A finales del año pasado concluían las obras de la nueva esclusa del Puerto de Sevilla, por la que se permitirá la llegada a embarcaciones de mayor calado y, de paso, que el comercio fluvial siga vivo, al menos, durante las 5 décadas en que se ha estipulado su vigencia.
Como se suele decir, "a rey muerto, rey puesto". O viceversa: río arriba quedaban abandonadas las instalaciones de la vieja esclusa que durante los últimos 60 años permitió que la ciudad creciera y se desarrollara al amparo del Guadalquivir, origen y sentido de su vida.
Y es que la relación de Sevilla con el Río ha sido tan beneficiosa como tormentosa a lo largo de la historia.
No en vano, ser puerto fluvial concede a la ciudad unas posibilidades económicas y estratégicas impresionantes, pero a su vez le origina problemas enormes, en ocasiones trágicos, sobre todo en época de inundaciones.
Para potenciar lo primero y paliar en la medida de lo posible lo segundo se inician una serie de planes y reformas a principios del siglo XX que alteran definitivamente la relación directa de Sevilla y el Guadalquivir. En uno de esos planes entra en juego la esclusa.
Construcción de la esclusa. Fuente: Autoridad Portuaria
Desde sus orígenes Sevilla trata de controlar el Río o, cuando menos, convivir con él. No en vano la misma raíz de su nombre romano proviene de Ispal, que vendría a significar "ciudad sobre palos".
Ya en época visigoda, cuando esos palos que vieran Julio César y Sertorio estaban sepultados por un complejo sistema de cloacas y alcantarillas, se cuenta que el príncipe Hermenegildo, encerrado tras los robustos muros de la todavía Híspalis, pudo ver como su padre Leovigildo trataba de desviar en cauce del entonces Betis fabricando un dique con las piedras de la abandonada Itálica. Se cuenta...
Sí que está documentado que un buen puñado de siglos después, en 1903, don Luis Moliní idea un Plan para mejorar la navegabilidad del Río construyendo el Canal de Alfonso XIII o Corta de Tablada, de modo que el tráfico hacia el Puerto pudiera ser directo y mas controlado, dotando además a la ciudad de tres nuevos muelles: los de Nueva York, Tablada y las Delicias.
En 1926 se terminan las obras de Moliní, con sus reglamentarios retrasos y problemas, y entonces se cae en la cuenta de que hay un importante contratiempo: el nuevo puerto es inundable.
De inmediato se encarga un nuevo Plan de Mejoras al ingeniero José Delgado Brackenbury, donde especifica los trabajos necesarias para aislar el Puerto y la ciudad misma de las avenidas del Río.
Este Plan, que recibirá el nombre de su ideólogo, Brackenbury, une mediante un nuevo cauce la Cartuja con el ramal que por San Juan de Aznalfarache había quedado en desuso con el anterior, cerrando el tramo que pasaba por la ciudad en Chapina (el famoso Tapón) y en una esclusa junto a Tablada en el otro extremo.
El impetuoso Guadalquivir quedaba ahora convertido en una dársena desde la que se controlarían exhaustivamente los barcos que entraran y salieran e incluso las mareas.
En 1929 se inician las obras de esta esclusa que, entre huelgas, Guerra y retrasos, no se recepciona hasta 1951, con Brackenbury ya jubilado. El “Ciudad de Alicante” se encarga de inaugurar la nueva infraestructura portuaria que tendría 8 metros de fondo por 24 de ancho (manga) y 200 de largo (eslora).
60 años dando servicio a la ciudad, 60 años potenciando el comercio, las relaciones, el transporte y la misma vida de Sevilla, 60 años que son muchos para un edificio de estas características y que la han dejado pequeña, obsoleta y, ahora, abandonada.
En este reportaje podemos ver lo que queda y lo que hay de esta vieja esclusa en la actualidad. No es que tenga mucho valor patrimonial ni histórico, pero al menos guarda un cierto encanto, el de esas cosas envejecidas que, tarde o temprano, pasarán a engrosar las páginas del olvido.
Torre de Mando a la entrada de la esclusa
Muros de la esclusa.
Es interesante observar algunos detalles curiosos como el letrero de bienvenida y los listones de madera clavados para que no rocen los barcos
Elementos de señalización y control de barcos esparcidos por el entorno
Uno de los edificios mas curiosos de la zona: la casa del Capitán
Contaba con dos zonas: una donde estaba su oficina, en la que aún pueden verse estanterías y armarios repletos de objetos abandonados.
En la parte trasera, hacia un jardín lleno de hierbajos y maleza, estaba la zona residencial. Aún se ven columpios desvencijados e incluso farolas
Muy buena entrada, edificios e instalaciones que ahora descansas tras su buena servidumbre, habría que haberlos visto trabajando a pleno rendimiento...
ResponderEliminar¿Podríamos okupar la casa? No es maleja, ¿no?
ResponderEliminarHace ya muchos, pero muchos años en las tardes de verano mis padres nos llevaban a la antigua carretera de la esclusa y nos subian al techo del coche para ponernos ciegos de moras. Me imagino que ya no quedarán ninguna de esas moreras.
ResponderEliminarSaludos
Eche muchos ratos de pesca en las tardes de verano, cuando mi hijo Rafael era pequeño, alrededor de ella.
ResponderEliminarAllí en este tiempo la temperatura está unos cuantos de grados por debajo que en el centro de Sevilla.
Buena entrada de las que nos recuerdan otra Sevilla.
Un abrazo
Me encanta particularmente esta entrada, puesto que en la carretera de la Esclusa se encuentra mi segunda casa.
ResponderEliminarA pesar de que creía conocer la evolución de la esclusa, siempre nos sorprendes con algún dato nuevo.
Por cierto, pocas moreras quedan sevillana, tienes razón ;-)
En esa casa he jugado mucho de pequeño. Era la época que Escañuela era el Jefe-Practico del Puerto de Sevilla y vivian en esa casa. Su hijo Antonio Escañuela era amigo mio.
ResponderEliminarEn esa casa viví desde 1951 a 1959,cuando mi padre era el capitán de la esclusa.Y sí era una casa estupenda y conseguimos un estupendo jardín poco a poco,también construyeron la piscina en la que aprendimos a nadar todos los hermanos.Bonitos recuerdos.
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