26 de junio de 2011

Del Papa y de la mama (de Bardem)

Habemus Estatua de Papa, aunque indirectamente haya provocado que de nuevo andemos de uñas, para no perder la costumbre.

En esta ocasión Sevilla se ha sumergido en otra de sus batallas localistas y ombliguistas que entretienen tertulias de barra de bar y dan protagonismo a los guardianes de la verdad, esos licenciados en todología que se abrazan a los medios de comunicación.

El detonante ha sido la estatua que homenajeando a Juan Pablo II ha promovido un grupo de ciudadanos con los que rápidamente se ha alineado media ciudad,mientras el resto se levantaba en armas.

Una estatua de Juan Pablo II que, siguiendo los cánones marcados por el actual estilo escultórico hispalense, representa a Juan Pablo II, como la recientemente estrenada estatua de la duquesa de Alba representa a la duquesa de Alba, la de Aníbal González a Aníbal González o la del madre del rey a caballo a la madre del rey a caballo. Todo muy clarito y sencillo, que no se confunda el personal.


Imagen de ABC


El dilema ha surgido con su ubicación, ya que los unos quieren ponerla a los pies de la Catedral, bajo el magnolio de la Avenida, y los otros lo más lejos posible, si pudiera ser ni ponerla. Un problema, claro.

A mi se me vienen a la cabeza muchos sitios donde situar esta estatua, valorada en 90.000 euros, como por ejemplo a las puertas de la iglesia de Santa Catalina, que solo se cae dependiendo de la obra que se inaugure; o frente al convento de San Leandro, junto a la Pila del Pato, que simplemente se cae.

Aunque sin duda, viendo el cariz que está tomando la cosa, su emplazamiento idóneo creo que sería la flamante avenida de Pilar Bardem, esa gran dama del cine español que lleva el nombre de su ciudad natal allá por donde quiera donde va.

El motivo es claro: viendo que en este tema lo de menos parece que sea homenajear a nadie, ya que entre reproches, acusaciones, dimes y diretes la figura de Wojtyla se ha diluido como la fumata que precedió a su nunciatura, nada mejor que reutilizar un campo de batalla ya abierto como esta avenida.

De hecho no es descartable que en unos meses aparezca otro colectivo con otra estatua que enerve de nuevo a la mitad del personal, y teniendo en cuenta que con el rebautizo de General Merry se avanzó mucho en eso tan sevillano de “tocar las pelotas”, todo sería mas rápido y menos ridículo.

Así, podría convertirse en una especie de Avenida Temática en la que colocar todos los iconos y monumentos de aquellos que reivindiquen algo, sea lo que sea.

Por un lado evitaríamos que el resto de la ciudad pudiera tener un uso partidista e ideológico y por otro nuestros políticos podrían centrarse en solucionar sus verdaderos problemas, que son muchos.


Fotomontaje de El Correo de Andalucía


Mi opinión al respecto es drástica: a los pies de la Catedral no ponía estatua alguna y, si se pudiera, incluso arrancaba el magnolio. Creo, como expuse en su momento con la selva cutre que tenía montado el EME en la calle Alemanes, que en monumentos de ese calibre todo lo que pueda interferir en su imagen sobra, ya sea pegado a él o de fondo en el horizonte (léase Torre Pelli, de la que también se ha hablado).

En cuanto a homenajear, seguramente buceando a lo largo y ancho de la historia de Sevilla y su iglesia encontraríamos decenas, por no decir cientos, de personalidades mucho más importantes y trascendentales, muchas incluso olvidadas.

19 de junio de 2011

Un paseo por la Antigua Esclusa

A finales del año pasado concluían las obras de la nueva esclusa del Puerto de Sevilla, por la que se permitirá la llegada a embarcaciones de mayor calado y, de paso, que el comercio fluvial siga vivo, al menos, durante las 5 décadas en que se ha estipulado su vigencia.

Como se suele decir, "a rey muerto, rey puesto". O viceversa: río arriba quedaban abandonadas las instalaciones de la vieja esclusa que durante los últimos 60 años permitió que la ciudad creciera y se desarrollara al amparo del Guadalquivir, origen y sentido de su vida.

Y es que la relación de Sevilla con el Río ha sido tan beneficiosa como tormentosa a lo largo de la historia.

No en vano, ser puerto fluvial concede a la ciudad unas posibilidades económicas y estratégicas impresionantes, pero a su vez le origina problemas enormes, en ocasiones trágicos, sobre todo en época de inundaciones.

Para potenciar lo primero y paliar en la medida de lo posible lo segundo se inician una serie de planes y reformas a principios del siglo XX que alteran definitivamente la relación directa de Sevilla y el Guadalquivir. En uno de esos planes entra en juego la esclusa.

Construcción de la esclusa. Fuente: Autoridad Portuaria

Desde sus orígenes Sevilla trata de controlar el Río o, cuando menos, convivir con él. No en vano la misma raíz de su nombre romano proviene de Ispal, que vendría a significar "ciudad sobre palos".

Ya en época visigoda, cuando esos palos que vieran Julio César y Sertorio estaban sepultados por un complejo sistema de cloacas y alcantarillas, se cuenta que el príncipe Hermenegildo, encerrado tras los robustos muros de la todavía Híspalis, pudo ver como su padre Leovigildo trataba de desviar en cauce del entonces Betis fabricando un dique con las piedras de la abandonada Itálica. Se cuenta...

Sí que está documentado que un buen puñado de siglos después, en 1903, don Luis Moliní idea un Plan para mejorar la navegabilidad del Río construyendo el Canal de Alfonso XIII o Corta de Tablada, de modo que el tráfico hacia el Puerto pudiera ser directo y mas controlado, dotando además a la ciudad de tres nuevos muelles: los de Nueva York, Tablada y las Delicias.

En 1926 se terminan las obras de Moliní, con sus reglamentarios retrasos y problemas, y entonces se cae en la cuenta de que hay un importante contratiempo: el nuevo puerto es inundable.

De inmediato se encarga un nuevo Plan de Mejoras al ingeniero José Delgado Brackenbury, donde especifica los trabajos necesarias para aislar el Puerto y la ciudad misma de las avenidas del Río.

Este Plan, que recibirá el nombre de su ideólogo, Brackenbury, une mediante un nuevo cauce la Cartuja con el ramal que por San Juan de Aznalfarache había quedado en desuso con el anterior, cerrando el tramo que pasaba por la ciudad en Chapina (el famoso Tapón) y en una esclusa junto a Tablada en el otro extremo.

El impetuoso Guadalquivir quedaba ahora convertido en una dársena desde la que se controlarían exhaustivamente los barcos que entraran y salieran e incluso las mareas.

En 1929 se inician las obras de esta esclusa que, entre huelgas, Guerra y retrasos, no se recepciona hasta 1951, con Brackenbury ya jubilado. El “Ciudad de Alicante” se encarga de inaugurar la nueva infraestructura portuaria que tendría 8 metros de fondo por 24 de ancho (manga) y 200 de largo (eslora).

60 años dando servicio a la ciudad, 60 años potenciando el comercio, las relaciones, el transporte y la misma vida de Sevilla, 60 años que son muchos para un edificio de estas características y que la han dejado pequeña, obsoleta y, ahora, abandonada.

En este reportaje podemos ver lo que queda y lo que hay de esta vieja esclusa en la actualidad. No es que tenga mucho valor patrimonial ni histórico, pero al menos guarda un cierto encanto, el de esas cosas envejecidas que, tarde o temprano, pasarán a engrosar las páginas del olvido.

Torre de Mando a la entrada de la esclusa

Muros de la esclusa.
Es interesante observar algunos detalles curiosos como el letrero de bienvenida y los listones de madera clavados para que no rocen los barcos

Elementos de señalización y control de barcos esparcidos por el entorno


Uno de los edificios mas curiosos de la zona: la casa del Capitán


Contaba con dos zonas: una donde estaba su oficina, en la que aún pueden verse estanterías y armarios repletos de objetos abandonados.

En la parte trasera, hacia un jardín lleno de hierbajos y maleza, estaba la zona residencial. Aún se ven columpios desvencijados e incluso farolas



16 de junio de 2011

Alfombras cartujanas

Lo de solucionar los problemas de movilidad en la isla de la Cartuja va camino de convertirse en algo así como la tanda de preguntas del “Un, Dos, Tres”, ya que dependiendo de a quién se le pregunte y el momento en que se haga obtenemos una respuesta nueva.

Puentes, paradas de Metro, de Cercanías, de tren electromagnético, de bus fluvial… hasta llegó a desempolvarse meses atrás el mismísimo Monorraíl, que desde hace años duerme el sueño de los justos junto a Curro y la Jumbotrón.

Ayer escuchamos la última solución aportada en boca de Isaías Pérez Saldaña, presidente de Cartuja 93, que propone un sistema de alfombras mecánicas que transporten pasajeros desde la estación del Cercanías, cuando se haga, hasta las puertas de la Torre Pelli, cuando se haga.

Perdonen mi ignorancia en la materia, pero supongo que estamos hablando de mecanismos parecidos a las escaleras mecánicas de los centros comerciales pero en horizontal que, salvando una distancia de 200 e incluso 300 metros, nos ahorrarán el paseo y suelas de los zapatos, que con los tiempos que corren no viene mal.

A bote pronto, se me viene a la cabeza un artilugio parecido a las alfombras voladoras de las “Mil y Una Noches”, solo que sin magia, a ras de suelo y en horario laboral.

Para que nos hagamos una idea, traigo un vídeo de la película Aladdin con una canción muy bonita en la que los protagonistas disfrutan de un romántico paseo sobre este artefacto, paseo que, salvando las distancias (sobre todo al suelo), podremos disfrutar cualquiera de nosotros dentro de unos años cuando tengamos nuestras propias alfombras cartujanas.




Al final la única forma de llegar en transporte público a la Cartuja será la de siempre, es decir, en el C1 o el C3, pero también es verdad que al menos con este tema nos están regalando unas risas, y eso se agradece.

Espero impaciente la llegada de la próxima solución, ya puestos lo mismo vuelven a inflarnos el Zeppelin.

13 de junio de 2011

Ciudad de Pájaros

Sevilla es ciudad de pájaros.

Quizás se deba a que el sevillano, desde niño, es apresado por el deseo irrefrenable de subir las escaleras y rampas de la Giralda hasta el punto más alto al que pueda, y le dejen, para perder su mirada en el horizonte buscando su casa entre calles y edificios en miniatura; para ver su ciudad con los mismos ojos que lo lleva haciendo Santa Juana desde hace siglos, los mismos ojos con los que seguramente la vieron antes sus padres y abuelos.

Es ciudad de pájaros, de jilgueros que se ocultan en retablos de ánimas y tradiciones casaderas a los pies de San Pedro; de águilas pétreas que vigilan la calle a la que dan nombre y el pórtico de un palacete olvidado; de cigüeñas que anidan en la espadaña de Montesión; de golondrinas cuya silueta esbozada en el horizonte inspira poemas, leyendas y amoríos.

De pájaros que al caer la tarde, cuando los comercios del Centro cierran sus puertas y los autobuses dan comienzo a la diástole humana hacia barriadas y pueblos, se reúnen en los árboles del palacio del Marqués de la Motilla o alrededor del ciprés del antiguo Convento de la Paz para despedir con su algarabía los últimos rayos de sol.

Es ciudad de pájaros y pajaritos, como los que se vendían en la Alfalfa hasta que la Piel Sensible y una sensibilidad contradictoria los relegó a las páginas de animales del Cambalache.

De pajaritos que tienen calle, barrio y acordeón en los tablaos de velás y cruces de Mayo; pajaritos que en Triana llenan los veladores de Casa Ruperto, en el barrio de Santa Cruz azulejos de casas escondidas y en la capillita de San José el balcón que vigila sus cuatro esquinas.

