21 de diciembre de 2013

Montpensier, el Rey Naranjero


Había estallado el escándalo.
Media Sevilla se llevaba las manos a la cabeza, estupefacta e incapaz de reaccionar; la otra media, simplemente, reía a carcajadas, sonoras carcajadas, sonrojantes carcajadas…
Que si era un usurero, un miserable, un avaricioso… de todo menos bonito, el “pitido” de los oídos de don Antonio de Orleans, duque de Montpensier, debía escucharse desde la dehesa de Tablada hasta el campanario del monasterio de San Jerónimo por lo menos.
Críticas desaforadas, menosprecios, detracciones… y, sobre todo, la guasa sevillana, la irremediable guasa sevillana que en juicio sumarísimo dictaba sentencia: había nacido el “Rey Naranjero”

Yo soy el Rey Naranjero
de las huertas de Sevilla,
quise atrapar un sillón
y me quedé sin silla.

Don Antonio era hijo de Luis Felipe de Orleans, último rey de Francia, título al que aspiró durante toda su vida. O al que fuera: simplemente quería un trono.
Para ello se valió de un sinfín de artimañas, intrigando para que se creara un Reino a su medida en Ecuador o casándose con la hermana de Isabel II con el fin de estar lo más cerca posible del trono de España… pero siempre fracasaba.
Personaje controvertido, tenía una amplia nómina tanto de seguidores y como de detractores que lo ponían día tras día en el primer plano de la actualidad, para bien o para mal.
Los primeros se acercaban a su inmensa fortuna, de la que hacía ostentación a la mínima oportunidad que tenía; los segundos aborrecían su ambición desmedida carente de escrúpulos, no en vano es considerado uno de los mayores conspiradores de nuestra historia. 

El Rey Naranjero
Caricatura del Duque de Montpensier
La Flaca, 03 de Julio de 1869

Casado con la infanta María Luisa Fernanda, hija menor del malogrado Fernando VII, don Antonio puso en liza prácticamente desde que se bajó del altar todas sus malas artes e incluso su fortuna personal para desprestigiar hasta lo inimaginable a su cuñada, la reina Isabel II, y de esta forma tratar de obtener a su cetro.
Todo vale para el duque de Montpensier, que convierte su residencia sevillana del Palacio de San Telmo, algunos lo llamarán la Corte Chica, en centro de reunión de pintores, escultores, poetas, escritores… y conspiradores.
Así, lo mismo financia una revolución liberal que airea a los cuatro vientos la supuesta homosexualidad del rey consorte, su cuñado Francisco de Asís, antiguo compañero de clase en el Liceo Enrique IV de Francia, al que llamaba la “Niña Bonita”.
Mucho daño provocaron estos rumores en la ya de por sí tambaleante Corona, sobre todo cuando se hizo eco la prensa de la época, que no tardó en arrojar contra el monarca el dardo satírico y ridiculizante que en ese momento causaba estragos en la clase política española: la caricatura.

El Rey Naranjero
Carlos IV, Fernando VII, Isabel II, Montpensier, Alfonso XII:
Disputas entre los Borbones - La Flaca, 20 de Febrero de 1870

En el polvorín que es la España del siglo XIX, un país política y socialmente inestable a años luz de sus vecinos europeos en todos los aspectos, el periodismo adquiere una importancia capital para denunciar la triste realidad y, de paso, arremeter contra el Gobierno o contra la oposición, según quién pague. 
Los quioscos se convierten en campos de batalla donde se libran auténticas guerras de tinta que no dejan muertos, aunque muchas veces los provocan. 
Por eso hay que ser comedido, no traspasar ciertos límites que pueden acarrear fuertes multas o el mismo cierre del periódico, por lo que las publicaciones aguzan el ingenio para comunicar lo que de otra forma sería imposible.
En este contexto, no es de extrañar que el humor gráfico, sobre todo la caricatura, se convierta en el formato estrella de la prensa patria: todos competirán por tener en nómina al dibujante más ingenioso, realista, mordaz y, sobre todo, con más mala uva
De hecho surgen algunas revistas como “La Flaca”, “El Loro” o “El Motín” que se basan íntegramente en este periodismo satírico y mordaz, teniendo amplísima difusión y cierres escandalosos; sin ir más lejos, la primera tuvo que refundarse seis veces con nombres distintos para esquivar la terrible censura.

Montpensier Rey Naranjero
Iberia, Gil Blas... algunos periódicos de la época
amordazados por la censura.

Otras publicaciones surgen de manera espontánea, amparadas en el anonimato de los pseudónimos, hacen su cuota de daño y, con el propio devenir de los acontecimientos, desaparecen.
Es el caso de “Los Borbones en Pelotas”, unas láminas satíricas atribuidas a los hermanos Bécquer, nuestros Gustavo Adolfo y Valeriano, donde la Familia Real protagoniza cerca de 90 caricaturas de índole, sobre todo, pornográfico.
Así la reina Isabel II aparece como una insaciable aficionada a orgías y su marido Francisco de Asís, “el rey consorte, primer pajillero de la corte”, es sodomizado repetidas veces haciendo bueno ese apodo de “La Niña Bonita” que desde San Telmo había difundido su cuñado, el duque de Montpensier, que seguramente tenia bastante que ver en esta publicación.

Montpensier
El rey consorte, Niña Bonita y primer pajillero
de la corte - Los Borbones en Pelotas

Es lógico por tanto que los partidarios de la reina estuvieran esperando un renuncio de don Antonio para devolverle la jugada, momento que llegó cuando decidió vender las naranjas amargas de sus huertos.
Así, a pesar de su inmensa fortuna, el duque de Montpensier quedaba etiquetado como un personaje avaricioso, tacaño y miserable: el pueblo le reprochaba que tratara de sacar unas míseras perras a unas frutas que la aristocracia solía regalar; sus opositores, encantados, hurgaron en la llaga.

¿Es para correr la Villa
saltando lodos y zanjas
que el pobre vendió naranjas 
de sus huertos de Sevilla?

La coplilla se repetía en cada aparición del duque, en cada acto público, nada más se hiciera mención a su nombre... Guasa sevillana, sutil y fina, que ponía en entredicho su poderío económico, único apartado de su imagen pública que hasta ahora había mantenido intacto.
Y, claro está, el rumor se extendió como la pólvora llegando a Madrid, donde no hubo piedad.
Francisco Ortego, considerado el rey de la caricatura en la España del momento por la gran calidad de sus dibujos y la inmensa facilidad con que encontraba el lado ridículo de sus víctimas, representó a don Antonio vestido a lo goyesco en una especie de opereta: de fondo Sevilla, en sus manos una naranja coronada

Duque de Montpensier
El Rey Naranjero caricaturizado por Francisco Ortego

Hasta el final de sus días don Antonio de Orleáns, duque de Montpensier, cargaría sobre sus espaldas con el “título honorífico” de “El Rey Naranjero”.
Objeto de mofa, burla, había caído definitivamente en desgracia ya que el chisme se agigantaba con el paso de las semanas, no hace falta recordar lo dados que somos por estos lares a la exageración.
Nada ni nadie hizo más daño al duque que la caricatura de Ortego, mordaz y certera, que lo desacreditó ante la opinión pública.
Y aunque el duque de Orleáns siguiera tramando y conspirando contra su cuñada Isabel; aunque llevara gran parte del peso de la financiación de la Revolución que en 1868 la derrocaba; aunque hubiera hipotecado para ello su Palacio de Sanlúcar de Barrameda con la promesa de recibir el destronado trono de España… todo se vuelve en su contra y también tiene que abandonar el que iba a ser su Reino camino del exilio.

Cuando fue cuestión de cuartos
era el Duque un gran hombre:
hoy renegáis de su nombre
porque ya os encontráis hartos.

Esta coplilla, publicada en el número 36 de La Flaca la última semana de Febrero de 1870, define la situación del eterno aspirante que, curiosamente, pocos días después perdería para siempre toda posibilidad de hacerse con el trono al matar de un tiro en la frente en un duelo a su primo Enrique de Borbón, duque de Sevilla.
De nuevo aguardaba el exilio al hombre que quiso ser Rey, ahora vilipendiado, caricaturizado, humillado y renegado… aunque no por ello dejó de conspirar, considerándose el cerebro del asesinato en Noviembre de ese mismo año de Juan Prim, posiblemente el político más influyente en la España del momento. 

La Flaca Prim Espartero
Prim y Napoleón III echan atrás a Montpensier y Espartero,
Aspirantes al Trono - La Flaca, 12 de Junio de 1870

Pero, caprichosa, al fin la diosa Fortuna pareció acordarse por una vez de don Antonio (aunque sólo en parte) y ocho años después, en Enero de 1878, el duque no sólo había regresado a España, sino que, orgulloso, estaba en la primera fila de la madrileña basílica de Atocha.
No se había convertido en Rey, hacía años que era imposible, pero sí su hija, María de las Mercedes, que se casaba con Alfonso XII, primogénito de Isabel II y de Francisco de Asís, la “Niña Bonita”, a quienes que tanto daño había hecho años atrás con sus rumores y bulos.
Cualquiera diría que el destino les sonreía y, a la vez, se reía de todos, aunque será por poco tiempo.
Pero esa es otra historia


1 comentario:

  1. felices fiestas Sergio, Un abrazo muy cariñoso. Y de nuevo, enhorabuena por el blog

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Comentarios: