4 de julio de 2011

El Perro Andaluz

El pasado viernes cerraba sus puertas El Perro Andaluz.

Desde Bustos Tavera se pasaba una nueva página de ese libro que va camino de quedar vivo sólo en la memoria de aquellos que despertamos a la noche tras el sueño del 92; esa noche de botellonas eternas regadas por las litros de Amalia y los lotes de tiendas de Puente y Pellón abiertas hasta la madrugada para sacarse un extra; de llamadas al Telebotellón desde la cabina del Salvador y de alfombras de plástico en la Plaza del Pan con el logo de Continente.

Noches sin límite, ni de hora ni de gente ni de bebida; de pijos, heavys y canis, de estudiantes, currantes y Erasmus; donde la abuelita pregonaba “Wiston del made te da cuén” y el viejo sus “arvellanas radiactivas”; donde los últimos yonkis te sacaban jeringuillas envueltas en pañuelos que costaban los “cinco duritos” de rigor; en las que el Cuñao te pedía un hielo y el Indio de las Tres Mil un cubata o directamente la botella.

Y, por supuesto, noches de vecinos sin dormir, de cubos de agua desde balcones, de furgones policiales y navajazos en la Cuesta del Rosario, de calles solo transitables gracias al zotal de los barrenderos, de pancartas en los balcones y reportajes de Informe Semanal; en resumen, noches tan alegres como nocivas, tan peligrosas como agradables, ni mejores ni peores: noches.


Fuente: Fotolog Lucha de Gigantes


Noches de bares; donde antros, pubes, garitos y discotecas se diseminaban por lugares que hoy resultarían inimaginables; de Archivo en don Remondo y Alcaicería en Empecinado; noches que empezaban los jueves en la Reja y el Barómetro para terminar en la mañana del domingo a las puertas del Berlín escuchando los pajaritos de la Alfalfa o comprando Cedés grabados en los tenderetes de la Alameda.

Noches que pasaban por Francos, bajando las escaleras del Bourbon o subiendo al escenario del Whiskymania; tras las columnas de Otra noche en la Ópera y bajo los balcones del Antigüedades.

Noches de banderas de chupitos en el Minibar y gargantas quemadas a mejicanazos del Surferito, esa bisagra que te abría las puertas del Arenal, donde todo empezaba bajo los soportales del Mercado de Entradores antes de que llegaran las rejas y los pleitos; a partir de ahí cervecitas en la Cueva del Indio, vinitos en el Pianillo, cócteles en Habana, estrecheces en el Pópulo, agobios en el Ícaro, heinekens en el Guadalquivir y colas para entrar en el Siglo XX. Y de posturas en el Posturas, lo único que aún nos queda.

Principio también tenía la Alfalfa, solo que dependiendo de por donde entraras: Cubanito desde Ortiz de Zúñiga y unos pasos más allá el MiniBar, repletito de macetas y ofertones de refresco mezclado con matarratas.

Por la otra punta, cuando la plaza aún era un aparcamiento, el Lamentable, donde la leyenda urbana siempre enrollaba a Alejandro Sanz con un conocido del primo del amigo del vecino de uno del instituto; a su lado el Bare Nostrum con su cuarto de baño imposible, el Cabo Loco con su Hora Feliz y el chupito de tequila que regalaba el Azul con una Coronita.

Aunque claro, hablar de chupitos en la Alfalfa era hablar, y afortunadamente es, de la Rebotica, esa Torre de Babel hecha barra de bar, con sus paredes empapeladas de tebeos satirones y listas de precios de estufas, juanitas o cerebritos, brebajes de nombres tan pintorescos como nocivos para cabeza y estómago.

Precisamente una estufa era la BarBería a altas horas de la mañana, cuando el siempre risueño Antonio espantaba a los pasados de rosca de los escalones del Hábitat Geriátrico y mandaba callar a la gente que hacía cola para entrar en el Sopa de Ganso. Ambos sitios aún siguen abiertos, no El Mundo, que desde hace algunos años dejó en silencio las noches de Siete Revueltas.



Y al fin, en tierra de nadie, o de todos, Bustos Tavera y Matahacas, o lo que es lo mismo, los binomios Perro Andaluz-Cara B y Urbano-Matakas. A medio camino de los puntos cardinales de la movida que señalaban Alfalfa y Alameda, parada obligada y socorrida para aquellos que buscaban separarse del resto de la manada bien porque estuvieran cansados de hacer siempre lo mismo o, si a la flauta le había dado por sonar, para buscar algo de intimidad en esas noches triunfales en las que se conseguía ligaralgo más” que alcohol y refresco en un vaso de plástico.

