16 de mayo de 2011

Las últimas piedras de la Puerta de Triana

El 21 de Septiembre de 1868 era firmado el decreto por el que se daba luz verde al derribo de la Puerta de Triana.

Tras años de infructuosos intentos, una parte de la sociedad civil sevillana al fin colmaba sus aspiraciones de ver reducido a escombros el elegante pórtico de estilo renacentista levantado por Asensio Maeda a finales del siglo XVI en sustitución de un viejo portón medieval que había quedado obsoleto ante el espectacular crecimiento experimentado con el descubrimiento del Nuevo Mundo.

Con la Puerta de Triana desaparecía una de las imágenes emblemáticas de la ciudad eternizada desde el mismo momento de su construcción por artistas tan dispares en tiempo y disciplinas como Pedro de Medina, Richard Ford o el Vizconde Vigier.

Se perdían para siempre los recuerdos de esas entradas triunfales con las que reyes y generales victoriosos alardeaban de poderío ante la atónita mirada del pueblo hispalense; y el célebre Castillo, esa cárcel de caballeros donde sufrían prisión los reos de alta alcurnia que no era conveniente mezclar con los comunes del vecino San Jorge; y el café Julio César, donde truhanes y rateros de poca monta esbozaban sus fechorías a primera hora de la mañana; desaparecía, a fin de cuentas, una parte importante de la historia de Sevilla.


"Vista de Sevilla" - Ambrosio Brambilla (detalle)


Como señala Suárez Garmendia el derribo de esta Puerta llevaba un tiempo barruntándose, aunque la férrea oposición de intelectuales y asociaciones locales así como los dictámenes negativos de la Real Academia de San Fernando conseguían siempre lo que podríamos llamar un indulto in extremis. Y así casi una década.

Es verdad que tampoco todas las puertas habían tenido la misma suerte, ya que durante este tiempo habían caído seis de las que rodeaban originalmente la ciudad desde época almohade: Barqueta, Real, San Juan, Carne, Jerez y Arenal, pero el resto aguantaban como podían los envites de una moda modernísima que se había llevado por delante las murallas de ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia.

Hasta que llegó un momento en que nada se pudo hacer: el triunfo de la Revolución del 68 (La Gloriosa), cuando se dio rienda suelta a eso tan español de romper drásticamente con todo lo que recuerde al pasado.

Y ya puestos a romper, nuestra Puerta de Triana y casi todo lo que quedaba del recinto amurallado hispalense tuvieron la mala suerte de ser considerados uno de los símbolos del Régimen recién derrocado y, por tanto, condenados a la piqueta.

Tan peligrosa era la permanencia de estos símbolos de la opresión que en apenas 40 días habían desaparecido; así, mientras el alzamiento contra el gobierno de Isabel II se produce el 19 de Septiembre, el 20 se forma el Ayuntamiento y el 21 se decreta el derribo de la Puerta de Triana, dejándose para el 22 las de Carmona, Osario y San Fernando. El 6 de Noviembre ya no estaban.

Una celeridad impropia para estas latitudes, de hecho puede ser que estemos ante una de las pocas veces en la historia de la ciudad en que unas obras municipales se realizan dentro de plazo. Y es que hasta en eso hubo mala suerte, ya que hoy seguramente los Sacyr y compañía le habrían dado algunos años más de vida o quizás ni siquiera la habrían tirado.

Lo que sí entra dentro del modus operandi tradicional hispalense es la asignación del contrato para derribar las puertas, obtenido prácticamente a dedo por el jerezano José Girón y Alcalá gracias a sus buenas relaciones con los nuevos integrantes del Consistorio a cambio de quedarse con sus materiales.


Puerta de Triana hacia 1865 - Fuente: ABC


Una vez demolida, los escombros se apilan en los alrededores de la Plaza de Armas según nos cuenta Rafael Raya Rasero. El destino parece burlase de Sevilla: los restos del antiguo cinturón de piedra que abrazaban la ciudad desde el medievo se amontonan ahora junto al nuevo cinturón de acero que la rodeará hasta casi nuestros días. El que dijo ese de que el hombre era el "único animal que tropezaba dos veces con la misma piedra" tenía visos de haber nacido por estos lares….

Pero no nos desviemos: el contratista Girón inicia la subasta de las piedras, y unas se destinan para adoquines, otras van para su propia casa, en el 24 de la calle San Eloy; y otra partida es adquirida por una empresa de Jerez, la Sociedad de Aguas del Tempul, que desde 1864 venía realizando las obras para abastecer a la capital jerezana desde un manantial situado en el valle del Tempe.

Obras costosas y complicadas, estamos hablando de cerca de 46 kilómetros de red entre acueductos y canalizaciones hasta llegar a los depósitos de recepción, situados en un lugar elevado a las afueras de la ciudad conocido como viñas de Picadueña.

Precisamente para construir esos depósitos parece ser que fue destinado el material adquirido a Girón procedente de la ya desaparecida Puerta de Triana. Curioso, después de siglos soportando las crecidas del Guadalquivir, las piedras ahora almacenarían el agua de la que bebería la nueva ciudad que las acogía. Otro guiño del destino.

Así pasaron los años, las décadas, casi un siglo. La Sociedad de Aguas del Tempul cambió de nombre, de manos, se disolvió. Las viñas de Picadueña se hicieron Jardines, luego Parque y a partir de 1953 pasaron a formar parte del Zoológico de Jerez. Dentro quedaba nuestro depósito de aguas rodeado de árboles.

Y a sus pies, entre restos arqueológicos y recuerdos de otras épocas que podemos ver en la web jerezsiempre, dos grandes piedras. Dos grandes piedras que pasan desapercibidas para la mayoría de los visitantes. Dos grandes piedras estriadas como si hubieran formado parte de una inmensa columna. Dos grandes piedras que no tendrían importancia alguna de no ser por la placa que sobre una de ellas recuerda su pasado: son las dos últimas piedras de la Puerta de Triana.


Fuente: www.jerezsiempre.com


Una vez más, Sevilla nos sorprende: si usted quiere ver los últimos restos que quedan de la Puerta por la que entraban los reyes tendrá que ir al Zoológico de Jerez; aquí como mucho podrá comerse una hamburguesa sobre el cambio de pavimento que señala el lugar donde se levantó.

Y es que, como se suele decir, "nadie es profeta en su tierra". Seguramente el que primero dijo ésto también era sevillano….



7 comentarios:

  1. Hermosa entrada.

    Enhorabuena por el blog.

    Con su permiso, me la llevo al facebook.

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  2. Enhorabuena por tu blog. Cada vez que vuelvo a Sevilla intento visitar los lugares inéditos que citas en tus entradas. Un sevillano desde la América Hispana...

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  3. Otra entrada genial.
    Siento una especial predilección por todas las entradas relacionadas con las antiguas puertas de la muralla de nuestra ciudad.
    Y tienes razón: hay cosas que parecen atemporales, la irresponsabilidad ha estado presente con demasiada frecuencia en esta ciudad.

    Un saludo

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  4. Es que donde se ponga el burrikin...

    '¡Ay Sevilla y sus sevillanos!'

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  5. Cuando leo algo sobre las puertas de Sevilla, sobre sus murallas, sobre su corazón asaeteado por esas ínfulas de progresismo que La Gloriosa difundió en 1868, y que tanto daño hizo al Patrimonio, sigo pensando que no estaba tan claro el término.

    Me ha encantado esta entrada. Es un texto completamente biográfico. Me recuerda a las memorias que hicieron sobre Cristóbal Colón, sobre su vida y su muerte, que no se limitaba a una fecha de defunción, sino a todo un recorrido de su cadáver por varios trozoz de nuestro planeta. Algo así ocurre con la Puerta de Triana y tu entrada. Es toda una biografía, todo un recorrido vital y 'post mortem' que nos lleva hasta Jerez.

    Y creo que deben ser los restos de esa ciudad gaditana los que sirvan de testigos, y de ejemplo para lo que no se debe volver a repetir, de cara a nuestro Patrimonio.

    ¿Qué será de Sevilla y su Patrimonio?

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  6. Gracias por conservar viva la memoria histórica de nuestra ciudad. Es muy importante.

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Comentarios: