Podría decirse que la calle Monsalves siempre se encuentra a medio camino.
Eje de tranquilidad que atraviesa triángulo de vida delimitado por el bullicio de San Eloy, la vorágine comercial de la Plaza del Duque y el ajetreo turístico al Museo de Bellas Artes, esa tendencia a estar en tierra de nadie quizás haya servido para que se pudiera salvar, si establecemos la comparación con otra calles del entorno, buena parte de la esencia y señas de identidad que atesora desde antaño.
No a medio camino, sino en dos caminos la divide Almirante Ulloa, antigua calle del Clavel por el que estaba pintado en una de sus fachadas; curioso cuando menos, si hoy tuviéramos que nominar nuestras calles por lo dibujado en sus paredes la mitad de ellas se llamarían “Cabesa”, “Saray Te Quiero” y lindezas por el estilo.
Un Clavel que hacia la actual Silencio, antigua General Moscardó y mas antigua Riego, marcaba los límites de la calle Monsalves, llamada así por el magnífico palacio que los caballeros de dicha familia labraron en el siglo XVI, donde se hospedó durante su estancia en Sevilla el viajero inglés Richard Ford.
Fruto de esa estancia es el dibujo que acompaña estas líneas, en el que podemos ver el estado que presentaba el magnífico caserón antes de que el nieto de su anfitrión, don Tulio O’Neill, marqués de la Granja, lo vendiera a Javier Sánchez Dalp (al que ya conocimos cuando se habló de la Plaza del Duque y del Humilladero de San Onofre), no sin antes llevarse la magnífica portada a su Córdoba natal, concretamente al palacio de Benagiar, propiedad de su familia. El edificio que hoy podemos apreciar es fruto de una reforma efectuada por Aníbal González entre 1906 y 1908.
El tramo que nacía en el Clavel y seguía en dirección contraria, es decir, hacia la embocadura con la Plaza del Museo, donde se encontraba la Portería del Convento de la Merced cuando toda la plaza era Casa Grande de los religiosos mercedarios, se llamaba calle Cruz de la Parra por “una cruz de madera que hay en una pared que tuvo junto a una parra, la que le dio nombre”, según palabras de otro ilustre veterano de esta página, el siempre recurrente Félix González de León.
La parra no sólo dio nombre a esta calle sino que hizo lo propio con un corral de vecinos que ocupaba los actuales números 29 a 33 y con un famoso horno que en 1782 se fundaba en el número 35, el renombrado Horno de la Parra, junto al de San Buenaventura uno de los mas antiguos y tradicionales de Sevilla. No hace falta decir que de parra, cruz, horno y corral no ha llegado a nuestros días nada de nada.
O al menos es lo que parece a simple vista, ya que si uno se fija mucho puede encontrar, casi escondido, uno de los últimos recuerdos que quedan de tiempos pasados, esos en los que figuraba entre sus vecinos el escultor Luis de Figueroa, que también dio nombre a la calle durante unos años; o el valiente barbero al que Rinconete y Cortadillo espantaron a cambio de 20 ducados.
Por que una vez más a medio camino, en esta ocasión el que delimitan la privacidad de un balcón y lo público de la fachada en la que se encuentra, se observa un curioso azulejo enmarcado por una cenefa en el que reza “Antigua Calleja Cruz de la Parra”.
En efecto, a la altura del número 16 de la calle Monsalves, escoltada por los dos cierros que flanquean la balconada de la primera planta, encontramos esta cartela similar a las muchas otras que, desperdigadas por la geografía hispalense, recuerdan los viejos nombres de sus calles y plazas.
Llama la atención la altura a la que está colocada, cuando lo normal sería que estuviera bajo la moderna cartela de la calle o en un lugar fácilmente visible de la misma.
Parece como si los vecinos hubieran querido salvaguardar su memoria, protegerla del olvido, hacer un pequeño santuario a esta Cruz de la Parra que incluso se reproduce un poco mas arriba.
Y es que sobre la cornisa que marca la segunda planta del edificio casi se esconde una cruz de escaso tamaño, hueca, pintada en verde, que seguramente será una réplica o interpretación de la que nos describía Félix González de León, original que desaparecería alrededor de 1840 cuando las autoridades municipales decidieron retirar cruces y retablos de la vía pública.
Son éstos los únicos recuerdos que quedan de esa parra que dio nombre a calle, a horno y a corral. Parra que posiblemente sería arrancada a finales del siglo XIX, siendo sustituida hoy día por unos pocos naranjos amén de las buganvillas y el limonero que asoman tras las tapias del 23.
El Horno aguantó hasta hace pocos años, siendo trasladado a finales de los 80 tras abastecer de pan a buena parte de la ciudad, mientras el corral de vecinos desaparecía bajo la piqueta en 1988 para dejar paso a un moderno bloque de viviendas. En fin, el guión de siempre.
Pese a todo, como se dijo al principio, tampoco es que haya sido muy maltratada por la piqueta esta calle Monsalves (ya me refiero a toda su extensión), que todavía conserva en parte ese sabor añejo como denota la colección de cierros y elementos de forja que adornan las fachadas de los edificios que la conforman. Un lugar ideal para escapar evadirse momentáneamente del mundanal ruido, aunque sus esquinas ya no huelan a pan recién hecho ni sea posible buscar la sombra de la vieja parra.
Cuanto me hubiera gustado descansar en una mecedora a la sombra de esa parra. Has narrado tan maravillosamente la historia de esas calles y ese trocito de Sevilla, que lo he vivido intensamente.
ResponderEliminarUn abrazo
Verdial
Coincido con Sabor Añejo, no sé qué es más intenso si el paseo andado o el paseo leído.
ResponderEliminarSaludos.
Es una de las zonas del centro que más transito normalmente por varios motivos y nunca había reparado en los detalles que nos muestras.
ResponderEliminar¡Qué verdad es esa de que hay que andar mirando para arriba!
Un beso.
Es una calle con encanto, aunque ya no sea como antes.
ResponderEliminarNo hace mucho hablaba con mi padre de las tascas que había en Monsalves que él conoce porque estuvo trabajando en la antigua sede de Sevillana que se encontraba allí.
De los bares antiguos ya solo queda Casa Santos, tienda bar que hace esquina con Fernán Caballero. Y hace unos 10 ó 12 años que cerró otra tienda bar, Casa José María, esquina con Herrera el Viejo.
Una calle donde se cumplen los sueños, aunque solo sean eso, sueños.
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ResponderEliminarEl insigne imaginero Juan Martínez Montañez, murió en una casa de la antigua calle La Cruz de la Parra
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