9 de diciembre de 2013

De Sierpes al Pópulo: la Cárcel Real de Sevilla


Las puertas de la Cárcel Real de Sevilla se abrieron por última vez el 3 de Julio de 1837 para asombro de muchos, que no terminaban de creerlo. 
Y es que eran tantos los años, décadas, siglos… que la ciudad llevaba demandando, casi suplicando, el cierre del viejo presidio situado a la entrada de la calle Sierpes desde la Plaza de San Francisco, que cuando al fin llegó la hora nadie daba crédito.
No es de extrañar por tanto la gran cantidad de curiosos arremolinada alrededor del trayecto que seguirían los más de 500 presos camino de la nueva prisión del Pópulo, un antiguo convento agustino desamortizado meses atrás que se situaba en pleno barrio de la Cestería, entre la Puerta de Triana y el Puente de Barcas

Cárcel del Pópulo
Detalle de un grabado de 1726 donde se representa Sevilla.
En el recuadro rojo, el convento del Pópulo

Atrás, encerrados entre los gruesos muros de la calle Sierpes, quedaban cinco siglos de historia, nada más y nada menos. 
Porque se tienen noticias desde el siglo XIV de la existencia de este presidio, uno de los edificios más tétricos de Sevilla no sólo por su función, sino porque en diversas épocas sus paredes llegaron a estar pintadas de negro.
A este aspecto siniestro habría que añadir un cúmulo de deficiencias, sobre todo la falta de espacio en su interior, que en muchas ocasiones provocó escenas dramáticas entre los reclusos que dentro malvivían hacinados. 

Calle Sierpes
Azulejo inspirado en un cuadro de Gonzalo Bilbao
donde se representa la portada de la Cárcel Real 

Casi desde su fundación las condiciones higiénicas y salubres de la Cárcel Real eran espantosas, ya que ni siquiera disponía de agua potable
Por suerte, a principios del siglo XV irrumpe la figura de Guiomar Manuel Saunines, una de las mayores benefactoras que ha tenido Sevilla en toda su historia, a pesar de que hoy está prácticamente relegada al olvido.
Llevada por la compasión hacia unos reclusos que rara vez volvían a ver la luz del Sol, esta dama dotó a las celdas de ventilación, reconstruyó la capilla que estaba prácticamente hundida, enderezó los muros de carga que habían cedido con el paso del tiempo y, algo que hoy nos puede parecer increíble, consiguió que el Rey donará varias varas de agua de los Caños de Carmona para que bebieran los reclusos. 

Puerta de Carmona
Grabado donde se representa el tramo final de los Caños
de Carmona
antes de morir a los pies de la Puerta

No sólo los presos fueron depositarios de la inmensa generosidad de Guiomar Manuel: de su bolsillo salió el dinero que costeó el primer enladrillado de las calles sevillanas, destinó otra fuerte suma a las incipientes obras de la nueva Catedral y muchos conventos en apuros recibieron donaciones para aliviar su economía.
No es de extrañar por ello que a su muerte, en Noviembre de 1426, el pueblo la llorara como una madre, sobre todo los más pobres, a los que en un póstumo gesto de caridad donó unas ricas salinas que dieron alimento y trabajo a varias generaciones de familias necesitadas.
Enterrada en la Catedral junto a sus padres, su tumba se perdió hace siglos, al igual que su memoria. Nada nuevo, ya sabemos como trata Sevilla a sus hijos.

Siglo XIX J Laurent
La Catedral de Sevilla en el siglo XIX, fotografía de J. Laurent

A pesar de Guiomar Manuel y su buena voluntad, a los pocos años la Cárcel de Sierpes volvía a ser un auténtico desastre, aunque de nuevo le volvió a sonreir la fortuna.
Y es que en el siglo XVI Sevilla se convierte en Puerto de Indias, el Arenal es testigo de la llegada de galeones cargados de fabulosas riquezas y, algo crucial, el Renacimiento trae consigo ideas totalmente innovadoras, entre ellas un nuevo concepto de ciudad.
Así la obsoleta urbe heredada de los musulmanes comienza a desperezarse, a abrirse al Mundo, precisando para ello de un centro neurálgico, un espacio central del que sentirse orgullosa y donde sus principales administraciones se vean representadas: la Plaza de San Francisco.
No tardaron en ponerse manos a la obra: el viejo edificio de madera que albergaba las Pescaderías se demuele, levantando en su lugar Diego de Riaño un modernísimo Ayuntamiento según trazas platerescas; y la antiquísima cuadra de justicia es reformada desde sus cimientos por Vermondo Resta para dar forma al magnífico edificio de la Real Audiencia.
Tampoco es ajena a esta vorágine la Cárcel Real, que se remoza y amplía en la década de los 60 siendo asistentes Francisco Chacón primero y luego Francisco Hurtado de Mendoza.
Esta dignificación del insalubre presidio no escatimaría tampoco en recursos ni ideas, contratándose los servicios de Hernán Ruiz II, autor del remate renacentista de la Giralda o del Hospital de las Cinco Llagas
Para su desgracia, no llegaría a ver terminadas sus obras, ya que la muerte le sorprendió en 1569, concluyéndolas dos años más tarde su sustituto, el bresciano Benvenuto Tortello.

