21 de noviembre de 2011

El hombre de La Campana


No recuerdo cuando fue la primera vez que vi al hombre de La Campana.
Hasta donde llega mi memoria siempre estuvo allí, como el quiosco de Curro o los pasteles de la Confitería; erguido, con la espalda apoyada sobre la pared, peinado hacia atrás, con su gabardina y la vista perdida en un punto lejano e infinito de la calle Sierpes.
Nunca supe de nadie que conociera el motivo de esa espera, eterna espera, paciente espera, infinita espera. Como mucho suposiciones o habladurías, fruto de la imaginación y la curiosidad hacia una figura que, siempre en silencio, se había hecho familiar para todo el que pasaba junto a su esquina, o lo que es lo mismo, para toda Sevilla.
Porque estamos hablando de una época en que La Campana era el centro del Centro, el corazón que bombeaba gente a los cuatro puntos cardinales de una ciudad ahora tan distinta, y a la vez tan parecida
Una época en la que Sierpes aún tenía esas baldosas rojizas y blancas que dibujaban curvas en el suelo a nuestro paso; en la que Tetuán era una calle de aceras estrechas y atascos eternos, sobre todo en el cruce con O’Donell; en la que el Salvador era un inmenso aparcamiento en superficie, como la Alfalfa, Pescadería o Jesús de la Pasión.
Ya lo recuerdo de niño cuando, de la mano de mis abuelos y bajo un cielo nublado por el humo de las chimeneas de los castañeros, marchaba ilusionado camino de Cortilandia o en dirección contraria a buscar entre las tiendas de José Gestoso esa lavandera que colocar a los pies del riachuelo del Portal de Belén.
También estaba años mas tarde, cuando con los chavales del barrio me acercaba al escaparate de Zulategui para soñar despierto junto al Tango Etrusco que ese domingo conduciría Ramón Vázquez por el tapete verde del Ramón Sánchez Pizjuán. Otros harían lo propio por el césped de Heliópolis, claro.
Y seguía cuando, ya en el Instituto, pasaba camino de Las Vegas a invertir en una guerra con marcianitos los 5 duros que me habían sobrado del último estreno del Rialto.
O cuando regresaba de Sevilla Rock buscando a Queen en la lista de discos mas vendidos de la última semana.
No fallaba. siempre estaba allí, ya fuera verano o invierno, hiciera calor o lloviese, apoyado en su esquina, en su pared, en la Campana, con la mirada fija en el horizonte.


Han pasado los años, bastantes, y ahora el hombre de La Campana es anciano y no está en La Campana.
El tiempo, implacable, transitó ante sus ojos de la misma forma que lo hacía la ciudad frente a su esquina, relegándolo al poyete de mármol de uno de los arriates de la Plaza del Duque.
Aún así, canoso, encorvado y torpemente apoyado en un bastón, su mirada sigue fija dirección Sierpes como hace décadas, como siempre.
Quizás ahora, antes de que nunca más vuelva a saberse de él, sea el momento de preguntarle el motivo de su espera, de su eterna espera.
O quizás no, y así poder seguir imaginando su historia y poniendo cara y forma a esa persona que, en algún momento, debería aparecer en el estrecho horizonte de la calle Sierpes, esa persona soñada, esa persona anhelada, esa persona a la que ha merecido estar una vida, toda una vida, esperando.

11 comentarios:

  1. Muy buena Sergio, muy buena.

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  2. Muy bueno. Yo también lo he conocido desde que de pie y en elegante postura pasaba el tiempo en la esquina con Santa María de Gracia.
    Los camareros de la Campana decían que fue el último verdugo de Sevilla. Vete tú a saber.

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  3. Preciosa entrada Sergio. De siempre me ha llamado mucho la atención todas las personas solitarias y con ese aire de melancolía.
    Es una de las cosas que me dan terror, llegar a caer en ese estado por cualquier motivo.
    Saludos

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  4. Bonito homenaje ;)

    Recuerdo que estaba en el instituto y siempre nos preguntábamos por qué estaba siempre ahí ese hombre, en postura estoica, con su sombrero, mirando al frente como el que mira al horizonte...

    Al cabo de los años me contaron una de las teorías de esa espera, pero si te soy sincero ya no lo recuerdo, creo que era una especie de homenaje a alguien...

    Saludos.

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  5. Cuantos lugares comunes hemos tenido muchos sevillanos amigo Sergio, a pesar de "cierta" diferencia de edad, y cuantos personajes curiosos como el hombre de la Campana ha tenido y sigue teniendo nuestra Sevilla, a mi me gusta llamarlos "LA GENTE SENCILLA".Un abrazo.

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  6. Si supiéramos el motivo de la paciente y eterna espera del "hombre de la Campana" esta entrada perdería todo el romanticismo que tiene. Chapeau!

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  7. Me alegro que os guste, Julián y Pasado de Sevilla.

    Esa historia la desconocía, Maratania; pero vamos, como bien dices, a saber...

    Supongo que debe ser una forma de afrontar la soledad, Rafael, aunque la verdad es que aterra.

    La de historias y versiones a su espera que debe llevar ese hombre a sus espaldas, Sevalber. Yo también he escuchado algunas, pero creo que todas eran suposiciones.

    Es curioso, trianatrinidad, pero ayer pensaba que a este hombre mucha gente no lo conocería pero entre facebook, twitter, mensajes, comentarios... te das cuenta que es todo lo contrario, que tanto él como esa "gente sencilla" que mencionas forma parte de nosotros mismos y de nuestra vida mucho más de lo que pensamos.

    Totalmente de acuerdo, Rocío.

    Saludos y gracias a todos, como siempre.

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  8. genial entrada...
    me muero de la curiosidad la verdad..

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  9. Excelente entrada, personas anónimas que seguro tienen detras una história digna de conocerse. Como te ha comentado por aquí arriba, eso de que fué el último verdugo de Sevilla merece una entrada de las tuyas, si fuera cierto claro.
    Un abrazo.

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Comentarios: