El monarca, cuyo prestigio a nivel internacional estaba fuera de toda duda, quería consolidar su figura entre sus súbditos y para ello creyó conveniente realizar una visita a la ciudad mas importante de su vasto imperio y, a la sazón, del mundo conocido, la Sevilla Imperial.
La ciudad, para corresponder tal deferencia, quiso darle un recibimiento a la altura de tan augusto visitante y para ello se remozó casi por completo con el objetivo de sorprender al monarca y agasajarlo el tiempo que durara la estancia Real entre sus murallas, organizándole una visita de la cual el Rey quedaría para siempre agradecido.
Después de hacerle recorrer el Arenal para que comprobase de primera mano el ajetreo de los trabajadores en el muelle, las riquezas y tesoros que continuamente se descargaban de procedentes de América, el continuo movimiento de las Atarazanas, la vida en sí del Puerto de las Indias; el Cabildo hispalense dispuso que el Rey Prudente entrara al fin en la ciudad por la ostentosa Puerta de Goles, que desde ese momento sería llamada Puerta Real, tras la cual el agradecido pueblo hispalense lo recibiría como correspondía a tan mayestática presencia.
Atravesaba la comitiva real la calle de las Armas cuando llegaron a una señorial plaza en cuyo centro una fuente refrescaba el caluroso clima hispalense, una plaza ante la cual el monarca se detuvo maravillado por la grandiosidad y belleza de los edificios que la conformaban. Ante uno de estos palacios, el del Duque de Medina-Sidonia, que precisamente daba nombre al lugar, el Rey preguntó a sus acompañantes si se encontraba ante la casa del señor de la Villa.
De esta forma Felipe II, el monarca que, recordemos, estaba en ese momento enfrascado en la construcción de uno de los edificios mas importantes de la historia arquitectónica de España, el Monasterio del Escorial, quedó asombrado ante la majestuosidad del palacio del Duque y del entorno en que se encontraba el mismo.
Y es que estaba posiblemente en una de las plazas mas grandiosas de la época, de la que hoy día no queda absolutamente nada; una plaza de forma irregular rodeada de magníficos palacios entre los que destacaba el del Duque de Medina-Sidonia y el de los Solís, que mas tarde pasaría a manos de la familia Cavalieri. Y todo ello presidido por una bella iglesia de estilo gótico: la Iglesia de San Miguel.
Fundada por Fernando III, fue levantada de nuevo en tiempos de don Pedro I tras ser prácticamente derruida por un terremoto. San Miguel respondía al esquema típico de los templos de la época, con tres naves de las que destacaba la central donde se albergaba la capilla mayor, mientras que las dos laterales eran más pequeñas. Todo lo cerraba una bella torre, resto quizás del antiguo alminar de la mezquita sobre la que se levantaría la iglesia primitiva.
Presidiendo esta insigne plaza y toda la collación en concreto, la parroquia de San Miguel tuvo un papel fundamental en el nacimiento de la Semana Santa hispalense, ya que bajo su techo albergó nada mas y nada menos que a las hermandades de El Amor, Pasión, la Sacramental y la Soledad de San Lorenzo. Su enclave privilegiado y los ilustres vecinos que tenía el templo hacían de San Miguel una pieza clave en el entramado cofradiero que poco a poco se iba levantando en la ciudad.
Desgraciadamente, las vidas de San Miguel y de la Plaza del Duque irán unidas a la de la ciudad misma, y al entrar Sevilla en decadencia por el propio ocaso del Imperio español, la pérdida del monopolio del comercio de Indias, la terrible epidemia de peste que en 1649 se llevó por delante a mas de 60.000 personas (nada mas y nada menos que cerca del 46% de la población) y diversos factores mas, nos encontramos que a finales del siglo XVIII plaza e iglesia se encontraban en un estado lamentable de conservación.
Los Duques habían segregado el otrora inmenso palacio en diversas edificaciones, como el Colegio Alfonso X “El Sabio” (en el extremo con la calle de las Armas, actual Alfonso XII) o simplemente lo habían dejado en ruinas, situación en que se encontraba el torreón que lindaba con la calle Palmas (actual Jesús del Gran Poder), donde Pablo de Olavide proyecta un teatro que no llega a hacerse al completo, quedando abandonado hasta que es utilizado por los franceses como cuartel durante la invasión napoleónica.
