25 de abril de 2010

Ciudad de Contrastes: Gigantes

Calle Almirante Espinosa, junto a la vieja Plaza de los Carros. Un mural gigantesco asoma tras la valla que cierra el solar de la que, según palabras de un amable vecino del barrio, fue casa natal de Estrellita Castro.

El muro apuntalado del edificio medianero hace las veces de lienzo en el que un inmenso señor vestido de blanco nos mira de soslayo, como si estuviera buscando algo en las estrecheces de Pedro Miguel.

Su cara inexpresiva, fría, gris como la pared en la que se dibuja, posiblemente sea la obra cumbre del graffitero (o graffiteros) de turno que tuvo la feliz idea de hacer algo distinto en una simple demolición, de dar colorido a un vacío, a la nada.

Que cada cual decida: pintura al fresco, mamarrachada con un spray, vandalismo, gamberrada o simplemente arte.


Catedral de Sevilla, junto a la Puerta del Príncipe. El inmenso mural de San Cristóbal que pintara el italiano Mateo Pérez de Alesio en 1584 acompaña el solemne caminar de los cuatro infantes portadores del sepulcro de Colón.

Testigo privilegiado de la entrada de reyes y autoridades en la Metropolitana hispalense, posiblemente sea una de las imágenes mas repetidas en lo que a iconografía religiosa se refiere, inspirando obras similares en otros puntos de la ciudad como el convento de Santa Paula o la iglesia de Santa Ana.

El río, el cayado, el ermitaño, el niño sobre los hombros… Alesio no escatimó en detalles a la hora de dotarlo de simbología, llegando incluso a firmar con un pergamino que colocó estratégicamente entre las patas de un papagayo.

Espacio tuvo desde luego, más de 10 metros en los que plasmar su genialidad, sus deseos de ostentación, de exhuberancia: la grandeza del arte nunca mejor dicho, aunque quizás demasiado pretencioso y exagerado. También aquí que cada uno decida.


Gigantes de lo efímero y de lo eterno, de lo mundano y lo sagrado; la explosión de vida del mercadillo del Jueves frente al silencio catedralicio, el uno cubierto por esa bóveda celeste que salvo este crudo invierno suele dar forma al cielo sevillano, el otro por las centenarias piedras de la Magna Hispalense.

Calentitos e incienso, bocinas y oración, calle y templo: dos formas de vida, dos tipos de arte, dos épocas distintas, dos Gigantes de Sevilla.

3 comentarios:

  1. Me quedo con el Santo. Por cierto, no dudo que sabrás que en ese cuadro hay una completa guía esotérica según leí en un libro que hay por casa.
    Un abrazo

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  2. Yo con el grafiti, porque no hay nada que me guste más que un grafiti bien pintado.
    El gigante es descomunal, me recuerda al que había en la Expo en el pabellón de Pakistán...

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  3. Sevilla, la ciudá XXL.


    Un saludaso miarma.

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Comentarios: