Y se hizo la luz.
Era una fría noche de Diciembre de 1917 cuando un resplandor sesgó la oscuridad entre el repique de campanas y el júbilo de los que se arremolinaban en los aledaños de la Catedral.
Era una fría noche de Diciembre de 1917 cuando un resplandor sesgó la oscuridad entre el repique de campanas y el júbilo de los que se arremolinaban en los aledaños de la Catedral.
La Giralda era mas que nunca el faro que focalizaba el orgullo de una ciudad convulsa que atravesaba tiempos difíciles. La Turris Fortíssima presumía esplendorosa quebrando las tinieblas que envolvían el cielo sevillano, ese cielo que cada vez quedaba mas lejos.
El milagro lo habían hecho posible los 56 pebeteros y linternas que Hernán Ruiz había colocado al ampliar el viejo minarete almohade en combinación con cientos de bombillas repartidas por todos los rincones posibles de la torre: por los paños de sebka, las cornisas, las ventanas, los costeros. No escapaba ni el Giraldillo, aún Santa Juana en la nomenclatura popular, a esta explosión de luz y color.
Aunque hoy pueda resultarnos una estampa curiosa no era la primera vez que la Giralda se transformaba en un impresionante candelabro desafiando la noche; de hecho era ésta una de sus funciones, ser un “faro místico a través del que se iluminaba espiritualmente la ciudad”. Y así había sucedido varias veces a lo largo de la historia, principalmente para conmemorar actos religiosos y civiles de relevancia, causando algunas veces daños en la propia torre por los métodos empleados, como cuando en 1633 se colgaron cuerdas prendidas en fuego del cuerpo de campanas.
Pero en 1917 todo estaba mas controlado y planificado. No podía ser menos teniendo en cuenta que se conmemoraba el III Centenario del Voto Concepcionista, al que la ciudad estaba muy ligada (no en vano había sido una de sus principales valedoras) y para ello se celebraron durante varios días todo tipo de procesiones, festejos y actos públicos aunados al grito de “Sevilla por la Concepción”. La iluminación de su máximo icono sería el punto culminante, como no podía ser menos.
Lo realmente novedoso era esa combinación a la que anteriormente se hacía alusión de las luminarias dispuestas por Hernán Ruiz con la luz proporcionada por la energía eléctrica. Se mezclaban, aunque tarde como suele suceder por estos lares, tradición y progreso: los viejos pebeteros con las modernas bombillas, los antiguos utensilios con los avances tecnológicos.
Alcanzaba así la mayoría de edad el camino iniciado en 1889 por don Enrique Bonnet y Ballester al abrir la primera central eléctrica junto a la calle Sierpes y continuado de forma mas generalizada (y monopolizada) por la “Compañía Sevillana de Electricidad” a raíz de su fundación en 1894. La electricidad no sólo iluminaba las calles y plazas de la ciudad, sus teatros y edificios relevantes: iluminaba su imagen mas representativa, su centro de gravedad, su corazón mismo.
Nos deja este tipo de iluminación una estampa que difícilmente podría volver a repetirse en nuestros días ya sea por cuestiones de conservación, por estética o por esos criterios de sostenibilidad ahora tan de moda. Y es que los tiempos cambian, aunque siempre es bonito darse un paseo por los callejones del recuerdo.
PS. La imagen está escaneada de un folleto de la época, así que espero sepan disculpar su escasa calidad.
Debió de ser un momento único. Cuanto me hubiera gustado verlo y vivirlo.
ResponderEliminarUn abrazo
Debió ser digno de verse. Tampoco estaría mal conocer la torre iluminada sólo por los pebeteros de Hernán Ruiz, si es que existen aún.
ResponderEliminarUn abrazo
¡¡Que se vaya la luz y nos quede la veleta iluminada!!
ResponderEliminarHoy es uno de esos días que se cumplen los deseos.....
Antonio
Tendría que haber sido precioso verla, toda ella engalanada y alumbrando como un faro que guía a sus marineros hasta nuestra ciudad.
ResponderEliminarBesos
Debió ser algo espectacular.
ResponderEliminarQue maravilla de imagen Sergio. Además pensar lo que supondría en esa época pone la piel de gallina.
ResponderEliminarNo conocía las referencias a esa central eléctrica en calle Sierpes, siempre se aprende algo por aqui!
Un fuerte abrazo, y disculpa mi larga ausencia!!!
Me ha parecido realmente curioso, no tenía ni idea de todo lo que has contado.
ResponderEliminarGracias por la información.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarNo tenia ni idea de esto que nos cuentas. Gracias por la informacion pero por mucho que lo pienso no me lo imagino, se me hace raro. Un beso. Ultimamente no tengo nada de tiempo para comentar pero suelo pasar por aqui de vez en cuando.
ResponderEliminarImpagable documento miarma, eso si que es una antorcha en toda regla, y no la de las olimpiada de Munis...
ResponderEliminar¡Un saludaso enorme!