A la iglesia de San Miguel no le iría mucho mejor; también en estado ruinoso, el párroco titular, conocido como “el cura Vega”, acomete una reforma bastante desafortunada que deja el templo muy tocado, aunque ello no es óbice para que siga siendo uno de los principales lugares de culto de la ciudad.
Pero parece ser que al gobierno revolucionario que gobernaba Sevilla en 1868 no le importaba mucho el culto ni la Semana Santa, como ya vimos en Santa Lucía, y al igual que esta iglesia, San Miguel entra entre las 11 parroquias que debían ser derribadas, al igual que la antes citada y otras como Santa Catalina, San Marcos, Santa Marina o Madre de Dios.
Las protestas de la Comisión Provincial de Monumentos Artísticos, a cuyo frente figuraba el arquitecto Demetrio de los Ríos, logró salvar de la piqueta revolucionaria a la mayoría de estos templos, pero no pudo hacer nada con San Miguel (Madre de Dios se salvó de milagro, nunca mejor dicho).
En Septiembre de 1868 se inicia la demolición de San Miguel, que como hemos dicho no se encontraba en condiciones óptimas, junto a otros edificios religiosos de la ciudad que habían sido señalados por el dichoso informe como el Oratorio de San Felipe Neri o los conventos de las Dueñas, Regina y algunos mas.
Afortunadamente la citada Comisión sigue trabajando y propone el 30 de Julio del año siguiente que sea reconstruida la iglesia en su totalidad, propuesta que es en principio aceptada, solicitándose incluso un presupuesto para ver a cuanto ascendería la restauración, pero que de nuevo es desechada, desapareciendo para siempre la Iglesia en 1871.
El gran legado artístico y cultural que había ido acumulando el templo a lo largo de los siglos se dispersó por diversas parroquias de la ciudad, como sucedió con la peana de plata de la Virgen del Rosario, que hoy día se encuentra precisamente sobre la Inmaculada del “Alma Mía” (procedente del ya comentado Convento de San Diego) en la iglesia de San Antonio Abad; o las rejas de la capilla de la Soledad, que se trasladaron junto a el resto de enseres de esta hermandad a la vecina iglesia de San Lorenzo; lo que no pudo ser trasladado se perdió para siempre, como los restos de Américo Vespuccio.
Rejas de la antigua Iglesia de San Miguel,
actualmente en San Lorenzo
En su lugar se levantaría el Teatro de Variedades del Duque, uno de los muchos edificios de este tipo que surgirían en el último tercio del siglo XIX, como el Llorens, el Pathé, el Imperial o el Cervantes, único que ha llegado hasta nuestros días, aunque transformado en cine.
Alternando desde 1905 el uso de sala de cine con teatro, en el Duque se estrenan obras como la zarzuela "La Romería del Rocío" en 1921 o el primer trabajo dramático de los hermanos Álvarez-Quintero, “El peregrino”, así como se proyectan las películas de los pioneros en el arte del celuloide, como “Un viaje a la Luna”, en marzo de 1903.
Destacaba por su horario intempestivo, ya que daba sesiones hasta bien entrada la madrugada, con lo cual era sitio propicio para encontrar a los trasnochadores de la ciudad, con todo lo que esto conlleva…
Las paradojas de la historia, la iglesia que había sido cabecera de una de las zonas mas exquisitas y señoriales de ciudad se transformaba en el Teatro con peor fama de la misma, y es que dentro la mala reputación que tenían estos recintos el del Duque era de largo el peor considerado, ya que en sus salas se podía encontrar la flor y nata de la delincuencia y prostitución de la Sevilla de la época.
En la Plaza mientras tanto las transformaciones se suceden igualmente. Para empezar por su propio nombre, ya que en 1841 lo cambia por Plaza del Duque de la Victoria, en honor al general Espartero. La fuente del siglo XVI tampoco aguantaría mucho mas, y en 1892 es sustituida por la estatua de Diego Velázquez, obra de Susillo y que aún hoy preside la collación.
Palacio del Marqués de Palomares,
mas tarde Almacenes del Duque
En el flanco oriental se mantenía el Palacio de Cavalieri, aunque embellecido con la portada del antiguo Palacio Quirós, que había sido trasladada desde la Gavidia tras el incendio del mismo.
del mismo que aún hoy se conserva
Para completar la plaza, entre la calle Tarifa y La Campana se realizó una edificación de tres pisos con un bello mirador regionalista, mientras que en el flanco sur se ubicarían la Farmacia Central y el Hotel Roma, que entrado el siglo XX cambiaría su nombre por Hotel Venecia.
La remozada Plaza del Duque de la Victoria recuperaba su grandiosidad y belleza, convirtiéndose una vez mas en uno de los centros neurálgicos de la ciudad hasta que llegamos desgraciadamente al ecuador del pasado siglo XX.
Uno a uno, todos estos edificios que rodeaban la estatua de Velázquez y que de nuevo habían dado un aire señorial y solemne a la plaza, caen bajo la piqueta y la especulación urbanística de los gobernantes de la ciudad en lo que es uno de los mayores atropellos patrimoniales de la historia de Sevilla.
Palacio de Miguel Sánchez-Dalp
El Colegio Alfonso X “El Sabio” y los palacios de Sánchez-Dalp y del Marqués de Palomares son demolidos en 1960 para hacer uno de los edificios mas lamentables y antiestéticos de la ciudad; el Palacio Cavalieri corre la misma suerte en 1963 para el mismo fin (aunque se conserva parte de su fachada), mientras que el Hotel Venecia sigue sus pasos al poco tiempo. En poco menos de una década se había arrasado completamente una de las principales plazas de la ciudad, “proeza” que no estuvo al alcance ni siquiera del mismísimo mariscal Soult.
Previamente, en 1950, había corrido la misma suerte el Teatro-Cine del Duque, sobre cuyos cimientos se alzó el edificio de los sindicatos, actualmente convertido en el Hotel América y en la sede de Comisiones Obreras.
La única imagen que se puede obtener hoy
de la antigua Plaza del Duque de la Victoria
La catástrofe ya había sido consumada; de la magnífica plaza señorial rodeada de palacios solo se había salvado la estatua de Velázquez y parte del edificio que hacía esquina con La Campana, quedando el resto almacenados en la memoria de los que hace años pasearon bajo sus árboles y en las fotografías que han llegado hasta nuestros días, gracias a las cuales nos podemos hacer una idea del pasado esplendor de este rincón de la ciudad, quién sabe si para nuestra desgracia: y es que, si ya de por si las comparaciones son odiosas, saber que donde hoy se levanta esa inmensa mole color blanco un día se encontraban los palacios del Marqués de Palomares y el de Miguel Sánchez-Dalp es, como mínimo, para llorar…
En principio esta entrada estaba orientada a la Iglesia de San Miguel y los edificios que mas tarde se ubicaron sobre su solar, pero la historia de la Iglesia es lamentablemente la historia de la Plaza, y ésta, como se explica en la entrada, la de la ciudad misma, desgraciadamente, y al final decidí escribir de la plaza en general.
ResponderEliminarDe los antiguos palacios del siglo XIX, así como del Hotel Venecia y de la Farmacia Central tengo una serie de fotos a mas resolución que las que están colgadas en el blog. Si alguien está interesado en ellas basta que me las pida por email y se las enviaré gustosamente.
Saludos.
MUY BUENAS, TENDRÍA USTED POR CASUALIDAD INFORMACIÓN SOBRE LOS COMERCIOS QUE SE ABRIERON EN LO QUE FUE EL PALACIO DE CAVALIERI EN LOS AÑOS 60???? GRACIAS DE ANTEMANO Y UN CORDIAL SALUDO
Eliminarinteresante entrada du guesclin y muy bien documentada,lastima del patrimonio hitorico -artistico que se perdio ,se pierde y mientras nos gobiernen ediles sin sensibilidad y con afan recaudatorio mucho me temo que sevilla no la conocera ni la madre que lo pari que diria aquel,un saludo cordial
ResponderEliminarPara mi ese siempre ha sido el centro de Sevilla, mi plaza, ya es un lujo.
ResponderEliminarA nivel comercial es espectacular lo que se mueve ahí, pero arquitectónicamente y después de saber lo que cuentas no llega al nivel de lo que había, una pena que no se supiera reciclar.
Me ha interesado mucho la historia del teatro, todavía queda un reducto: el Teatro del Duque, pero ni comparación con lo que hubo. La vida que tendría por lo que dices digna de varios libros y películas.
Fantástico Du Guesclin, fantástico
MUY BUENAS, SUPONGO QUE VIVE USTED EN LA PLAZA DEL DUQUE???
