídeo que publicó hace un tiempo el Ayuntamiento cantonal.
Otra Sevilla, diferente, con su encanto y su belleza… otra Sevilla, en este caso, de Oro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios: