31 de agosto de 2008

Arqueología personal

Muchas veces los armarios y roperos de las casas suelen ser yacimientos arqueológicos familiares en los que se encuentran vestigios supervivientes de épocas ya pasadas y de las limpiezas profundas que suelen marcar los cambios de ciclo en la vida de los moradores de la vivienda.

Por ello, encontrar en las entrañas del altillo de mi habitación una vieja bolsa verde de Mercamabel no podía significar otra cosa que, cuando menos, retroceder en el tiempo un buen puñado de años, los años que (a juzgar la antigüedad de esa cadena de supermercados) llevaría la bolsa cerrada (quién sabe por qué motivo se cerró), y lo mas importante, los años que tiene el contenido que se encuentra en su interior…

Quizás sería un destacamento del Séptimo de Caballería versión clicks de Playmobil, o podría tratarse de los últimos restos que quedan de mi vieja tropa de He-Man y sus Masters del Universo, o lo mismo eran unas cartillas de Rubio extraviadas después de cualquier verano. Fuera lo que fuese, el paseo nostálgico por los primeros años noventa estaba garantizado, ya que la antigüedad de la bolsa de plástico así lo hacía presagiar.

Es curioso, pero la cronología de un barrio o de una calle se puede establecer recordando los distintos supermercados que han pasado por ella; los San Eloy, Mercamabel o Supercanguro de antaño han sido hoy día sustituidos por los Mercadona o El Jamón. Memoria urbana en estado puro.

Lo que se se encontraba dentro de la bolsa, como suponía, no defraudó para nada. Ante mi tenía varios equipos de chapas, forrados de tela, con sus escudos, sus nombres y toda la parafernalia que dictaban los cánones, garbanzo-balón incluido. Una reliquia.

Durante unos minutos el tiempo se detuvo mientras buceaba entre los distintos equipos, los jugadores, los recuerdos… el Sevilla de Toni Polster, Ramón o don Francisco López Alfaro, el Betis de los Pumpido, Yáñez y Poli Rincón, las grandes gestas de la Quinta del Buitre, los inicios de Cruyyf en el banquillo del Barcelona; retazos de la historia reciente del fútbol reducidos a tapones de Cruzcampo forrados por trozos de tela.

Crear un equipo de chapas era todo un ritual, además de una auténtica labor de artesanía; desde la búsqueda de los tapones mas planos y perfectos hasta reunir al menos once estampas del equipo que se quería fabricar en las que recortar los nombres y los escudos pertinentes, todo ello pasando por los trapos para forrar las chapas o los rotuladores con los que colorear las equitaciones. Un completo ejercicio de paciencia y creatividad que hoy, desgraciadamente, se ha perdido.

Esta época, el final del verano y por tanto inicio de la Liga de Fútbol, era precisamente uno de los puntos álgidos de la temporada de chapas, que duraba hasta mediado el Otoño, cuando hacía demasiado frío para estar sentado en el suelo disputando los partidos y campeonatos que se celebraban entre la chavalería.

Y no sólo estaban los equipos de fútbol: de las chapas también salían vueltas ciclistas y, cuando ya estaban inservibles, los topes de las cuerdas de los trompos; y es que los distintos juegos y diversiones se solapaban entre ellos: los citados trompos o peonzas con sus púas carniceras y las ollas donde expiaban sus pecados los mas torpones, las bolas con el nicli, nacle, chonacle, el teje, la lima, el elástico… juegos con personalidad propia, reglas propias, canciones propias, en definitiva, vida propia.

Es curioso, pero por el precio de las estampitas (que yo dejé a 2 duros y ya me parecía caro, así que no quiero ni saber a cuanto están a día de hoy), de un trompo (no mas de 5 duros) o de unas cuantas de canicas, en fin, con un muy bajo presupuesto, pocos medios y mucha imaginación, conseguíamos que los tres meses de vacaciones se nos hicieran cortos.

Sin duda, eran otros tiempos en que una generación de niños ejercía de bisagra entre dos épocas bastante diferenciadas, conjugando juegos y tradiciones heredadas del pasado con nuevas diversiones basadas en los últimos avances tecnológicos que poco a poco se abrían paso en forma de consolas de videojuegos u ordenadores de pantallas monocromo; la misma generación que mas adelante, según la época y la campaña de marketing del momento, fue llamada sucesivamente de los JASP (primer anuncio que nos etiquetó mediados los 90), luego Generación X y ahora mileuristas.

Esos niños que apurábamos el bocata de nocilla mientras Adela Cantalapiedra y su traductora de sordomudos daban el Avance Informativo para estar merendados y no perder ni un solo detalle de Barrio Sésamo; esos mismos que teníamos a Ángel Nieto de enemigo público número uno, ya que no entendíamos como la disputa de un Gran Premio de motos podía suspender el capítulo dominical de Willy Fog; los mismos que cargábamos la cinta en el Spectrum o el Amiga 500 para dejarnos los ojos matando marcianos en pantallas verde fosforito; los mismos que el Día de Reyes lo pasábamos lloviera o hiciera frío en la calle con nuestras nuevas adquisiciones desde primera hora de la mañana: todo regalo era susceptible de ser bajado a la calle ese día, desde los juguetes hasta la ropa (recuerdo el año en que las calles sevillanas se llenaron en pleno mes de Enero de niños vestidos con la horrible equipación amarilla del portero ruso Dassaev (supongo que la asistencia a clase el día después disminuiría considerablemente por mor de los resfriados que pillarían los pobres chavales…)).

En la actualidad los días 6 de Enero lo que menos se ve en la calle, desgraciadamente, son niños; y no es precisamente porque no se hagan regalos, ya que los contenedores están repletos de cajas de cartón que lo atestiguan. Simplemente, los tiempos han cambiado.

Empezando por las mismas calles de la ciudad, ahora convertidas en grises terraplenes de cemento y asfalto. Sin albero en el que hacer el hoyo donde colar las bolas, la rueda donde bailar el trompo o el rectángulo donde clavar la lima, poco o nada se puede hacer.

Como ejemplo me basta asomarme a la plaza de mi barrio, hasta hace pocos años un parque de albero con columpios, toboganes y otros juegos que hoy día se ha convertido en una calle ancha con cuatro bancos colocados de forma estúpida y sin sentido; curioso que se haya trasladado todo este antiguo mobiliario infantil a plazas céntricas de la ciudad, como la Alfalfa, mientras ha desaparecido de los barrios, donde se supone que hay mas niños. Lo de siempre…

Pero si tratamos este tema, es inevitable hacer mención especial a los principales responsables de que se haya firmado del acta de defunción de los juegos tradicionales, por supuesto los videojuegos en sus múltiples modalidades (consolas, ordenadores, etc).

Si bien en sus inicios era posible compatibilizar el Emilio Butragueño o el Capitán Sevilla con las partidas de chapas, el avance continuo en tecnologías y medios, el realismo conseguido en los juegos, el continuo bombardeo de la publicidad, unido a una nueva sociedad cada vez mas individualista y encerrada en sí misma (sobre todo a tempranas edades); consiguió primero comer terreno y finalmente ganar la partida a los juegos tradicionales, hasta casi erradicarlos en la actualidad.

Si Carlos Marx decía que "la religión es el opio del pueblo", en nuestros tiempos, con televisión, consolas, internet y demás inventos, se podría decir que la población es politoxicómana. Más aún si hablamos de la gente joven. Y es que hoy nadie va a convencer a un niño a que reúna 22 tapones de botella, los forre de tela, los pinte y se tire al suelo para jugar un campeonato de chapas pudiendo bajarse el Pro-Evolution del emule y jugar un campeonato del mundo en un LCD de 32 pulgadas….

Es así de triste y de cruel, pero bueno, siempre nos quedarán las bolsas extraviadas del Mercamabel para recordarnos que hubo otros tiempos, otros juegos y, por qué no decirlo, otros niños.

15 de agosto de 2008

Hasta Septiembre...

Tal y como reza el titular, Sevillanadas se aparca durante unos días. No estaré del todo perdido ya que el portátil viene conmigo y, si la Virgen de Regla lo permite, me podré conectar de vez en cuando a internet; eso sí, la actividad supongo que será menor a no ser que suceda algo que me saque de mis casillas (aspecto que no descarto).

Por cierto, aclaro: no es que la Virgen de Regla sea la patrona de internet (¿al final nombraron a Santa Tecla?) ni tampoco lo es de este blog; la cuestión es que desde mi piso de Chipiona se capta la señal del Santuario, por lo que de vez en cuando podré darme paseos por estos lares.

Total, que durante 15 días dejo Sevilla; es poco tiempo, así que no creo que haya muchos cambios; a mi vuelta se habrá calmado algo la dichosa canícula, seguirán los atascos y los semáforos en la S-30, la Alameda continuará sin bancos, las Setas estarán un poco mas creciditas, el tranvía seguirá llamándose Metrocentro y, si nadie lo remedia (y precisamente en la segunda quincena de Agosto no suelen remediarse muchas cosas (y menos aún las que nunca se remedian)), Santa Catalina seguirá siendo una techumbre metálica sobre una iglesia gótico-mudéjar del siglo XIV.

Aunque parece ser que en los próximos días si que va a producirse un cambio interesante, concretamente en lo que respecta al tráfico de la ciudad en la Ronda Histórica: el establecimiento de un sentido único en la dirección Barqueta – Carretera de Carmona (entre las antiguas Puertas de Vibarragel y del Sol, para los nostálgicos como yo…); no se si será una buena solución y aliviará algo mas el intenso tráfico de la zona y aledaños; tampoco tengo elementos de juicio para opinar sobre su conveniencia; simplemente es un intento de solucionar (sin que sirva de precedente…) un problema importante de la ciudad y eso, al menos se agradece.

Por si finalmente la cosa funciona, un servidor se ha dado una última vueltecita en este sentido de la Ronda que, al menos durante unos meses (o una legislatura) parece ser que pasará a la historia.

Así que nada mas, os dejo con mi paseo por el que dentro de poco será sentido histórico de la Ronda Histórica, aderezado con un poco de Queen para camuflar lo qu se pueda la baja calidad del vídeo, que no es precisamente merecedor de un Globo de Oro; pero bueno, me parecía gracioso colgarlo para este punto y aparte hasta Septiembre.

13 de agosto de 2008

Terapia Hortícola

En este mundo tan acelerado en el que se vive a un ritmo de vértigo la gente busca “tablas de salvación” a las que aferrarse para, al menos durante un tiempo, evadirse de la realidad y obtener, aunque solo sea un rato, una mayor calidad de vida.

Esas “tablas salvavidas” pueden ser de todo tipo: desde actividades exóticas y en ocasiones esperpénticas (normalmente importadas del Lejano Oriente…) hasta acciones cotidianas que durante toda la vida han pasado desapercibidas pero que repentinamente, por mor de un estudio revolucionario o de una tendencia esnobista, son elevados a los altares de la salud y el bienestar. La jardinería es un buen ejemplo de este último caso.

Antiquísima profesión o, en algunos casos, obligación, la jardinería ha sido en los últimos años adoptada como una terapia alternativa: la terapia hortícola; descrita como una actividad que mejora el estado físico y mental, su mecanismo es bastante simple, ya que el paciente cuida un espacio verde propio en el que se refuerza su bienestar mediante actividades relajantes como la poda o el riego.

Como siempre, a la cabeza de esta terapia verde están los amigos japoneses (con sus bonsais) y los americanos, que incluso tienen su Asociación Americana de Terapia Hortícola, fundada en 1973.

En España, aunque a pasitos lentos, esta terapia parece que poco a poco va calando dentro de la gente y cada vez gana mas adeptos, aunque diste mucho de alcanzar los niveles de los países antes mencionados. Sevilla, por ejemplo, tiene el caso de las huertas del Parque de Miraflores o la apertura de algunos establecimientos especializados en el tema. Pero hay un caso mucho mas curioso relacionado con esta terapia natural...

Crisis en bastantes niveles y aspectos (sociedad, política, economía...), disputas políticas, escasez de infraestructuras, problemas de transportes, obras sin empezar, otras tantas sin acabar, mas aún sin ni siquiera proyecto… sobre la Sevilla del siglo XXI se cierne un surtido variado de problemas y complicaciones ante los que, llámese curiosidad, casualidad o como se quiera, parece como si la ciudad se hubiera refugiado en esta terapia hortícola con el fin de evadirse de ellos.

De esta forma han aparecido una serie de plantas y elementos vegetales en distintos puntos del casco histórico que, como suele ser habitual en esta bendita tierra, a buen seguro dilatarán su existencia en el tiempo, ya que este tipo de reparaciones y correcciones tampoco es que sean la especialidad de la casa…

Uno de estos hitos verdes lo encontramos en la Plaza del Museo. En el centro de este espacio que fue antigua Casa Grande de la Merced se encuentra la estatua de Bartolomé Esteban Murillo, uno de los mas ilustres artistas que ha dado esta tierra y cuyas obras, como ya se ha visto en anteriores entregas, hicieron las delicias de personas tan entendidas en materias pictóricas como el Mariscal Soult, que se llevó una buena muestra de las mismas a su Francia natal.

Pues bien, en el segundo cuerpo del pedestal de mármol sobre el que se erige la escultura creada en el taller del madrileño Sabino de Medina, han crecido (con mucha gracia por cierto ya que se dan un aire a los candelabros de un misterio de Semana Santa (sólo faltan los guardabrisas)), unas plantas silvestres que, como siga así la cosa, dentro de poco van a permitir que se ponga bajo palio al genial pintor.

Una de dos, o las plantas en cuestión son de crecer rápido o el pedestal no se limpia desde que el mismísimo Sabino de Medina colocó la estatua…

Otro ejemplo curioso de esta terapia hortícola emprendida por la ciudad lo tenemos en la cercana Plaza de la Encarnación. Mientras las Setas (ya bautizadas oficialmente de esta forma por el alcalde la semana pasada) no digan lo contrario, uno de los principales atractivos de esta plaza es el inmenso laurel de Indias que se alza en el extremo suroeste de la misma. El árbol, único superviviente de la terna original que se plantó al crearse la plaza por los años 50 para unir Imagen con Laraña (el otro que hay es mas reciente), ha crecido de una forma descomunal y sus hojas prácticamente abarcan la totalidad de la Encarnación; tan grande ha sido el crecimiento del árbol que ha arrasado con todo lo que había a su alrededor, entre otras cosas con una arqueta de saneamiento que, como se ve en las imágenes, ha sido prácticamente abrazada por las raíces, formando una curiosísima estampa digna del decorado de una película de Tim Burton.

Y lo gracioso es que la tapa de la arqueta no parece muy antigua, vamos, que o bien el laurel es de la misma especie que las plantas silvestres de la estatua de Murillo y ha ensanchado el tronco en tiempo récord o es que, sin saberlo, contamos en la plantilla de Emasesa con todo un señor artista fontanero, capaz de encajar una tapa de fundición en lugares tan recónditos como la base de un árbol de mas de un metro de diámetro. Eso si, sea cual sea el origen de esta curiosidad, lo que está claro es que como haya que reparar el saneamiento de la plaza vamos a tener serios problemas….

Pero claro, puestos a elegir un lugar representativo en el que poner en práctica esta terapia hortícola está claro que cualquiera elegiría, sin duda alguna, el enclave mas privilegiado de la ciudad, que no es otro que el Campanario de la Catedral de Santa María, esto es, la Giralda.

Y parece que se ha tenido buena cuenta de ello, ya que en el último tramo del cuerpo musulmán del antiguo alminar almohade, sobre el que apoya el tramo renacentista que sirve de base a la terraza de las azucenas, crecieron esta primavera unas plantas silvestres que ponen una nota de color a los paños de sebka heredados de nuestros antepasados árabes.

La de vueltas que habrán dado las semillas de las dichosas plantitas para llegar hasta allí; parece incluso como si estuviera hecho adrede y hubieran escogido voluntariamente ese sitio para germinar… Casualidad, caprichos de la naturaleza…

Hace tiempo que no paso por allí, de hecho las fotos son del Corpus Christi, y posiblemente las plantas estén secas después de la canícula de las últimas semanas; o hayan sido arrancadas (lo cual, como en la estatua de Murillo, veo poco probable, ya que de haber sido así habría aparecido la noticia en todos los periódicos e informativos locales); eso si, en caso de que permanezcan en su sitio y mientras el Ayuntamiento decide el futuro de estas plantas, un servidor se ofrece voluntario para ser su jardinero. Y gratis.

