15 de agosto de 2011

Cuando la Virgen duerme

La mañana del 15 de Agosto la Virgen duerme en Sevilla.

Apenas han despedido las campanas de la Giralda a la Patrona, en dos recoletos rincones de la geografía conventual hispalense es visitada una de las representaciones marianas mas curiosas y desconocidas de la ciudad: la Virgen del Tránsito.

Junto al Pozo Santo y en la calle Cardenal Espínola, donde Santa Rosalía, la Virgen reposa en espera de ascender a los cielos. No muere, simplemente sueña... sonriente, bella; y así lo que en un principio podría resultar una imagen sobrecogedora termina por dejarnos una sensación de calma y tranquilidad.

Dos devociones íntimas que, afortunadamente, aún escapan a la parafernalia y masificación actuales; devociones que, como los viejos conventos que las custodian, beben del barroco sevillano, esa fuente infinita que explica tantas y tantas cosas de nuestro pasado y nuestro presente.



A los pies del Cristo de Dolores, en el Pozo Santo, entre nardos y jazmines, la Virgen del Tránsito yace bajo su dosel dorado.

Está dormida, tapada con ropajes ricamente bordados, con un rosario entre sus manos; cuatro Niños la protegen, cuatro angelitos que la guardan y velan por su descanso, eterno y plácido.

Este descanso da sentido a la advocación, ya que su contemplación debía ser esperanza y sosiego en sus horas postreras para las ancianas acogidas en el Hospital que a mediados del siglo XVII fundaran las madres Marta de Jesús Carrillo y Beatriz Jerónima de la Concepción, cordobesa y sevillana, franciscanas ambas.

Aún hoy, cuando cesan las visitas y cierra sus puertas el templo, las religiosas llevan la Virgen hasta las habitaciones de las mujeres ingresadas que, por su avanzada edad o enfermedad, no pueden acercarse a ella. Y es que el tiempo se detiene en el Hospital cada 15 de Agosto.






No muy lejos, en la calle Cardenal Espínola, antaño de las Capuchinas, antes aún del Naranjuelo, las clarisas han recostado a Señora Asunta en su baldaquino color celeste.

Preside un sencillo altar de hachones y flores blancas donde la Virgen duerme vestida con saya y manto bordados; sus manos, a punto de entrelazarse sobre su pecho; sus ojos cerrados; su cara, en paz.

A Señora Asunta la corona una diadema de rosas igual que a Rosalía, la Santa eremita que da nombre al convento y cuya devoción trajeron a principios del siglo XVIII Sor Josefa de Palafox y otras cinco religiosas desdela lejana Palermo.

Posiblemente en el tránsito de la Santa italiana a los cielos esté el origen de esta advocación, distante con la del Pozo Santo en su finalidad, pero no en una iconografía que rezuma belleza y sosiego a partes iguales.

Dos tradiciones que nos trasladan a otra época, a otras costumbres, a otros valores y que, al menos durante la mañana del 15 de Agosto, consiguen que Sevilla vuelva a ser Eterna.




3 comentarios:

  1. No conozco ninguna de estas dos advocaciones de la Virgen, de siempre me ha dado como yuyu el acercarme a contemplarlas.
    Lo siento pero creo que no llegaré a conocerlas.
    Saludos y espero que todo siga bien.

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  2. Preciosa entrada, Sergio. ¡Cómo sabes escapar al ruido y adentrarte en la Sevilla eterna!

    Un beso enorme.

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  3. Por allí estuve paseándome ayer. Qué bien describes el ambiente de estos dos rincones tan desconocidos para tantos. Un abrazo.

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Comentarios: