Finalizamos con esta entrada el paseo por la Sevilla de los años 60 que, gracias a las magníficas imágenes de José Luis Dorado, iniciábamos la semana pasada en la Ronda de Pío XII.
En esta ocasión nuestro fotógrafo se sitúa en la parte trasera de su vivienda y nos muestra un paisaje rural de huertas y campos antiquísimos que está en proceso de desaparición.
Y es que en ese momento la ciudad tenía sus límites en esa explanada de albero que hoy es la Ronda desde donde, inmersa en una vorágine urbanizadora casi compulsiva, irá poco a poco apropiándose de estos campos para sustituirlos por nuevas barriadas, núcleos residenciales y calles.
La primera imagen que vemos ejemplifica todo lo que hablábamos al principio: junto a un edificio en obras, avanzadilla del progreso, una alberca y sembrados permanecen como vestigios de un pasado rural que se resiste a desaparecer…. en vano…
Este edificio (1), del que ya hablamos en la anterior entrada, conforma actualmente el lado Sur de la plaza de Luis Cernuda y estaba principalmente destinado a uso residencial, aunque en sus bajos se emplazarían locales comerciales e incluso un Colegio, el María Auxiliadora.
En el momento en que se toma la fotografía la estructura ya está finalizada y todo hace suponer que los obreros van a acometer los trabajos de albañilería, sin mucho orden ni limpieza por cierto.
Pero lo realmente interesante es lo que no está construido: la alberca, los tinglados de madera y chapa, la casa que asoma tras el edificio en obras…
Se trata de la Huerta de Santa Catalina (2), o lo que quedaba de ella, una de las más antiguas de Sevilla por cierto.
Por esa época estaba prácticamente abandonado su cometido agrícola, siendo usada por los militares para tratar caballos y bestias enfermos y, si no quedaba más remedio, sacrificarlos.
La práctica totalidad de esos terrenos los ocupa hoy la plaza de Luis Cernuda, donde por cierto se encuentra un colegio de educación infantil que aún conserva el topónimo de Santa Catalina, herencia de ese pasado rural perdido.
Algo más arriba, tapado por la arboleda, vemos otro cortijo (3) rodeado de pequeñas construcciones de menor entidad; se trata de la Huerta del Almés o del Almez, en cuyos terrenos tienen hoy las hijas de la Caridad el Colegio de la Milagrosa.
El nombre de esta huerta podría provenir de un árbol de esta especie que crecía en ella y que posiblemente aparece en la imagen a lo largo del pequeño camino por donde se comunicaba la casa principal con la carretera de Pino Montano (4), actual Avenida y entonces principal vínculo de unión de esta zona rural con la ciudad.
A continuación, si continuáramos avanzando por esta carretera que moría en las inmediaciones del cortijo de las Casillas, se encontraban unos terrenos baldíos donde casuchas de escasa entidad, sembrados y árboles aparecían diseminados en completo desorden (5). Sobre estos terrenos se levantan hoy las barriadas de Marieta, Santas Justa y Rufina y Parque de Miraflores.
Finalizamos este recorrido con una aglomeración de viviendas más estable y ordenada, a pesar de su carácter autoconstruido: el barrio de los Carteros (6).
Situado una vez pasada la vía del tren (7) que durante décadas discurrió por la actual Avenida Alcalde Manuel del Valle, sus orígenes sin parecidos a los del barrio Polo (8), siendo habitado por obreros de las fábricas cercanas y labriegos de las huertas que estamos viendo.
Pese a que unas y otras, fábricas y huertas, han desaparecido, aún hoy conserva este barrio buena parte de su estructura urbana e incluso algunas edificaciones originales de la época, sobre todo en sus calles intermedias, como si quisiera mantener la memoria de este pasado rural que le dio la vida.
La siguiente imagen que nos remite José Luis Dorado podría considerarse complementaria de la anterior, apreciándose con mas claridad algunos detalles que pueden servirnos para reconstruir totalmente el entorno.
En primer término, a nuestra izquierda, aparecen los bloques impolutos de una recién construida barriada de Begoña (01), posiblemente aún ni siquiera habitada.
Estas edificaciones promovidas por Lázaro Larrinaga se levantaban en buena parte sobre terrenos de la Huerta de la Haza (2), a la que se entraba por el camino de Cantalobos (3), lo que hoy es la avenida de la Barzola.
