No creo en las verdades absolutas y menos aún en las frases hechas, aunque hay ocasiones en las que uno no tiene más remedio que claudicar y reconocer que no andaba muy mal encaminado aquel señor anónimo que por primera vez dijo aquello de “una imagen vale mas que mil palabras”.
Al menos es lo que pensé cuando encontré estas flores marchitas esparcidas sobre el esqueleto de una Cruz de Mayo que esperaba la llegada del camión de Lipassam, punto y final de su existencia. Lo efímero de lo efímero, casi nada.
Reconozco que la foto no es una maravilla, tampoco es que pretenda presentarla a un concurso, pero creo que puede ser una buena metáfora del ocaso de este mes de Mayo que se nos escapa, posiblemente uno de los más agradables y que más se viven en esta ciudad.
Mayo se va de forma distinta a como llegó. No sorprende lo primero, algo más lo segundo. Tras un invierno que ha desafiado toda teoría sobre el cambio climático, el paraguas lleva al fin desterrado varias semanas de nuestra lista de objetos y utensilios cotidianos. Prácticamente desde que la Virgen de la Cueva nos dejara media Feria sin farolillos.
Nos metimos en Mayo mirando al cielo de reojo, embriagados de incienso y azahar, oliendo aún a pólvora de fuegos artificiales y contando los días hasta el próximo Domingo de Ramos.
Y entonces llegó la explosión de luz, de color, de vida: llegaron las Cruces de Mayo, se engalanaron las plazoletas, los balcones se cuajaron de gitanillas, aparecieron las primeras hermandades de Gloria y las blasfemias de los conductores atrapados tras su paso, las ferias temáticas al aire libre, los conciertos temáticos al aire libre, las botellonas al aire libre, las protestas por las botellonas al aire libre, los guiris en bermudas empezaron a tener sentido y el olor a mierda de caballo en la Plaza de la Virgen de los Reyes volvió a ser asfixiante. Sin contemplaciones, ahora sí se podía pasar página al invierno, bendito anticiclón de las Azores.
Pero todo se acaba, y Mayo se va. Se va cuando apenas han llegado las carretas del Rocío, con los últimos martillazos ajustando los altares del Corpus y las primeras insolaciones en el carril bici. Se va como nos vamos todos, porque ahora llega la calor que decía el Romance del Prisionero y poco a poco las calles de Sevilla volverán a quedarse vacías los fines de semana, aunque en este caso será un vacío consentido, no forzado por la lluvia.
En fin, que se va Mayo aunque la vida sigue y, por fortuna, hay que vivirla.
Es increible como una imagen te desmonta un sueño.
ResponderEliminarEnhorabuena por captarla y contarlo.
Ainnssss viene la calor...aunque siempre se ha dicho que hasta el 40 de mayo...no te quites el sayo
ResponderEliminarY lo peor es que se acaban los caracoles
ResponderEliminarCon lo bonito que es el mes de mayo....
ResponderEliminarYa sólo nos queda calor, calor y más calor y nochecitas a la vera del río, aunque vuesa merced sea de intramuros.
Me quedo con la hermosa descripción del mes de mayo.Excelente reflexión.
ResponderEliminarOtos abrazo.