Los últimos dos siglos de la Avenida de la Constitución se podrían resumir perfectamente como la historia de una “eterna” y continua transformación. Bien sea por resolver necesidades reales de la ciudad, bien por modernizar su vía mas representativa o incluso por satisfacer la propia vanidad de los sucesivos inquilinos de la Plaza de San Francisco, en cada mandato parece que se escribiera un mismo guión que siempre termina con la adaptación la calle a su voluntad; como si todos los equipos de gobierno tratasen de dejar su sello de identidad característico, crear su “propia avenida” y, por qué no, perpetuarse en ella.
Ensanches, demoliciones, peatonalización: la Avenida ha sido una especie de “pasarela de moda” donde en poco mas de 150 años se han puesto en práctica las más modernas soluciones urbanísticas del momento y donde se ha utilizado (o intentado utilizar) lo último en medios de transporte: tranvía, coches, autobuses, metro…. incluso hubo un proyecto de transporte público mediante cinta transportadora….
Es la continua búsqueda de esa
Gran Vía hispalense; el intento de desenterrar dos mil años después ese
Cardo (o
Decumano, cuestión de gustos) de la vieja urbe romana; el
cordón umbilical de la ciudad histórica con la
Sevilla moderna donde sus sucesivos gobiernos parece que siempre intentan dejar la
huella de su paso no sólo mediante actuaciones urbanísticas que usan sus adoquines como escaparate, sino incluso rotulándola para que siempre quede constancia del momento político que se estaba viviendo: desde la
Avenida de Reina Mercedes de la
época alfonsina, pasando por
Primo de Rivera en honor del dictador (
1927),
Avenida de la Libertad durante la
República,
José Antonio y
Queipo de Llano durante el
franquismo hasta su actual nombre ya en
época democrática:
Avenida de la Constitución.
Para explicar la tremenda evolución y transformación sufrida por la Avenida desde finales del siglo XVIII hasta nuestros días no tenemos mas remedio que sustituir ese paseo virtual descriptivo que dimos en la anterior entrada a lo largo de las 5 calles que había que atravesar para llegar desde la Plaza de San Francisco hasta la Puerta de Jerez por un triste y nostálgico avance cronológico a través de las continuas demoliciones que ha sufrido la zona. Y es que, aunque sea duro, la actual Avenida no se entiende sin sus derribos.
Pero vayamos por partes; si para el resto de la ciudad las transformaciones urbanas suelen empezar con la invasión napoleónica y la “mudanza” del Mariscal Soult al Palacio Arzobispal, en nuestra zona la piqueta empieza a funcionar desde mucho antes. De hecho cuando se produce la llegada de los franceses hacía cerca de 50 años que había sido demolido el entorno del Almirantazgo.
En palabras de don Santiago Montoto, junto a las obras del barrio de la Laguna (actual zona de Molviedro) son la demolición del arquillo de San Miguel, de la Torre del mismo nombre y su vecina torre del Aceite las principales intervenciones urbanísticas en la Sevilla del siglo XVIII. De esta forma, para cuando el asistente Pablo de Olavide elabora su plano de la ciudad en 1771 no queda ni rastro de esta antigua entrada almohade en la ciudad.
Aunque los franceses hicieron de las suyas (ya se refirió en la anterior entrada que usaron el Colegio de Santo Tomás como cuadra), tampoco se puede decir que su presencia fuera tan decisiva como en otros lugares de la ciudad como la Plaza de la Encarnación o la actual Plaza Nueva (antiguo Convento Casa-Grande de San Francisco).
Es evidente que el Mariscal tenía claro que podía sacar mas dinero robando cuadros del Hospital de la Caridad que desvalijando la librería de Santa María de Jesús….
No sufre por tanto esta zona alteraciones importantes hasta que en Octubre de 1864 se desmonta la Puerta de Jerez. Desaparecían para siempre las dos puertas que antaño habían confinado este rico entorno de palacios árabes y residencias reales. La “moda” al uso de la época, la demolición de las viejas murallas y cercos de las viejas ciudades en busca de una nueva funcionalidad y expansión extramuros, pasaba factura una vez mas a la Avenida y a toda Sevilla.
La historia de esta demolición, que en principio fue un traslado sin destino fijo al recién estrenado Cementerio de San Fernando (la puerta se desmontó y se pretendía ubicar en el nuevo camposanto de la ciudad, pero al final se desviaron sus materiales para hacer otros apaños (da miedo pensarlo, pero la historia es cíclica, o si no recuerden la cubierta de la Davis….)); es calcada a la ya narrada de la Puerta Osario: muy dañada tras la guerra carlista, se encarga su reconstrucción y embellecimiento al arquitecto Balbino Marrón que, 17 años después, también firma su derribo definitivo.
Sin puertas ni murallas que llevarse por delante, la piqueta se centra ahora en las 5 calles que conformaban lo que hoy es la Avenida. Y es que los 3 primeros decenios del siglo pasado son prolíficos en el arte del derribo en todo este sector al estar el gobierno local espoleado por las urgencias urbanísticas de la Exposición Iberoamericana de 1929.
En 1911 se amplía la calle de los Genoveses hasta enrasarla con la calle de las Gradas. Alcanza de esta forma la amplitud que hoy día conocemos y de paso, se construyen dos de los edificios mas bellos y representativos de la zona que conforman este “umbral” de la Avenida: el Banco de España y el edificio de la Adriática.
El umbral norte de la Avenida:
Banco de España y edificio de La Adriática
El primero se levanta sobre el solar que antiguamente ocupó la Casa de los Genoveses y fue construido entre 1918 y 1928. En la misma época, entre 1914 y 1922 se construía la sede de la compañía de Seguros La Adriática, que sin duda es una de los construcciones mas bellas y curiosas de la ciudad, tanto por su mezcla de estilos arquitectónicos como por su particular esquina cilíndrica. Y, por supuesto, por los dulces de Filella, faltaría mas….
Se estaba acabando el Banco de España cuando empieza en 1927 el derribo de otro de los edificios que habían sido hasta entonces emblema de la zona: el Colegio de Santo Tomás.
Bien es cierto que el edificio ya no albergaba el antiguo Colegio desde hacía bastantes años, perteneciendo al Ramo de la Guerra desde el siglo XIX (había sido cambiado al Arzobispado por el exconvento de la Trinidad), siendo sucesivamente fábrica de fusiles y Capitanía General, hasta su cesión definitiva al Ayuntamiento, que procedió a su demolición.
Se lograba la ansiada continuidad desde el Ayuntamiento a costa de este edificio y de las casas aledañas, construyéndose la Sede Central de Correos, que se encargaría de alinear la Avenida de novísimo cuño con la antigua calle Gradas y de traer a Sevilla algunos destellos del Art Decó, estilo arquitectónico estrella en la Europa de la época.
La antigua calle de la Lonja se englobaba dentro de la nueva Avenida y en su lugar se creaba un bello jardín a base de arriates alrededor de una fuente central que afortunadamente aún podemos disfrutar frente al Archivo de Indias, aunque suela pasar bastante desapercibido.
Espacio por donde discurriría la antigua calle de la Lonja
De esta forma se conseguía por fin abrir esa Gran Vía que tanto demandaba la Sevilla de la Exposición Iberoamericana, ya que el otro escollo que taponaba la salida en línea recta hacia la Puerta de Jerez, el Colegio-Universidad de Santa María de Jesús, había sido demolido en los primeros años 20, sobreviviendo únicamente tal y como se comentó en la anterior entrada la pequeña capilla.
La calle que se abrió dividiendo en dos partes la manzana que ocupaba la antigua Universidad (y que curiosamente aparece en el plano de Poley y Poley de 1910 rotulada como “en construcción”, se llamó durante unos años Avenida de la Reina Mercedes, dato curioso ya que en la actualidad una de las zonas universitarias mas importantes de la ciudad tiene el mismo nombre.
Esta demolición trajo consigo la construcción de una de las grandes joyas del regionalismo sevillano, el
Teatro Coliseo, antiguo
Teatro de Reina Mercedes. Impresionante edificio obra de los hermanos
José y
Aurelio Gómez Millán, fue realizado a finales de los
años 20, aunque hoy día se puede decir perfectamente que solo se conserva su fachada, ya que el interior, lamentablemente, fue destruido. El mismo edificio se salvó a duras penas de desaparecer en los años 70.

El antiguo Teatro Coliseo
Ya en el tramo final de esta nueva Avenida, en la Puerta de Jerez, dos grandes palacios hacían su función de “umbral” meridional de la nueva vía sevillana, escoltando la fuente que esculpiera en 1929 Manuel Delgado Brackenburi representando una nereida elevada por 11 niños, los conocidos “meones”.
Estos palacios son el de Yanduri, construido en 1904 y que tiene la peculiaridad de ser uno de los escasos ejemplos del racionalismo francés en la arquitectura sevillana; y la Casa-Palacio de los Guardiola, obra regionalista de finales del siglo XIX.
Se conformaba prácticamente la Avenida que hoy día conocemos, y destaco prácticamente porque en los cerca de 80 años que han pasado desde que se abriera definitivamente la nueva Gran Vía sevillana no son pocos los cambios que se han producido en la misma.
Así, siguiendo el punto de vista edilicio, en los 50 Vicente Traver construía junto al Banco de España la sede del Banco Central mientras que en 1967 caía definitivamente uno de los pocos vestigios del pasado medieval de la zona, el Colegio de San Miguel, que se encontraba en un estado pésimo de conservación (era prácticamente un corral de vecinos) y donde, ya en los primeros años 70, se levantó la espléndida Plaza del Cabildo, uno de los rincones mas bellos de la ciudad.
La Plaza del Cabildo
Llegamos de esta forma a nuestros días con una calle amplia (en algunos tramos llega a tener mas anchura que la mayoría de las plazas de la ciudad) y cómoda que hace realidad las viejas aspiraciones hispalenses de tener esa Gran Vía que comunicara el corazón de la ciudad con la zona de la Puerta de Jerez.
Desde un análisis personal, dos son los grandes problemas que en mi opinión tiene la Avenida; el primero de ellos es su propia historia enfocada desde el punto de vista de la condición que ha adquirido a lo largo de los siglos de ser el escaparate sevillano donde se ponen en práctica las últimas tendencias y “modas” urbanas; de esta forma, si en la Edad Media fueron los palacios musulmanes y mas tarde los edificios destinados a apoyar el comercio con América y a la enseñanza, hoy, en la época de la conciencia medioambiental y ecológica, tenemos una calle peatonal en la que conviven otros medios de transporte como las bicicletas o un tranvía eléctrico, el Metrocentro.
Parada del Metrocentro frente a la sede de Correos
Pero claro, esto tiene un problema y es que nunca se termina de alcanzar una imagen y forma definitiva, una estabilidad: de los dos carros que podían pasar bajo el Arquillo de San Miguel al Metrocentro hemos visto en 250 años tranvías tracción animal, de vapor, coches, autobuses, un proyecto de metro subterráneo e incluso otro mediante cintas transportadoras: nunca termina de enraizarse un sistema que se compenetre definitivamente con la misma Avenida ; porque si hay algo claro es que los poco mas de un mil metros de Metrocentro que tenemos hoy día son absolutamente prescindibles.
Afortunadamente la época de la piqueta ha quedado (al menos oficialmente) atrás y a priori es impensable abrir nuevos ejes que comuniquen la Plaza Nueva con otras zonas céntricas como la Encarnación o el Duque. De esta forma la única dirección que puede tomar el Metrocentro es bordeando el Casco Histórico, de la misma forma que sucede, por ejemplo, en Bilbao, donde funciona perfectamente este sistema que, por otro lado, no considero tan descabellado para esta zona.
Y es que siendo infinitamente mejor que autobuses y coches, un suburbano enterrado me presenta una serie de reparos sobre todo relacionados con temas técnicos; a tenor de lo sucedido en República Argentina con el túnel de la Línea 1 o por ejemplo hace unos años en el Carmelo de Barcelona (y estamos hablando de edificios modernos con cimentación y estructura conocidas) lo mismo no es aconsejable pasar un túnel a los pies de la Catedral por una zona que, recordemos, fue hace siglos un brazo del río. Eso sí, hablo sin conocimiento de causa y sólo son suposiciones.
La realidad es que detrás de todo esto hay una inversión importante y sólo un proyecto de buenas intenciones para ampliar la cobertura del Metrocentro, el cual me temo que a no ser que su trayecto se alargue y gane peso específico en la ciudad, tendrá poco futuro porque, ¿quién no dice que dentro de 20 años lo “último” sea volver a poner paradas de autobuses en las gradas de la Catedral?

El segundo aspecto que destacaría es el peso de la propia historia de la Avenida y su entorno frente a todos estos cambios y transformaciones.
Aunque desgraciadamente no siempre ha sido así, en la actualidad junto a monumentos como la Catedral, el Archivo de Indias o el mismo Coliseo no se puede poner cualquier cosa, o eso se supone. Catenarias, vagones con publicidad, veladores, incluso los dichosos y por desgracia tradicionales excrementos de caballos no son mas que parches que desvirtúan la monumentalidad y belleza del entorno, ninguneando en muchas ocasiones la historia del mismo.
Quizás en este aspecto sea demasiado drástico, ya que si por mi fuera incluso quitaría los árboles (no los talaría, como se hizo con los naranjos previa peatonalización) ya que muchas veces impiden que un lugar o edificio pueda verse en su totalidad. El ejemplo lo tenemos en el inmenso platanero (único superviviente por cierto de la vieja Plaza de Santo Tomás) que no permite que pueda ser apreciada en su totalidad la fachada del Coliseo. Pero claro, también es verdad que estamos en Sevilla y, en pleno mes de Agosto, una sombra tampoco viene mal.
Termino así esta serie de entradas sobre la Avenida de la Constitución. A pesar de todos los lugares y edificios que se han perdido a lo largo de estos siglos, de los problemas que se presentan en la actualidad y, mas importante aún, de los que quedan pendientes por resolver para un futuro a corto-medio plazo, al menos siempre nos quedará la tranquilidad de que ya sea andando, en autobús, en tranvía o en avión, cuando estemos mas o menos a mitad de camino entre la Puerta de Jerez y la Plaza de San Francisco tendremos a nuestro lado uno de los mayores símbolos de la Sevilla Eterna. Que no es poco…