Históricamente O’Donnell ha sido una de las calles más importantes de Sevilla.
Conocida antaño por el nombre de “La Muela” por una piedra de molino de considerables dimensiones que al parecer se embutía en la fachada de un edificio a modo de guardacantón, son muchas las familias nobiliarias que labraron en ella sus palacios y casas principales.
Con el paso del tiempo, espoleada por el auge económico que experimenta la zona durante el siglo XIX, sobre todo al crearse la Plaza del Pacífico tras la demolición de la iglesia de la Magdalena y la implantación de “negocios modernos” como cafés o teatros en el entorno Campana-Sierpes-Tetuán, la calle comienza a atraer a los comerciantes, perdiendo de esta forma el uso residencial ese carácter de “exclusividad” que hasta entonces había ostentado.
Antigua Plaza del Pacífico (hoy Magdalena); al fondo el inicio de O'Donnell |
Y así el señor Grau abre su Droguería Barcelonesa, donde vende excelentes betunes para limpiar zapatos que le proporcionarán ganancias y fama mundial durante décadas.
O Rodrigo Bordillo su refinada tienda de aguardientes, licores y vinos, lugar de referencia obligada para paladares exquisitos; o los señores González Soto su despacho de azulejos, desde el que tanto ayudarían en la reivindicación cara al público del fruto de los tejares trianeros.
Por no hablar del celebradísimo Café París, joya del modernismo sevillano mas reciente en su construcción y también por desgracia en la demolición, donde la ciudad de los primeros años del siglo pasado tendrá su tertulia y punto de encuentro.
No es de extrañar, por tanto, que la revista El Porvenir llegara a definir O’Donnell como “la calle más céntrica, concurrida y decente de esta nobilísima ciudad” a tenor de la enorme importancia económica y social que llega a adquirir.
Casa-Palacio de la familia Concha y Sierra |
Entre las familias que se afincaban en O’Donnell estaban los Concha y Sierra.
Propietarios de una mítica ganadería de toros bravos, a mitad de la calle se alzaba su imponente casa-palacio, cuya fachada vemos en la imagen superior.
Cuentan que ante ese pórtico de reminiscencias neoclásicas se quitaba el sombrero el mismísimo Juan Belmonte cada vez que pasaba como deferencia a los ganaderos, según parece en recuerdo de una de las reses nacidas de su hierro, Barbero, al que en 1917 hizo en Madrid la que dicen fue mejor faena de su carrera.
Levantado en dos niveles, destacaba en este edificio su espléndida portada de mármol rojo sobre la que volaba un mirador al más puro estilo sevillano, con cristalera y elaborada rejería.
A ambos flancos, una secuencia de ventanales en planta baja y balcones en la superior le daría una apariencia similar a muchos de los caserones de la misma época que aún se conservan en otras zonas de la ciudad en las que la piqueta no ha hecho muchos estragos, como San Vicente o San Bartolomé.
Porque no escapó a ella esta casa-palacio…
Calle O'Donnell en los años 80 |
La concentración de negocios, la cada vez más difícil accesibilidad, el aumento del tráfico y otros factores diversos, hacen que la zona deje de ser un buen sitio para vivir.
Los antiguos e imponentes caserones dejan de ser habitados y pasan a convertirse en comercios, oficinas y sedes de empresas: donde antes había un zaguán ahora hay un escaparate y los patios señoriales pasan a llenarse de expositores y vitrinas.
Eso, claro está, en el mejor de los casos… porque no fue tan benévolo el destino con la casa-palacio de los Concha y Sierra, que a primeros de los setenta es completamente derribada.
Sobre su solar se levantará un moderno bloque de viviendas y de paso es abierto un necesario pasaje conectando O’Donnell con San Eloy, pasaje que desde 1972 recibe el nombre de Manuel Alonso Vicedo en homenaje al director de Radio Sevilla, muerto pocos meses antes en accidente de tráfico.
Pasaje Manuel Alonso Vicedo |
Sin embargo no desapareció totalmente la casa-palacio de los Concha y Sierra.
Como una deferencia postrera al viejo caserón del novecientos demolido, el pórtico de mármol rojo desde el que se accedía fue recolocado en la cara interna del pasaje.
Modificado, ampliadas sus trazas y con algunas “licencias estilísicas” para adaptarlo al nuevo emplazamiento, aún hoy permanece, como si fuera un guardián de la memoria del otrora imponente edificio y del mismo pasado de O’Donnell, ese pasado de palacios y excelentes mansiones que el devenir de los tiempos ha convertido en tiendas y oficinas.
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