En las calles de Sevilla hay vestigios de su pasado que suelen pasar desapercibidos bien porque no se conocen o, simplemente, porque han sido olvidados.
Es el caso de los faroles y hachones que ordenaron colocar en las fachadas de las casas los Asistentes de la ciudad en el siglo XVIII para dar luz a las oscuras y peligrosas noches sevillanas.
Primeros pasos del alumbrado público en la ciudad, antecedentes de las actuales farolas y, sobre todo, un intento de amedrentar a los delincuentes que campaban a sus anchas por todos los rincones de la ciudad a partir de la puesta del Sol.
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Detalle de balcón en la calle Doña María Coronel |