28 de junio de 2008

Los veraneos de nuestros abuelos

Ya está aquí el verano. Se acabaron las tardes de paseo, las noches apacibles, ese cafelito del mediodía… Los “cuarenta y tantos” han llegado para quedarse en nuestros termómetros, por lo menos hasta mediados de Agosto.
Ventiladores, aires acondicionados y demás artilugios para combatir la canícula, de los que hemos hecho acopio a lo largo de los años, empiezan a salvarnos la vida, o al menos a hacerla mas agradable. Y por supuesto, comienza el gran éxodo.
Los fines de semana, una quincena, un mes, todo el verano… La gente empieza a buscar otros emplazamientos mas agradables donde huir de las altas temperaturas hispalenses en función de sus posibilidades, tanto económicas como laborales.
Pero no siempre fue así; desgraciadamente “veranear” es una palabra bastante reciente en nuestro vocabulario; hace no muchos años nuestros padres y abuelos pasaban el estío como buenamente sabían y, sobre todo, podían.
La escasez de medios económicos, el poco avance de la técnica, la imposibilidad de realizar desplazamientos y los mas diversos y variados factores hacían que los veranos sevillanos fueran eternos e insoportables, ante lo que sólo se podía oponer una buena dosis de ingenio o, en el peor de los casos, resignarse y esperar un tiempo mas agradable.
La primera barrera anticalor que tenían los sevillanos de antaño era la propia ciudad; de herencia musulmana, la trama urbana sevillana se componía de calles estrechas y angostas que, si bien con el paso del tiempo y los avances tecnológicos supusieron un grave problema, en esta época (en la que no había coches, autobuses… ni siquiera bicicletas), aseguraban sombra al transeúnte casi todo el día, con los grados de menos que eso conlleva. Y si la calle era mas ancha de lo recomendable, se ponían toldos, como en Sierpes o en Puente y Pellón sigue haciéndose aún hoy día.
Otros elementos de la vida cotidiana de la Sevilla antigua con los que se combatía el calor eran los corrales de vecinos. Con estas antiguas casas-patio ha pasado como con las calles; también de herencia morisca (mas antiguas aún, ya que éstas a su vez se desarrollaban de la domus con atrio romana), fueron fundamentales para soportar las altas temperaturas hasta la llegada del frigorífico, ventilador y otros avances tecnológicos.
La propia distribución de estos corrales, con sus viviendas agrupadas entorno al patio, era una forma ingeniosa y eficaz de combatir las altas temperaturas, ya que aunque no soplara nada de viento en la calle, en el corral se aseguraban la circulación del aire a través del patio y por tanto, se aliviaban un poco del sofocante calor. Otros elementos como zócalos, pavimentos de mármol o fuentes hacían que el termómetro descendiese bastantes grados con respecto al exterior. Pero el crecimiento extramuros de la ciudad, dejando los corrales prácticamente deshabitados, y los equipamientos de las nuevas viviendas que se estaban construyendo, que por sí mismas podían hacer frente al calor, precipitaron la desaparición del corralón de vecinos tal y como se había conocido hasta el momento, ya que era incompatible con las comodidades y necesidades de los nuevos tiempos.
Como las antiguas casas-patio, es decir, de herencia árabe pero siendo a su vez una adaptación de la Híspalis romana, estaban los Baños Públicos; es curioso, pero el número de este tipo de establecimientos desciende paulatinamente conforme avanzan los siglos, lo cual nos da una idea de la higiene de las distintas culturas que han pisado la ciudad; así, del gran número de baños romanos que se esparcían por la ciudad romana (recordemos, menos de la mitad de extensa que en la época almohade), su número baja considerablemente en época musulmana, hasta quedarse en sólo 3 establecimientos bajo el dominio cristiano, concretamente los baños de San Juan de la Palma (en la calle Aposentadores), los de la calle Baños (junto a la Iglesia de Veracruz) y los de San Ildefonso. Se ve que cuando Isabel la Católica dijo que no se bañaba mas hasta que conquistase Granada tampoco esta realizando un gran sacrificio…
Los Baños eran establecimientos que constaban de distintas salas con agua a varias temperaturas en los que se daban cita durante el día las mujeres, para tener exclusividad masculina al llegar la noche. Afortunadamente para la ministra Aído, en 1762 se cerraría el de San Ildefonso, último recinto de este tipo en desaparecer en nuestra ciudad.
Menos exquisitos pero mucho más prácticos eran los baños en el Río. Evidentemente, si había algo capaz de sofocar el calor y refrescar a los pobres sevillanos eran las aguas del Guadalquivir, que en épocas pretéritas estarían mucho mas limpias y claras que hoy día sin ninguna duda.
Para evitar las traicioneras corrientes fluviales (en una época en que aún no estaba la corta, es decir, el cauce natural era el que pasaba por la misma ciudad), los sevillanos colocaban vallas y cajones de madera a lo largo de toda la orilla, desde la Barqueta hasta San Telmo, improvisando piscinas de madera en las que escapaban de las altas temperaturas. Como en los Baños Públicos, aquí también había diferencia de horarios según el sexo, teniendo las mujeres desde la madrugada hasta las once de la mañana y los hombres hasta el toque de oraciones.
Pero las protestas de las autoridades, el crecimiento y adecentamiento del Puerto y la contaminación que empezaba a ensuciar el Río con la llegada de la revolución industrial y de los primeros recintos fabriles en la ciudad hicieron que esta práctica desapareciera.
O se transformara. Y es que la sofocada población hispalense no dudó en desplazarse aguas abajo, a una zona más limpia y menos contaminada, a la Punta del Verde, donde sobre unas bancadas de arena de origen natural se creó la playa artificial de Sevilla, la histórica María Trifulca, que alivió a las clases populares durante la primera mitad del siglo XX.
Y digo clases populares porque los más pudientes, aquellos que se podían permitir largos desplazamientos y ausencias durante unos meses de sus puestos de trabajo, pusieron el germen de lo que hoy es el deporte estival favorito: la invasión de las playas cercanas.
Matalascañas, Sanlúcar de Barrameda, Chipiona, Rota, Isla Antilla, Mazagón… el uso generalizado del coche (esos Seiscientos….) y un cambio en la mentalidad popular espoleado por el “boom turístico” de los años 60 comenzó a desplazar la población hacia estos paraísos limítrofes, quedando la ciudad prácticamente desierta durante buena parte de los meses estivales.
Y lo que no podían ir a la playa, a la piscina… La piscina femenina de San Pagés (junto a Santa Justa), Piscinas Sevilla, la Venta “El Pino”… hacen que la desaparecida María Trifulca pase pronto al cajón de los recuerdos hispalenses para aliviar a los que por una u otra razón se tenían que quedar en la ciudad.
Otro elemento que alivió durante bastante tiempo los sofocantes estíos sevillanos fue, curiosamente, el hielo. En una época sin neveras ni congeladores, el hielo (o la nieve) fueron un bien muy preciado en la ciudad durante la época veraniega, tanto para uso individual como en las fiestas y veladas que se celebraban durante estos meses, como la velá de Santa Ana.
Almacenado en edificios destinados para dicho uso, normalmente naves abovedadas llamadas “pozos de la nieve”, el abastecimiento de hielo llegaba a la ciudad principalmente desde Constantina.
Es curioso el funcionamiento de este comercio: almacenada la escarcha producida por las heladas invernales de la Sierra Norte en estos pozos, prácticamente se sellaban para evitar que se derritiera el preciado “oro blanco” y así, totalmente herméticos y cerrados, se mantenía en el interior de estos almacenes hasta la llegada del calor; entonces el hielo era transportado hasta Sevilla por las noches (para que aguantase mas tiempo) en recuas de mulas, vendiéndose al llegar a la ciudad y en sus alrededores.
El comercio de hielo era bastante intenso y lucrativo, siendo la base económica de un buen número de familias de Constantina; aún hoy queda uno de estos pozos, habilitado como Casa Rural, en la Carretera de Cazalla. Evidentemente creo que sea necesario referir cuando ni por qué se acabó el negocio….
Así que nada, el que no se consuela es porque no quiere, y aunque a algunos como el que escribe estas líneas le quede todavía mes y medio para tomarse su quincena de vacaciones, es bueno saber que es pese a todo un privilegiado si se compara con los veranos vividos por sus abuelos, aunque ellos pudieran tomarse una cerveza junto al palacio de don Miguel Sánchez Dalp….