Y es que no hay duda ni puede haberla: Sevilla es ciudad de pájaros y por eso, quizás por eso, no es de extrañar que de vez en cuando nos topemos en sus calles con algún que otro pajarraco.

8 de junio de 2011

El Palenque está en Flor

Del microclima a la microselva.

El lugar donde se celebraba la Fiesta de la Primavera cuando era una Fiesta y en Primavera, el escenario desde el que Canal Sur bombardeaba a base de pachangas y refritos musicales los veranos de los noventa, en el que el gran Bobby Farrel estuvo a punto de “comerle la boca” literalmente a una incauta Consuelo Berlanga para deleite de un público sobrado de mala leche, donde el boom de las sevillanas terminó de desinflarse disfrazado de Riá Pitá…. es hoy un campo de jaramagos.

Si una imagen vale más que mil palabras, ahí llevan dos.

5 de junio de 2011

El Árbol del Coral

Durante los próximos 10 meses las puertas del Hotel Alfonso XIII permanecerán cerradas debido a unas obras de reforma; 10 meses durante los cuales Sevilla se quedará sin el que podríamos considerar “su hotel” por excelencia.

Edificio de “grandes lujos y magnificencias”, tardó 12 años en ser levantado bajo la dirección y proyecto del arquitecto José Espiau en lo que fueron antiguos Jardines de Eslava, una zona de recreo situada en las afueras de la Puerta de Jerez que los duques de Montpensier habían cedido a la ciudad para uso y disfrute de sus vecinos.


Imagen: Wikipedia


Pocos recordarían por aquel entonces que siglos atrás formó parte del arrabal de Marruecos, donde los obispos titulares de ese país tuvieron sus casas tras la Reconquista hasta que se dio por perdida toda posibilidad de devolver el Magreb a la fe cristiana; menos aún que allí estuvo la Mary al Fidda o pradera de la Plata en la que Almutamid conociera a su amada Itimad.

Y son éstos solo dos de los bellísimos nombres que tuvo el lugar a lo largo de la historia, sin desmerecer por supuesto el de Jardines del Niño Mimado que le pusiera la Sevilla Romántica, esa que recorría día tras día su hijo más ilustre, Gustavo Adolfo Bécquer, camino de la Escuela de Mareantes (hoy Palacio de San Telmo) para cursar sus estudios de marino y de paso navegar con su imaginación hacia lugares a los que solo podía llegar un genio de su talla.

Tampoco es de extrañar que años después esos mismos arriates y senderos del Niño Mimado fueran testigo de los paseos de otra niña mimada de la ciudad, María de las Mercedes, cuando la Escuela, los Jardines y prácticamente todo lo que había hasta llegar a Eritaña pasó a ser propiedad de sus padres, los duques de Montpensier.

Precisamente se cuenta que fue la duquesa, María Luisa, la que tuvo a bien ceder los Jardines en propiedad a la ciudad, que los rebautizó homenajeando al celebérrimo autor del Miserere, don Hilarión Eslava.

También se cuenta que en poco tiempo estos Jardines de Eslava llegaron a ser los mas concurridos y agradables de Sevilla, más aún que los fronteros y afortunadamente todavía existentes del Cristina. Cerrados con una verja de bellísima factura hacia la calle San Fernando y la Avenida de Roma, en su interior se levantaba en palabras de José Andrés Vázquez un espacioso teatro, con café adjunto, que a partir del Corpus funcionaba durante el verano”.

Por un precio que oscilaba entre los 50 céntimos y la peseta, los sevillanos de la época disfrutaban en primer lugar de una sesión de Circo para luego dejarse atrapar por la mágica elegancia de la ópera o el costumbrismo castizo de la zarzuela. Incluso una de las primeras sesiones cinematográficas de la ciudad, con permiso del Café Suizo, tuvo lugar al amparo de los bojes y naranjos de estos Jardines.