EliminarMagnífica entrada-artículo, como magnífico todo tu blog que poco a poco voy descubriendo y trae a mi memoria nuevas historias o como decía 'El Pali?, cosas que yo conocí.
ResponderEliminarDespués se empeñan algunos ediles en el cambio de las calles de Sevilla porque a quienes están dedicadas coincidieron en el tiempo con una época sin ni siquiera cuestionarse si era afectos al régimen, pero quizás se mantienen calles dedicadas a quienes esquilmaron, o permitieron que así fuese, el patrimonio arquitectónico, el cultural o el inmaterial de la ciudad.
Un saludo
Nicodemo
Maravillosa entrada Du Guesclin.En Sevilla vale mas el patrimonio inmobiliario que el cultural.
ResponderEliminarNo hago mas que pensar en los Champiñones y me pongo malo ......
Conocía la historia de los Palacios por medio de los programas de Sevilla tv del Sr Casas ......
Sin más darte la enhorabuena por el articulo ......
La Canina seguirá cavilando .....
Mi general, que completito que es usted, no falta nada en la entrada, ni el tirito a Soult, a quien el infierno guarde sendos años indigestado por aquellos pastelitos que tanto le gustaban…
ResponderEliminarHasta el Pali hablaba de esos teatros de variedades, porque claro, él era muy de la calle…
Es incontable el tiempo y las veces que yo he estado, estoy y estaré allí, pero me parece que hasta ahora no había caido en lo grotesco del sitio, tremendamente feo… y es que las comparaciones no son odiosas, son dolorosas…
Kisses
¡Qué cúmulo de despropósitos!
ResponderEliminarUn ejemplo de la manipulación del poder para alterar la ciudad y la vida de sus ciudadanos.
Así de cierta y de cruel se manifiesta la historia.
Un saludo
Añado, amigo du Gluescin, si no tienes incoveniente, te he añadido a los enlaces del blog.
ResponderEliminarHasta la próxima
Como siempre gran entrada amigo Du Guesclin...
ResponderEliminar¿Cuando nos daremos cuenta de lo que val nuestro patrimonio?
Un abrazo.
Impresionante historia de destrucción de nuestra ciudad,hay que publicar los nombres de quienes permitieron esto.Después de dejar las arcas del ayuntamiento temblando el Marqués de Contaduros, no se si dejaria derribos firmados o fue ya Mariano Perez de Ayala (¿es familia del actual concejal?)que hizo pactos con la Iglesia y aparte de hacer las Casas Baratas por toda Sevilla,porque habia mucho chabolismo,(candelaria,Pio XII, etc) también asolaron todo el centro.
ResponderEliminarPor cierto,que también hicieron super-rico a tu colega Fernando Barquín.
Pues eso, que espero nombres de políticos responsables, aparte de Soult,claro.
Besos
Muy buena historia a pesar del propósito de la misma,pasé un rato agradable leyendo,para mi son cosas que descubro ante mi total ignorancia ......
ResponderEliminarPues si, siempre de frente; de hecho se suele decir que la historia es cíclica, pero en Sevilla es que no para de dar vueltas siempre entorno a lo mismo. Y lo peor es que no se aprende...
ResponderEliminarPues si Luz de Gas; es cierto que la plaza es casi el centro neurálgico de la ciudad, pero el precio que hemos tenido que pagar para ello ha sido demasiado caro.
Jeje, Nicodemo, suscribo una a una tus palabras. De hecho, resulta que la última demolición de la plaza coincidió con la estancia en el consistorio de un catedrático de historia del arte.
Muchas gracias Canina. Ya lo dijiste magistralmente en otra entrada, Sevilla es una ciudad que vive de su patrimonio a la par que lo destruye...
Gata, creo que el amigo Aguador me esta inculcando el odio al duque de Dalmacia; es que lo mires por donde lo mires, siempre esta metido en todos los frentes. Y eso que estuvo pocos años...
Al revés Roberto, es todo un placer. Yo también haré lo propio.
Iván, creo que la respuesta es clara: nos damos cuenta cuando miramos las fotos de las cosas que ya no están, así de triste. Me gustaría ver la cara del que firmó la licencia de demolición de los palacios cuando tenía delante una foto de éstos...