En la fotografía parecen apreciarse las trazas de lo que en un futuro serán las calles Begoña y Real de la Jara.
A la derecha podemos ver el erial en que estaban en ese momento convertidos los terrenos de la huerta de Santa Catalina (4) donde en poco tiempo se levantarán los bloques que cierran la plaza de Luis Cernuda en su flanco Oeste.
También asoma, ahora tímidamente, el caserío del cortijo del Almés (5), tras el que se encontraba la arboleda y casas esparcidas (6) por los terrenos baldíos a los que hacíamos referencia al principio, que morían a los pies del barrio de los Carteros (7) y la vía del tren.
Otras dos huertas se situaban entre esos terrenos y la nueva barriada de Begoña, de las más importantes de la zona por cierto, tanto que los veteranos del lugar aún las guardan en su memoria: nos referimos al Haza de Villegas (8) y al Cortijo de San Jacinto (9).
La primera tenía forma triangular y presentaba dos frentes, uno al camino de Cantalobos (03), lo que hoy sería avenida de la Barzola, y el otro a una vía rural identificable en la actualidad con la calle Ntra. Señora de Begoña.
El cortijo de San Jacinto era posiblemente el de más entidad de la zona y el de más historia. Sus orígenes se remontaban al siglo XVII, cuando la orden de los Predicadores fundó un convento bajo la advocación de ese santo a los pies de Cantalobos.
Pero el lugar era insalubre e inseguro, por lo que antes de que finalizara el siglo la comunidad se había trasladado al barrio de Triana, quedando en sus terrenos una magnífica finca que durará hasta mediados del siglo XX.
En la imagen podemos ver una de sus construcciones secundarias (10), posiblemente una casetilla para almacenar aperos, ya que el cortijo quedaría tapado por los bloques de Begoña.
Sobre esa huerta se construirán entre los años 1970 y 1985 las 3 fases del Núcleo Residencial Villegas y parte de la barriada de Los Príncipes, borrándose para siempre todo rastro de esa Sevilla rural incapaz de detener el avance de ese “progreso” que llegaba oculto tras palés de ladrillos, estructuras de hormigón y láminas de asfalto.
Fantástico documento, tenía muchas ganas de saber cómo eran los terrenos donde está Begoña, que es donde me he criado y he viviod durante 30 años, muchisimas gracias por compartirlo
ResponderEliminargracias Sergio. Deberías enviar el articulo al colegio Santa Catalina y que las profesoras cuenten a los chiquillos la historia de la ciudad; ya que los niños hoy no distinguen un burro de una vaca, que al menos se interesen por el fenómeno de la aparición de la casas, calles, barriadas, el meollo prodigioso de habitar una ciudad.Me sorprendió el reparto de poetas en el callejero, como el que tiene que cumplir una deuda: Y zas,zas,zas, Prados, Altolaguirre y Cernuda del tirón. A Cernuda(¿por sevillilla?, no por relevancia) le tocó la plaza, que son mas metros cuadrados puesto a medir.¿sabes que en el 27, muchos de los que bajaron a Sevilla se instalaron esas noches de octubre en la casa cuna? otros, la mayoría en el cortijo de Joselito el Gallo de Miraflores. Es un tiempo lleno de fantasía.Un "pleno y airoso" abrazo con todos mis pechos abiertos. IsidoroEolo
ResponderEliminarEl bloque en construcción de la primera foto es donde mis padres se mudaron allá por 1964 o 1965 mas o menos. La alberca se veía desde mi terraza, aun en ladrillos y sin paredes en la foto.
ResponderEliminarxD, ¡una foto de mi casa en construcción! No me lo puedo creer....Me encanta.
Muchisimas gracias.
Hola, me encanta leer esto, mi bisabuela vivía en un terreno que se llamaba La Suerte.
ResponderEliminarCreo que era un antiguo convento, si alguien supiera algo me gusta imaginar cómo sería todo
Gracias
Hola, me encanta leer esto, mi bisabuela vivía en un terreno que se llamaba La Suerte.
ResponderEliminarCreo que era un antiguo convento, si alguien supiera algo me gusta imaginar cómo sería todo
Gracias