Uno de estos binomios se rompió hace un tiempo con el Cara B y ha desaparecido definitivamente desde que el viernes cerró El Perro Andaluz. Esa última noche en que se apagaron las aureolas de Dalí, Lorca y Buñuel; en que quedó vacía la moqueta del escenario, con su piano blanco y sus sillones de peluquería; en que se sirvió la última cerveza, se descolgaron los cuadros de artistas noveles que adornaban las paredes y los maniquíes disfrazados dejaron de tener sentido, o de no tenerlo. El surrealismo era atropellado por la realidad, esa que dicta el paso del tiempo.

Dicen que cambia de dueño, pero seguramente nunca volverá a ser lo mismo. De hecho, nada vuelve nunca a ser lo mismo. Y si no, que le pregunten a la noche.

12 comentarios:

  1. Buena memoria la tuya, aunque te has dejado, quizás conscientemente o por no ser demasiado exhaustivo, más de un clásico de la zona Alameda, como "el Brujas" (o la Bruja), el Funclub, el "local okupa" o el "Farándula". En el Perro Andaluz, si no me falla la mía, creo recordar que la última vez que entré fue contigo. Y de eso hace ya años. El tiempo pasa rápido, sin lugar a dudas. Ya no somos unos veinteañeros, ni hacemos botellona ni acabamos saludando al sol con la mente algo difusa. Pero... y lo bien que lo hemos pasado. Eso no nos lo quita nadie. Un saludo fresquito (por la tregua de las altas temperaturas).

    ResponderEliminar
  2. ¡Vaya entrada!

    Compartí momentos en muchos de los sitios que nombras; otros por mi edad sólo recuerdo de oídas, y empecé a salir en plena ebullición de esas noches que describes. Memoria de un tiempo que no volverá. Vivencias dentro de nuestra existencia.

    Me ha encantado leerte.

    ResponderEliminar
  3. Pedazo de resumen, añado también el Lisboa y no hay que olvidar también el Remesal, que puede ser el único lugar del planeta donde se asaban sardinas a las 7 de la mañana.

    ResponderEliminar
  4. Magnifica entrada, enhorabuena.
    Y doy fe que he estado en todos los sitios que nombras. Que recuerdos!!!!

    ResponderEliminar
  5. Se te ha olvidado al gran Pepe el Muerto, para empezar la noche!!!!!

    ResponderEliminar
  6. Magnífica entrada. Frecuenté alguno de aquellos locales hace -al menos así me lo parece- dos mil años.
    Hacía tiempo que no pisaba El Perro Andaluz, pero sí que lo hice durante una etapa en que nos dio por cerrar El Rinconcillo y ya a las tantas, harto de nosotros, Fernandito nos mandaba allí a tomar la penúltima. Siempre es triste el ocaso de un bar, sobre todo para quienes lo conocieron en sus horas mejores.

    ResponderEliminar
  7. Ante tanta ruta turística manida... Quien pudiera volver recorrerlos en esas noches cuando las noches eran noches y no... quién pudiera luna contarte lo que me contaste apoyado entre tus máquinas secadoras...


    ¿Dónde estan esas placas "aquí estuvo.."? Eso es cultura viva ¡coño!


    Y ahora me pongo a llorar.

    saludos
    Antonio

    ResponderEliminar
  8. Francisco Rodríguez5 de julio de 2011, 10:20

    Lo que se hacía antes en la noche sevillana sería impensable siquiera en estos tiempos que corren.
    Buena ruta barítima te has marcado, compañero.
    Con el recuerdo de alguno de los sitios que nombras se me han saltado las lágrimas. Tiempo, detente...

    ResponderEliminar
  9. No llegué a la Alameda porque entonces no paraba, anónimo, pero lo he dejado para una futura entrada.

    Y a mi que te encante,zapateiro.

    Grande el Remesal, esas sardinas al amanecer son míticas, mortajer.

    Pues seguro que nos hemos cruzado, peña flamenca "niño de la alfalfa". Esas noches eran eternas...
    Cierto, Eugenio Sánchez Delgado, o en su defecto el Tremendo. Por cierto, cerca del Tremendo, junto a Amalia, había un bar que vendía bocatas de calamares y tenía un loro en la puerta, no se si alguien lo recuerda...

    Enrique Henares, dos mil años no, pero es verdad que algunos dejaron de existir el siglo pasado, jejeje.

    Y recuperar esas noches, o lo que era la vida esas noches, callejonero. En fin...

    Totalmente de acuerdo, Francisco Rodríguez; hoy esas noches son inimaginables, en todos los sentidos.

    Como siempre, gracias a todos y bueno, lo mismo me animo y en breve cuelgo otra entrada de los míticos "chiringuitos" del Río, que también tenían su miga (y su historia).

    ResponderEliminar
  10. Magnífica entrada. El viernes pasado me di una vuelta por el Perro andaluz y recordé algunos buenos momentos pasados allí. También el viernes se despidió un bar mítico de la Alameda, aunque en este caso no frecuentado por mí, como el Sirenas.

    ResponderEliminar
  11. El Maketa (antiguo y nuevo), El Amor de la Calle, La Sirena, La ilustre Víctima...

    ResponderEliminar

Comentarios: