La noticia había devuelto de repente la vida a una ciudad aterida por las bajas temperaturas que se estaban alcanzando ese frío invierno de 1877.
De boca en boca, de puerta en puerta, de casa en casa, la expectación era máxima y todo el mundo conocía con todo lujo de detalles la vida y milagros de la ilustre visitante que durante los próximos meses fijaría su residencia en Sevilla.
Y es que se esperaba la llegada, nada más y nada menos, que de Madame Ratazzi, o lo que es lo mismo, de doña María Leticia Wyse-Bonaparte, una de las aristócratas más importantes y afamadas del momento, lo que en nuestros días sería una reina del papel couché.
Que si era nieta de Luciano Bonaparte, el hermano díscolo de Napoleón.
Que su verdadero padre no sir Thomas Wyse, el político irlandés que le daba el apellido, sino un capitán del Ejército Británico.
Que el hijo de su primer matrimonio con el poderoso aristócrata Federico José de Solms era realmente fruto de una aventura con el conde de Pommereu.
Que su primo, Napoleón III, la había expulsado de Francia por los celos de su esposa, María Eugenia de Montijo.
Que durante su estancia en Italia con su segundo esposo, el estadista Urbano Ratazzi, era conocida como la “Divina Fanciulla” por sus habilidades en las artes amatorias.
Que nada más morir éste se había vuelto a casar con su “amigo” el conde de Rute, casi 15 años más joven que ella.
Estos y mil chismes más se contaban de una de las mujeres más fascinantes y sensuales del momento, afamada escritora por cierto, que llegaba a Sevilla, según Joaquín Guichot, para ver la Semana Santa…
Procesión de Pasión por la Plaza de San Francisco a mediados del siglo XIX, cuadro de Joaquín Domínguez Bécquer |
La Sevilla que encuentra Madame Ratazzi es una ciudad convulsa sumida en un constante y contradictorio cambio.
Una ciudad que tira las murallas históricas que la cercaron durante siglos para rodearse ahora por vías de tren; que convierte sus espléndidos palacios en casas de vecino mientras copia otros estilos arquitectónicos del resto de Europa; que derriba iglesias y templos para levantar fábricas que entrega a compañías extranjeras…
Una ciudad que cambia pero no cambia, que trata de avanzar dando pasos en falso: una ciudad muy parecida, a fin de cuentas, a la de nuestros días.
La Puerta de Jerez, víctima de la piqueta que asoló Sevilla en el siglo XIX |
Entre los principales lugares de moda de esta Sevilla decimonónica estaba la Alameda de Hércules.
Construida en el siglo XVI por el conde de Barajas sobre el brazo desecado del Guadalquivir que moría en la calle García de Vinuesa, la calle de la Mar, los Jardines de la Alameda fueron considerados durante siglos uno de los paseos más elegantes del país.
Pero claro, como suele suceder por estos lares, la dejadez y el abandono le fueron restando esplendor progresivamente hasta el punto de que a mediados del XIX el duque de Rivas se quejaba amargamente de su penoso estado de conservación en su obra “Los Hércules”.
Vista de la Alameda hacia 1647, Coleccion de A.M. Huntington |
Afortunadamente el sentido común de vez en cuando hace acto de presencia en esta ciudad y desde el Consistorio se dirigieron planes encaminados a devolverle su pasada belleza, participando en ellos los arquitectos más importantes del momento, como Balbino Marrón o Juan Talavera.
Y en la Alameda se plantaron nuevos árboles, se construyeron kioscos, teatrillos, se colocaron puestos de agua, de golosinas… en definitiva, volvió de nuevo la vida, dejando por un tiempo de ser ese lugar peligroso que describiera el duque décadas atrás.
Las actuaciones eran incluso más ambiciosas; se pensaba ampliar el paseo hasta la misma Barqueta, ensanchando la calle Calatrava; y muchas de las casuchas que la bordeaban se derribarían para levantar palacetes al estilo de los grandes bulevares parisinos.
La Nueva Alameda sería sin duda un paseo espectacular…
La Alameda de Hércules a principios del siglo XX |
Entusiasmado ante estos extraordinarios planes, Lázaro Fernández Angulo, marqués de Esquivel, adquiere en 1861 una de las nuevas parcelas para construir su lujosa residencia.
No quiere escatimar en nada y contrata los servicios de Joaquín Fernández Ayarragaray, miembro de la primera promoción de arquitectos titulados de la historia de España.
Oriundo de Hernani, Ayarragaray trabaja en Sevilla desde al menos 1857, cuando construye un palacete en la Puerta de Jerez a la familia Portilla, una de las mas pudientes e importantes del momento dedicadas sobre todo a la Fundición.
El Marqués de Esquivel, eufórico ante la posibilidad de ser el primero en tener su casa en el nuevo paseo aristocrático que será la Alameda de Hércules, encarga un palacio fastuoso, inspirado en las mansiones francesas del siglo XVIII, exenta dentro de un amplio jardín y rodeada de una verja precisamente fabricada en una de las fábricas de los Portilla.