25 de junio de 2008

Sevillano el que no bote

Esta es posiblemente una de las entradas mas difíciles y controvertidas que hago desde que, allá por el mes de Enero, decidí echar a andar este blog. Quizás me esté metiendo en terrenos pantanosos, quizás debería pasar del tema y obviarlo, como parece que han hecho por regla general los medios de comunicación andaluces; pero es que precisamente uno de los motivos por los que escribo esta página es para, además de compartir con vosotros mis sentimientos e inquietudes, vociferar delante de las teclas de mi portátil ante todo aquello que me duele y me hace daño, ante lo que normalmente poco o nada puedo hacer, pero que al menos me sirve como desahogo. Y este es uno de esos casos.

El pasado 15 de Junio acababa la Segunda División de la Liga Española de Fútbol, que por mor de patrocinios se ha venido denominando Liga BBVA durante toda la temporada. Uno de los equipos que no militará la próxima campaña en esta división será el Málaga CF, que junto a Numancia y Sporting de Gijón ha ascendido de categoría.

Como suele ser habitual en estas situaciones, la afición costasoleña se echó a la calle para celebrar el ascenso, culminando la fiesta con el tradicional baño de multitudes en el balcón del Ayuntamiento para ofrecer los logros simbólicamente a toda la ciudad.

Hasta este punto todo normal, es mas, cumpliendo uno a uno todos los pasos del repetitivo guión al que se suelen ceñir todas las celebraciones futbolísticas.

La historia comienza cuando un futbolista, Sandro, aprovechando esos segundos de fama que en dicha celebración se da a los ilustres vencedores en los balcones consistoriales micrófono en mano y que suele fundir los plomos de sus ajetreados cerebros peloteros (ver ejemplo en la entrada de La Gata Roma en la que se puede comprobar la capacidad neuronal de otro espécimen, Raúl Albiol, defensa internacional) entona un cántico que, en circunstancias normales, debería haber pasado desapercibido.

Y digo que habría pasado desapercibido porque tampoco voy ahora a criticar lo que canten los seguidores malacitanos, sería un verdadero ejercicio de hipocresía: me gusta el fútbol y he escuchado estribillos de índole parecida e incluso mas ofensivos en Sevilla hacia aficionados no sólo de Málaga, sino de casi todas (por no decir todas) las provincias andaluzas; solo hay que recordar las lindezas que se han visto en los últimos años en nuestros derbis particulares sevillanos.

El hermanamiento no es que sea precisamente una de las características de la que podamos presumir los andaluces, que solemos inclinarnos mas hacia el cainismo y a zancadillear a todo aquel que podamos, a ser posible el vecino mas próximo.

Por ello, que en una celebración 200, 2.000 o 20.000 malagueños jaleados por un futbolista con afán de protagonismo no tengan otra cosa que cantar que el célebre “sevillano el que no bote” es algo que me parece, a estas alturas de la película, normal.

De no ser por un personaje que se encontraba junto al improvisado cantante ataviado con una bufanda al cuello: Francisco de la Torre, alcalde de Málaga.

Como un autómata, este señor, sin dudarlo, comienza a botar junto a los miles de aficionados que se congregaban a las puertas del Ayuntamiento. Según describe La Opinión de Málaga:

"No faltó el ´Sevillano el que no bote". Y Francisco de la Torre botó, secundándole instantes después su asesor en materia deportiva, Antonio López Nieto. Elías Bendodo esbozaba una ´eterna´ sonrisa."

Creo que poco mas que añadir para describir el maravilloso momento vivido en el palco consistorial malagueño. Pero vamos, que aquí lo tenemos en vídeo (a partir del minuto 0:54).

El alcalde malagueño, como los perros de los concursos de mascotas que salen en televisión las mañanas de los sábados, salta para buscar su galleta en pos de sus cuidadores, esos ante los que tiene que parecer gracioso, simpático, cercano; en definitiva, ante los que pretende ser uno más.

Sin duda, esta situación es otro ejemplo mas de la bajeza y del papafritismo político en que nos encontramos sumidos actualmente (y no sólo en Andalucía), en un momento en que los políticos, con tal de agradar a su masa electoral, son capaces de agarrarse a cualquier clavo ardiendo para conseguir votos o popularidad, disimulando sus miserias mediante actitudes demagógicas y populistas.

Si uno de los que deben velar para que la herida que amenaza con fracturar las distintas provincias andaluzas no se haga mas profunda se comporta en situaciones como ésta en que debe dar ejemplo como un chaval de 16 años, mal andamos, muy mal. El principal representante de una ciudad no debe actuar como un hincha de fútbol, y menos en el balcón de su Ayuntamiento.

Ante actitudes como la del señor De la Torre (recordemos, el que debe dar ejemplo) ¿¿qué se le puede objetar a los comentarios de carácter violento que esta semana han aparecido en diversos foros futbolísticos (tanto sevillistas como béticos) de la ciudad vertidos, en este caso, por hooligans sevillanos??. Es la pescadilla que se muerde la cola, y se la seguirá mordiendo si los que deben evitarlo no ponen de su parte.

Lo peor es que el problema no es sólo del señor De la Torre, que al fin y al cabo puede ser un bufón (como tantos otros políticos); el problema también radica en aquellos que han hecho la vista gorda ante las acrobacias del alcalde y que no han alzado la voz ni siquiera para darle un tirón de orejas por miedo a represalias o para no perder carisma de cara al populacho.

Repito, no pretendo ni voy a enjuiciar los cánticos ni los gritos que se puedan proferir en un campo de fútbol, entre otras cosas porque esos mismos que ayer idolatraban a Sandro por subir a Primera mañana lo pueden poner verde si baja a Segunda; y bueno, estoy seguro que cuando el pasado verano nos dejó Antonio Puerta ellos lo sintieron mas que muchos socios del Sevilla FC. Lo patético del asunto es un alcalde que, debiendo dar ejemplo, no sabe estar a la altura de la situación ni del cargo que posee, por muchos saltitos que de.

Y es que es tan simple como que si todos los alcaldes tomasen la misma actitud que De la Torre cada vez que se celebre algo en nuestra comunidad los sevillanos seguiremos siendo yonkis y gitanos, Cádiz un pueblo de Jerez, Huelva un pueblo portugués y Málaga una puta ciudad. Y eso es triste, muy triste; porque así nos vamos al garete…

Si la unidad de Andalucía, nuestro avance y, por qué no, nuestro futuro, depende de alcaldes saltimbanquis y políticos cobardes, mal, muy mal, pinta la cosa. Y es que algunos parece que no se enteran…

20 de junio de 2008

La Sevilla Olímpica

El próximo 6 de Agosto se inauguran oficialmente los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Si no hay ninguna hecatombe de última hora, aspecto por otro lado nada descartable a tenor de la situación política y social que se vive en China, el gigante asiático organizará su primer evento de proyección internacional, o lo que es lo mismo, la más importante operación de lavado de imagen de su historia reciente.

Es realmente curioso que la llama olímpica viaje hacia un país que destaca precisamente por su poco respeto (o ningún respeto) a los derechos humanos más elementales. Se ve que, a la hora de elegir sede para la celebración de las Olimpiadas, en el COI priman en la actualidad una serie de factores de naturaleza materialista que han barrido el espíritu olímpico idealizado por el barón Pierre de Coubertin cuando resucitó los Juegos a finales del siglo XIX.

Sevilla, nuestra Sevilla, fue una de las ciudades candidatas a la celebración de estos Juegos. Y también a los anteriores, los de 2004 en Atenas. Y lo habría sido a los siguientes, que se celebrarán en Londres, de no ser por la intromisión de nuestros vecinos de Madrid, que sepultó las aspiraciones hispalenses de convertirse en ciudad olímpica gracias al favoritismo de algunos políticos y la incompetencia de otros.

Pero vayamos por partes. La Sevilla Olímpica surge en la cabeza de varios miembros de la clase política sevillana tras comprobar los grandes beneficios que la celebración de la Expo’92 habían reportado a la ciudad en forma de infraestructuras, inversiones, etc; estos políticos que por diversos motivos no habían sabido o querido estar a la altura del evento, ven en los Juegos un camino bueno, bonito y barato de redimir sus pecados y de paso satisfacer al electorado sin necesidad de demostrar excesiva brillantez ni mucha capacidad a la hora de gestionar la ciudad. Está claro que ante una celebración de este tipo, el éxito suele ser casi seguro, la rentabilidad aún más y lo mas importante: te lo dan todo hecho.

Paradójicamente, Sevilla y Barcelona, las dos grandes capitales del 92, habían aprendido perfectamente la lección y en menos de 5 años intentaron volcar las tornas, acogiendo unos Juegos Olímpicos la primera e inventándose una especie de Exposición internacional la segunda. Pero ambas fracasan; por un lado los catalanes celebran el Forum 2004 con mas pena que gloria, mientras que Sevilla, como se comentó mas arriba, es rechazada sistemáticamente de todas las candidaturas a las que opta para celebrar unas Olimpiadas.

En lugar de gestionar el legado que había dejado la Expo bien integrándolo definitivamente en la ciudad (se abandonaron el Cercanías y medio recinto de la Exposición, Jardines del Guadalquivir incluidos, que ahora, 16 años después, están empezando a ser rescatados), bien ampliándolo y mejorándolo con otras infraestructuras (SE-40, conexiones con Aljarafe, Metro… ¿para qué seguir?) la ciudad se embarca en una carrera olímpica que no sólo no paliaba sus auténticas necesidades, sino que nos dejaba joyas como ese recinto tan entrañable y querido por todos que es el Estadio Olímpico.

El Comité Olímpico hispalense presenta una candidatura para los Juegos de 2004 en la que figuraban algunos elementos tan pintorescos como pruebas de lucha en el anfiteatro romano de Itálica, que es rechazada en el primer corte por el COI en Marzo de 1997.

La escasez de plazas hoteleras en la ciudad (casi la mitad de las exigidas por el COI para una sede olímpica) y la deficiencia de infraestructuras adecuadas e instalaciones deportivas (tampoco había que ser un lince…) finiquitan las opciones de la Sevilla Olímpica. Por el momento… Y es que nada mas conocer la decisión se pone en marcha Sevilla 2008.

Esta vez la cosa se toma, como mínimo, mas en serio. Se proyectan tres villas olímpicas, se crean y mejoran una serie de recintos deportivos a lo largo de la ciudad… incluso se adecenta el Parque de Miraflores, que ya es decir. El segundo apartado de requisitos en la evaluación olímpica, el referente a infraestructuras, es olvidado por nuestros olímpicos políticos, y continuaremos sin Metro, sin SE-40, sin red de cercanías y con 3 puentes de acceso a la ciudad. Eso sí, se acaba el Estadio Olímpico….

Para demostrar la capacidad organizativa de la ciudad, se celebrarán una serie de eventos deportivos de carácter internacional como los Campeonatos Europeos de Natación de 1997 o los Mundiales de Atletismo del 99. Parece que en esta ocasión Sevilla 2008 había calado hondo en la ciudad, que era poseída por el espíritu olímpico al mas puro estilo Polstergeist: la Duquesa de Alba y el arzobispo se adherían al movimiento olímpico, teníamos nueva mascota, un logo bastante elegante y sevillano (que solo entendemos nosotros), una bufonada terrorista e incluso un exultante Lopera amenazaba con boicotear los Mundiales dando gratis conciertos de Ricky Martin (quién te ha visto y quién te ve, donmanué...)

Pero el sueño olímpico fue sólo una simple siesta de la que la ciudad despertó en Septiembre de 2000 con una nueva eliminación otra vez en el primer corte. Idénticos motivos aducidos por el COI echaban por tierra las aspiraciones de la ciudad que, aunque esta vez se lo había tomado mas en serio, seguía teniendo las mismas carencias prácticamente que en 1997 aderezadas con un puñado de miles de habitantes mas.

A candidatura muerta, candidatura puesta; y nuestros comisarios no iban a cejar en el empeño hasta tener una Sevilla Olímpica. Sin embargo un nuevo escollo, esta vez insalvable, se ponía en el camino de Sevilla 2012; y es que el enemigo estaba en casa, concretamente 530 kilómetros mas al norte: la ciudad de Madrid.

Gran perjudicada y olvidada en el 92 (incluso Galicia tuvo su parte del pastel con el Xacobeo), la capital se encontraba agazapada a la espera del mas que previsible fracaso de la candidatura sevillana, y una vez consumada ésta, presentó sus credenciales. Mas y mejores infraestructuras, cumplimiento sobrado del cupo de plazas hoteleras y una coyuntura política más que favorable dejaban en evidencia a la capital hispalense.

Únicamente la Junta de Andalucía podía tener algo de voz y voto, pero la excelente maniobra de designar Málaga como sede de las pruebas náuticas (lo cual, como se puede suponer, no supuso ningún tipo de cargo de conciencia en nuestros hermanos costasoleños, siempre tan predispuestos para con nosotros…(ver botes de su señor alcalde al grito de “sevillano el que no bote” en la reciente celebración del ascenso a Primera)) puso en jaque al gobierno andaluz, que dejó la ciudad al amparo de su suerte.

