31 de marzo de 2010

Glosario de pisotones, empujones y demás golpes que usted puede recibir durante la Semana Santa

Alcanzamos hoy Miércoles el ecuador de una Semana Santa en la que, como tónica general, puede destacarse la gran cantidad de gente que abarrota la práctica totalidad de calles sevillanas.

Tradicionales y emblemáticos enclaves como la Cuesta del Rosario, el Postigo o la Alfalfa se han convertido en auténticos hervideros donde, a no ser que uno esté precavido, puede llevarse un buen surtido de empujones, pisotones o perder esa cerveza con la que se hace mas llevadera la espera de los pasos.

Este es un pequeño catálogo con el que pretendo hacer una aproximación a este tipo de encontronazos y, en la medida de lo posible, ayudar a su prevención.


Empujón Cofrade.- Uno de los grandes clásicos de la Semana Santa, es un golpe rápido y casi inapreciable propinado por aquellos que desde hace quince minutos deberían encontrarse en otro punto de la ciudad viendo un paso y por tanto no tienen mas remedio que lanzarse por las calles a tumba abierta para al menos alcanzar el palio.

Su mecanismo es claro: en un visto y no visto, usted siente el empujón acompañado de unas disculpas, todo en un intervalo de tiempo tan pequeño que muchas veces es casi imposible distinguir al sujeto en cuestión por la velocidad que lleva y porque suele ir corriendo en zig-zag para evitar encontronazos como el que acaba de tener.


Pisotón NiNi.- Su principal característica radica en que el ejecutor ni pide perdón ni leches. Evidentemente suele propinarlo el cani de toda la vida, fácilmente identificable este año por un estilismo basado en una especie de cepillo incrustado en la zona superior de la cabeza. Atrás quedaron los trajes de chaqueta blanco y los pantalones a rayas.

El pisotón NiNi irremediablemente le pillará desprevenido y lo sufrirá en el lugar del pie donde más molestias tenga, de hecho estadísticamente es causa de más del 50% de las bajas del Domingo de Ramos.

A su favor hay que decir que gracias a este encontronazo se puede vivir uno de los momentos mágicos de la Semana Santa, ese en el que ante sus lamentos el susodicho NiNi se digna a darse la vuelta y, con su mirada, perdona la vida a usted y a sus acompañantes.


Empujón de la vieja.- Se caracteriza por una presión seguida y continuada en la mitad inferior de la espalda por parte de las señoras mayores que se abren paso en las bullas.

La señora en cuestión, para alcanzar su objetivo, arrambla con todos los obstáculos que encuentra en su camino, sean de la naturaleza que sean, apoyándose en unos movimientos de choque similares a los usados por el topillo común al excavar su madriguera. Evidentemente siempre llega a su destino.


Empujón del costalero.- Primoroso ejemplo de trabajo en equipo cuya principal característica radica en aprovecharse de su buena fe.

Su mecanismo suele ser el que sigue: un primer individuo, que llamaremos “costalero señuelo”, le pone las manos de forma educada, casi fraternal, sobre los hombros para pedir paso. Si usted, como gesto de cortesía, cede su lugar para que avance hacia las filas, debe saber que está firmando poco menos que el acta de defunción, ya que tras ese “costalero señuelo” viene la cuadrilla al completo, aguador incluido.


Jóvenes con la edad del pavo.- Encontronazo simpático y escandaloso que normalmente suele ser el más perdonable de todos, ya que afortunadamente la sociedad actual está bastante concienciada con la problemática que tienen por estas fechas los jóvenes cuyas edades oscilan entre 12 y 20 años.

Sus consecuencias son también impredecibles, es más, cualquier cosa puede pasar si en su camino se cruza una muchacha afectada por las hormonas, la primavera y los últimos modelitos de Zara: desde un simple pisotón hasta que la susodicha acabe con sus huesos en el suelo. Eso sí, nunca parará de reírse y si la postura final resulta cómica sus amigos aprovecharán para hacerle la foto tuenti de rigor.


Empujón del carrito.- Suele producirse en los lugares mas masificados de gente, ya que todo padre con niño pequeño tiene en Semana Santa una clara tendencia a meterse en sitios donde en circunstancias normales ni se les ocurriría acercarse.

Es un golpe certero sobre el tren inferior, normalmente a la altura de las espinillas, que va acompañado de tímidas explicaciones y justificaciones por parte de los padres portadores del carrito, a los que durante unos instantes les entra cargo de conciencia.


Empujón del que va a poner su sillita.- Golpe que suele producirse cuando el vecino está realizando el típico ritual de colocación de las sillitas compradas a los chinos.

Este ritual es bastante parecido al que realizan los perros antes de hacer sus aguas mayores, solo que los olisqueos son cambiados por miradas e incluso tanteos en un radio de acción de un metro antes de asentar definitivamente la sillita de marras.

Lo positivo es que una vez acomodado en su ubicación el usuario de la sillita y sus acompañantes, que también se han gastado el euro en los chinos, se habrá formado una barrera de protección que le protegerá frente a todo tipo de empujones y golpes.


Empujón del que pasaba por allí.- De los mas peligrosos que existen, ya que el causante suele ser una persona a la que no sólo no le gusta la Semana Santa, sino que si comerlo ni beberlo ha sido atrapado por una bulla y está desesperado buscando una vía de escape.

Se trata de gente que sale del trabajo, que va camino de su casa o que está haciendo compras de última hora y se ve involucrado en una procesión. El riesgo principal es que son gente que se encuentran en un equilibrio tensional, maldiciendo interiormente todo lo que les rodea y que saltan a las primeras de cambio, así que recomendamos dejarlos pasar y, a ser posible, pedirles incluso disculpas.


Pisotón del niño que pide cera, caramelos o estampitas.- En principio es un golpe entrañable, aunque puede resultar cansino si el niño no ceja en su empeño de aumentar la bola de cera o terminar la cuarta edición de su caja de estampitas, es decir, cuando de “chavalín simpaticote” pasa a convertirse en un auténtico coñazo.

Es recomendable estar atentos al cortejo de nazarenos para prevenir este tipo de golpes, sobre todo cuando se acercan los grupos de monaguillos, ya que éstos suelen ser la principal fuente de estampitas de las cofradías.


Empujón del cangrejero.- El que da más coraje de todos, ya que se ve venir desde lejos aunque uno siempre espere hasta el ultimo momento en la capacidad de reacción del ser humano.

Las leyes de la física consideran absolutamente inevitable la colisión lateral con un cangrejero, por lo que no existe ningún método fiable para evitar que ésta se produzca dado el alto estado de retraimiento y concentración en que suelen encontrarse.

Aquí acaba este pequeño resumen con los principales golpes, empujones y pisotones que usted puede sufrir en las calles durante los días de Semana Santa, aunque evidentemente siempre hay lugar para encontronazos alternativos, combinados (por ejemplo NiNis con carrito, abuelas cofrades) o asociativos (niñas con edad del pavo detrás de costaleros).

Ya solo queda desear que disfruten de lo que queda y, por supuesto, que no pierdan de vista a los que están a su alrededor.

28 de marzo de 2010

Llegó la hora

Todo está preparado. En estos mismos momentos el Señor de la Victoria acaba de traspasar el dintel de la antigua ermita de San Sebastián, lugar emblemático en la historia de Sevilla y de su Semana Santa.
Pero la ciudad lleva despierta desde hace horas. La "rampla" del Salvador sabe que en breve será transitada por las cruces que esperan en lo que fue patio de los naranjos de la Mezquita de Adabas. Y lo sabe porque los rayos de sol caen sobre el Cristo del Amor desde las vidrieras de la Colegial.


Palmas en San Esteban, ruido de sillas en una Carrera Oficial que aún no ha recogido gotas de cera, colas a las puertas de Los Gitanos, pétalos de flores camino de Molviedro, últimos retoques de los nazarenos. Por fin, llegó la hora.

24 de marzo de 2010

A la espera....

