29 de marzo de 2012

La Madrugá por Abel Moreno

Posiblemente “La Madrugá” sea una de las marchas mas conocidas, admiradas e interpretadas de todas las que, dentro de muy pocos días, llenarán las calles andaluzas de sones cofrades.
Son muchas las emociones que despierta esta composición, tantas que sería imposible recogerlas en pocas líneas.
Porque “La Madrugá” es un palio que se aleja entre los balcones de una estrecha callejuela; es una lluvia de pétalos de rosa coloreando una revirá interminable; es el llanto de una madre, unos ojos lacrimosos, un recuerdo rescatado de los oscuros anaqueles del olvido… Son infinitas sensaciones distintas, y todas a la vez.
Lo que apenas se conoce es que en sus casi 7 minutos y medio de duración, su compositor, Abel Moreno, consigue que procesionen entre sus notas las 6 hermandades que realizan su estación de penitencia en la que se dice es la noche más dulce y hermosa de Sevilla.
Desde la salida del Silencio hasta la entrada de Los Gitanos, "La Madrugá" camina respetuosa entre los cortejos de Gran Poder y Calvario para luego rendirse embelesada la belleza de las dos Esperanzas. Todas las imágenes tienen su sitio, su sonido, su significado.
Pero quizás no sea el que escribe la persona más adecuada para desgranar el contenido de esta marcha, menos aún si tenemos la posibilidad de que sea el propio maestro quién lo haga.
Así que en los próximos minutos disfruten de "La Madrugá", disfruten de las palabras de Abel Moreno y, de cualquier forma, disfruten, que está muy caro en los tiempos que corren.



“La Madrugá” es el 2º tiempo de una obra sinfónica dedicada a Sevilla, tratado en esta ocasión en forma de marcha.
Marcha que se siente a veces dramática, a veces más ligera, como la misma madrugada, intentando, si ello es posible, exponer el desarrollo de estas horas tan características del Viernes Santo.
Al principio la melodía es muy fúnebre; la campana anuncia la hora de Nuestro Padre Jesús Nazareno entre el mayor silencio para, a continuación, conducirnos al segundo tema: Jesús del Gran Poder, tema que va “crescendo” poco a poco hasta desembocar en el ritmo ya acompasado de marcha que nos indica que el Cristo del Calvario se encuentra en la calle.
Este motivo termina con unos acordes y la cadencia rota que da paso al modo mayor con unas armonías de fondo en matiz muy piano, como diciendo ¡silencio!, que la Macarena (clarinete) y la Esperanza de Triana (saxofón alto), dialogan en un perfecto contrapunto, intentando cada una hacer oír su voz, pero deseando ambas no sobresalir una de la otra. Diálogo ampliado después por los demás instrumentos.
Después vuelve la melodía fúnebre, con la reexposición del primer tema, pues El Silencio y el Gran Poder están terminando su estación de penitencia.
Dicha reexposición nos conduce al tutti” final, con los temas de la Macarena y la Esperanza ya en su máximo desarrollo camino de la entrada.
Y es en unión de estos temas y en estos momentos cuando aparece un tema nuevo: Los Gitanos, representados por las trompetas, las cuales nos dan a entender que Nuestro Padre Jesús de la Salud y la Virgen de las Angustias no quieren ser menos en el final de esta “Madrugá” del Viernes Santo sevillano.
Finaliza la marcha oyéndose los pasos de los costaleros (timbales), pasos que, a pesar de lo largo que ha sido el camino, suenan más fuerte que nunca.
Abel Moreno

25 de marzo de 2012

Greguerías Hispalenses


Argentinos
20 años después de que se levantara el monumento al General San Martín otro argentino vuelve a adquirir protagonismo en la calle Torneo.



Servicio Público
La Piedra Llorosa siempre al servicio de los sevillanos; en el siglo XIX del alcalde García de Vinuesa, en el XXI de los que pasean a sus perritos.



La Esperanza frente a la Crisis
2-1. De momento gana la Esperanza



La Belleza y la Bestialidad
Velázquez puso la belleza; la bestialidad el Corte Inglés sobre los antiguos palacios del Duque.



Tempus Fugit, Reloj Vacui

Los Hércules de la Alameda son testigos de cómo el tiempo pasa, de como los días se esfuman, de cómo las horas se marchan… aunque el reloj encargado de marcarlas sea un horror.

19 de marzo de 2012

Antes de la Expo: Entre dos Puentes

Retomamos los paseos por la Sevilla anterior a la Expo siguiendo el recorrido del tren que en la anterior entrega dejábamos estacionado en el Prado de Santa Justa.

La imagen que traemos hoy podemos datarla a principios de los años 90, poco después de la que vimos en la anterior entrada, aunque el cambio experimentado por la zona en ese pequeño intervalo de tiempo es espectacular.
Para empezar las obras de la nueva Estación (01) se encuentran bastante avanzadas sobre un Prado de Santa Justa que ya es historia.
Poco o nada queda de los viejos usos industriales que se dispersaban por el entorno: las naves que ocupaban la estación de mercancías (02) son una explanada mientras las fábricas de corcho y aceitunas (03) han quedado reducidas al solar que en breve acogerá los Jardines de la Calzada.
Por contra, se ha levantado ya el Instituto Isbilya (04), ocupando uno de los campitos donde los chavales de Los Granados emulaban a los ídolos futbolísticos del momento (o hacían lo que podían).
Siempre bajando según las vías del tren, sobre las que hoy se levanta la calle Juan Antonio Cavestany, encontramos el Puente de la Calzada (05), ese que esperaba a San Benito y su gente del barrio de la Calzá cada Martes Santo en la sevillana de los Cantores de Híspalis, y que desaparecerá en breve, dejando al descubierto dos de los últimos tramos de los Caños de Carmona que se conservan, además de la hornacina donde se venera la Virgen de las Madejas.

El paisaje cambia una vez más en el tramo que viene a continuación, en lo que hoy sería calle José María Moreno Galván.
De nuevo se hace patente la huella industrial de la zona, con naves a uno y otro lado de las vías, todas también desaparecidas en la actualidad aunque con resultado bastante diferente.
Por un lado las más cercanas a la Fábrica de Artillería (06) son ahora un solar que lo mismo sirve de aparcamiento en Semana Santa que de plantación de jaramagos donde los pajarillos del entorno tienen su lugar de esparcimiento.
Distinta suerte corrieron las que se situaban enfrente (07), cuyas parcelas están actualmente ocupadas por modernos bloques de pisos y zonas residenciales, una de las cuales aún guarda en su nombre el recuerdo de ese pasado ferroviario: De Puente a Puente.
Porque, siempre siguiendo la vía del tren por lo que en nuestros días es otra calle con otro nombre, Juan de Mata Carriazo, llegábamos a otro Puente, el de San Bernardo (08), con sus garitas, su Parque de Bomberos y sus extrañas farolas.

También han desaparecido las naves y almacenes que, esparcidos por los alrededores, servían de apoyo a la Estación de San Bernardo (09), una de las dos con las que contaba Sevilla desde el siglo XIX y que en el momento en que es tomada la imagen está funcionando a pleno rendimiento.
Y una Estación donde nos detendremos, dando así por finalizado este nuevo paseo a través de la memoria de una ciudad no muy lejana en el tiempo pero bastante diferente a la que hoy vivimos.

12 de marzo de 2012

Regresar a Sevilla


"Estos días azules y este sol de la infancia"

