“Figuraos una casita blanca como el campo de la nieve, con su cubierta de tejas rojizas las unas, verdinegras las otras, y entre las cuales crecen un sinfín de jaramagos y matas de resedas.”
Así empieza Gustavo Adolfo Bécquer la descripción de la Venta de los Gatos, un ventorrillo situado a las afueras de Sevilla que inspira uno de sus relatos mas célebres y conocidos.
Esta venta era una de las muchas que surgieron en el viejo camino de Extremadura, que muchos historiadores han identificado como comienzo de la Ruta de la Plata y que hoy día es aún reconocible en el eje Don Fadrique-Sánchez Pizjuán.
La profusión de villas de recreo nacidas al amparo de este camino, también conocido como Calzada de los Macarenos, nos puede dar una idea de la importancia que tenía en la Sevilla de la época: junto a la Venta de los Gatos, la de los Escalones, la Concepción o la del Santo son sólo unos ejemplos que, para bien o para mal, hoy solo existen en la hemeroteca del recuerdo.
En esta primera parte de la historia Bécquer nos describe un lugar alegre y luminoso, rodeado de olivares y huertas, con un ambiente “animado por una multitud de figuras, de hombres, mujeres, chiquillos y animales formando grupos a cuál más pintoresco y característico”.
La fiesta, el cante, las palmas, las risas, los rasgueos de guitarra… el escritor hace tanto hincapié en dibujar una estampa vitalista e incluso bulliciosa que bien podría ser la descripción de uno de los cuadros costumbristas de Gonzalo de Bilbao o de su mismo hermano, Valeriano.
Entre toda la gente que daba vida y color a la Venta destaca Amparo, una bella muchacha a la que no duda en erigir centro de toda la escena, a la que convierte en modelo del dibujo que pretende llevarse como recuerdo de ese día, en centro de los amores del hijo del ventero y, en definitiva, la que será la musa del propio relato.
II
“Por último, llegué al ventorrillo; lo recordé más por el rótulo, que aun conservaba escrito con grandes letras en una de sus paredes, que por nada; pues en cuanto al caserío, se me figuró que hasta había cambiado de forma y proporciones. Desde luego puedo asegurar que estaba mucho más ruinoso, abandonado y triste.”
Después de largos años de ausencia, Bécquer vuelve a Sevilla, pero todo ha cambiado: el genial escritor se extraña por las “cosas nuevas que se han levantado no se como” a la vez que añora “muchas cosas viejas que han desaparecido, no se por qué”.
Y es que, sin duda, la ciudad había sufrido una importante transformación en el intervalo de tiempo en que están inspiradas las dos partes del relato.
Buena parte de las puertas y murallas que la rodeaban habían sucumbido a la voracidad demoledora de la piqueta; las afueras de la ciudad, especialmente las orillas del río por las que mostraba especial predilección, estaban completamente remozadas; muchos conventos e iglesias habían quedado abandonados e incluso desaparecido por obra y gracia de la desamortización de Mendizábal. Sus propias palabras no pueden ser mas explícitas: “Yo dejé una Sevilla y encontraba otra muy diferente”.
No se queda atrás la Venta de los Gatos; de hecho, el panorama en este lugar es aún peor. La creación del nuevo cementerio de San Fernando había herido de muerte al otrora idílico ventorrillo.
El ambiente festivo y lúdico había dado paso a un paisaje monótono y desolador, acentuado por “la sombra del cementerio”.
Ya no había cante y jolgorio, todo era distinto: las mesas estaban desiertas, el antiguo bullicio había dado paso a un silencio tan solo interrumpido por aullidos de perros y sonidos confusos, el ambientado camino ahora únicamente lo transitaban sacerdotes, sepultureros y ancianos de luto. Todo estaba “mucho mas ruinoso, abandonado y triste”.
Y Amparo había muerto.
Se había marchado para siempre, como la alegría y la música. Su vida se había secado “como se secan las flores arrancadas de un huerto para llevarlas a un estrado”. Como esa vieja Sevilla que ya solo viviría en los recuerdos de Bécquer.
Desde que Bécquer publicara en El Contemporáneo este relato, en 1862, han transcurrido cerca de 150 años.
Sobra decir que los cambios experimentados por Sevilla en todo ese tiempo han sido mucho mas profundos y radicales que los vividos por el escritor. Sobra decir que la muralla, las puertas, las orillas del río, las afueras, la ciudad en general ha cambiado, y mucho. Por suerte o por desgracia. Para bien y para mal.
Y sobra decir que el entorno de la Venta de los Gatos no tiene nada que ver con lo que nos describió Bécquer.
Las viejas huertas y olivares son hoy bloques de viviendas; la antigua Calzada de los Macarenos ha cambiado su textura de piedra y albero por el gris del asfalto; el cementerio de San Fernando pasa desapercibido dentro de la maraña urbana en que se ha convertido el entorno de San Jerónimo; y los primero alegres y después lúgubres caminantes que ambientaban las escenas del relato son ahora gente anónima que simplemente está de paso y que, por regla general, no suele reparar en una pequeña construcción de escasa altura y aspecto destartalado que languidece a la sombra de las edificaciones que la rodean.
Una pequeña construcción cuya presencia está a medio camino del desafío al paso del tiempo y de la súplica por ese golpe definitivo que la haga desaparecer como ha desaparecido ese universo becqueriano del que una vez fue protagonista.
Porque la Venta de los Gatos aún existe, aunque muchos la hayan olvidado.
Hoy no hay fiesta ni música. Tampoco hay tristeza ni llantos. Simplemente hay un aparcamiento de motos.
A pesar de los esfuerzos, tan débiles como estériles, de vecinos y autoridades, parece ser que su dueño, el hijo del hijo del hijo de aquel ventero que apadrinó a Amparo y que tuvo de parroquiano a uno de los mas geniales escritores del Romanticismo patrio, no está interesado en dignificar este emblemático lugar.
Y es que el tiempo sigue conjurado contra la Venta de los Gatos, donde hoy solo habita el olvido.
El mismo olvido en que está Amparo, cuyas cenizas quizás se encuentren esparcidas por algún rincón del camposanto que cambió para siempre el mundo en que fue feliz; o el mismo olvido en que se encuentra la tumba de Bécquer, enterrado en uno de los mausoleos del casi desconocido Panteón de Sevillanos Ilustres.
Vida, muerte y olvido: es tanto el paralelismo que hay entre los protagonistas de esta historia que asusta.
Quizás, sin que podamos evitarlo, se esté escribiendo en estos momentos la tercera parte de la obra de Bécquer. O su final...
Conocí la venta en pleno funcionamiento, cuando algunas barriadas próximas no existían aún. El Hospital de las Cinco Llagas, aunque renqueante, funcinaba y el actual Anatómico era la Facultad de Medicina, Suarez Perdiguero era el Decano y en toda Sevilla era famoso su coche, un Dodge Dart rojo con mátricula SE 1111- "Atila".
ResponderEliminarBuenos conejos con arroz que preparaban allí.
Saludos.
Doria
Qué gran entrada, como de costumbre, y qué buenos recuerdos me traen los alrededores de la Venta del Gato. Como de costumbre también, para qué vamos a cuidar nada...así nos va.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
No tenía ni idea de todo esto, has puesto la tormenta sobre el blog como corona perfecta al ambiente romántico que describes.
ResponderEliminarMe fijaré cuando pase por allí e intentaré en vez de aparcar una moto pedir una tapita de algo, a ver que pasa.
Un abrazo General.
Qué saborío el heredero no queriendo vender o avenirse a su arreglo, para una vez que el ayuntamiento estaba dispuesto a colaborar...
ResponderEliminarSi triste es la leyenda (permíteme Du Guesclin que la enlace) también lo es presenciar la dejadez en nuestra ciudad.
Saludos.
Ojala aun no sea tarde,me ha conmovido la entrada,sitios tan cargados de historia no deben perderse,como siempre una lección mas para mi,esa que cuentan los suyos la que aman de corazón la ciudad.
ResponderEliminarDoria también estaba muy bueno, los conejos con tomate, de esa Venta. El actual HUS, era el Campo de Deportes de la Universidad, donde se iba a los Exámenes de Gimnasia. Y el Decano al que haces referencia, vivia en la calle Imagen, que por cierto era de Tudela, y como dices era muy famoso su coche.
ResponderEliminarSaludos.
