Nueve, ocho, siete, seis… Hay que apretar el paso, que esto se pone en rojo… Cinco, cuatro, tres, dos, uno… Vamos de mal en peor: si ya estábamos estresados de por sí, ahora mete prisa hasta el muñequito del semáforo.
No importa, nada ni nadie me va a estropear el día, hoy estoy positivo y mirándolo por el lado bueno he agotado mis 15 segundos deportivos de la semana esprintando el cruce de la Resolana por la Barqueta. Y para colmo he quemado todo lo quemable: grasas, triglicéridos, colesteroles, azúcares, bífidus activos, pasivos, cansados… ahora puedo tomarme una cerveza sin remordimientos. ¡Qué digo una cerveza, las que hagan falta, me lo he ganado!
No importa, nada ni nadie me va a estropear el día, hoy estoy positivo y mirándolo por el lado bueno he agotado mis 15 segundos deportivos de la semana esprintando el cruce de la Resolana por la Barqueta. Y para colmo he quemado todo lo quemable: grasas, triglicéridos, colesteroles, azúcares, bífidus activos, pasivos, cansados… ahora puedo tomarme una cerveza sin remordimientos. ¡Qué digo una cerveza, las que hagan falta, me lo he ganado!
Una tenue brisa amontona las hojas de los árboles contra la pared. Parece que el Otoño ha entrado con ganas, y falta que hacía, el veranillo de San Miguel se estaba gustando demasiado…
Hojas, tetrabricks vacíos, bolsas de plástico, periódicos… el viento barre, pero no recoge. Grave problema, y mas en esta bendita ciudad donde a veces tienes que utilizar un GPS para encontrar una papelera.
La basura se amontona en la puerta del antiguo kebab, sellada con una pared de ladrillo. Como la de al lado. Y la de al lado. Y las ventanas, Y los balcones. Todo hace indicar que este edificio ha pasado su Rubicón particular. La suerte está echada.
Hojas, tetrabricks vacíos, bolsas de plástico, periódicos… el viento barre, pero no recoge. Grave problema, y mas en esta bendita ciudad donde a veces tienes que utilizar un GPS para encontrar una papelera.
La basura se amontona en la puerta del antiguo kebab, sellada con una pared de ladrillo. Como la de al lado. Y la de al lado. Y las ventanas, Y los balcones. Todo hace indicar que este edificio ha pasado su Rubicón particular. La suerte está echada.
Es curioso, pero desde niño siempre me han atraído los perdedores, los derrotados. Quizás sea una consecuencia de mi problemática tendencia hacia la nostalgia, esa que me hace ser un discípulo del mismísimo Diógenes y almacenar todo aquello que pasa por mis manos, sea útil o no. O simplemente morbo. O ambas cosas. La cuestión es que cada vez que tengo delante un edificio con el acta de defunción firmada suelo pararme un rato a observarlo, a buscar detalles en los que no haya reparado nunca, a recordar anécdotas (si las hubiere), en definitiva, a rendirle una especie de homenaje, deferencia o lo que sea, aunque no tenga nada especial en particular (como es el caso) y aunque considere que muchas veces no estoy haciendo otra cosa que el imbécil (como también es el caso). Qué vamos a hacerle, soy así…
Bordeo por la calle Vibarragel. También están selladas puertas y ventanas. Ya no hay duda, la manzana estará en pie el tiempo que dure la crisis. Si no se cae antes, que las leyes de Newton son muy puñeteras y no entienden de coyunturas económicas ni de recesiones mundiales. Sólo hacía falta eso.
Atravieso la calle Calatrava. Esta vez no doy opción al semaforito de la Barqueta, que ya he tenido mi ración de footing…
Tener manías estúpidas se puede convertir en un problema cuando piensas que la gente sabe que tienes esa manía y que eres estúpido. La sensación se agudiza aún mas cuando se planta a tu lado un autobús mientras retratas un edificio apuntalado. Que sí, que puede ser que alguien se de cuenta, que alguien se extrañe al ver a un tipo tomando fotos a una pared desconchada… pero tradicionalmente la gente tiene otras cosas en qué pensar. Claro que esto lo digo ahora, en frío, soy sincero: por mas que me mentalice siempre suelo pasar un mal rato.
Afortunadamente todo vuelve rápido a la normalidad. El autobús baja camino de la Alameda y de nuevo puedo recrearme con tranquilidad. Todo para mi.
También en esta parte se repite el mismo panorama: puertas selladas, puntales, cristales rotos. Y soledad, una placentera y asfixiante soledad. Tan sólo unas palomas ronean por la azotea abandonada. Posiblemente sean las últimas habitantes del edificio, sus últimos inquilinos. Posiblemente ni lo sepan.
Bordeo por la calle Vibarragel. También están selladas puertas y ventanas. Ya no hay duda, la manzana estará en pie el tiempo que dure la crisis. Si no se cae antes, que las leyes de Newton son muy puñeteras y no entienden de coyunturas económicas ni de recesiones mundiales. Sólo hacía falta eso.
Atravieso la calle Calatrava. Esta vez no doy opción al semaforito de la Barqueta, que ya he tenido mi ración de footing…
Tener manías estúpidas se puede convertir en un problema cuando piensas que la gente sabe que tienes esa manía y que eres estúpido. La sensación se agudiza aún mas cuando se planta a tu lado un autobús mientras retratas un edificio apuntalado. Que sí, que puede ser que alguien se de cuenta, que alguien se extrañe al ver a un tipo tomando fotos a una pared desconchada… pero tradicionalmente la gente tiene otras cosas en qué pensar. Claro que esto lo digo ahora, en frío, soy sincero: por mas que me mentalice siempre suelo pasar un mal rato.
Afortunadamente todo vuelve rápido a la normalidad. El autobús baja camino de la Alameda y de nuevo puedo recrearme con tranquilidad. Todo para mi.
También en esta parte se repite el mismo panorama: puertas selladas, puntales, cristales rotos. Y soledad, una placentera y asfixiante soledad. Tan sólo unas palomas ronean por la azotea abandonada. Posiblemente sean las últimas habitantes del edificio, sus últimos inquilinos. Posiblemente ni lo sepan.
No puedo evitar que se me escape una sonrisa. Ya digo, soy un nostálgico empedernido y no tardan mucho en aflorar los recuerdos: las colas de la Expo, los botellones en los bajos de Torneo, los bocatas camino de Isla Mágica… y Mari Cangrejo, la brujita de la Barqueta, esa que según mi abuelo se dedicaba a amargar las noches de los vecinos de San Gil y de San Lorenzo hasta que despuntaban los primeros rayos del sol.
Ya no puedo evitarlo, es imposible dejar de retroceder en el tiempo: vuelvo a la mecedora de mimbre, a unas paredes empapeladas, a un televisor en blanco y negro, a la maceta con el jazmín y la gitanilla. Vuelvo a los corrillos de vecinos en los zaguanes de esos eternos atardeceres estivales. A escuchar historias oliendo a dama de noche y pese al ruido monótono de los grillos.
Esas historias… Qué lejos quedan esas historias…. Esas historias de una Sevilla en la que las tradiciones las transmitían las abuelas, no los Erasmus. Esas historias de una Sevilla de duendes y fantasmas, que no de fantasmones. Esas historias de una Sevilla en la que había piratas en la Isla de los Humeros, no en las páginas de los periódicos.
Una paloma se detiene en el alféizar de una ventana desvencijada. Está nerviosa, otea el horizonte y se marcha hacia alguna parte. Mari-Cangrejo se fue hace tiempo. Meses, años, quizás se fue cuando demolieron la torre de la Almenilla y rellenaron de escombros el Patín de las Damas para que pasaran las vías del tren. Cuando a San Juan de Acre lo arrasaron hasta sus entrañas para construir naves y garajes. Quizás lleve más de un siglo sin asustar a nadie. Quizás sea ella misma la que esté asustada….
PS. Ya falta menos para que coloquen el cartel de la obra en la vieja fachada: Pisos de lujo, 3, 4, 5 dormitorios, garaje, trastero, ático. Vistas espectaculares y a un paso del centro. Oferta irrechazable, lo paga sin darse cuenta. Quién sabe, lo mismo vuelve Mari Cangrejo; si no le dan la hipoteca seguro que hace falta un portero o alguien que vigile las zonas comunes. Con montar un buen currículum lo tiene todo hecho, a antigüedad no le gana nadie. Y si no admiten a brujas ni espectros que se busque un trastero vacío, así no declara Hacienda, que el año que viene suben el IVA.
Ya lo advertí: hoy nada ni nadie me va a estropear el día.
Ya no puedo evitarlo, es imposible dejar de retroceder en el tiempo: vuelvo a la mecedora de mimbre, a unas paredes empapeladas, a un televisor en blanco y negro, a la maceta con el jazmín y la gitanilla. Vuelvo a los corrillos de vecinos en los zaguanes de esos eternos atardeceres estivales. A escuchar historias oliendo a dama de noche y pese al ruido monótono de los grillos.
Esas historias… Qué lejos quedan esas historias…. Esas historias de una Sevilla en la que las tradiciones las transmitían las abuelas, no los Erasmus. Esas historias de una Sevilla de duendes y fantasmas, que no de fantasmones. Esas historias de una Sevilla en la que había piratas en la Isla de los Humeros, no en las páginas de los periódicos.
