Y es que ese día, 11 de Marzo de 1526, se viviría una de las jornadas más felices de la historia de Sevilla.
Por la Puerta de la Macarena estaba prevista la entrada del joven rey Carlos, Primero de España y Quinto de Alemania, que marcharía hasta los Alcázares donde contraería matrimonio con su prima, Isabel de Portugal.
Para ello seguiría el itinerario que realizara siglos atrás el infante don Fadrique, gran maestre de Santiago y gemelo de Enrique el de las Mercedes, cuando acudió al palacio real para reconciliarse con su hermanastro Pedro, Cruel o Justiciero, aunque en realidad lo que encontró fue la muerte bajo las yeserías mudéjares de la Sala de la Justicia.
Fachada del Palacio de Pedro I en el Alcázar de Sevilla. Imagen: Wikipedia |
La regia comitiva se adentró por la Puerta de la Macarena, donde habían levantado un arco conmemorativo junto al que se juraron los privilegios de la ciudad, siguiendo su camino a lo largo de la calle Maestra, hoy de San Luis, que a partir de entonces sería también conocida como Real.
A su paso todo eran vítores, salves y alabanzas por parte de unos vecinos que se agolpaban en balcones, calles y esquinas: Sevilla brillaba más que nunca esa mañana de Primavera.
Aunque para alegría la de don Carlos, alborozado mientras comprobaba como todas las maravillas que le habían contado sobre la ciudad se quedaban cortas conforme iban apareciendo en su camino la iglesia de San Gil, el palacio de Perafán de Ribera, Adelantado de Andalucía, los Cuatro Cantillos, la Casa de los Niños de la Doctrina donde cuidaban a los expósitos, la iglesia de Santa Marina, la Casa de los Locos…
Iglesia de Santa Marina. Imagen: Wikipedia |
Absorto marchaba el monarca entre tanto color, tanta alegría, tanto jolgorio y tanta riqueza cuando llegó al ensanche que se hacía al final de la calle, una soleada plazoleta en la que una multitud se aglomeraba junto a un templo en obras.
Sus acompañantes le indicaron que se trataba de la iglesia de San Marcos, pasto de las llamas en 1478 durante las guerras que enfrentaron a los partidarios de la casa de Arcos con los de Medina Sidonia.
A pesar de los esfuerzos de sus defensores, los señores de Fuentes de Andalucía, nada se había podido hacer para evitar que ardiera y quedara completamente arruinada.
Iglesia de San Marcos. Imagen: Wikipedia |
Picado por la curiosidad, el joven rey se detuvo para comprobar los estragos que estos combates habían provocado en el entorno, visibles en muchos de los edificios que aún no estaban reformados.
Su mirada se entretuvo en la calle que se abría a su derecha, donde según le indicaron tuvieron sus casas importantes linajes sevillanos como los Melgarejos, los Cabeza de Vaca, los propios señores de Fuentes de Andalucía y en pocos años la tendrían los condes de Castellar, título que él mismo creará para Juan de Saavedra en 1539.
Es más, en uno de sus palacios, le señalaron, vivió doña Leonor de Guzmán, amante de Alfonso XI y madre de los gemelos Enrique y Fadrique, de de los que ya se ha hablado.
Cuentan que ese edificio, conocido como la Casa de los Reyes, era tan extraordinario y magnífico que cuando sea demolido en 1825 venderán su rico artesonado junto con otras joyas artísticas de incalculable valor al mismísimo ayuntamiento de Londres.
Calle Castellar |
Saciada su curiosidad, don Carlos decidió reanudar la marcha, el tiempo apremiaba y no podía detenerse mucho más, ya que a lo lejos se escuchaban los vítores y salves de un pueblo ansioso por presenciar su llegada, al igual que su prometida Isabel.
Ahora el camino se bifurcaba: a su izquierda la calle donde la piadosa Juana de Ayala acababa de fundar el convento de Santa María del Socorro; a la diestra, camino que seguirían, se divisaba la iglesia de Santa Catalina tras la silueta que dibujaba el palacio de los Tavera, otra noble familia que en esta zona había labrado sus casas.
Iglesia de Santa Catalina |
Antes, como despidiéndose de esta calle Real, el joven rey tuvo aún tiempo de contemplar el enorme caserón que, ocupando todo el ángulo en esquina que formaban las dos calles que tenía ante sí, había sido engalanado por sus dueños como si quisieran olvidar con los fastos de la boda real los tristes sucesos de los que posiblemente habían sido testigos de primera mano.
Sin duda debió ser imponente este edificio, que con fachada a Socorro y Bustos Tavera contaba además con un frente de casi 25 metros a la Plaza de San Marcos… lástima que no queden testimonios gráficos ni escritos del mismo; al menos yo no los conozco.
De hecho para encontrar las primeras referencias al mismo hemos de esperar hasta la segunda mitad del siglo XVII, cuando es habitado por la familia de Pedro Roldán, uno de los principales escultores del barroco sevillano.
Entierro de Cristo, obra de Pedro Roldán que se encuentra en el Hospital de la Caridad. Imagen: Wikipedia |
Quizás por motivos económicos, ya que los Roldán no nadan precisamente en la abundancia una vez muerto el imaginero, sin ir más lejos su hija Luisa, la Roldana, firma una declaración de pobreza poco antes de fallecer en Madrid sobre 1706; quizás por envejecimiento y ruina de la propia construcción, en el siglo XVIII el caserón es derribado, segregándose su solar en 3 parcelas.
En la central, que tendrá frente únicamente a San Marcos, se levanta un elegante palacete con una curiosa arquitectura, al menos en su fachada, ya que conjuga elementos barrocos con otros mas cercanos al lenguaje Neoclásico que hacia mediados de ese siglo estaba siendo introducido en Andalucía.
Dura batalla, por cierto, la que se vio obligado a librar este Neoclasicismo frente a un Barroco con el que se sentía plenamente identificado el sevillano.
Considerado el primero un estilo elitista importado de Francia, propio de una aristocracia que intentaba agradar a los miembros de la nueva casa Borbón, el Barroco era el arte del pueblo: de sus iglesias, de sus esculturas, de sus pinturas, de su propia forma de vestir e incluso de pensar.
Y así, construido posiblemente en medio de esta "batalla estilística", quizás por indecisión o falta de valentía a la hora de inclinarse hacia uno u otro lado, este palacio de la Plaza de San Marcos presentará elementos de ambos lenguajes arquitectónicos, como si no hubiera terminado de romper de forma definitiva con el arte antiguo pero sin perder la vista del nuevo estilo que se abría paso.
Levantado en tres plantas, la fachada de este edificio presenta una composición perfectamente simétrica, característica de esa nueva arquitectura neoclásica que intentaba arraigar en las calles sevillanas.
Mientras los huecos de planta baja conformaban amplios ventanales, las dos superiores fueron resueltas con balcones, flanqueando el conjunto pilastras de orden gigante marcando la medianería.
Será precisamente en el balcón principal así como en los de última planta donde este edificio establezca un nexo de unión con el arte barroco que a escasos metros llegaba al éxtasis en San Luis de los Franceses.
Para ello fueron empleadas bellas yeserías para decorar y dar movimiento al recercado de estos huecos, siempre respetando esa simetría que antes comentábamos.
Así alrededor del balcón principal, que hace las veces de remate del sobrio pórtico de entrada al edificio, elementos de hojarasca, querubines y angelitos realzan el marco de yeso que rodea el hueco.
Algo más controlada es la composición ornamental que se sitúa en el inferior de los balcones de la última planta, con motivos florales y una especie de fauno centrando todo el conjunto.
Estas ricas yeserías se simplifican a motivos geométricos en los rosetones situados entre estos balcones de planta tercera, huecos que coincidían posiblemente con estancias secundarias del inmueble apenas necesitadas de la luz del sol.
Sin embargo la decoración vuelve a enriquecerse en el ámbito del balcón central de esta tercera planta, tanto que se une con el principal de la segunda mediante una composición de hojas de acanto, vides y otros motivos vegetales que parecen proteger un resalte en el que quizás estuvo representado el escudo de la familia que encargó el palacete.
Del interior de este palacio conocemos poco, aunque fue bastante alterado durante las obras que lo rehabilitaron para albergar viviendas.
Lamentable o afortunadamente, ya que al menos se evitó su demolición, como ha sucedido con tantos y tantos edificios similares a lo largo de la historia reciente de esta ciudad.
Me encanta ese edificio y cuantos recuerdos
ResponderEliminarMuy interesante el trabajo que nos presentas, tanto por lo que se refiere a la boda de Carlos I con Isabel de Portugal, como al edficio de que se trata y sus detalles. Y muy buenas todas las fotos. Muchas gracias, Sergio.
ResponderEliminarY que a nadie se le ocurra adecentar esta plaza, quitarle los coches y arreglarla para que se pueda disfrutar de sus edificios...
ResponderEliminarGracias por el reportaje! Me encanta cómo te pones en la piel de los personajes de tus historias :)
Si vivieras allí como yo no pensarías lo mismo
EliminarMuchas gracias por transmitirnos información con una descripción tan agradable, en la cual nos contagias esa nostalgia por no encontrar en las calles de la hermosa Sevilla, ese monumental pasado, cuajado de arte y belleza, que sin duda, de haber sabido conservarlo en su totalidad, es muy probable que hoy Sevilla ocupase el puesto que corresponde a una de las escasas ciudades más bellas del mundo.
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