12 de febrero de 2008

La Periferia

Para el sevillanito clásico, dentro del mono-daltonismo en que se sume muchas veces y donde sólo existe el color albero, todo aquello que se salga de los cánones establecidos en su universo hermético y absolutista no es digno de traspasar el antiguo recinto amurallado de la ciudad, la “Sevilla Eterna” que dicen algunos. Por ello se buscó hace tiempo un espacio etéreo e imaginario en el que albergar estos “trastos modernitos”.

Desde un punto de vista científico-folklórico, la “periferia” podría ser el parque temático al que el sevillanito pretende deportar todo aquello que le molesta o no va acorde con “su” imagen de “su” ciudad. Desde el “legendario” botellódromo hasta las setas de Meyer, pasando por la biblioteca de Zaha Hadid o el tranvía-metrocentro. Algunos envíos periféricos están más que justificados; otros son de chiste.

Quizás en la creación del término “periferia” tenga mucha culpa la Expo 92; el sevillanito veía desde la orilla de su río como crecía una ciudad paralela llena de edificios modernos, de inventos extraños y que se llenaba de guiris; algo que, en circunstancias normales habría sido una aberración a la sevillanía y el buen gusto.

Pero el sevillanito vio que esto tuvo éxito, vio que daba dinero y que el prestigio de su ciudad incomprensiblemente crecía en todo el mundo. Y no solo eso, vio que la ciudad progresaba, que la ciudad se expandía y que la ciudad se modernizaba. Por ello, dentro de un alarde de comprensión, compasión o como se quiera ver, el sevillanito común, por amor a su ciudad, entendió que no todo eran canastillas de caoba y casetas de feria, que había cosas que aunque él no comprendiera eran beneficiosas, y acabó cediendo a la llegada de los nuevos tiempos, las nuevas ideas y los nuevos edificios; eso sí, pagando un peaje, o mas bien, mandándolas lo mas lejos posible.

La primera deportación periférica podría haber sido el Huevo de Colón, esa inmensa mole de bronce que regaló Zurab Tsereteli a la ciudad (aunque viendo la ubicación que se le dio, mas que un regalo parece que fue considerado como un castigo). Y digo podría haer sido porque se supone que él mismo eligió ese sitio personalmente para que colocaran la estatua, pero la verdad, no me creo que un artista pierda su tiempo haciendo un mamotreto de semejante tamaño para mandarlo a un parque que nadie sabe siquiera de su existencia. Pero bueno, es lo que se nos ha contado….

A partir de ahí se dio el pistoletazo de salida para el envío de elementos “incómodos” al extrarradio; envíos que en algunos casos se saldaron con éxito y en otros casos con peor suerte, sobre todo estos últimos años gracias al lavado de cara modernito que pretende darle el señor alcalde a la ciudad, aunque claro, viendo la celeridad y presteza con que se están ejecutando, no me extrañaría que terminaran finalmente rodeados de pisos de Emvisesa en alguna de las nuevas barriadas con las que se quiere callar la boca a los jóvenes.

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