Una paloma se detiene en el alféizar de una ventana desvencijada. Está nerviosa, otea el horizonte y se marcha hacia alguna parte. Mari-Cangrejo se fue hace tiempo. Meses, años, quizás se fue cuando demolieron la torre de la Almenilla y rellenaron de escombros el Patín de las Damas para que pasaran las vías del tren. Cuando a San Juan de Acre lo arrasaron hasta sus entrañas para construir naves y garajes. Quizás lleve más de un siglo sin asustar a nadie. Quizás sea ella misma la que esté asustada….
PS. Ya falta menos para que coloquen el cartel de la obra en la vieja fachada: Pisos de lujo, 3, 4, 5 dormitorios, garaje, trastero, ático. Vistas espectaculares y a un paso del centro. Oferta irrechazable, lo paga sin darse cuenta. Quién sabe, lo mismo vuelve Mari Cangrejo; si no le dan la hipoteca seguro que hace falta un portero o alguien que vigile las zonas comunes. Con montar un buen currículum lo tiene todo hecho, a antigüedad no le gana nadie. Y si no admiten a brujas ni espectros que se busque un trastero vacío, así no declara Hacienda, que el año que viene suben el IVA.
Ya lo advertí: hoy nada ni nadie me va a estropear el día.
Fantástica entrada, mi General.
ResponderEliminarMe he sentado en ella como en la mecedora de mimbre de la que hablas. Y yo también he visto las paredes empapeladas. Y olido el aroma nocturno de los cines de verano cuando, de vuelta a casa siendo un zagal, iba sembrando las calles de buenas noches a los vecinos sentados en el fresco.
Un abrazo
Todavía se escuchan sones de ensayo de Centuria en la acera de enfrente; junto a unas vías de tren y un muro interminable.
ResponderEliminarTambién se escucha el rachear de algún paso envuelto en lienzos y mantas, para dormir el olvido de un año en alguna antigua nave de la calle Blanquillo.
Sólo hay que hacer como vos: dejarse llevar.
Un saludo.
Viejas luces de Navidad en Santa Aurelia, cuando todavía era un barrio lleno de jóvenes familias antes de producirse el éxodo de "nuevo rico" a las casitas de Sevilla Este.Viajes al centro para ir al Corte Inglés, para ver belenes, para ver cofradías, castañas, juguetes, un album de cromos de Sevilla,.....Todo eso acabo de recordar de un tirón, bendita nostalgia.
ResponderEliminarSaludos.
Todos llevamos un Diógenes dentro, yo me sorprendo de mí misma cuando descubro cosas que tengo guardadas. Hace un tiempo descubrí en una caja de recuerdos un bonobús… No sé que pasó, no sé que viajes hice para considerar que aquello era tan importante como para guardarlo, pero por eso mismo no lo quise tirar, que lo mismo en su tiempo tenía peso sentimental y es una pena quitárselo ahora…
ResponderEliminarSi el bendito otoño llega de una vez estoy segura que la nostalgia crecerá aún más, ojalá ocurra…
Kisses
P.S. Comenté la entrada Olímpica y ahora veo que no se publicó… llevo una racha regulera jejeje
Hay muchas veces que me quedo con las ganas de conocer la leyenda de la que haces mención. Afortunadamente muchas las conozco y recuerdo de contármelas mi madre en las horas de siesta de un corral de vecinos de la calle Golfo, ésta no la conozco y me gustaría saber donde rescatarla.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me encantó la entrada de hoy, y eso que mis recuerdos infntiles me transportan a otra localidad choquera, no a Sevilla.
ResponderEliminar¡Ay la nostalgia!
P.D: deberías haberle echado cuenta a tu padre y ser bético, coño.
pues aunque te estropeen el día, amigo, no nos prive de estas fabulosas sevillanadas. Matrícula de honor.
ResponderEliminarHola querido general.
ResponderEliminarEl denominador común nostalgia,me has hecho retroceder y recordar mi propia ciudad,cuando aun no se habían perdido costumbres tan familiares que hacen de mi niñez una diferente a las de otras generaciones.
Muy bello post,otro más de antología para que muchos lo lean.
Tu sigue nombrando - y como lo cuentas muchacho...- a San Juan de Acre, a los Humeros, a toda esa orilla del Guadalquivir... tu sigue que un día de estos me tienes que venir a recoger... por un corto circuito con el portátil... estás tocando mucha de la verdadera piel sensible de la ciudad, o de lo que queda de ella.
ResponderEliminarEncima con gracia.
¿No te hace falta nadie que te lleve el agua miarma?
SALUD(OS)
Antonio
Es lugar obligado de mi peregrinaje ciclista, tendré más atención.
ResponderEliminarAllí también ensayaba la banda del Maestro Patón...
Bonitas tus palabras y tus recuerdos. Ya somos dos nostálgicos. Un beso. Y perdón por tenerte abandonado pero el trabajo ocupa ahora todo mi tiempo.
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