Son las últimas palabras escritas por Antonio Machado poco antes de fallecer en una fría habitación del Hotel Bougnol-Quintana, en el pueblecito francés de Colliure.
Quizás fuera el primer verso de un poema inconcluso, los esbozos de un pensamiento sin continuidad o el arranque de una biografía finalizada precipitadamente; nunca podremos saberlo, salvo que Antonio Machado, antes de su muerte, regresó a Sevilla.
Atrás han quedado sus amados campos de Castilla, los palacios renacentistas de Baeza, el ajetreo cosmopolita de Madrid o las fértiles huertas de Rocafort: el poeta vuelve a la ciudad que lo vio nacer y que, en la lejanía, lo verá morir.
El final se acerca, presiente que está en las postrimerías de su vida y encuentra la calma caminando por las calles en las que dio sus primeros pasos, más allá de los muros del Palacio de las Dueñas, del huerto claro, el limonero y el patio donde tiempo atrás se autorretratara.
Sólo lo reconforta recordar esos días azules y soleados de su infancia, seguramente muy parecidos a los que tenemos la suerte de disfrutar en la Primavera anticipada de este año.
Una Primavera que ha llegado aún antes que el azahar, que el vuelo de los vencejos o de que florezcan los rosales de la Plaza de América.
Una Primavera desnuda, despojada de todo ropaje, de sabores y aromas, simplemente azul, como esos días de la infancia de Machado, esos días que quiso conservar hasta el final, hasta el último momento y que formaron parte del ligero equipaje que llevaba al tomar la nave que nunca ha de tornar.

Dedicado a Marisa Cantillón, a Paqui Lagares, Lola Socorro y a todos aquellos que llevan Sevilla en el corazón pese a encontrarse lejos.

4 de marzo de 2012

Antes de la Expo: El Prado de Santa Justa

Antiguamente Sevilla tuvo dos Prados, como dos Buhayras en tiempos de los musulmanes o dos palacios gemelos cuando era colonia romana.
Uno de esos Prados, el de San Sebastián, aún mantiene su nombre y la vegetación, aunque domesticada en forma de parque. El otro, el de Santa Justa, desapareció a finales de los ochenta bajo la Estación de Trenes.
En la imagen que hoy traemos se puede apreciar lo poco que quedaba por aquel entonces de ese Prado donde, según cuenta la tradición, fueron martirizados los primeros cristianos hispalenses como la niña alfarera Justa, que le dio nombre.


Campo de avenidas del Tagarete, era una amplia e insalubre dehesa donde pastaba el ganado de las huertas limítrofes que, con el paso de los siglos, se había ido reduciendo paulatinamente conforme crecía la ciudad más allá de las Puertas de Carmona y Osario.
Y así llegamos al momento que capta la imagen, con un Prado (01) que ya no es más que un terreno baldío entre las vías del tren y la zona Nervión-San Pablo, donde por cierto también podemos ver el solar que hoy ocupa el Polideportivo (02).
Como vemos, todo está inmerso en una profunda transformación urbanística y estructural; así lo denotan las grúas y obras de los edificios que se están construyendo en la actual calle José Laguillo, entonces Saturno (03).
También destacan una serie de instalaciones abandonadas que recuerdan su importante pasado fabril y que en breve desaparecerán, como las viejas fábricas de aceitunas y corcho (04) donde se levantarán los Jardines de la Calzada o las naves alargadas (05) que ocupan el lugar donde hoy están el gimnasio Sato y el Parque de Santa Justa, usadas entonces como estación de mercancías y almacenaje.
Y, por supuesto, los solares y espacios libres, como la esquina de El Mirador (06) o las parcelas de albero que hoy son el Instituto Isbilya (07) y diversos núcleos residenciales.
Pero sobre todo llaman la atención los últimos vestigios del Prado de Santa Justa, donde se ubicará la Estación del mismo nombre, uno de los grandes hitos construidos para la Sevilla Universal.


Diseñada por los arquitectos sevillanos Antonio Cruz y Antonio Ortiz, centralizará los servicios ferroviarios de la ciudad, tanto a nivel local como nacional, dejando en desuso las viejas estaciones de San Bernardo y Plaza de Armas.
Como vemos en la maqueta del proyecto, originalmente estaban previstas las obras, además del edificio central, de una serie de oficinas y viviendas perimetrales que ordenarían el entorno. Sin embardo, como ya sucediera con el Puente del Alamillo, las prisas y el presupuesto harán inviable su finalización completa, realizándose únicamente la Estación.
La construcción del resto de edificaciones fue primero aplazada, luego desechada y, visto lo visto, terminó olvidándose, quedando sus parcelas abandonadas hasta nuestros días y, al menos, hasta que alguien caiga en la cuenta de que esa es la primera imagen que ofrece la ciudad a todo el que llega en tren.