Esta semana se reúne en Sevilla el Comité de Patrimonio Mundial de la UNESCO para decidir los nuevos sitios a incluir en el listado de bienes reconocidos por el organismo.
Buena noticia porque la organización de este tipo de eventos siempre es motivo de satisfacción, pero se da la paradoja de que la ciudad puede pasar a engrosar la lista de Patrimonio Mundial en Peligro. Cierto es que “en casa de herrero…”.
El motivo es la construcción de un rascacielos de 178 metros de altura, la Torre Pelli (en honor al arquitecto que la diseñó), en los terrenos de la Cartuja, mas concretamente en Puerta Triana, en la zona donde antes se situaba el Pabellón de los Descubrimientos.
En una ciudad dualista por excelencia donde las cosas no tienen mas remedio que ser blancas o negras, sin que haya opción alguna a la existencia de otros colores o matices intermedios, era de esperar que tan controvertido proyecto encontrara reacciones opuestas y dispares, generando un intenso debate que, desgraciadamente, ha quedado relegado al plano de la ciudadanía, ya que políticamente las cosas han estado claras desde el principio.
Periódicos, telediarios, programas radiofónicos, foros, blogs, encuestas, conversaciones: Torre Pelli, ¿sí o no?
El proyecto del rascacielos me genera una serie de dudas e interrogantes. En primer lugar y fundamental, ¿es necesario un rascacielos en Sevilla? O lo que es lo mismo, ¿necesita Sevilla un rascacielos?
En caso de ser la respuesta afirmativa, ¿para qué? ¿por qué un rascacielos y no otro tipo de edificación? ¿qué ganamos con su construcción?
Es evidente que Sevilla tiene un déficit de arquitectura moderna, de edificaciones contemporáneas de calidad que, como en tantos otros lugares (Bilbao o Valencia son clarísimos ejemplos), potencien la imagen de la ciudad y atraigan un abanico de visitantes que demanden algo mas que la oferta turística tradicional, típica y tópica que llevamos ofreciendo prácticamente desde el año 29.
Ahora bien: ¿es un rascacielos el tipo de arquitectura que necesita Sevilla?
Mi opinión es clara y rotunda: no.
Bien es cierto que mucha gente ve en este tipo de megaconstrucciones el paradigma de la modernidad, un símbolo del progreso, de los nuevos tiempos. Prácticamente se identifica la edificación en altura con la arquitectura mas vanguardista y puntera del momento. Desde mi punto de vista eso es un error.
Para empezar, ya a finales del siglo XIX la Escuela de Chicago, con Louis Henri Sullivan como abanderado, realiza los primeros rascacielos, aunque se elevan del suelo en apenas 10 plantas de altura. Hay que esperar hasta 1893 para que se superen los 100 metros con el Manhattan Life Insurance de Nueva York.
Para el siguiente ejemplo ni siquiera nos vamos a mover de Sevilla: en 1925 el alemán MAH Jochens proyecta un conjunto de rascacielos en el mismísimo Prado de San Sebastián que se abría en abanico sobre el Guadalquivir, el llamado MiraBetis, propuesta desechada ipso facto por Ayuntamiento y Academia de las Bellas Artes.
Años mas tarde Aníbal González diseña la Basílica de la Inmaculada Milagrosa, a la que adosa dos torres de 100 metros de altura que tampoco llegan a edificarse.
En definitiva, que la construcción en altura no es algo nuevo, ni mucho menos. Es mas, por la misma época en que se empezaban a elevar los edificios en Chicago y Nueva York aquí manteníamos aún intacto más de la mitad del perímetro amurallado de la ciudad…
Se me ocurren mil formas distintas de modernizar Sevilla sin tener que sobrepasar los 10 metros de altura. De hecho los grandes emblemas e iconos de la arquitectura moderna rara vez tienen más de dos plantas.
Otro aspecto que me preocupa bastante es el funcional. Una inversión tan fuerte y de tanta envergadura debería servir para solucionar buena parte de los problemas de la ciudad, o al menos de esa zona. La Torre Pelli, siempre desde mi punto de vista, mas que resolver los crea.
Porque sigue sin convencerme el argumento de que un coloso recubierto de cristal con 178 metros de alto vaya a ser sostenible, del mismo modo que se repite mi escepticismo referente a que se vayan a generar miles de puestos de trabajo cuando las torres de oficinas del cercano Torneo Parque Empresarial están semi-vacías. Del tema atascos, infraestructuras y tráfico ni hablamos.
Por poner un ejemplo en Metropol Parasol, que para servidor sí es una edificación moderna y de calidad, se resuelven todos los problemas iniciales de la zona (mercado, tratamiento de los restos romanos, conexión de los ejes Imagen-Laraña y Puente y Pellón-Regina, etc..) y además dota de personalidad a un entorno bastante degradado desde hace décadas. Todo ello si finalmente se termina, por supuesto…
Sin embargo la Torre Pelli no solo hace aguas en los problemas que se plantean a la hora de acometer un edificio de tales características, sino que genera un debate que a estas alturas de la película debería ser totalmente innecesario: la imagen de la ciudad.
Desde que en el siglo XVI se realizan las primeras representaciones pictóricas y grabados del que en ese momento era Puerto de Indias se aprecian unos límites claramente marcados.
Por un lado está la vieja muralla, heredada del período islámico, delimitando horizontalmente una urbe que presenta una característica excepcional frente al resto de ciudades de la época: un límite vertical, la Giralda.
Ese límite horizontal desaparece en el siglo XIX en pos del progreso y del crecimiento, para favorecer la expansión hispalense hacia el cinturón de huertas periféricas. Como anécdota destacar que el tramo de muralla que se consigue salvar, precisamente el que cerraba una de las zonas más deprimidas de la ciudad, los barrios de la Macarena y San Julián, es actualmente uno de sus símbolos turísticos y monumentales.
No deja de resultar curioso que una actuación que hoy día nos parece aberrante e innecesaria en esa época fuera considerada poco menos que fundamental para el desarrollo de la ciudad.
El límite vertical se mantiene intacto y la Giralda se consolida como canon de altura, pese a los intentos ya descritos anteriormente de arrebatarle dicho estatus.
El tren de la arquitectura moderna descarrila definitivamente en 1929 frente al regionalismo y el historicismo, más del gusto sevillano. Solo algunos pabellones comerciales como el de Maggi realizan incursiones en otros estilos mas vanguardistas, pero todo queda en una declaración de buenas intenciones, poco mas.
Sin embargo quizás fue precisamente ese el momento de hacer el rascacielos, de hacer algo nuevo, innovador, que asombrara al resto del mundo, que realmente llamara la atención. Pero, ¿ahora?
Ahora lo único que se conseguiría es anular o restar importancia a uno de los elementos que hacen de Sevilla una ciudad diferente y distinta, su imagen misma. Se rompe ese límite vertical, se elimina innecesariamente. Y para colmo a menos de una iniciativa privada (se me viene a la cabeza la terracita del Abades-Triana…)
Si se quiere hacer un nuevo emblema de Sevilla, algo innovador y moderno, que se dejen de medias tintas y se llegue hasta el último extremo, como hicieron los almohades cuando levantaron hace mas de 8 siglos un alminar de casi 100 metros de altura.
Con este tipo de edificación, que en algunos lugares ya está incluso pasada de moda, más que evolucionar me parece que se está dando un paso atrás, ya que anulamos lo que tenemos, antiguo pero original, a costa de introducir algo menos antiguo pero nada original.
Y lo peor es que al final continuaremos igual: el que quiera ver un rascacielos moderno seguirá yendo a Dubai mientras que en Sevilla la Giralda se mantendrá como principal reclamo turístico, aunque con una sombra de 178 metros…