La altura de Sevilla

Nueve con diez metros sobre el nivel medio del Mediterráneo en Alicante. 

Es la altura a la que se encuentra el Ayuntamiento de Sevilla según la placa situada junto a su entrada por la Plaza Nueva.

Algo más alto, a trece cuarenta, están los viejos Juzgados de Almirante Apodaca, hoy sede de la Hemeroteca Municipal, otro de estos ejemplos altimétricos que se pueden encontrar paseando por las calles sevillanas. 

El origen de estas placas, normalmente situadas en edificios importantes y estaciones de tren, se remonta al último tercio del siglo XIX, cuando se crea la Red Nacional de Nivelación, hecho que será fundamental para elaborar el mapa cartográfico del país y, de esta forma, desarrollar las redes de ferrocarriles y carreteras.

Sin embargo, cosas de la historia, la altura exacta de Sevilla ya había sido calculada antes, muchísimo antes, nada más y nada menos que a finales del siglo XIII, en tiempos del Rey Sabio. 

Placa señalando la altura sobre el nivel del mar
situada en el Ayuntamiento de Sevilla

Alfonso X, antes Burro según nuestro callejero, reunió las largas temporadas en que fijó su Corte en Sevilla una espectacular pléyade de intelectuales, sabios y artistas de todas las materias, todas las razas, todos los credos y todas las religiones, devolviendo a la ciudad el esplendor cultural que tuvo en época de Almutamid o, apenas un siglo antes, cuando era capital del imperio almohade del gran Abu Yacub. 

Juglares, músicos, poetas, trovadores, escritores, historiadores, físicos, matemáticos… todo aquel que estuviera relacionado con el mundo de la cultura tenía su sitio en esta floreciente urbe donde destacaba entre todos la figura de Isaac ben Sayyid, un rabí de origen toledano al que algunas fuentes también llaman Zag de Sujurmenza. 

Judío converso, el rabí Zag o Rabiçag era uno de los astrónomos mas afamados y reconocidos de la época, siendo tenido en gran estima por el rey Alfonso, todo un apasionado de la ciencia de las estrellas. 

Alfonso X el Sabio y su Corte
Imagen: Wikipedia

La vieja Isbilya, en esos momentos (con permiso de Toledo) la principal ciudad del Reino de Castilla, era el lugar idóneo tanto para aprender como para desentrañar los secretos del firmamento.

Durante siglos había sido uno de los centros de estudio más importantes del Islam, destacando las escuelas que se encontraban en la calle de los Alizares, hoy Córdoba. 

A esas escuelas árabes, por ejemplo, vino a formarse el monje benedictino Gerberto, mas tarde Papa Silvestre II, y seguramente en ellas impartiría clases en las postrimerías de su vida Abuyzac Azarquiel, un astrónomo toledano que corrigió las leyes del gran Ptolomeo, vigentes desde hacía cientos de años. 

Precisamente una de sus obras más importantes, la “Açafeha” o “Tratado de las Armillas”, había sido traducida por el rabí Zag, al que encontramos establecido en Sevilla durante el último tercio del siglo XIII para acometer un ambicioso encargo regio: el estudio del astrolabio. 

Astrolabio andalusí del año 1067
Imagen: Wikipedia

Usado para localizar la posición de las estrellas en el firmamento, el astrolabio era un instrumento imprescindible para los navegantes que se aventuraban en los océanos y una gran ayuda para determinar la hora exacta. 

Nuestro rabí Zag, bajo el mecenazgo de don Alfonso, escribirá dos tratados sobre estos aparatos: uno sobre el llano, donde detallará minuciosamente su proceso de construcción basándose en los escritos de un sabio iraquí del siglo VIII llamado Messahalla. 

El otro tratado versará sobre el astrolabio redondo o esférico, menos popular que el anterior pero de una mayor complejidad y precisión. 

De hecho, para demostrar su funcionamiento, Zag realizó un ejemplo práctico al final del tratado que consistía en el cálculo de las coordenadas en que estaba situada Sevilla, determinando de esta forma su hora y altura exactas por vez primera en la historia. 

Reloj Astronómico Medieval (Muenster, Alemania)
Imagen: Mediateca Educa Madrid

Se había adelantado este sabio toledano casi en seiscientos años al equipo de técnicos que, ya en el siglo XIX, trazaron la Red Nacional de Nivelación y establecieron la altura de Sevilla respecto al nivel del mar. Altura que, por cierto, también tiene su historia, o sus historias. 

Y es que esos trabajos se iniciaron en el último tercio del siglo, consistiendo principalmente en recoger las coordenadas y niveles de todo el país con objeto de realizar su mapa cartográfico. 

Pero antes había que elegir una referencia, un punto cero, un lugar desde el que se tomaran todas las cotas españolas... lugar que sería la bahía de Alicante, considerada idónea por la poca variación que había entre la pleamar y la bajamar.

Para establecer con exactitud este cero altimétrico, entre los meses de julio de 1870 y junio de 1872 un técnico se encargó de medir cuatro veces al día las variaciones de la marea, situándose siempre en un punto concreto del muelle. 

Una laboriosa y constante tarea que daría sus frutos con la obtención de la cota 0 absoluta, desde la que a partir de ese momento se medirían todas las alturas españolas.

Como recuerdo se colocó una placa conmemorativa en el tercer peldaño de la escalinata de acceso al Ayuntamiento de Alicante, donde se señala el nivel medio del mar en ese punto, concretamente 3,409 metros. 

Placa señalando la Cota Cero del nivel del mar
en España situada en el Ayuntamiento de Alicante.
Imagen: Nonada.es

Y así, siempre tomando como referencia este escalón alicantino, se obtuvieron las cotas altimétricas de todo el país, que por cierto resultó ser de los más montañosos de Europa, sólo superado por Austria y Suiza. 

Para dejar constancia de ello, en los edificios principales de cada ciudad se colocaron placas elípticas señalando la altura respecto al nivel del mar en Alicante, como las que vimos en Ayuntamiento y Almirante Apodaca al inicio de la entrada. 

Curiosamente no hay mención alguna en Sevilla a los cálculos con que el rabí Zag se adelantó a su tiempo y a la Red Nacional de Nivelación la friolera de seis siglos. 

Unos cálculos elaborados con muchos menos medios, muchos menos conocimientos y muchas menos referencias que los realizados por los técnicos alicantinos, pero que sirvieron para situar la ciudad en la vanguardia científica del mundo hasta entonces conocido y que tendrán una importancia capital cuando, siglos después, se convierta en Puerta y Puerto de Indias.
Lamentablemente, algo por otro lado habitual en estos lares, esos cálculos fueron olvidados hace mucho tiempo...

La Sevilla del siglo XVI, cuadro de Alonso Sánchez Coello
Imagen: Wikipedia