6 de agosto de 2008

La Plaza de la Encarnación; 3ª Parte: Metropol Parasol

Entramos por fin de lleno en este tramo final de la historia de la Plaza de la Encarnación, ese inmenso solar que habíamos dejado vacío en 1973 y que, incomprensiblemente, ha llegado así hasta nuestros días. Dejadez, incompetencia, falta de ideas, de fondos, de medios… lo cierto es que después de 35 años en las instalaciones provisionales del antiguo Mercado de Abastos sigue colocada la misma cartela, aunque todos los indicios apuntan que será por poco tiempo… Un proyecto polémico, comerciantes hastiados, media ciudad disconforme, la otra media entregada, la ciudad entera incrédula y expectante: si Berlanga volviera al cine haría maravillas…

Los edificios que conforman el perímetro de la Encarnación son de lo mas variado, tanto en tipología como en gusto. Comparando la imagen actual de la Plaza con las fotos que nos han llegado de los años veinte e incluso de mediados del siglo pasado, se puede recurrir sin ningún tipo de duda al tópico de “cualquier tiempo pasado fue mejor…

Desde los grandes bloques de vivienda al más puro estilo regionalista de la esquina de Laraña o de Regina, pasando por la medianera de la Iglesia de la Anunciación, por los bloques con pérgolas modernas de la esquina de Imagen, por la mole blanca e impersonal de la sede de Hacienda, por el edificio de ladrillo visto de la antigua calle del Aire… hasta llegar a la construcción revestida con azulejos en plan mosaico que está situada al final de Regina, sin olvidar el edificio medio hundido en su segunda planta del Café de Indias (como diría Michael Ende, “esa es otra historia que deberá ser contada en otro momento…”). Un auténtico caos.

Total: paredes encaladas, revestidas de piedra, de ladrillo, de mármol; ventanas, balcones, edificios de distintas alturas… la plaza es hoy día un catálogo de fachadas de todos los estilos y gustos (y disgustos).

Tanto ha cambiado la Plaza que por ejemplo de lo que aparece en la foto bajo estas líneas sólo quedan la Farmacia y el Banco de Vizcaya; y ni eso, ya que la Farmacia no se encuentra en el mismo sitio (fue demolido ese edificio para ampliar la calle José Luis Luque y se trasladó al aledaño).

Entre este mosaico de piezas tan distintas, se ha puesto una guinda que no viene sino a echar mas leña al fuego. Una guinda con forma de seta, el proyecto Metropol Parasol que, siempre desde mi punto de vista, voy a comentar a continuación.

Esta obra, nacida en el estudio de arquitectura de Jürgen Meyer, aúna por un lado lo mejor de todos los proyectos que se han realizado en el solar que se creó tras la intervención francesa, esto es, se mantiene la plaza como espacio abierto y transitable en la totalidad de su superficie (para lo que fue concebida en su momento por Soult y cia.) y se reubica el antiguo mercado de abastos (uso que se le dio finalmente tras la marcha de las tropas napoleónicas). Pero por otro lado se vuelve a cometer el mismo error de siempre y que tantas veces se ha repetido en el lugar: se coloca algo que, en principio, nada tiene que ver con lo que se encuentra alrededor. Pero vayamos por partes.

Metropol Parasol se puede dividir en 4 niveles principales: los restos arqueológicos encontrados en el subsuelo, el mercado, la plaza y las plataformas elevadas (las setas para entendernos).

El tratamiento dado al primer nivel, los restos arqueológicos que han sobrevivido (esa es otra) a la cimentación de las setas, creo que es bastante acertado: la idea de bajar a las entrañas de nuestra ciudad para ver lo que queda de las antiguas calles y edificaciones romanas es en principio muy sugerente. Y digo en principio porque esa misma iniciativa se puso hace años en práctica en el Museo Romano de Mérida, obra de Rafael Moneo (el arquitecto del edificio de Previsión Española, junto a la Torre del Oro) y las sensaciones que uno tiene una vez ha hecho este paseo por la antigüedad no es que sean muy satisfactorias… Pero bueno, al menos podremos ver los restos (de los restos) en su ubicación original, que no es poco en los tiempos que corren.

Los dos niveles siguientes, plaza y mercado son, siempre desde mi punto de vista, lo mejor del proyecto; la ciudad necesitaba este gran espacio abierto que comunicara los ejes Puente y Pellón-Regina y Laraña-Imagen, como se ha visto en la 2ª parte de este resumen, desde que se demolió el viejo convento y los palacios aledaños. Con Metropol no solo se consigue este aspecto, sino que incluso se reubican las instalaciones del viejo mercado, una deuda que se tenía pendiente desde 1973. En definitiva, los comerciantes ganan su mercado y Sevilla gana una plaza.

Pero claro, llegamos al cuarto punto, sin duda el mas polémico y controvertido: los parasoles, plataformas elevadas o, según nomenclatura popular, las setas

Las seis setas que cubrirán la plaza son plataformas en altura que tendrán la doble función de dar sombra a los transeúntes y servir de mirador, aunque solo se elevarán escasos metros por encima de los edificios aledaños.

Estarán cubiertas de madera y se inspiran en los grandes árboles de la vecina Plaza de San Pedro, aunque claro, del modelo a la obra final va un trecho bastante grande, y de esa inspiración arbórea poco o nada ha quedado en el resultado…

Sin duda alguna se trata de unas estructuras que se podían haber resuelto de otras formas mucho mas simples, baratas y corrientes, aunque finalmente se ha optado por una solución muy moderna (quizás demasiado), cara (quizás demasiado) y atrevida (quizás demasiado) que no deja indiferente a nadie.

En el plano personal, y evidentemente me voy a mojar, me gusta la idea de introducir algo nuevo en el corazón de la ciudad (en un corazón tan maltratado y esquilmado como es el caso de esta plaza); me parecería mal que se ubicara en otros entornos mas consolidados como la Plaza de la Virgen de los Reyes o en el Salvador; como también me disgustaría si se derribase un edificio o se eliminara un espacio existente para meter las setas, tal y como se hizo a mediados de los 50 en la Plaza del Duque o en la Magdalena. Pero ya digo, introducir un nuevo elemento en la ciudad es clara señal de que ésta tiene vida, a diferencia de, por ejemplo, la vecina Itálica, que no ha cambiado en dos mil años, una ciudad muerta.

Siguiendo con el hilo de referencias históricas, quién sabe lo que pensaron los sevillanos del siglo XII cuando a Abu Yacub Yussuf se le ocurrió hacer un alminar de 51 metros de altura en la mezquita mayor de la ciudad, muy por encima de todos los edificios y torres que había hasta entonces…

Pero vuelvo a decir una vez mas, es mi opinión; y si hay algo que caracterice a los habitantes de esta ciudad es sin duda alguna el entusiasmo (a veces exagerado y hasta peligroso) a la hora de defender sus ideas y opiniones, mas aún cuando éstas se reducen solo a dos opciones (el manido dualismo o, como está ahora de moda, la “bipolaridad”…)

Y lo mismo que tenemos bandos antagónicos en el fútbol con el Sevilla y el Betis, en la Madrugá con la Macarena y Triana o a la hora de veranear con la costa de Cádiz o la de Huelva, es totalmente lógico que haya opiniones enfrentadas en lo referente a una apuesta tan atrevida y polémica como es el Metropol Parasol, aunque estoy seguro que la mayoría de la gente no sabe realmente de qué va el proyecto (ni por parte de los defensores ni por parte de los detractores del mismo).

Un servidor, de la misma forma que es fiel seguidor del Sevilla, prefiere la costa de Cádiz y (con permiso) se abstiene de pronunciarse en el tema de la reina de la Madrugá ya que solo tiene ojos para la que pasa por San Román, se alinea en este caso a favor del trabajo de Jürgen Meyer si todo se realiza tal y como está previsto, aunque haya una serie de aspectos que no tenga del todo claros.

Y es que el proyecto genera, a mi juicio, varias dudas y problemáticas que pueden influir considerablemente en que el resultado final sea un hito histórico en la ciudad o un nuevo fracaso (o como gusta denominar por estos lares, una chapuza)

El primer escollo importante a salvar es el destino de la actual Plaza, esa que surgió tras la demolición de la mitad sur del mercado y que actualmente es el centro neurálgico de la flota norte de autobuses de la ciudad.

Viendo los planos del proyecto, parece ser que la actual arboleda va a sufrir importantes bajas, sobre todo en la población de naranjos. Es curioso que en las últimas grandes obras que se han realizado en la ciudad hayan sido estos árboles los principales damnificados (aún recuerdo el “traslado” de ejemplares en la Avenida de la Constitución cuando las obras del tranvía).

Pero bueno, árboles a parte, el problema viene precisamente con el tratamiento que se va a dar al espacio que bordean estos árboles, es decir, la actual Plaza de la Encarnación. Y es que no tiene sentido dejar una plaza dentro de una plaza, por ello lo mas lógico sería eliminar la antigua o integrarla dentro de la nueva; pero claro, menos sentido tiene que se pueda dar la paradoja de conservarse los cimientos de las casas romanas por un lado mientras se traslada la fuente pública mas antigua de Sevilla por no tener sitio en la plaza. Difícil la encrucijada, sin duda alguna. De momento, la fuente y las farolas que aún quedan de la época en que se creó la plaza parece como si observaran expectantes el crecimiento de las setas…

Otro aspecto escabroso es el relacionado con las infraestructuras y el entorno que se pretende crear en la nueva Plaza. Puede resultar bastante grotesco ver la típica patulea de japoneses delante de nuestras setas ultramodernas oliendo a excrementos de caballo o esquivando a las gitanas que venden romero. Al menos el entorno de la nueva Encarnación deberá sufrir un cambio importante si se quiere ofrecer una imagen de modernidad acorde al proyecto que se va a construir; en caso contrario, todo quedará como un relleno modernito dentro del caso histórico sin sentido, algo parecido a lo que ocurre por ejemplo con las columnas romanas de la calle Mármoles pero a la inversa, es decir, unos elementos de otra época que aparecen de repente en una plaza.

Tampoco es que se tengan que derribar los edificios aledaños para crear un entorno acorde al Metropol, pero al menos los medios de transporte y las infraestructuras básicas deberían estar pensadas acorde al proyecto. En resumen, esperemos que no se pongan las tan recurrentes farolas fernandinas debajo de las setas…O mas claro aún: que no haya catetadas.

Y para acabar (que ya va siendo hora) el que veo principal problema que va a tener la Plaza a largo plazo, y que no es otro que nuestra forma de ser.

El tiempo pasa, las cosas envejecen, se gastan, se rompen… y mas si estas al aire libre. Un edificio de madera evidentemente tendrá que tener un trabajo de conservación y, llegado el momento, de reposición. Si en la Plaza de España, uno de los emblemas de la ciudad, se ha tensado tanto la cuerda que prácticamente llegó a estar casi en ruinas… Sabiendo que parte de la población y de los políticos no se identifican con el proyecto, ¿qué destino le deparará a las setas cuando, dentro de unos años, el sol, la humedad y demás empiecen a hacer mella en las lamas de madera?

Tiene toda la pinta que la nueva Plaza de la Encarnación será el chivo expiatorio de los pecados de Alfredo S. Monteseirín en las próximas legislaturas, de la misma forma que el parque del Prado de San Sebastián lo ha sido de Soledad Becerril o el Estadio Olímpico de Alejandro Rojas Marcos. De hecho, no me cabe la menor duda de que si el PP gobernara hoy en la ciudad la biblioteca de Zaha Hadid no se ubicaría en los jardines del Prado o si lo hiciera el PA el estadio de la Cartuja estaría mas y mejor aprovechado. Desgraciadamente, esta es nuestra idiosincracia, y lo mismo que nuestros trabajos y logros solemos elevarlos a los altares, es habitual menospreciar y ningunear los de los demás. Egolatría, ombliguismo: esto es lo que hay.

Así que no habría que asombrarse mucho si dentro de unos años hubiera que pasar bajo las setas con paraguas para esquivar la lluvia de lamas

Pero bueno, solo son tribulaciones y supuestos; esperemos que todo quede en papel mojado y el proyecto no solo se integre en la ciudad, sino que incluso sirva para darle mas importancia y prestigio.

Alea Iacta Est