Cárcel Real de Sevilla
Plaza de San Francisco 

Destacaba en la Cárcel Real tras estas reformas renacentistas la fachada principal, de carácter monumental, que daba a la calle Sierpes, casi haciendo la esquina con la actual Manuel Cortina. A ésta se abrían las ventanas de los pasillos desde los que se accedía a la zona de celdas y al patio principal.
Carácter secundario tenía la fachada a la actual Entrecárceles, llamada así porque frente por frente, en la esquina de la antigua Caja San Fernando, estaba la Cárcel de los Caballeros, un presidio para gente de más categoría social que, evidentemente, no tenía tantas carencias.

Cárcel Real de Sevilla


El espacio principal de la Cárcel Real consistía en un gran patio central al que ventilaban los ventanucos de las celdas, distribuidas en tres plantas. La fuente de doña Guiomar era la única nota agradable de este lugar, sucio y maloliente como todo el presidio.
Para que nos hagamos una idea del nivel de inmundicia, cuentan que el pozo ciego donde se acumulaban los excrementos de los presos era tan nauseabundo que los que iban a ser azotados se sumergían en él para escapar de la condena ya que los guardas no se atrevían a acercarse.

Juan Navarro Cárcel Sierpes
Fachadas de la Cárcel Real a Sierpes (izq), Manuel Cortina (centro) y
Entrecárceles (dcha) según dibujo de Juan Navarro en 1716

Más de mil reclusos llegó a tener la Cárcel Real en sus buenos tiempos (o malos, según se mire) contándose ilustres “huéspedes” como el fundidor Bartolomé Morel, autor del Giraldillo; el escultor Juan Martínez Montañés o el príncipe de los ingenios españoles, Miguel de Cervantes, que según cuentan concibió el Quijote mientras estuvo entre rejas.
Dentro había bodegones, tiendas de fruta, aceite, ropavejeros… de forma que podía considerarse una ciudad en miniatura donde sus habitantes estaban privados de libertad pero perfectamente organizados, estructurados... y hacinados
Tanto que cuando en 1649 tiene lugar la terrible epidemia de peste bubónica que se llevó la vida de 60.000 sevillanos, casi la mitad de la población, en la Cárcel Real mueren hasta los alguaciles, quedando desierta una larga temporada.

La Peste en Sevilla
Estragos de la epidemia de peste de 1649 frente
al Hospital de las Cinco Llagas. Imagen: Wikipedia


Otra epidemia, la fiebre amarilla importada por los marinos gibraltareños, así como la espantosa riada de 1804, terminan por colapsar la prisión, de nuevo abandonada entre las quejas de todos los estamentos hispalenses que solicitan unánimemente a la Corona la construcción de un nuevo presidio...
Y el deseo fue concedido, sin que sirva de precedente (así estaría la cosa...), aunque como casi siempre pasa por estos lares, tarde y mal. Tanto que habrá que esperar más de tres décadas, a 1837, para que los presos sevillanos abandonen al fin los negros muros de la calle Sierpes camino del antiguo convento del Pópulo, en el barrio de la Cestería.

Cárcel Real de la calle Sierpes
Calle Sierpes a finales del siglo XIX.
En rojo, el edificio que sustituyó a la Cárcel Real

Perteneciente a la Orden de los agustinos recoletos, el del Pópulo fue uno de los muchos conventos sevillanos suprimidos tras la entrada en vigor el 16 de septiembre de 1835 de un Decreto firmado por la reina regente, María Cristina, según el cual deberían ser exclaustrados los que tuvieran menos de doce religiosos.
Ponía fin la regente de esta forma a la larga y estrecha relación de los agustinos con Sevilla, donde habían llegado en el siglo XIII de la mano de San Fernando, estableciendo tras la Reconquista su Casa Grande a las afueras de la Puerta de Carmona.
Con el paso de los años, la Orden se consolidó, fundando dos cenobios más: el de San Acacio, en plena calle Sierpes; y el de Nuestra Señora del Pópulo, junto a la Puerta de Triana, en un antiguo arrabal conocido como la Cestería ya que según cuentan allí se acopiaban las eneas para fabricar sillas, cestas y demás.
Los tres desaparecerían por obra y gracia de este Real Decreto, que consolidará al año siguiente la Desamortización de Juan de Dios Álvarez Mendizábal, el “ministro judío” al que sus múltiples enemigos llamaban “rabilargo Juanón”.

Cárcel del Pópulo
Ubicación del Convento del Pópulo en el plano de Olavide (1771)

El convento de Nuestra Señora del Pópulo había sido fundado en 1624, convirtiéndose al poco tiempo en uno de los mas importantes y florecientes de la ciudad.
Su excelente ubicación en pleno Arenal, o lo que es lo mismo, en la “Puerta de América”, lo llevó a acoger a muchos de los misioneros que embarcaban hacia las Indias, aspecto que lo hacía bastante atractivo entre los jóvenes con inquietudes religiosas, alcanzando su noviciado fama, renombre y, en ocasiones, santidad.
Y es que desde el convento del arrabal de la Cestería partieron muchos sacerdotes y laicos que encontrarían el martirio allende los mares, sobre todo en Filipinas y Japón, el legendario Cipango, tierra hostil para los evangelizadores.

