San Juan de la Palma ya no tiene palma.
Se desplomó la pasada noche, como el Ibex-35, solo que ella no tiene una Merkel que la rescate, aunque sea de boquilla.
En espera de los dictámenes que están elaborando los expertos en palmerología sobre las causas de tan funesta caída, la rumorología popular, como viene siendo habitual en estos casos, se ha disparado.
Los nostálgicos apuntan a la derogación del Plan Centro, que ha llenado de nuevo la zona de vehículos, contaminación y humos, provocándole al pobre arbolito un extraño tipo de asma-clorofílico que ha precipitado su fin.
Otros culpan directamente a la Torre Pelli, cuya sombra es tan alargada que a partir de la planta 24 tapó la luz del Sol a la pobre palmera, sumiéndola en una depresión de la que no ha podido recuperarse.
Los muy entendidos en la materia aseguran que cayó al vacío esquivando un ataque del picudo rojo, el escarabajo que está aniquilando prácticamente la población palmeril de los barrios periféricos.
Por último, un grupo de malhablados dicen que la han tirado adrede para colocar en su lugar un azulejo gigante, aunque eso fue desmentido rápidamente por los señores de Cultura.
Sea como fuere, la palma de San Juan de la Palma ha caído de una forma cívica y educada.
Porque podía haberlo hecho sobre la parada de Sevici y restar sostenibilidad a la ciudad; o en los cacharritos del parquecito infantil, que con los recortes en educación está la cosa como para quitarle juegos a los niños; o en los veladores de los bares de alrededor, espantando al turismo; o incluso sobre alguno de los grupillos que beben botellines en la plaza a 50 céntimos, eso que hace unos años parecía la panacea y que hoy, como está la cosa, resulta hasta caro.
Pero no, la palma de San Juan de la Palma mantuvo su compostura hasta el final y vino a caer sobre un banco de hierro y dos balcones, sin causar daños personales, ni emocionales ni sentimentales.
Si acaso al contrario, ya que durante unos días dará trabajo a alguna empresa en horas bajas del ramo de la construcción y de paso conseguirá una nueva licencia de obra menor para los chicos de la Gerencia de Urbanismo, que con suerte será ampliada con su complementaria licencia de cubas, la de andamios y todo lo que a ellos se les ocurra, que para algo están caninos.
Desde aquí esperamos que en poco tiempo San Juan de la Palma vuelva a tener palma, básicamente porque la plaza no se entiende sin ella, que anuló su antiguo y original nombre de San Juan Bautista.
Aunque claro, si hay que cambiarle de nuevo el nombre por el antiguo tampoco es que sea mucho problema en los tiempos que corren, y menos si es de un santo (que le pregunten al vecino Viriato).
Lo que sea, pero rápido, que no pase como en la plaza de Santa Isabel, que ha tardado casi dos años en recuperar la taza de su fuente, o con el pato de la Pila del Pato, que parecía haberse extraviado en Doñana.
Es más, si no encuentran ahora mismo palmas para reponer la caída en San Juan de la Palma, recomiendo una visita al vivero espontáneo que ha nacido en los Jardines de la Calzada.
Allí encontrarán palmas de todos los tipos y tamaños, ya que no entra el picudo. Por no entrar, no entra ni Lipassam.
Como siga la cosa "asín", le vamos a pedir a Dios que caigan palmeras por todas partes, pero de "güevo".
ResponderEliminarSaludos.
Pues menos mal que la palmera ha caído "de sevillanas maneras", de noche y sobre un banco. Si cae sobre el parque infantil de día podría haber ocurrido una catástrofe. Lo que es increíble es que los vecinos hubiesen comentado el mal estado de la palmera a los bomberos en varias ocasiones y que estos hubiesen dado parte varias veces a parques y jardines, y no se hubiese talado aún.Eso también son cosas de Sevilla. Saludos.
ResponderEliminar