En fin, como dos ciudades de un mismo país no podían optar a los mismos juegos, el 21 de Enero de 2003 se realizó una votación en la que la asamblea del COE designaba Madrid como ciudad aspirante a los Juegos de 2012, con un total de 157 votos frente a los 103 de Sevilla.

La suerte estaba echada, pese al pataleo inicial de nuestros representantes, Sevilla se retiraba de la carrera olímpica, dejando el camino libre a una Madrid que igualmente fracasaría en las votaciones del COI, que designaba Londres como sede de los Juegos de 2012 y que como mínimo tendrá que esperar a 2020 para celebrar el evento, ya que los Juegos no suelen celebrarse dos veces seguidas en un mismo continente.

Sevilla se quedaba compuesta y sin juegos. Eso sí, con unos 120 millones de euros invertidos en un faraónico estadio que todas las mañanas en hora punta contempla los kilométricos atascos que se producen en el Puente del Alamillo, uno de los 3 únicos accesos a la ciudad desde el Aljarafe que hay desde 1992.

17 de junio de 2008

Hasta siempre Curro...

El pasado sábado se inauguraba oficialmente la Expo 2008 de Zaragoza. Hasta el 14 de Septiembre buena parte de las miradas de medio mundo estarán puestas en el evento maño, calificado como “la mayor fiesta del agua en la tierra”.

Pabellones temáticos o de los distintos países participantes, un acuario gigante, espectáculos, cabalgatas y desfiles, avances tecnológicos… ¿qué os voy a contar yo de una exposición universal?

Han pasado 16 años, pero al ver las imágenes de la inauguración no he podido evitar perderme en una mezcolanza de sentimientos que van desde la nostalgia hasta, por qué no decirlo, la envidia sana. Tantas vivencias, tantos recuerdos, tantas historias… Para mi la Expo’92 es como la primera novia: una sensación lejana, tierna, simpática, que en la actualidad es preferible observar desde la distancia porque ya sólo me puede dar disgustos.

Pero bueno, no es el objetivo de esta entrada mi primera novia, ni yo, ni siquiera la Expo’92; el protagonista no es otro que Curro, el pájaro de la cresta multicolor diseñado por el checo Heinz Edelmann.

Aunque al principio tuvo poca aceptación entre la siempre reticente y chovinista población de esta bendita ciudad, la impresionante operación de merchandising que se puso en marcha desde antes incluso de la exposición y el tremendo éxito que tuvo la misma hicieron que Curro fuera poco a poco introduciéndose en la vida cotidiana de todos nosotros: en las casas, en los coches, en las tómbolas de la Feria, en los bares bajo toda suerte de accesorios (regalo-huevo sorpresa, mechero, bolígrafo…), etc.

La mascota pasó a ser un elemento más de la ciudad y era raro quién no poseía un Curro en cualquiera de sus múltiples modalidades.

Pero el tiempo pasa y todo empezó a acabarse (menos el Metro, como siempre): se acabó la Expo, se acabó el 92 y por poco casi se acaba la Isla de la Cartuja. La figura de Curro empezó a languidecer y paulatinamente a desaparecer de la ciudad y de nuestras vidas.

De la antigua mascota solo quedan hoy pegatinas despintadas en la parte trasera de los pocos coches que aún resisten al plan Renove, además de algún que otro peluche amarillento olvidado por un emancipado mileurista en una estantería entre Gijoes o muñecas Chabel . Y menos que va a quedar, porque definitivamente Curro está en peligro de extinción….

Venía la pasada semana desde Dos Hermanas cuando al incorporarme a la autovía dirección Montequinto tuve ante mi una imagen impactante. Por un momento olvidé que el litro de gasoil está a 1,30, incluso que podía no encontrar ni siquiera combustible por mor de la huelga; siguiente salida Torrequinto, cambio de dirección, vuelta atrás y de nuevo de frente. Dar una vuelta mas ya habría sido rizar el rizo de la estupidez, así que paré el coche en la tienda de antigüedades que se encuentra a los pies de la incorporación para, escalando entre jaramagos y pedruscos, poder por fin deleitarme con la imagen. O entristecerme.

Rodeados de antiguos contenedores de basura, coches desguazados y otros trastos viejos de chatarra, sobre dos plataformas de tres pisos se encontraban los famosos Curros de los bares, esos en que se montaban los niños a balancearse y que hacían que las señoras mayores dieran un respingo cuando de repente saltaban con su famoso:

Hola, soy Curro, la mascota de la Expo’92
¿Quieres dar un paseo conmigo?

