1 de marzo de 2008

El Amor y el botellón

Estamos todos de enhorabuena. La Iglesia del Salvador, después de la Catedral el templo más importante y grandioso de la ciudad, ha terminado por fin de ser restaurada.

Después de años oculta tras toldos y andamios ha vuelto con todo su esplendor, resurgiendo de sus propias cenizas, de esas propias cenizas a que se vio abocada por la dejadez e incompetencia de los distintos moradores del consistorio que no se percataron del lamentable estado de conservación en que se encontraba y que la tenía prácticamente sentenciada a una muerte lenta y silenciosa, la misma muerte en que se debaten otras joyas de la ciudad con menos impacto mediático como Santa Catalina.

Pues bien, para alegría de todos la iglesia de El Salvador ha vuelto; y con ella sus ladrillos color ocre, con ella ha vuelto a tener sentido la estatua de Juan Martínez Montañés, con ella han vuelto las gradas repletas de gente sentada, con ella ha vuelto la vida a una plaza que se había convertido en un simple punto de paso dentro de los nuevos circuitos urbanos que están apareciendo en la ciudad con tantas peatonalizaciones y pieles sensibles.

Y con ella han vuelto las cofradías. Primero fue Pasión, con su impresionante nazareno, y esta semana ha regresado el Amor, que abandonaba su “exilio” en la Anunciación para regresar a casa 5 años después.

Pero claro, el deporte provincial siempre ha sido buscarle al gato todos los pies posibles, y si es necesario inventarse nuevas extremidades, y lo que en un principio debía haber sido un acto emotivo a la par que alegre, ha sido empañado por unas declaraciones del Hermano Mayor de la hermandad lamentando la suciedad que había en la plaza y la presencia de grupos de jóvenes haciendo botellón, esa excusa para todos los males de la sociedad sevillana.

Presencia policial, esmero en los funcionarios de la limpieza, menos alboroto y mas respeto entre los presentes en la plaza; en definitiva, un Domingo de Ramos a su medida en pleno mes de Febrero.

En la ciudad mariana por excelencia es verdaderamente difícil que algunos dejen de mirarse el ombligo y comprendan que la Iglesia no se ha restaurado sólo para ellos, que la plaza no es de su propiedad y menos aún que haya gente que se la trae al fresco el traslado de los titulares de la hermandad después de un lustro lejos de su casa.

Gente que reside en el centro, que trabaja en el centro o que simplemente les gusta estar en el centro; gente que tiene que parar el coche cada vez que encuentra un ensayo de costaleros; gente que dentro de tres semanas no se tomará una cerveza en el Salvador, quizás ni siquiera en Sevilla, porque el Amor y las demás hermandades estarán realizando sus salidas procesionales; y gente que no tiene por qué esconderse cada vez que se ponga un paso en la calle porque, mientras nadie diga lo contrario, las calles no son el cortijo de unos pocos.

Siempre con respeto, pero que todos respeten.


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