Mártires en Japón
Los beatos Martín de San Nicolás y Melchor de San Agustín,
dos de los muchos agustinos recoletos martirizados en Japón

Pero el ocaso de la “Sevilla americana”, apuntillada con el traslado de la Casa de la Contratación a Cádiz, suponen el principio del fin del Pópulo, que entra en una profunda e irreversible decadencia.
En 1810 los franceses son los primeros en suprimir el convento, destinándolo a usos militares, y aunque los religiosos regresan una vez acabada la Guerra de la Independencia, la suerte ya estaba echada: en 1835 el Decreto de la Regente expulsa definitivamente a los recoletos, siendo usado el edificio en primera instancia como Cuartel de Artillería.
Como dato curioso, no sólo los agustinos abandonan el Pópulo; también lo hace la hermandad de los Gitanos, allí establecida décadas atrás, camino de la iglesia de San Esteban, donde permanecerá hasta un nuevo traslado a San Nicolás y luego a San Román, en cuya feligresía se asentará definitivamente.

Convento del Pópulo
Impresionante talla del antiguo Señor de la Salud, que
durante unos años estuvo en el Convento del Pópulo

Sin embargo el uso como Cuartel es transitorio, ya que el Ayuntamiento tiene previsto hacer realidad en el Pópulo una vieja reivindicación de la ciudad: la Cárcel Real.
Las obras no tardan en empezar, incorporándose al presidio el porche delantero del antiguo convento para darle mayor amplitud, a la vez que se acondicionan las celdas de los religiosos para albergar a los presos y se dotan a todas las estancias de ventilación natural.
Pero lo más destacado será la amplia azotea que se construye en la parte anterior para colocar el patíbulo, una idea inspirada en el mismísimo Tyburn de Londres que convierte al Pópulo en una de las cárceles más modernas del país.
Esta “inspiración” londinense permitía varias ejecuciones a la vez, para regocijo de los sevillanos de la época, más aún si tenemos en cuenta que en la acera de enfrente estaba la Plaza de Toros.
De esta forma, en palabras de Félix González de León, los días que coincidían las corridas de toros con “uno o dos justiciados” se podía “disfrutar desde la plaza de ambos espectáculos”. Una maravilla.

Cárcel del Pópulo
El Tyburn completamente lleno de público: es día de ejecuciones

Salubridad, seguridad y orden serán los preceptos básicos de la nueva Cárcel del Pópulo, donde ya no estaban permitidas las cantinas, ni la venta de comida o ropa ni, según se refleja literalmente en las reglas del presidio, caminar desnudo por las dependencias.
La responsabilidad de estas órdenes se acaten recaen sobre la cabeza del mismísimo alcaide de la prisión, que podía ser sancionado con multas de entre cinco y veinte duros si no fuera capaz de garantizar su cumplimiento.
Y difícil lo tuvo…. sin ir más lejos el mismo día del traslado de los presos, aquel 3 de Julio de 1837, se produjeron graves altercados que no fueron a mayores gracias a los apoyos a las fuerzas del orden público que había previsto el Cabildo

Cárcel del Pópulo
Azulejo de Ntra. Sra. del Pópulo, actualmente en el Museo de
Bellas Artes 
tras la desamortización del convento. Imagen: Wikipedia

Casi 100 años, hasta 1932, estuvo en funcionamiento la Cárcel del Pópulo, pasando entonces los presos a la nueva Prisión Provincial de Ranilla mientras el antiguo convento agustino era derribado en 1937
Diez años después, bajo las órdenes del arquitecto Juan Talavera, se inauguraba el Mercado de Entradores, en nuestros días del Arenal.

Cárcel del Pópulo
Edificio del Mercado del Arenal, donde se encontraba
la Cárcel del Pópulo

Por su parte la Cárcel Real de la calle Sierpes fue demolida inmediatamente después del traslado al Pópulo. Seguramente era tanta la inmundicia y suciedad acumulada en su interior que su rehabilitación se hacía imposible.
En su lugar se levantó el edificio del Café de Iberia, uno de los mas suntuosos y elegantes de la ciudad que a partir de 1887 acogió al Círculo de Labradores.
También la piqueta se lo llevó por delante en los años 50, alzándose hoy en su solar la sede de una entidad financiera que ha devuelto en parte el aspecto lóbrego y frío a este rincón de la calle Sierpes.

Edificio levantado en Sierpes sobre el solar de la antigua Cárcel Real



1 comentario:

  1. Muchas gracias Sergio.

    Se me ocurre un capítulo de alguna novela, de cómo se escapó uno de esos 500 presos en el traslado de una cárcel a otra, jeje....

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