El último episodio vivido con el intento de reapertura al tráfico de la zona Norte de la plaza vuelve a dejar ese tufillo a improvisación y chapuza, a no tener muy claras las ideas de lo que se tiene entre manos, que gravita alrededor de muchas de las actuaciones realizadas en pos del “nuevo modelo de ciudad” que según parece ha de alcanzarse a toda costa, aunque a veces haya que tirar del calzador.
Antes de entrar en materia, como suelo hacer, pongo mis cartas sobre la mesa: no me creo la Alameda, nunca me la he creído. Ni ésta ni las anteriores que he conocido.
El principal motivo de mi “incredulidad alamedesca” lo baso en la tendencia, casual o no, de darle un “lavado de cara” a esta plaza y a la de la Virgen de los Reyes cada vez que llega un nuevo inquilino al Ayuntamiento. Regla no escrita o manera fácil de hacerse notar desde bien pronto, lo cierto es que cada cambio de vara lleva aparejado un cambio de baldosas, en este caso amarillas.
De esta forma, si la memoria no me falla, es ésta la tercera Alameda que conozco y, aquí no tengo dudas, la que menos me agrada. Creo que está fuera de sitio, es incómoda, fría, no me dice nada. La considero más un lugar de paso que una plaza, como una calle amplia que se ha decorado de una forma que puede gustar más o menos, pero que perfectamente podría encajar en cualquier otra ubicación con muchas menos connotaciones históricas y tradicionales.
Recuerda los modernos espacios diagramáticos que ilustran las páginas de El Croquis y otras revistas arquitectónicas especializadas, actuaciones urbanísticas de vanguardia absolutamente válidas para ciudades del norte de Europa y de otras latitudes en las que el concepto de “plaza” como espacio público difiere bastante del que tenemos por estos lares, donde el lugar no se “usa”, sino que se “vive”.
Al Cabernet Sauvignon le echaban Coca Cola, aunque era sólo el principio: ahora llegaba el turno de la fuente.
Nadie duda que en Sevilla hace bastante calor, sobre todo en verano. Nadie duda que el calor provoca sed. Nadie duda que la sed se sacia con agua. Nadie duda que en un espacio público medianamente decente hay que colocar cuando menos una fuente pública para saciar esa sed. O sí.

En un nuevo error de cálculo, de previsión, de lo que sea, ésta vez no achacable al señor Torres, resulta que ahora se pide a gritos la “despeatonalización” de la zona Norte de la plaza para descongestionar el problemón en que se está convirtiendo el tráfico del Casco Histórico. Más o menos lo que viene a ser un Cabernet Sauvignon con Coca Cola Light sin cafeína.