Los nombres están , su ilustrísima; de hecho he visto mas de una vez a Nicolás Salas apuntando directamente a los que cedieron al atropello; pero ¿de qué vale hoy día? Creo que lo mejor ante estos sucesos vergonzosos de la historia de la ciudad es tomar nota y que no se vuelvan a repetir, pero claro, esto es bastante difícil, y mas en Sevilla...
Muchas gracias a ti, América; no se si en Venezuela suceden cosas como estas, pero vamos, por estos lares ya ves. Y lo peor es que vamos camino de un desastre mas o menos parecido en ciertos terrenos de cierta Exposición Universal...
Saludos.
Se de alguien que seguro disfrutará leyendo esta entrada y se la he hecho llegar... bueno... no solo he va a disfrutarla, yo volveré mañana.
ResponderEliminarEstimado Du Guesclin:
ResponderEliminarEfectivamente, en este caso particular, me refería a ese catedrático, co-fundador de la hermandad universitaria. Pero abundan otros con iguales 'méritos' y cuya hoja de servicio aparece incólume.
Prefiero la plaza antigua. Tanto Corte Inglés por todos lados me provoca dolor de cabeza. Independientemente de la escabechina de edificios.
ResponderEliminarLlego tarde, como siempre ultimamente, pero te felicito por el pedazo de entrada...
UN abrazo.
He vuelto para leerte tranquilante, ayer estaba demasiado cansada para tu texto claro y bien documentado.
ResponderEliminarHay veces, amigo, que duele leer... cuando ese dolor previamente se tecleó entre las letras.
Desde pequeño me vienen diciendo que podríamos haber tenido la mejor plaza de Europa, en arquitectura y en historia. Lo tenía todo. Imposible recuperarlo.
ResponderEliminarSaludos
Antonio
Vaya plaza más sevillana y con más historia miarma...Y vaya como se la han cargao.
ResponderEliminarCualquier día me veo un Mardonal en el Costurero de la Reina...
¡Un saludasso!
Deseo felicitarle por su blog, du guesclin; y decir que lo siento por quienes nacieron allí, jugaron entre sus bancos y palmeras, abrazaron el primer cuerpo, velaron los cadáveres de sus padres. En uno de los lugares más "desiertos" de Sevilla, el forastero se pierde con la ausencia del irreemplazable factor humano.
ResponderEliminarAcabo de descubrir tu blog y en una simple ojeada me ha cautivado.
ResponderEliminarTe añado a mis favoritos y a los enlaces del mío.
Un abrazo y un placer.
Pues si, Nicodemo, hay otros casos que por intereses partidistas o por vergüenza se encuentran ocultos y libres de polvo y paja, como se suele decir.
ResponderEliminarMuchas gracias amigo Herodes, la verdad es que no hay compración entre ambas plazas, por mucho dinero que haya rentado a la ciudad el actual Corte Inglés.
Tienes toda la razón Glauca, has ddado en la clave. El doloroso leer esto, pero tanto o mas es escribirlo o buscar las fotos para ponerlas....
Desgraciadamente recuperar esa plaza es una utopía, Antonio. Al menos tenemos el consuelo (o desconsuelo) de las fotos que han quedado del lugar. Poca cosa, pero bueno...
Pues si Moe, de hecho nunca subestimes el poder de la piqueta... y menos si hay dinero de por medio.
Muchas gracias y bienvenido antonio, esta es tu casa. EStá claro que no solo se perdieron los edificios; bajo los cimientos de los mastodontes comerciales hay muchs sentimientos, historias y recuerdos que desgracidamente han desaparecido para siempre.
El placer es mio, pregonero. Haré lo propio con tu permiso.
Saludos y como siempre, muchas gracias a todos.
Este blog es una joya de la historia.
ResponderEliminarHay que leerlo como se toda el café: a pequeños sorbos y saboreándolo.
Saludos
Quería comentar que el Teatro Pathé ubicado en la calle Cuna sigue en pie, se convirtió en cine y hoy en día es un plató de televisión en el que Jesús Quintero hace su programa de "Los ratones coloraos". Hay un proyecto de convertirlo en Teatro Quintero.
ResponderEliminarYo fui al colegio Alfonso X el Sabio y recuerdo perfectamente los dos palacios contiguos y la parada de taxis delante del colegio en que los taxistas nos amenazaban si poníamos un dedo en sus vehículos.
ResponderEliminarNo hay semana en que no recuerde el desmán que supuso la construcción de los grandes almacenes y cada vez maldigo a todos los responsables.