La Casa de las Sirenas, reconstrucción por CMA |
El palacio se levantará en dos alturas y contará con cubierta de pizarra, algo inusual por estas tierras que demuestra la voluntad de imitar esa arquitectura parisina ilustrada.
Sin embargo el edificio en sí presenta rasgos propios de otras arquitecturas europeas, sobre todo la italiana, además de hacer un guiño a la tradición autóctona al organizarse entorno a un patio interior.
Finalizado alrededor de 1864, será conocido como “Recreo de la Alameda” o más comúnmente “Casa de las Sirenas”, por las dos esculturas que flanqueaban su acceso desde una escalinata al nivel del Paseo.
Un Paseo que, por cierto, no terminaba de arrancar… ni se ensanchaba Calatrava ni se levantaban nuevos palacios, de hecho en las parcelas donde iban éstos empezaron a construirse casas de vecinos como el corral de los Chícharos.
Defraudado, el Marqués de Esquivel vende su fastuosa vivienda, que pasa de mano en mano, siendo propiedad ese invierno de 1877 de la familia Portilla. Casualidades del destino…
Evidentemente, nada mejor que este palacete estilo francés, único en Sevilla y perteneciente a una de sus familias mas importantes, los Portilla, para acoger la estancia de la princesa Ratazzi, que como dijimos al principio venía a ver la Semana Santa.
La Casa de las Sirenas, imagen blog Cultura de Sevilla |
Que la viera no vamos a dudarlo, pero la estancia de la sobrina-nieta del gran Napoleón en Sevilla no destacaría precisamente por su fervor religioso.
A las tertulias del Recreo de la Alameda acudían los intelectuales y escritores mas importantes del momento; a sus recepciones la flor y nata de la aristocracia hispalense; y a sus fiestas…
Sus fiestas eran memorables, irrepetibles, verdaderos acontecimientos.
Los mejores artistas, los cantantes más reconocidos, los actores más afamados… y los mozos más guapos.
La vida social de Sevilla gravitará durante unos meses alrededor del palacete de la Alameda de Hércules: la princesa se convierte en anfitriona de la ciudad que la acoge, una ciudad encantada de tener ese toque de glamour que saca algo de lustre a la decadencia en que se hallaba sumida.
No es de extrañar que cuando a los pocos meses la dama francesa hiciera las maletas para regresar a la Corte, su estancia hubiera calado tanto que todo el mundo conocía la Casa de las Sirenas como el Palacio Ratazzi, nombre con el que se siguió recordando hasta bien entrado el siglo XX.
Pero también Sevilla dejó huella en la princesa, una huella imborrable que la acompañaría para siempre.
"El Baile", de Joaquín Sorolla, una de las muchas cosas de Sevilla que enamoraron a la princesa Ratazzi |
Cuentan que años más tarde, durante la celebración en París de la Exposición Universal de 1889, una distinguida señora se acercó al Pabellón de España, un palacete estilo mudéjar a orillas del Sena que pasaba desapercibido ante la majestuosidad del gran estreno de la muestra, una enorme torre metálica diseñada por el ingeniero Gustave Eiffel…
Encandilada ante el colorido de las mantillas expuestas en el pabellón, las alegres coplillas de unos cantantes llegados directamente desde Andalucía o el sabor del delicioso jamón que cortaban allí mismo, la dama se acercó a unas barras de color negro que se encontraban en el expositor de Sevilla.
- Son barras de regaliz, le dijeron.
La señora observó el producto y se marchó pensativa.
Al poco tiempo aparecía en la Revista de la Exposición Universal un artículo donde precisamente se hablaba de estas barras de regaliz sevillano, aunque por el tono en que estaba escrito se apreciaba una inmensa nostalgia, la tristeza de un pasado perdido para siempre, como esos cielos que años más tarde describiría Joaquín Romero Murube...
“Es curioso -decía el artículo- que la provincia más alegre del mundo, esa Sevilla inundada de sol, deliciosa por sus serenatas y perfumada por sus flores, se haya complacido en dar esa nota sombría.” *
Lo firmaba María Leticia Wyse-Bonaparte, condesa de Rute, princesa de Solms, viuda de Ratazzi.
Había pasado más de una década, pero el recuerdo de su Sevilla estaba aún presente... y lo estaría hasta el último día de su vida.
Vista general de la Exposición de París de 1889 |
* Cit. "La Princesa", Rafael de la Fuente - 17-07-2010
Precioso y muy interesante articulo .
ResponderEliminarMuchas gracias!
EliminarSaludos
Como descendiente directo de Madamme Ratazzi (creo que tatarabuela) siempre me ha interesado la historia del Palacio de Las Sirenas. Recuerdo cuando mi padre nos contaba que ese edificio, entonces en ruinas, había pertenecido a la familia y que, por no reclamarla en tiempo y forma, había pasado a manos municipales.
ResponderEliminarMas tarde, con las facilidades de internet, investigué un poco más y conocí la historia que aquí publicas, si bien hay algunos que dudan de esta version, para nosotros siempre será la real.
Muchas gracias y un saludo
Todo un placer, José Luis.
EliminarLo importante es mantener vivo el recuerdo y la historia de la ciudad a través de los edificios y los personajes que han vivido o estado en ella. Y sin duda la estancia de Madamme Ratazzi no debe ser olvidada, sobre todo por lo que significó para la ciudad en ese momento.
De hecho mientras recababa información (meses me ha llevado) una de las cosas que más llamó mi atención es que aún a mediados del siglo pasado, casi 100 años después, se conociera la Casa de las Sirenas como Palacio Ratazzi.
Puede haber mil versiones al respecto, evidentemente, pero ya digo, esta historia nunca debería caer en el olvido. Sería un error.
Un saludo.
Magnífica entrada :) Da gusto pasearse por tu Blog y leerse de un tirón varias entradas.
ResponderEliminarUn saludo!
Igualmente leer tus comentarios, Sergio.
EliminarUn abrazo!
Excelente como siempre...
ResponderEliminarMe ha despertado la curiosidad y en una web francesa he encontrado una fotografía del que fuese el Pabellón de España en la Exposición de Paris. Lo dejo por si interesa
http://www.paris-in-photos.com/paris-photos/oldparis147.htm
Resulta gratísimo el amor por todo lo hermoso, histórico y bello que demuestras en tus multilples trabajos, son arduos y exquisitos.
ResponderEliminar¡Enhorabuena!
Te sigo desde hace tiempo y ya lo haré para los restos.
Un saludo.
Que interesante la vida de madame Rattazzi y que interesante también saber que tiene familia en España. Como parece que se casó tres veces, ¿de quien eres descendiente, Jose Luis? Cuando puedas me contestas, por favor,porque soy muy aficionada a la historia y a la genealogía.
ResponderEliminarMuchas gracias y un saludo.
Ana Jimenez
Ya que mi sobrino Jose Luis no lo habra visto tu comentario, te contesto yo, que soy un nivel superior en el escalafón, jeje. Mi madre, Mercedes Ratazzi Garzon, y abuela de Jose Luis nacio en Sevilla 1917 en la calle Viad Arragel, junto a la Alameda de Hercules. Un saludo
EliminarYo si.
EliminarVivo en Granada, donde murió su hija.
Los otros, no.
Los Ratasi de Sevilla son descendientes de ella?
ResponderEliminarSi ese Ratasi es Mi tío Pepe hermano de mi madre Mercedes Ratazzi Garzón, lo que pasa es que mi tío se dedicaba a la fotografía profesional y cambió las z por la ese porque decía que era más comercial
EliminarEntonces somos familia, yo soy la nieta del fotógrafo y no sabía por qué cambio el apellido con la s
EliminarSres: el palacete pone claro el autor del blog, y asi es, que fue de la familia de la Portilla no de esa sra que estuvo solo de invitada
ResponderEliminarSres: el palacete pone claro el autor del blog, y asi es, que fue de la familia de la Portilla no de esa sra que estuvo solo de invitada
ResponderEliminar"mira si soy desprendio, que ayer al pasar por el puente, tire tu cariño al rio".
ResponderEliminarSeguro que mi sobrino Jose Luis Rodas, tanto como yo, Manuel Rodas Ratazzi, hijo de Mercedes Ratazzi Garzon, ( muy italiano y frances los apellidos, como el personaje), nacida en la calle Viag Arragel (junto a la Almadena de Hercules en Sevilla) otra casualidad podriamos acuñar otra frase, que diria........
"Mira si somos despitados, que ayer al pasar por la Alameda, tiramos la Casa de las Sirenas al rio" . Que pena no haberte conocido a tiempo. !! Jodeerr ¡¡
Un saludo
Don Gonzalo Fernández de Córdoba, ni el palacete perteneció a Doña María Letizia como Vd. muy bien afirma, ni tengo constancia alguna que estos señores sean primos mios. De igual manera tampoco aparecen entre otras muchas publicacones, como descendientes. Para cualquier duda consultar el libro "The BONAPARTE Dynasty of FRANCE" ISBN 978-0-9569100-5-9. perteneciente a la colección THE ROYAL HOUSES OF EUROPE. En la mencionada publicación podrá ver todos los descendientes Bonaparte a nivel mundial y estos señores no aparecen. Creo que mis parientes Rattazzi-Bonaparte Españoles andan en la actualidad por otros lugares y creo que conozco a casi todos.
ResponderEliminarMuy buenas noches.
EliminarEncuentro este post 10 años después.
Soy descendiente, por parte de la hija Isabel Roma.
Quién eres?