Hasta que cambiamos de siglo y, prácticamente de escenario; aunque habíamos tenido un anticipo décadas atrás cuando se desmonta la Puerta de Jerez para gloria y alivio de una ciudad que pensaba alcanzar la modernidad derribando su pasado, el sueño de la Exposición Iberoamericana transforma radicalmente el entorno hasta acercarlo, prácticamente, a la imagen que ha llegado hasta nuestros días.

Nada volverá a ser igual: la moderna Avenida que morirá a los pies de la nueva Puerta de Jerez sin puerta se lleva por delante manzanas enteras de edificios hasta llegar a la Plaza Nueva, los Jardines del Cristina se cercenan con el Hotel del mismo nombre y los de Eslava, simplemente, son condenados a desaparecer.

Saltimbanquis, funambulistas, tenores y estrellas del género chico deberán buscarse otro escenario ya que el inmenso Teatro será demolido para ceder su lugar a un fastuoso edificio donde recibirán alojo las personalidades que visiten la Exposición y que, no en vano, se llevará el 10% de su presupuesto: el Hotel Alfonso XIII.

Como ya se dijo al inicio, desde que comienzan las obras en 1916 bajo la dirección de José Espiau Muñoz pasarán doce años hasta que el edificio, ejemplo y modelo de la arquitectura regionalista, sea inaugurado a pocos meses del inicio de la muestra, en 1928, aprovechando un banquete homenaje a la infanta Isabel Alfonsa, sobrina del monarca, que acababa de contraer matrimonio.

Un año antes, junto a la que sería una de las puertas del lujoso Hotel y frente a la fuente que el escultor Delgado Brakenbury estaba levantando en el centro de la plaza que ensanches, derribos y alineaciones habían perfilado, era plantado un curioso árbol que acaba de desembarcar desde la lejana Argentina: un ceibo o árbol del coral.

No se tienen noticias sobre de la existencia de este tipo de árboles anteriormente en la ciudad, a pesar de la estrechísima relación que durante siglos mantuvo Sevilla con su país de origen; y es que de las Indias venía el oro y, hasta que no se acabó, no comenzaron a llegar las flores.

Este Árbol del Coral no solo establecía un vínculo mas fuerte entre Argentina y Sevilla más allá de la propia Exposición: a la sombra de sus ramas el presente del Hotel hacía lo propio con el pasado de los ya desaparecidos Jardines de Eslava, que aún muchos añoraban en las calurosas tardes de verano.

Y allí permanece desde entonces, junto al pórtico de entrada al apeadero, testigo de los sucesivos cambios y transformaciones que en casi 90 años ha experimentado la zona: despidiendo líneas de tranvías pasadas de moda que décadas mas tarde vuelven con otro nombre y tecnología, viendo como las obras del Metro sacaban de las entrañas de la tierra la vieja muralla para volver a enterrarla; como desaparecían los “meones” de la fuente de Híspalis ante el beneplácito de todos; como la ciudad, en definitiva, cambia para volver a ser la misma.

Bajo sus ramas han pasado ilustres huéspedes y gente anónima, personajes de alta alcurnia y guiris decepcionados por no ver toreros y cigarreras paseando a su alrededor; las mismas ramas que atrapan los acordes de las primeras marchas con las que el Señor de la Victoria entra en la ciudad antigua cada Domingo de Ramos; las mismas que asomaban curiosas para ver al final de la calle la portada de la Feria cuando se celebraba en el Prado y que hoy sirven de fondo en fotografías de improvisadas flamencas foráneas que cogen el coche de caballo a su sombra camino del Real.

Ahora, con la llegada del mes de Junio, han aparecido como todos los años las primeras flores entre sus ramas y las del joven ejemplar que se levanta a su lado; flores que en unas semanas esparcirán sus pétalos granates sobre los grises adoquines de la calle San Fernando recordando las amapolas que siglos atrás crecerían en la que una vez fue Pradera de la Plata; flores que son testigo de esa Sevilla que vivieron nuestros padres y abuelos; una Sevilla cuya llama permanecerá encendida mientras no caigan en el olvido estos pequeños detalles que la mantienen viva.