Se fue una mañana de Mayo, de flores y golondrinas, con un cielo azul tan limpio y claro que parecía rendir un postrero homenaje a su mirada.
A las once y once sus ojos ya se habían apagado: se había hecho la sombra, la oscuridad, el vacío.
Esos ojos burlones que, impacientes, me apremiaban a lanzar piedras hacia los matorrales del Parque de Miraflores, piedras buscadas y encontradas, aunque nunca devueltas.
Esos ojos inquietos que amenazaban con desorbitarse a base de ladridos cada fin de año cuando las calles del barrio se convertían en un campo de batalla para cohetes y petardos. Quince fines de año, de los 33 que he vivido.
Esos ojos serenos y calmados que tantas y tantas noches en vela me acompañaron mientras los minutos se consumían bajo las luces del flexo de mi mesa de dibujo.
Esos ojos cómplices de paseos con principio y sin final por los bulevares de Manuel del Valle, bajo jacarandas y acacias, en busca de respuestas, de preguntas, de mí mismo.
Es curioso, pero si en una lágrima caben infinidad de recuerdos, en este momento media vida derrama por mis mejillas. Por no decir toda.
Gracias, muchísimas gracias, por haber estado a mi lado todos estos años. Por haberme ayudado a ser quién soy, por tu fidelidad sin condiciones.
Hasta siempre, amigo.
A las once y once sus ojos ya se habían apagado: se había hecho la sombra, la oscuridad, el vacío.
Esos ojos burlones que, impacientes, me apremiaban a lanzar piedras hacia los matorrales del Parque de Miraflores, piedras buscadas y encontradas, aunque nunca devueltas.
Esos ojos inquietos que amenazaban con desorbitarse a base de ladridos cada fin de año cuando las calles del barrio se convertían en un campo de batalla para cohetes y petardos. Quince fines de año, de los 33 que he vivido.
Esos ojos serenos y calmados que tantas y tantas noches en vela me acompañaron mientras los minutos se consumían bajo las luces del flexo de mi mesa de dibujo.
Esos ojos cómplices de paseos con principio y sin final por los bulevares de Manuel del Valle, bajo jacarandas y acacias, en busca de respuestas, de preguntas, de mí mismo.
Es curioso, pero si en una lágrima caben infinidad de recuerdos, en este momento media vida derrama por mis mejillas. Por no decir toda.
Gracias, muchísimas gracias, por haber estado a mi lado todos estos años. Por haberme ayudado a ser quién soy, por tu fidelidad sin condiciones.
Hasta siempre, amigo.
Entiendo perfectamente lo que expresas, después de la muerte de mi "Quillo" han pasado hasta cuatro perros por mi vida, pero cuando hablo de mi perro todos saben a cual me estoy refiriendo.
ResponderEliminarUn abrazo Sergio.
Muchas veces pienso q no somos nosotros los q los cuidamos a ellos sino mas bien al contrario. Detectan nuestra felicidad, tristeza, agobios y siempre estan ahí incondicionalmente. Cuando se van algo de nosotros muere con ellos pero a cambio nos dejan mil experiencias y recuerdos q contar y compartir con los que nos rodean.
ResponderEliminarSolo aquel que ha compartido un poco de su vida con uno de estos animales sabes por lo que estais pasando. Estoy contigo amigo como cuando se fue mi Baffy encontré tu apoyo.
ResponderEliminarUn beso
Yo, que nunca tuve un animal en casa ni creo que lo tenga mientras viva en un piso, entiendo perfectamente que te sientas así porque todo lo que forma parte de nuestra vida durante años se arraiga y la pérdida duele. Te quedarás con los buenos recuerdos y sonreirás como siempre.¡Ánimo!
ResponderEliminarUn beso gigante.
La amistad está por encima de todo, Sergio. Un abrazo
ResponderEliminarantonio
No me gustan los animales en casa, entiendo -egoistamente- que dan trabajo, cuestan dinero y te roban tiempo. Aún así tuve uno en casa de mi padres, cuando aún era soltero. No le hacía fiesta alguna, lo bajaba de noche para poder pasear y fumar un cigarro. Pero te das cuenta que te aportan, cunado todos se van en verano y nos quedamos solos. Se les coge tanto cariño que cuando falta añades un motivo más para no querer...
ResponderEliminarUn abrazo Sergio.
Imagino como te sientes.
ResponderEliminarNo pienses que exageras, cuando se trata de cariño no se exagera nunca.
Quince años tiene mi perro y hasta que no llego a mi vida no supe que era el amor incondicional y la fidelidad por encima de cualquier cosa.
Nos dan trabajo a la hora de pasearlos y mantenerlos limpios, nos dan gastos a la hora de vacunarlos y alimentarlos pero solo quien comparte su vida con un perro sabe que el cariño recibido compensa todo lo demas.
Estoy segura de que tu perro te adoraba y te lo demostraba con solo mirarte porque los perros saben mirar con amor, sabiduria, ternura...
Descanse en paz tu amigo y que su recuerdo quede para siempre contigo.
Mucho animo que esto es solo un hasta luego.
Sonia.
Es el amigo que nunca te abandona, aunque hay personas que no merecen este calificativo pues son mas bien animales, que si los abandonan a ellos.
ResponderEliminarPues yo también te entiendo y se por lo que estarás pasando, yo perdí a mi primer perro (algún día escribiré sobre él) y el que tengo ahora es mi sombra, cuando estoy mal no se separa de mi lado, duerme bajo mi cama y no permite que nadie me levante una mano, hay días que le tengo que sacar ya bien entrada la noche y está alerta de toda persona que se me pueda acercar, en definitiva es mi guardian.
ResponderEliminarBesos
Cuando se nos vá un amigo se nos rompe algo en nuestro maltrecho corazón. ¿La fidelidad? está en "Esos ojos cómplices"
ResponderEliminarÁnimo.
Muchísimas gracias a todos por vuestras palabras y apoyo, os lo agradezco de corazón.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Que lote de llorar me he dao con esta entrada. Con esto queda todo dicho. Un beso.
ResponderEliminarlo siento mucho amigo, yo también comparto mi vida con lolita, mi perrita yorkshie y se que el día que me tenga que separar de ella me va a doler en el alma. Lo dicho, lo siento y espero que se te alivie la pena y el dolor lo antes posible.
ResponderEliminarun saludo.