¡Anda que no he ido yo veces ni ná andando desde San Jerónimo a la Macarena y he pasado por delante de la Venta de los Gatos! Y también en los viejos autobuses azules de Gisbert (entonces, Tussam, si es que ya se llamaba así, no llegaba a lo que era casi un pueblo y ahora es un barrio más)
ResponderEliminarEnhorabuena por la entrada, mi general
Lo primero que he hecho ha sido buscar el coche en imágenes de google, Doria... vaya tela, jeje; Respecto a la Venta, debía ser curiosa la imagen; de niño aún recuerdo huertas por la zona, de hecho uno de los barrios se llama "Macarena Tres Huertas"; pero son recuerdos bastante difusos...
ResponderEliminarPues si Juanma; en este casp parece que hay voluntad e intención de hacer algo, pero vamos, viendo el resultado creo que poco se está moviendo el tema. Una corriente apuesta por cierto por la demolición que, la verdad, tampoco es descabellada. Total...
Jeje, ten cuidado Luz de Gas, no vaya a ser que te den los restos de existencias que lleven 20 años caducados...
Eso digo yo zinquirilla; creo que es de los pocos casos en que vecinos y ayuntamiento van en la misma dirección, aunque como dije antes, me parece que no tienen mucha prisa.
Muchas gracias América.
Anónimo, al hilo de las especialidades culinarias de la Venta, también me ha comentado mi padre que justo al lado había una piscifactoría que estaba llena de barbos.
También él recuerda ese coche, así que supongo que debía ser bastante raro encontrarse un Dodge por las calles de Sevilla en la época (ahora tampoco se lleva esa marca mucho que digamos). De hecho no me extrañaría que todavía existiera en plan reliquia de coleccionista como muchos otros coches "raros" de época.
Tato, recuerdo de niño, antes de que los autobuses adquirieran el color naranja característico (hoy tirando a rojo-carmesí) que eran de color azul y blanco, aunque no se si estamos hablando de los mismos o los que yo digo son posteriores. Joder, es pensar en autobuses azules y me viene a la cabeza el viejo bonobús que cortaba los piques, que cosa mas incómoda...
Saludos.
por muy triste que sea el final, nunca acabará con su historia. Yo estuve allí, con Becquer.
ResponderEliminarQue pena que lugares tan emblemáticos, tan cargados de historia, terminen así.
ResponderEliminarEsta venta tiene un significado especial para mí. Me impresionó mucho cuando leí el relato de Becquer.
Un abrazo
Que placer llegar hasta tu ventana y hacer el recorrido que nos propones, de verdad me ha gustado muchísimo este espacio tuyo ,que espero ir descubriendo poco a poco, enhorabuena navegante!...
ResponderEliminarEs una pena que lugares con tanta historia terminen así pero seguiran con nosotros mientras los recordemos. Besos.
ResponderEliminarSi Bécquer hubiera tenido un blog…
ResponderEliminarPor cierto, este finde visito el Panteón de Sevillanos Ilustres, ya te cuento y lo mismo hago fotos, si las polillas me inspiran… Es curioso porque creo que no sabes el asco que me dan todos los bichos, todos, sin excepciones…
Kisses
Gracias por el chorro de información y puesta en escena. Se nos van las mejores. Menos mal que todavía hay románticos.
ResponderEliminarAndo con prisas pero por recoger el reto... gracias.
Antonio
P.D. Espero nos veamos pronto.
Muy buena entrada Sergio. Paso mucho por este edificio, y la verdad que no tenía ni idea de que tuviera tanta historia. De lo de Becquer ya ni te cuento.
ResponderEliminarEste fin anónimo de elementos que han sido en alguna época importantes, lamentablemente suele ser un devenir común en la ¿evolución? de las ciudades.
Por eso es muy importante, que con escritos como este, refresques la memoria, dejando patente una historia en el olvido.
Fijaté que al final es el único elemento de cierto valor, en una zona de barrios residenciales despersonalizados.
Un abrazo muy fuerte, gracias y enhorabuena por esta entrada.
PD. Por cierto espero que fuera genial la visita del Domingo.
Un nuevo golpe de efecto en tu blog que demuestra tu altísima capacidad para abordar temas históricos y la diversidad con la cual defiendes al Patrimonio. Excelente.
ResponderEliminarMe quedo con una frase: Porque la Venta de los Gatos aún existe, aunque muchos la hayan olvidado. El olvido no significa que alguien o algo desaparezca.
La Venta de los Gatos está grabada a fuego en la Historia de la ciudad, pero aún tenemos, o tienen, la posibilidad de que no sea recordada sólo por fotos. Veremos que ocurre.
Un abrazo amigo Du.
