30 de marzo de 2011

Sobre Setas y Jardines

A principios de los años 90 Sevilla contaba con dos inmensos solares que podríamos considerar céntricos: uno en el Prado de San Sebastián, otro en la plaza de la Encarnación.

El origen de ambos espacios era distinto, su presente idéntico: el primero databa de la época de Alfonso X, que lo donaba en el siglo XIII a la ciudad para uso y disfrute de sus habitantes, privilegio que parecen respetar escrupulosamente sus gobernantes instalando en el lugar las atracciones estrella de cada época, como el Quemadero de la Inquisición, la Feria de Ganado (luego de Abril), el espacio de conciertos de Cita en Sevilla o, ahora mismo, el circo de Teresa Rabal.

El solar de la Encarnación tiene unas raíces mas nuestras, mas sevillanas, como pudieron constatar las excavaciones arqueológicas que se realizaron en su momento: calles romanas bajo viviendas musulmanas bajo palacios medievales bajo un convento de agustinas bajo un mercado de abastos demolido y abandonado a su suerte. Despropósito tras despropósito.

La Feria de Sevilla, Andrés Cortés (Fuente: Wikipedia)

De esta forma, cuando llega la Exposición Universal, Sevilla muestra al mundo dos solares del tamaño de un campo de fútbol, uno en su centro geográfico, otro en su centro histórico.

Dos solares sin uso ni justificación alguna que, con buen criterio, son urbanizados para despedir y estrenar siglo: uno primero, otro después; uno por un equipo de gobierno, otro por el que lo sustituye.

En ambos se adoptan soluciones radicalmente distintas, una mas económica, otra mas (mucho más) costosa; en el Prado se camina sobre seguro creando un parque con una estética parecida a la que podemos encontrar en cualquier urbanización medianamente decente del Aljarafe, mientras en la Encarnación se levanta un edificio que antes incluso de estar finalizado había hecho que una hermandad modificara su itinerario para evitarlo.

Resumiendo: una obra pasa prácticamente desapercibida, la otra levanta pasiones, a favor y en contra. Una es ahora un lugar de paso, como mucho de descanso; la otra supuestamente situará la ciudad en los mapas de la arquitectura contemporánea, como ya ha hecho su maqueta en el MOMA.

Dos posturas enfrentadas para resolver un mismo problema; continuismo o atrevimiento. Y dos posturas que, por supuesto, han hecho que la típica bipolaridad sevillana vuelva a estar a flor de piel.

Porque, ¿qué camino tomar si, por ejemplo, se demoliera mañana la antigua comisaría de la Gavidia? ¿o la fábrica de Altadis? ¿seguimos exprimiendo el modelo estereotipado de la Sevilla eterna o tratamos de añadirle matices que lo hagan mas variado?

Personalmente lo tengo claro, cristalino: si es factible económicamente (como lo ha sido ahora, porque se ha hecho, o lo era en los 90, cuando se hizo el Estadio Olímpico a precio de Setas), prefiero “lo nuevo” antes que rellenar huecos con modelos copiados de épocas pasadas.

Eso sí, siempre y cuando ese “lo nuevo” sea respetuoso con la ciudad y, verdaderamente, sea “nuevo”. Es decir, siempre y cuando no sea un pastiche como la torre Pelli.

27 de marzo de 2011

En torno al entorno de la Encarnación

A pesar de todo lo que se está diciendo y escribiendo estos últimos días sobre Metropol Parasol, mantengo mi opinión de que el proyecto de Jurgen Meyer no altera en ningún momento el entorno en que se ubica, la Plaza de la Encarnación, porque ese entorno no existe o, mas exactamente, es un desastre total y absoluto desde un punto de vista urbanístico, estético y si me apuran incluso ético.

Si Metropol se hubiera colocado en la Plaza de Doña Elvira o en la Plaza de San Francisco el que escribe sería el primero en encadenarse a una farola, pero la Encarnación… salvo que el interés de esa plaza esté en considerarla como un catálogo de fachadas; solo hay que echar un vistazo a las imágenes que he colocado bajo estas líneas, que perfectamente podrían estar tomadas en calles y zonas de Sevilla distintas. Así pues... ¿qué estilo hay que respetar en la Encarnación?

Para servidor destrozar un entorno es lo que se ha hecho en el cruce de Fabiola con Ximenez de Enciso, donde todo aquel que desde la Puerta de la Carne decide adentrarse hacia el barrio de Santa Cruz es recibido por un edificio que se ha terminado de una forma, cuando menos, desafortunada.

Pero vayamos paso a paso, no para deleitarnos porque la cosa me parece indignante, sino para conocer la evolución de este disparate.

En primer lugar tenemos una esquina que denominaremos “antigua”, donde destaca un caserón fechado en 1880 según reza en su reja de entrada, una de esas entradas que suelen hacer las delicias de los turistas deseosos de fotografiar el estereotipado patio andaluz, con sus geranios, su fuente y su zocalito de azulejos.

Cierra dicha esquina un edificio de viviendas levantado sobre unos socorridos soportales que no desentonan con la estética del resto del barrio, a pesar de haber sido construido a mediados de los años 80.

La esquina opuesta, para ser original, la denominaré “moderna”. De mayor anchura, se organiza alrededor de un intento de plazoletilla que ocupaba hace algunas décadas una edificación derribada para ganar espacio a la calle y de paso facilitar el giro y salida de los coches que desde Mateos Gago buscan la Puerta de la Carne o lo que es lo mismo, salir del Centro.

Adoquines y naranjos pretenden hacer algo discretos los horribles contenedores de recogida neumática de basura que “adornan” la plazuela, bastante diferentes por cierto de los que se encuentran a escasos metros en Santa María la Blanca. El intento, como podemos observar, es en vano.

Cierran esa esquina dos edificios recientemente rehabilitados, uno de ellos totalmente acabado en el que se han remarcado los arcos de la medianera como si fuera un guiño a los soportales de enfrente mientras el otro aún se encontraba en obras cuando tomé estas imágenes, hará cuestión de dos años.

Hasta aquí todo correcto, ya que a pesar de las reducidas dimensiones del lugar podemos afirmar que tenemos un entorno: tres edificios construidos en diferentes épocas, incluso con diferentes estilos, pero que guardan una clara relación entre ellos y, de paso, con el resto del barrio.

Todo hace indicar que el edificio en rehabilitación debería cerrar la plaza respetando ese estilo, ese entorno, esa calle y ese barrio. Respetándose a sí mismo, si nos ponemos. Es lo lógico, lo normal, incluso lo fácil…. pero no.

Hete aquí que un buen día, una luminosa mañana de las que cantaba Triana, aparece la fachada recubierta de una magnifica y oxidada plancha de acero corten al mas puro estilo Posada del Lucero.

Una magnífica y oxidada plancha de acero corten que no tiene nada que ver con el barrio de Santa Cruz, ni con Mateos Gago, ni con los soportales de la calle Fabiola, ni con el patio del caserón en el que se hacen fotos los guiris ni, si me apuran, con la misma ciudad de Sevilla.

Una magnífica y oxidada plancha de acero corten que perfectamente podría estar en Rochelambert que en Albacete que en el jardín de la casa que David Bisbal (por poner un hortera universalmente reconocido) tiene en Miami.

Pues bien, eso para mi es romper un entorno; eso es no respetar un estilo claro y definido, destrozar un contexto urbano, un espacio definido: colocar algo que simplemente sobra.

Por eso cuando veo que en la Encarnación hay un edificio regionalista que hace esquina con el ensanche de Regina; una fachada de azulejitos y mosaicosadornando” ese mismo lugar; una castiza casita blanca con tejado cerca de Alcázares; una medianera barroca en la Anunciación; pérgolas y soportales modernistas junto a la calle Imagen o el adefesio racionalista en la esquina de Puente y Pellón, pienso que Metropol no puede romper ningún entorno porque nos hemos encargado de hacerlo los sevillanos durante décadas.

Si acaso lo crea

23 de marzo de 2011

Metropol Parasol sin andamios

A lo largo de esta semana se ha retirado la totalidad del andamiaje de Metropol Parasol, las populares Setas de la Encarnación. Por lo que se ve aún quedan obras, y bastantes, pero el resultado final que tendrá la Plaza una vez concluida no va a dejar indiferente a nadie: impresionante para los unos, obsceno para los otros. Nada nuevo, estamos en Sevilla.

Personalmente lo que voy viendo me está agradando y mucho. Lejos queda aquella maqueta del MOMA de la que pusimos imágenes en su momento y más lejos aún el inmenso solar que a principios de los años 70 dejaba el derribo del viejo Mercado de Abastos.

Ya llegará el momento de hacer balances y números, de darle sentido en la compleja idiosincracia de la ciudad y, por supuesto, de ver si realmente tanto dinero y esfuerzo han servido para algo. Ya llegará y ya entraremos al trapo, pero ahora es el momento de disfrutar con las espectaculares imágenes que nos brinda Metropol.

Al menos es mi postura: no en vano, después de muchos años hojeando las obras de Steven Holl o Peter Eisenman en la Biblioteca de Arquitectura, agrada bastante ver como un edificio que posiblemente acaparará en futuras fechas las portadas de El Croquis, AV y otras revistas especializadas en arquitectura contemporánea ha sido construido en Sevilla. A pesar de todo.

21 de marzo de 2011

De la Primavera

Me piden que escriba unas palabras para saludar llegada de la Primavera, una Primavera que en un plano personal recibo con sentimientos encontrados, entre la ilusión y la incertidumbre ya que, si todo sale bien, será la última que viviré sin ser padre.

Supongo que para entrar en faena debería hablar de esa alegría que desde primeras horas nos contagia el albor de la mañana, o de las flores malvas que recubren las todavía desnudas ramas de los ciruelos, o de los pétalos de azahar que se esparcen por los adoquines de Doña María Coronel, o de las siluetas que recortan entre las nubes las golondrinas recién llegadas de sus cuarteles de invierno, o del rachear de los costaleros en sus ensayos por las calles del Centro, o de esa mirada casi refleja a las Gradas del Salvador en busca de la rampla

Debería hablar de tantas cosas que no puedo hacerlo, que soy incapaz de escribir de esta estación sin salirme de tópicos, esos típicos tópicos que cantara Herrera y que siempre trato de esquivar aunque, en este caso, me resulta difícil, por no decir imposible. Tan idealizadas tengo estas fechas.

Así que ruego me disculpen, acepten mis excusas y, para compensar en la medida de lo posible les dejo una visión distinta de la llegada de la Primavera, una versión basada en la mitología romana que explica la vorágine que estamos viviendo estos días; una bellísima historia que, para los curiosos, está escrita en una pared de la Puerta de Carmona, en lo que antiguamente fue el Jardín de la Florida y que ha dejado al descubierto el tablón de tapas del bar Pecus al echar el cierre.

Otra víctima de la crisis, por cierto, aunque por fortuna la vida sigue y nada ni nadie podrá pararla. Y es que ya lo dijo Pablo Neruda: "Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera"

14 de marzo de 2011

Estampas de Marzo

Periódicamente he decidido repasar en el blog las imágenes publicadas en la página de Facebook, sobre todo para aquellos que no sean muy amigos de las redes sociales. Recordar que en el muro de dicha página está habilitada una opción para que todo aquel que lo desee pueda colgar fotos y comentarios.

Dragón bajo un balcón de la calle Águilas, aunque uno no sabe si por su cara está amenazando a los transeúntes o el pobre se queja del peso que le ha tocado soportar.
Estación de Santa Justa a primera hora de la mañana.

La lluvia en Sevilla es una maravilla…. siempre en pequeñas dosis aunque, como dice Rocío, la mesura no es el fuerte de esta ciudad.
Regionalismo y Climatización… cuando el calor no respeta ni a Aníbal González.
Santa Clara y Lumbreras: una esquina del siglo XVIII.
Antigua casa propiedad de las monjas clarisas que fue restaurada hace algunos años, recuperándose afortunadamente muchos de los elementos originales que componían la fachada.
Como dice el amigo Enrique Henares, un encantador rincón en el que merece la pena perderse "en una atardecida de vencejos como las de estos días".

6 de marzo de 2011

El Laboratorio del Doctor Seras (y II)

Dejábamos la entrada anterior con Simón Barris concluyendo el Instituto Provincial de Higiene en 1907 casi a la par que el de Murga. El resultado es un elegante edificio donde se entremezclarán elementos propios del modernismo con otros de carácter exótico y hasta ese momento poco trabajados en la arquitectura hispalense, destacando los curiosos vanos del segundo cuerpo conformados por arcos de medio punto o el almohadillado de la fachada.

Como remate, un estilizado frontispicio enmarcará la portada con una leyenda donde se relata el origen del inmueble. Justo encima un medallón reproduce el perfil de Louis Pasteur, el afamado químico francés en cuyo Instituto se había formado Seras.

El Instituto pasa a convertirse rápidamente en un referente dentro de la ciudad e incluso fuera de la misma, acudiendo a sus instalaciones enfermos de todo tipo y origen para recibir tratamientos que iban desde simples vacunaciones hasta estancias prolongadas en las habitaciones acondicionadas para tal fin.

Su excelente ubicación a escasos metros de la estación de trenes de San Bernardo y en una de las zonas con más crecimiento y desarrollo de la ciudad favorecen el auge del centro médico.

En paralelo al Instituto, ganará fama y prestigio el propio Antonio de Seras, que se convierte en una de las personalidades mas importantes y respetadas de la ciudad, siendo frecuentes sus apariciones en los medios de comunicación de la época.

Pero el tiempo avanza, sigue su curso inexorablemente, sin pausa. Y esas medidas higienistas que se habían intentado poner en práctica a mediados del siglo XIX ya han calado en la población, en sus costumbres, en sus hábitos, en su vida.

Muchas viviendas cuentan con cuarto de baño, con agua corriente, con red de saneamiento propia; el “agua vá” se escucha cada vez menos y los cántaros se cubren de polvo en los rincones de los trasteros. Los enfermos pasan de largo la estación de San Bernardo y continúan hacia las playas cercanas buscando la brisa marina y espacios al aire libre donde hacer deporte; las habitaciones del Instituto empiezan a quedarse vacías, las estancias se hacen mas breves. Todo ha cambiado.

