Lo reconozco: estoy nervioso. Conforme pasan las horas noto como una nube de mariposas despliega sus alas por los resquicios mas escondidos de mi corazón. Será el azahar, será la primavera, será que las fechas del calendario están próximas a tornarse en rojo. Ni idea.
Supongo que de ir a un psiquiatra me diagnosticaría lo mas parecido a un cuadro de “estrés cofrade”, o de “neurosis cofrade”, o de “obsesión cofrade” o de lo que sea, eso sí, de “lo que sea cofrade”.
A mi alrededor todo es Semana Santa, aunque aún queden días para el Domingo de Ramos. Madres con capirotes de cartón, las últimas compras para completar las mantillas, gallardetes colgados de los balcones, trajes recién planchados saliendo de las tintorerías: Sevilla exhala incienso por todas y cada una de sus esquinas. Yo respiro todo lo que puedo, espero sepan disculpar en esta ocasión mi egoísmo.
Pero es que aún no ha llegado, y eso es lo mas grande... Es que aún tienen que conquistar los acordes de Las 7 Palabras los inverosímiles rincones del Santo Ángel; aún tiene que bendecir el Cristo de la Corona las piedras de la Catedral; aún tienen que escucharse las órdenes en arameo de la Guardia Hebrea de la Milagrosa; aún tienen que pasar tantas cosas...
Porque sí, porque todavía tienen que revivirse momentos mágicos, esos que solo pueden darse en la Cuaresma, esos que dan pellizcos en el corazón, en el alma, que colmatan los sentidos, que hacen llevadero este preámbulo de bambalinas y cera.
Se acerca el momento, se agotan las horas, ya queda menos para que la Cruz del Señor de la Victoria marque el camino a seguir entre los árboles de la Avenida de Isabel la Católica.
Ya queda menos para que resurjan esos callejones de recuerdos y vivencias de la niñez que mantienen ocultos el resto del año los caprichos de esa suerte de azar que llaman memoria.
Ya queda menos, todo hay que decirlo, para que la misma Sevilla escriba ese pregón que personalmente tanto eché en falta este domingo.
Ya queda menos, en fin, para que acabe la mas dulce de las esperas.
La flor de la memoria te hará llegar ese aroma
ResponderEliminarUn abrazo General
Y que cortita es ya la espera, así da gusto.
ResponderEliminarUn saludaso.
Recuerda siempre que la Semana Santa no es otra cosa que la representación en la calle de la pasión de Nuestro Señor Jesucristo, y que si vamos a tener mucho fervor por una estatua y luego lo que de verdad encarna o recuerda esa estatua nos da igual o simplemente pasamos durante el resto del año, a mi manera de ver el asunto, es mejor cogerse el macuto e irse a la playa..
ResponderEliminarSe nos escurre entre las manos como agua de Cuaresma, las últimas emociones, para dar paso a la gran sinfonía de sensaciones...
ResponderEliminar¡Qué poquito queda!...
Lo mejor de las esperas es la sensación que produce cuando termina.. ya queda menos :) Un abrazo.
ResponderEliminarCuando llegan estos días me entra la sensación de que ya empieza a acabarse.
ResponderEliminarSaludos.
Ya tengo la túnica planchada colgada en el soporte de la tele de mi cuarto.
ResponderEliminarYa está aquí.
Un abrazo
¡Cómo entiendo eso de la nube de mariposas! Llevo inquieta y nerviosa desde el pasado domingo -y no precisamente por el pregón- y, a diferencia de muchos que quisieran quedarse en la espera, estoy deseando estrenar un nuevo Domingo de Ramos esplendoroso y llenarme de primavera con todos los sentidos.
ResponderEliminarLas horas vuelan...
Y esperamos como enamorados. Los minutos de espera que transcurren antes del encuentro entre dos enamorados son iguales de angustiosos que placenteros. Lo esperas con ansia pero el momento de la llegada es tan deseado como el tiempo que se consume hasta el exacto punto del encuentro ideal. Así te sientes. Así me siento. Así nos sentimos. Somos enamorados antes de un encuentro fugaz y efímero, pero bellísimo.
ResponderEliminarUn abrazo mi General.
Que lo disfrutes. Intensamente.
ResponderEliminarUn abrazo