Es lo bonito del recuerdo, Natural de Sevilla, que para algunos nunca caerá en el olvido.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, verdial; por cierto, el relato de Bécquer es maravilloso, me hizo cambiar el enfoque de la entrada porque no pude resistirme a referenciarlo continuamente.
Muchas gracias por tus palabras, arena, y por supuesto te doy la bienvenida a este rincón.
Pues sí, Fango, seguirán con nosotros.
Jeje, también comparto ese "amor polillesco" Gata Roma. Buena visita, desde luego, aunque tenía entendido que solo podía hacerse los jueves.
Como ya dijiste antonio, "en cuaresma todo es posible"...
Estuvo muy bien la visita, Edward, y esperemos que la próxima vez no nos faltes, jeje.
Respecto a tu comentario, efectivamente es curioso que elmentos como éste, aunque nos parezcan insulsos e incluso ridículos, son los que dan historia y en ocasiones hasta dignidad a muchos espacios de la ciudad que han crecido a fuerza de arrollar todo lo que estaba por delante. Elementos que, desde mi punto de vista, deberían ser mas tenidos en cuenta porque tienen la misma dignidad histórica que cualquier otro edificio del centro de la ciudad, aunque pueda parecer una barbaridad.
Pues si, aguaó, veremos que ocurre y esperemos que se de una solución al tema.
Saludos.
Algún día la piqueta derribará la Venta de los Gatos y sólo permanecerá en la sensibilidad sevillana de enamorados de esta tierra como tú.
ResponderEliminarExcelente entrada, amigo Sergio.
saludos! pasaba por aquí para felicitarte por el blog, lo descubrí precisamente buscando información sobre Sevilla y sus calles, y me encantaron los artículos sobre la Avenida de Miraflores y la Expo (o lo que queda de ella). Me paso por aquí a menudo, pero hasta ahora no me había atrevido a firmar.
ResponderEliminarEnhorabuena por tanto y tan buen trabajo.Un saludo!
´no me preocupa tanto la ignorancia, como la falta de curiosidad. Nos quedaremos con gatos pero sin venta histírica.Volveré
ResponderEliminarDesde luego,¡ que entrada mas interesante! Sabía de su origen y de su importancia, pero tú te has encargado de aclararme muchas dudas.
ResponderEliminarUna vez mas, aplausos miles. No se yo qué pensaría Becquer si resucitase y se fuese de juerga a su Venta y la viese así...
Me gusta como luchas por la dignidad historica de nuestro patrimonio.
ResponderEliminarMagnifica entrada Sergio. Sigue defendiendo así nuestra ciudad porque, al menos, servirá para refrescar muchas memorias. Y la unión hace la fuerza, o eso dicen...
ResponderEliminarConocía la historia de que Bécquer escribiera allí sus Leyendas, pero no el hecho de que se hubiera convertido en aparcamiento de motos. Y es que hace mucho tiempo que no paso por esa zona.
El Ayuntamiento debería pujar con más fuerza por la Venta de los Gatos, intentando llegar a un precio que compense al dueño y recompense a los sevillanos.
Un abrazo Sergio.
Sergio, parafraseando lo que bien dice la sentencia supra, tus entradas dan sentido a este camino que entre todos forjamos para revivir cualquier memoria de Sevilla y que nunca se quede ésta en el olvido ni ninguno de sus rincones porque estoy segura de que absolutamente todos guardan un secreto maravilloso. Una excepcional entrada histórico-literaria...jo y yo en Pisa jejeje.
ResponderEliminarUn abrazo, mi querido amigo y super vesi.
Muchas gracias por tus palabras, pregonero de sevilla; y sobre todo, muchísimas gracias por pasarte por aquí con todo el ajetreo que tendrás en estos días.
ResponderEliminarBienvenido Nafke, me alegro mucho que te guste el trabajo realizado.
Eso parece, Cruel y Justiciero; y en este caso parece que el orden de los factores altera y bastante el producto...
Jeje, buena pregunta dama... la verdad es que volvería al Panteón, sin duda...
Muchas gracias Glauca.
Estoy de acuerdo contigo, duende del sur; pero bueno, el problema son los intereses encontrados que hay por medio, para variar.
Bueno maría azahar, la verdad es que ya cogerás Sevilla con mas ganas. De momento aprovecha el tiempo para no tener que volver a irte, jejeje.
Saludos.
No comprendo como a estas alturas de la historia puede haber gente a la que -ni siquiera- se le pase por la cabeza la demolición de la venta, en vez de que se inicie una campaña popular para recuperar un edificio que -no sé si lo ha comprendido todo el mundo- ES MÍTICO.
ResponderEliminarEscribo otro mensaje porque estoy indignado pensando en la idea de que alguien(aunque sea uno solo)haya dicho de demoler la Venta. Luego de queja la gente de catenarias y otras menudencias que -con el tiempo- será tradición, y no se exaltan pensando que hay quien quiere demoler una leyenda sevillana que gracias a la literatura es universal.
ResponderEliminarHe descubierto esta página y estoy embobada con los temas que tocas.
ResponderEliminarVivo cerca y además del aparcamiento de motos, hace un año la pintaron de albero, con tanta sensibilidad que la lápida de mármol conmemorativa de Bécquer también la cubrieron de albero, de forma que ni se puede leer. La colocó Ramiro Lahoz, contructor de Las Golondrinas, donde está "incrustada" la Venta.
No entiendo como los vecinos que la defienden permitieron que se tapara esta placa, que a mi entender aporta conocimiento y respeto al lugar. Y que pena que los dueños del local sean tan cortitos. Felicidades, tu blog es una preciosidad.
Cierto, la placa de mármol esta pintada de amarillo albero como toda la fachada.
ResponderEliminarEl dueño creo que es pintor y cada cierto tiempo, antes menos..., pinta entera la fachada y la rotula con el nombre de venta de los gatos. Pero realmente es una venta antigua y destartalada, pero según escuche cuando era pequeño y todavía todo esto, puesto que yo vivo a un minuto andando de la venta..., era campo, ese edificio no es la autentica venta de los gatos a la que hace referencia Becquer. Decían que la autentica desapareció como el resto de huertas y cortijos de toda esta zona, y que ese hombre en cuestión, rotulo ese nombre de la venta de los gatos en su edificio, y que con su leyenda se quedo.
Quizás esa sea la razón de su abandono y que realmente estén tratando de tirarla para hacer pisos o cualquier otra cosa, por que quizás, y no lo puedo asegurar, esa no es la autentica venta.
Un saludo
La historia es nuestra sangre, nuestros orígenes, pero en estos tiempos que corren los euros son los primeros que hacen olvidar la historia y los vestigios heredados de cada familia.
ResponderEliminarCreo que esa venta es de propiedad privada, lo cual depende del dueño venderla, y si no le interesaba lo que le daban es porque el ayuntamiento no pagaría mucho, y ahora menos con la crisis. Tengo oido que sigue en venta, y la he visto más cuidada que hace algún tiempo, si fuera monumento de interés cultural o algo así se hubieran preocupado las competencias oportunas de su resturación y mantenimiento, pero tampoco está catalogada como tal, y los vecinos les da igual tirarla o conservarla por lo que se escucha, lo que quieren es quedarse con ella? por la cara?, pues apoyo al dueño para que no la malvenda, nadie vendería a dos reales una herencia de familia de tantísima historia.
menos mal, que alguien pone cordura, cebejorro. Esa venta no es la original, ahora bien si queremos "adonarla" de cara al turismo, pues, me parece perfecto
ResponderEliminarEn los años 80 recupero parte del esplendor, al menos en horario nocturno...recuerdo multitud de noches de cante y bailes en ella...primero unos malagueños le dieron auge y luego les siguió mi amiga Pepi...Hoy regente el bar "el 15" en la glorieta de heliopolis (hoy Parias Merry)...como dice un comentarista...el actual propietario parece que no estaba muy por la labor de ese auge o al menos que ese auge no fuera en beneficio propio, al menos eso se comentaba por los mentideros de entonces, vaya usted a saber.
ResponderEliminarLo cierto es que pasamos buenos ratos en ese lugar...por cierto, aun recuerdo la casita anexa rodeada de hiedra donde siempre había una mujer sentada en la puerta, la casa estaba como metro y medio por debajo del actual nivel.
Pues ahora mismo tiene un cartel de SE VENDE....
ResponderEliminar¿sabéis (poquísimas personas lo saben) que la "Venta de Los Gatos" de la que hablaba Bécquer no se llamaba así?. Su nombre real era "Venta o Ventorrillo de Buenavista". Así lo marcan los muchos planos de la ciudad en dicha época que se conservan en el Ayuntamiento.
ResponderEliminarSaludos a todos
Mariano Mateos de Pablo-Blanco