El tema de los apoyos que un selecto y predecible grupo de artistas patrios (sobre todo relacionados con el llamado séptimo arte) está realizando a la Ley Sinde me recuerda las visitas que hacían las folclóricas al Pardo para rendir homenaje y pleitesía a Franco cuando su cumpleaños.
Salvando las distancias, el concepto es el mismo: artistas agradecidos apoyando “algo” no constitucional para que les siga dando de comer. Lo que viene siendo “mamar de la pera limonera” en lenguaje coloquial, en este caso de la “pera limonera” de las subvenciones.
Porque el cine español contemporáneo no se entiende sin las subvenciones de papá Estado y Autonomías, subvenciones que, por supuesto, salen del bolsillo de los españoles, entre los que se encuentran esos “terroristas internautas” a los que aludía Manuel Gutiérrez Aragón hace pocos días.

Ya que estamos metidos en cine, guionizaremos el asunto: el terrorista Pérez trabaja, el terrorista Pérez paga sus impuestos y parte de éstos se usan para que Santiago Segura contrate a Paquirrín en la enésima secuela de Torrente o El Hormiguero se quede sin experimentos las semanas que se ruede Campamento Flipy.
Eso sí, el terrorista Pérez no puede acceder libremente a esa “cultura” que se apoya con su dinero, ni a ninguna otra, para que no mueran de hambre los sufridos subvencionados (Rosarillo Flores dixit) porque, como todos sabemos, cada vez que uno enciende el Emule se vacía el frigorífico de un artista. Un drama.
De esta forma Rosarillo y amiguetes justifican por ejemplo, la pésima recaudación del cine español con las descargas de internet, aunque en realidad lo que hacen es demostrar que no tienen ni idea de cómo está el patio, algo parecido a cuando los políticos comparan una subida de impuestos con el precio de un café. Sólo hay que echar un vistazo a las principales páginas de descarga y comprobar la posición que ocupan las películas patrias en los rankings de las más vistas.
El cine español, señores Resines, Gutiérrez Aragón o Bardem (madre, hijo y espíritu santo) no recauda dinero porque no atrae, salvo honrosas excepciones. Y eso es culpa vuestra, no del Ares ni de Seriesyonkis. Ni de los terroristas del ADSL.
Porque el terrorista Pérez puede estar obligado a subvencionar el trabajo de Antonio Resines, pero no a pagar además 7 euros para ver en el cine La Daga de Rasputín. Creo que no es difícil de comprender, aunque todo indica que si estás bajo el mecenazgo de Cultura cuesta un poco más.
Lo peor es que, según parece, no tenemos mas remedio que seguir tributando para que un selecto número de bendecidos contribuyan a la evolución del séptimo arte con joyas como Spanish Movie o Fuga de Cerebros. Y con un tren de vida subvencionado mucho mejor que el mío y el del terrorista Pérez juntos, claro. 
Llegados a este punto me viene la cabeza una pregunta: ¿por qué tengo que asumir que ustedes vivan mejor que yo con mi dinero y para colmo se permitan incluso el lujo de menospreciarme?
Se me ocurren mil millones de sitios en los que invertir esas subvenciones antes que en Campamento Flipy, por ejemplo, aunque no los ponga aquí para no hacer demagogia.
Es más, quizás sea mas interesante dejar a un lado la Ley Sinde, que mientras nadie diga lo contrario no es constitucional, y plantear la posibilidad de colocar una X en la Declaración de la Renta, como se hace con la Iglesia, para destinar la parte de estas subvenciones a fines sociales.
Porque al fin y al cabo se trata de mi dinero y, visto lo visto, prefiero que se invierta en una ONG antes que en permitir que la señora Bardem tenga tiempo libre para seguir escribiendo chorradas.