19 de enero de 2014

El Día de los Guardainfantes Rotos



En la España del Siglo de Oro, donde el honor y la rectitud moral se contaban entre sus principales valores, tener un hijo ilegítimo podía llegar a ser una deshonra no sólo para la futura madre, sino para la familia al completo.
Por ello cuando llegaba un embarazo no deseado había que hacer todo lo posible por disimularlo, que pasara desapercibido y, una vez la criatura estuviera en el mundo, deshacerse de ella de la forma más discreta posible. 
Así, de la noche a la mañana, muchachas jóvenes que apenas habían empezado a vivir emprendían extraños viajes de los que no regresaban en una larga temporada, contraían enfermedades que durante nueve meses les impedían ver la luz del Sol o, en el mejor de los casos, hacían sus apariciones en público siempre ataviadas con una prenda bastante popular entre las féminas de la época: el guardainfante

Condesa de Monterrey
La condesa de Monterrey posa orgullosa para
Carreño de Miranda luciendo su guardainfante

12 de enero de 2014

La Cruz del Gran Catarro


La plaza de Doña Teresa Henríquez es la niña mimada del barrio de San Vicente.
Como una delicada flor nacida en pleno invierno, a su alrededor todos parecen conjurados para protegerla y preservar su belleza, manteniéndola lo más alejada posible de las leyes de los hombres que, a escasos metros, colapsan calles, oficinas, centros comerciales y lo que se tercie.
Así, los gruesos muros de la iglesia de San Vicente la evaden del mundanal ruido y demás vorágine del afuera, dando forma a una paz tranquila y silenciosa que sólo rompe muy de vez en cuando el tañir de alguna campana marcando las horas o el vuelo furtivo de los vencejos que se adentran calle abajo camino del barrio de San Lorenzo.
Para evitar las inclemencias que puedan venir del cielo está la bóveda verde conformada por las ramas de los naranjos que en dos hileras se alargan por su perímetro, entre las que juguetean los rayos del Sol durante el día para dibujar sombras caprichosas en el suelo de baldosas en espina de pez.
También escapa del tiempo la recoleta plazuela desde hace siglos, bastantes, los que lleva encomendada a un sobrio crucero blanco sobre peana de fuste que le da cierto aire atemporal, ingrávido, se podía decir incluso que la acerca a la Eternidad, aunque realmente esa Cruz recuerde un triste suceso que sacudió la Sevilla del XVI: el Gran Catarro.

Gran Catarro en Sevilla

21 de diciembre de 2013

Montpensier, el Rey Naranjero


Había estallado el escándalo.
Media Sevilla se llevaba las manos a la cabeza, estupefacta e incapaz de reaccionar; la otra media, simplemente, reía a carcajadas, sonoras carcajadas, sonrojantes carcajadas…
Que si era un usurero, un miserable, un avaricioso… de todo menos bonito, el “pitido” de los oídos de don Antonio de Orleans, duque de Montpensier, debía escucharse desde la dehesa de Tablada hasta el campanario del monasterio de San Jerónimo por lo menos.
Críticas desaforadas, menosprecios, detracciones… y, sobre todo, la guasa sevillana, la irremediable guasa sevillana que en juicio sumarísimo dictaba sentencia: había nacido el “Rey Naranjero”

Yo soy el Rey Naranjero
de las huertas de Sevilla,
quise atrapar un sillón
y me quedé sin silla.

15 de diciembre de 2013

Mutadid, el Señor del Jardín de las Cabezas Cortadas


Luz de los ojos y alegría del alma,
es un Jardín que ofrece sus cabezas como fruto.
Que Dios te ayude, oh bien encaminado en tus afanes
que has cosechado esas cabezas de tales semilleros.
Nunca antes vi desolación hermosa
cuya visión horrible fuera agradable compañía.


Con estos versos, normalmente algo bello y delicado, se ensalza uno de los lugares más tétricos y siniestros que ha tenido Sevilla en toda su historia, si no el que más.
Un lugar que, curiosamente, era un Jardín, sólo que entre el colorido de las flores y el murmullo de las fuentes se mezclaban cráneos de príncipes y grandes guerreros andalusíes clavados en picas.
Para colmo, el poema ofrece otra singularidad más, y es que fue escrito por el propio dueño del Jardín: Al-Mutadid Bi-llá, “el que busca la ayuda de Dios, segundo rey abadí de Sevilla, que orgulloso de su obra deseaba que se recordara eternamente.

Mutadid
En el Patio de la Reina del Alcázar de Sevilla 
Ernst Karl Eugen Körner

9 de diciembre de 2013

De Sierpes al Pópulo: la Cárcel Real de Sevilla


Las puertas de la Cárcel Real de Sevilla se abrieron por última vez el 3 de Julio de 1837 para asombro de muchos, que no terminaban de creerlo. 
Y es que eran tantos los años, décadas, siglos… que la ciudad llevaba demandando, casi suplicando, el cierre del viejo presidio situado a la entrada de la calle Sierpes desde la Plaza de San Francisco, que cuando al fin llegó la hora nadie daba crédito.
No es de extrañar por tanto la gran cantidad de curiosos arremolinada alrededor del trayecto que seguirían los más de 500 presos camino de la nueva prisión del Pópulo, un antiguo convento agustino desamortizado meses atrás que se situaba en pleno barrio de la Cestería, entre la Puerta de Triana y el Puente de Barcas

Cárcel del Pópulo
Detalle de un grabado de 1726 donde se representa Sevilla.
En el recuadro rojo, el convento del Pópulo