Lo reconozco: estoy nervioso. Conforme pasan las horas noto como una nube de mariposas despliega sus alas por los resquicios mas escondidos de mi corazón. Será el azahar, será la primavera, será que las fechas del calendario están próximas a tornarse en rojo. Ni idea.

Supongo que de ir a un psiquiatra me diagnosticaría lo mas parecido a un cuadro de “estrés cofrade”, o de “neurosis cofrade”, o de “obsesión cofrade” o de lo que sea, eso sí, de “lo que sea cofrade”.

A mi alrededor todo es Semana Santa, aunque aún queden días para el Domingo de Ramos. Madres con capirotes de cartón, las últimas compras para completar las mantillas, gallardetes colgados de los balcones, trajes recién planchados saliendo de las tintorerías: Sevilla exhala incienso por todas y cada una de sus esquinas. Yo respiro todo lo que puedo, espero sepan disculpar en esta ocasión mi egoísmo.

Pero es que aún no ha llegado, y eso es lo mas grande... Es que aún tienen que conquistar los acordes de Las 7 Palabras los inverosímiles rincones del Santo Ángel; aún tiene que bendecir el Cristo de la Corona las piedras de la Catedral; aún tienen que escucharse las órdenes en arameo de la Guardia Hebrea de la Milagrosa; aún tienen que pasar tantas cosas...

Porque sí, porque todavía tienen que revivirse momentos mágicos, esos que solo pueden darse en la Cuaresma, esos que dan pellizcos en el corazón, en el alma, que colmatan los sentidos, que hacen llevadero este preámbulo de bambalinas y cera.

Se acerca el momento, se agotan las horas, ya queda menos para que la Cruz del Señor de la Victoria marque el camino a seguir entre los árboles de la Avenida de Isabel la Católica.

Ya queda menos para que resurjan esos callejones de recuerdos y vivencias de la niñez que mantienen ocultos el resto del año los caprichos de esa suerte de azar que llaman memoria.

Ya queda menos, todo hay que decirlo, para que la misma Sevilla escriba ese pregón que personalmente tanto eché en falta este domingo.

Ya queda menos, en fin, para que acabe la mas dulce de las esperas.

21 de marzo de 2010

Ahora sí: Nieva en Sevilla


Ahora sí que no cabe ningún tipo de duda. Un manto blanco ha inundado las calles de Sevilla. Pequeños copos inmaculados se aferran a las ramas de los naranjos lanzando al aire la promesa de una pronta explosión de luz y de olor, de vida y alegría, de azahar.

Se equivocaron en Enero los hombres del tiempo, fallaron las predicciones del satélite Metosat, han tenido que pasar tres meses para que, por fin, haya nevado en Sevilla. Y esta vez nadie puede discutirlo: lo dicen los naranjos de la Plaza de San Andrés.

8 de marzo de 2010

Plaza de las Cruces

Atemporal. Quizás sea ésta la palabra que mejor defina la Plaza de las Cruces, posiblemente el único lugar de Sevilla en el que la misma vida puede ser algo prescindible.

Atemporal porque sus baldosas no se cubren de hojas secas con los primeros compases del Otoño, ni hay flores que vistan de colores la llegada de la Primavera, ni árboles que proporcionen la sombra necesaria para escapar a los calores estivales.

Al contrario, las estaciones pasan de largo, se pierden entre las callejuelas que la rodean arrastradas por el viento, como los ríos de turistas que atraviesan en busca de esa imagen típica y tópica que aquí raramente podrán conseguir.

Es curioso, pero quizás ahí radique el encanto de este hueco abierto en pleno barrio de Santa Cruz: en la simpleza de su propuesta, un pequeño basamento escalonado y tres columnas rematadas por las mismas cruces. Sobriedad y sencillez en pleno corazón de esa Sevilla fastuosa y alegre que se abre a muy pocos metros.

Antiguo cruce de los Cuatro Vientos, ampliada en los primeros años 40 tras demolerse el edificio que ocupaba la casi totalidad de la plaza que hoy conocemos, sus paredes nos recuerdan que hubo un barrio de Santa Cruz anterior a la Exposición del 29, un barrio de Santa Cruz anterior a los Aníbal y Talavera, un barrio de Santa Cruz anterior al regionalismo, un barrio de Santa Cruz anterior al mismo barrio de Santa Cruz, un barrio de casas modestas y sencillas que ya no tienen otro testimonio que las tres fachadas que la delimitan.

Rincón anclado en el tiempo donde aún es posible respirar el silencio y deleitarse observando como tres siluetas se recortan en ese tapete azul que es el cielo de Sevilla.

1 de marzo de 2010

Un paréntesis en la lluvia...

Aunque la Virgen de la Cueva no se fue de puente, al menos tuvo el detalle de regalarnos una mañana sin lluvia, ni frío, ni viento, que no es poco teniendo en cuenta los mesecitos que llevamos.

Una magnífica jornada matinal de cielos abiertos, paraguas cerrados y calles llenas de vida: de paseantes sin rumbo fijo entre las pilas de tablones que en breve darán forma a los palcos de Semana Santa, de vendedores ambulantes tapando charcos con sus mantas de colores, de costaleros mirando el cielo de reojo, de turistas deseosos de recuperar el tiempo perdido por mor de la lluvia; jornada en la que volvió a sonar la canción del señor que baila con la muñeca en la Plaza Nueva, en la que los bares pudieron sacar de nuevo los veladores a la calle al igual que los chinos sus artilugios a los escaparates.

Sevilla recuperaba su color, librándose por unas horas de ese velo gris que la tiene oculta desde hace meses.


Todo parecía haber vuelto a la normalidad, tanto que la Hermandad de la Estrella olvidó la ciclogénesis explosiva y se aventuró a transitar por los adoquines aún mojados de las calles trianeras confiando en que la torre de Santa Ana abriera un hueco en la maraña de nubes que poblaba el cielo.

De los balcones apenas cuelgan banderas de Andalucía, qué lejos queda ya esa infancia en que las casas se engalanaban cada 28 de Febrero con la blanca y verde; hoy como mucho asoman carteles color naranja con números de teléfono. No sólo hay crisis en la economía, hay una mas profunda en nuestra identidad.


De verde también se viste la Hispania que Delgado Brackembury esculpiera para la Glorieta de San Diego. Las lluvias le han regalado un fino chubasquero de verdina que da color a la blanca piedra y de paso realza sus senos en las fotos de los turistas. Wonderbra 100% sostenible, como marca la moda.

Y es que el agua no respeta a nadie, ni siquiera a los alfareros vulcanizados del azulejo de Rodrigo de Triana, que como sigan sin repararles el canalón del tejado dentro de poco no van a tener mas remedio que cambiar el alfar por una barquita.


Para agua la del Callejón que lleva su nombre, que entre charcos, verdina y humedad se había convertido en una auténtica pista de patinaje dentro del mismísimo Barrio de Santa Cruz; pista que por cierto obligó a muchos turistas a realizar todo tipo de acrobacias para esquivar el seguro trompazo que perfectamente les hubieran servido para ganar una medalla de patinaje artístico en los recientemente finalizados Juegos de Invierno de Vancouver.


Pero dejémonos de preámbulos: hablar de agua y lluvia estos días es hablar del Río y sus crecidas. Por supuesto nada comparable a lo sucedido en Lora, Tocina y otras poblaciones ribereñas, aunque aquí también hayan quedado algunas estampas cuando menos curiosas que difícilmente volverán a repetirse.

Desde las pobres palmeras del muelle de Nueva York sumergidas casi por completo, pasando por las dificultades del Luna de Sevilla para atravesar el Puente de Triana o los embarcaderos de la calle Betis anegados hasta las escalinatas.

Cauce muerto que de vez en cuando rememora infaustos recuerdos de riadas e inundaciones afortunadamente cada vez mas lejanos. Quizás ese sea el motivo por el que todos los que ayer paseaban junto a la orilla entremezclaban en su mirada curiosidad y sorpresa con un profundo respeto.