Y entonces llega la guerra: lo que andaba se para, lo parado se muere, lo muerto desaparece. El doctor Murga cierra su mastodonte neoclásico, Seras reacciona con habilidad, toma otro camino, se recicla y adapta el Instituto a las nuevas necesidades de los nuevos tiempos: nace el Laboratorio Seras, especializado ahora en “productos biológicos para la especie humana” y “vacunas para la profilaxis y tratamientos de las enfermedades de la ganadería”. Lejos quedaba ese artículo de ABC, y eso que apenas habían pasado 30 años desde que se escribiera.

El cambio de uso parece dar aire al nuevo Laboratorio, que sobrevive a la posguerra y a su fundador, don Antonio de Seras, fallecido en 1941. Para entonces la calle Oriente había dejado de estar en la periferia de una ciudad que se expandía vertiginosamente a costa del cinturón de huertas y fincas que la rodeaban desde tiempos inmemoriales en un intento de, entre otras cosas, ofrecer a sus habitantes esa calidad de vida que 100 años atrás parecía ser una simple quimera fruto de la imaginación de unos soñadores ahora relegados al olvido.

Porque no se caracteriza Sevilla precisamente por su gratitud y menos por su memoria. A principios de los sesenta empiezan en Marqués de Paradas las obras de demolición del Instituto del doctor Murga, en cuyo lugar se levantará el actual Ambulatorio de la Seguridad Social.

Los laboratorios particulares ya no son tan rentables, pierden terreno frente a Hospitales y Universidad. Así, aunque la firma Seras, ahora Sociedad Anónima, sigue desarrollando su trabajo, el edificio que proyectara Barris se queda obsoleto, grande, desfasado o quién diablos sabe. Lo cierto es que en los años setenta encontramos en sus bajos una tienda de electrodomésticos, ayer un supermercado, hoy Confecciones El Rubio.

La leyenda que coronaba la fachada se oculta bajo una capa de pintura, los vanos que daban forma a los huecos de las ventanas se alteran, la planta baja se redistribuye en función del comercio de turno, se levantan dos plantas de ático y el edificio en general se vacía para construir modernos apartamentos, 20 según el porterillo electrónico situado en la puerta.

Solo sobrevive Pasteur que, en su medallón desde las alturas, parece ser el único que se empeña en recordar a unos hombres que con su dedicación, trabajo e incluso patrimonio personal pusieron los mimbres necesarios para que en la actualidad, al menos en nuestras casas, tengamos una vida mejor. A pesar de los políticos, claro.

2 de marzo de 2011

¿Otro cafelito?

El pasado mes de Diciembre el Ministro de Industria comparaba la subida del 10% en la factura de la luz con el precio de un café, aunque luego se demostraría que era un poco más, lo que un capuccino con leche condensada.

Todo habría quedado en una desafortunada anécdota si no se nos hubiera dicho anteriormente que cambiáramos las bombillas de siempre por las de bajo consumo, uno o dos cafelitos más.

O se nos hubiera recomendado comprar electrodomésticos clase A para ahorrar energía, con varios cafelitos incluidos en su precio.

O que pusiéramos limitadores de potencia en nuestras casas, a pesar de que con los nuevos contadores no sería necesario y de que equivalían a 40 o 50 cafelitos.

Por no hablar de que la luz había subido un 5,3% en Octubre y un 2,6% en Enero del año anterior, lo que al cambio podría ser otro de estos cafelitos energéticos.

Todo era justificado con argumentos ecológicos, ahorrativos o motivados por los vaivenes del mercado, argumentos típicos y tópicos constantemente repetidos en esta época de crisis pero, al fin y al cabo, argumentos.

Y argumentos que al menos concedían el beneficio de la duda hasta que, mira por donde, salieron los resultados económicos del año pasado, en el que las eléctricas obtuvieron un 10% de beneficio, el más alto de su historia. Ya la cosa cambiaba...

Porque quizás esté equivocado, pero nadie me puede quitar la sensación de que a base de cafelitos los señores de las eléctricas se están llenando el bolsillo, una versión sabor moca del “granito a granito se hace granero”.

Para colmo ahora, con la crisis de Libia, dicen que va a subir de nuevo la factura de la luz, otro cafelito más de una historia en la que siempre ganan unos pocos y perdemos el resto.

Pero no hay que asustarse, posiblemente en breve saldrá algún ilustre prócer a la palestra para decirnos que, como con el tabaco o la velocidad, todo entra dentro de un plan médico para evitar que tomemos tanto café, no vaya a ser que se altere mucho el personal. Total, a estas alturas no creo que nada pueda sorprendernos…