
Salvo el edificio de la Casa Cuna (01) y algunos pequeños detalles que desgranaremos a continuación, nada puede hacernos siquiera sospechar que la avioneta desde la que se toma la fotografía (color blanco, a juzgar por el trozo de ala que se cuela en la esquina izquierda) está sobrevolando lo que hoy es el cruce entre las Avenidas Alcalde Manuel del Valle y San Juan de la Salle, lo que en esa época aún se conocía como Camino de Miraflores.
Ante nosotros aparece una Sevilla de huertas, fincas y plantaciones, las mismas huertas, fincas y plantaciones que desde el Medievo como mínimo la rodeaban y abastecían de alimentos y materias primas; y las mismas huertas, fincas y plantaciones que, en muy pocos años, desaparecerán bajo Barriadas, calles y asfalto.
La Casa Cuna (01), como decimos, es la única referencia clara que podemos tomar de la actualidad para situarnos en la imagen.
Magnífico edificio de corte regionalista proyectado por el arquitecto Antonio Gómez Millán, había sido levantado en la primera década del siglo XX sobre unos terrenos segregados de la Huerta de San Jorge (04), que aún existe cuando es tomada la imagen.
Como Institución, la Casa Cuna nace a mediados del siglo XVI para dar respuesta a uno de los problemas mas importantes de la época, no sólo en Sevilla sino en el resto de Europa: el abandono de bebés recién nacidos en plazas, calles y puertas de iglesias, los tristemente famosos “expósitos”.
En la Sevilla mas importante y poderosa que ha conocido la historia se estima que el 10% de los niños eran abandonados por sus madres al dar a luz, lo cual parece conmover al arzobispo Fernando Valdés que intenta dar una solución al problema fundando la Hermandad de Nuestra Señora del Amparo, que se encargará de educar y criar a estos críos.
La primera sede de esta congregación se situará en la calle Francos, aunque pronto pasa a la calle de las Carpinterías, que en breve cambia su nombre por Cuna y donde permanecerá hasta que se inaugure el edificio que vemos en la imagen (01).
Pero sigamos hablando de la fundación del arzobispo Valdés.
A pesar de sus buenas intenciones, la piadosa institución a duras penas logra cumplir sus objetivos, ya que las condiciones de la casa de acogida son terribles, tanto de hacinamiento como de salubridad. Por no hablar del presupuesto, a todas luces insuficiente para mantener una demanda tan desproporcionada.
Y es que, para que podamos hacernos una idea de lo terrible de la situación, según un artículo de L. Carlos Álvarez Santaló, el 1 de Abril de 1709 había 2115 niños acogidos de los que 877 son de leche. Lo peor de todo es que los 15 meses anteriores, es decir, hasta el 1 de Enero de 1708, habían muerto 585 criaturas.
La mortalidad alcanza cotas del 85% de los expósitos durante el siglo XIX, llegando a afirmar el viajero inglés Richard Ford, un asiduo de este blog por otros menesteres afortunadamente más agradables, que la Casa Cuna sevillana es “un sistema organizado de infanticidio. La muerte llega para muchos como un alivio y para el establecimiento es un ahorro…la proporción de los que sobreviven es de uno sobre doce”.
Sin duda estremecedor….
Ante la gravedad de la situación un grupo de señoras de la alta sociedad sevillana comienza a organizarse avanzada la primera mitad del siglo XIX con la intención de construir una nueva Casa de Cuna que al menos dignifique la breve estancia en el mundo de los pequeños.
Fernán Caballero, la infanta María Luisa o la Condesa de Lebrija serán algunas de las damas integrantes de este piadoso grupo, segregando esta última una parte de una de sus fincas, la Huerta de San Jorge, para emplazar el nuevo edificio cuya primera piedra colocará la Reina Victoria Eugenia en 1914.
Desde el momento de su construcción la nueva Casa Cuna será la sede de la institución benéfica hasta que en 1990 la Diputación, propietaria del edificio, lo cede a la Fundación San Telmo, que aún radica en sus instalaciones.
Se construye por tanto la Casa Cuna (01) en terrenos de la Huerta de San Jorge (04), a los pies del viejo camino de Miraflores (02) y junto al ramal de las vías del tren (03) que desde el Empalme de San Jerónimo se dirigía a la Estación de San Bernardo, ramal que ya en desuso servirá décadas más tarde de “campito” a los chavales de los nuevos barrios que se levantarán sobre estas huertas hasta que la Avenida Alcalde Manuel del Valle la oculte a finales de los 80 bajo cuatro carriles de asfalto y un bulevar.
Aún hoy queda de todas formas un pequeño vestigio que recuerda este tren y estas vías: el murete de contención que las protegía de las riadas del arroyo Tagarete, que ubicaremos a continuación, por lo que volvemos de nuevo a nuestra foto.

La Huerta de San Jorge (04), propiedad como se dijo de la condesa de Lebrija, sigue a pleno rendimiento pese a la segregación de la Casa Cuna. Sus tres edificios, la casa principal y otros dos de apoyo, aún están en pie rodeando la alberca desde la que se regaban los frutales y regadíos.
En el otro flanco de la Casa Cuna y dispuestos a los pies de un camino rural que parte desde la misma carretera de Miraflores y que aún hoy, en 2012, sigue sin ser asfaltado, aparecen los pequeños caseríos de la Huerta del Pilar (05) primero y la de Santa María después (06), terrenos exclusivamente agrícolas limitados al Norte por un apenas perceptible arroyo Tagarete (07), que en ese tramo se llamaba Miraflores. Sobre ellos se levantan hoy las barriadas de Los Arcos y Las Naciones.
Atravesando el arroyo encontramos la que, hasta que se levanta la Casa Cuna, era la construcción más importante de la zona, el cortijo de los Calonge (08), un conjunto de edificaciones típicas del campo andaluz que ocupaba los terrenos del actual Polígono Industrial.
El objetivo del fotógrafo se pierde en los sembrados de la Fuente del Arzobispo (09), una zona de vital importancia histórica para Sevilla ya que junto a los Caños de Carmona fue durante siglos el punto desde el que se suministraba agua potable a la ciudad.
Seguimos barriendo la imagen con dos Huertas más, la de San Matías (10) y la de San José (11) que lindarían al Este con lo que actualmente es la Barriada de la Corza, y, culminando el sentido de las agujas del reloj, con una de las ventas que se levantaban desde tiempos remotos a los pies de la Avenida de San Juan de la Salle, nombre que tomó el camino de Miraflores años mas tarde.
Hablamos, y seguramente los amigos de Casa Julián pueden corroborarlo, de la venta Victoriano (12), a la que seguía Villa Pilar, Villa Mercedes y así toda una hilera de casitas de una o dos plantas a lo largo del Camino que llegaban prácticamente hasta la misma Ronda.
Aunque en mal estado de conservación por regla general, afortunadamente algunas de estas casas aún hoy permanecen en pie, como si fueran testigos de esta Sevilla de huertas, cortijos y campos que nunca más volverá.
Para bien y para mal.