El que más mala leche tenía era el de Puente y Pellón, de largo el más traicionero de todos, aunque en el bar Las Flores, junto al mercado de Villegas, había otro que tampoco le iba a la zaga.

Una multitud de recuerdos empezaron en ese momento a aflorar hacia mi memoria y la imagen, que en un principio me pareció simpatiquísima, empezó a tornarse triste y melancólica.

La alegre concentración de pájaros amorfos que invitaban a los niños a dar el paseo a su lado dio paso a la cruel realidad, y es que los Curros se encontraban allí esperando el momento en que serían reducidos a chatarra. Estaban aguardando su última hora, el momento de entrar en el matadero, su San Martín particular (vaya tela con la metáfora...)

Poco o nada se puede hacer, entre otras cosas porque no creo que nadie pueda llevarse un Curro a su casa, pero si alguien sabe de un alma caritativa que, enternecida por la imagen, sea capaz de rescatar y adoptar a uno de estos desgraciados curritos, le ruego me lo comunique, ya que me ofrezco voluntario para, al menos una vez a la semana, contribuir a su mantenimiento echando los famosos 5 duritos, 15 céntimos o lo que haga falta (no se si ha subido el IPC en los cacharritos de bar).

Mientras tanto, ellos seguirán inocentemente con su alita derecha levantada completamente ajenos al terrible destino que les aguarda…

10 de junio de 2008

La Plaza del Duque de la Victoria

Era el 1 de Mayo de 1570. El reinado de Felipe II se encontraba en uno de sus momentos más dulces. La expansión de sus territorios por el Pacífico no hacía sino confirmar aún mas si cabe el dicho de que en sus tierras nunca se ponía el Sol, y eso que aún no había sido coronado Rey de Portugal.

El monarca, cuyo prestigio a nivel internacional estaba fuera de toda duda, quería consolidar su figura entre sus súbditos y para ello creyó conveniente realizar una visita a la ciudad mas importante de su vasto imperio y, a la sazón, del mundo conocido, la Sevilla Imperial.

La ciudad, para corresponder tal deferencia, quiso darle un recibimiento a la altura de tan augusto visitante y para ello se remozó casi por completo con el objetivo de sorprender al monarca y agasajarlo el tiempo que durara la estancia Real entre sus murallas, organizándole una visita de la cual el Rey quedaría para siempre agradecido.

Después de hacerle recorrer el Arenal para que comprobase de primera mano el ajetreo de los trabajadores en el muelle, las riquezas y tesoros que continuamente se descargaban de procedentes de América, el continuo movimiento de las Atarazanas, la vida en sí del Puerto de las Indias; el Cabildo hispalense dispuso que el Rey Prudente entrara al fin en la ciudad por la ostentosa Puerta de Goles, que desde ese momento sería llamada Puerta Real, tras la cual el agradecido pueblo hispalense lo recibiría como correspondía a tan mayestática presencia.

Atravesaba la comitiva real la calle de las Armas cuando llegaron a una señorial plaza en cuyo centro una fuente refrescaba el caluroso clima hispalense, una plaza ante la cual el monarca se detuvo maravillado por la grandiosidad y belleza de los edificios que la conformaban. Ante uno de estos palacios, el del Duque de Medina-Sidonia, que precisamente daba nombre al lugar, el Rey preguntó a sus acompañantes si se encontraba ante la casa del señor de la Villa.

De esta forma Felipe II, el monarca que, recordemos, estaba en ese momento enfrascado en la construcción de uno de los edificios mas importantes de la historia arquitectónica de España, el Monasterio del Escorial, quedó asombrado ante la majestuosidad del palacio del Duque y del entorno en que se encontraba el mismo.

Y es que estaba posiblemente en una de las plazas mas grandiosas de la época, de la que hoy día no queda absolutamente nada; una plaza de forma irregular rodeada de magníficos palacios entre los que destacaba el del Duque de Medina-Sidonia y el de los Solís, que mas tarde pasaría a manos de la familia Cavalieri. Y todo ello presidido por una bella iglesia de estilo gótico: la Iglesia de San Miguel.

Fundada por Fernando III, fue levantada de nuevo en tiempos de don Pedro I tras ser prácticamente derruida por un terremoto. San Miguel respondía al esquema típico de los templos de la época, con tres naves de las que destacaba la central donde se albergaba la capilla mayor, mientras que las dos laterales eran más pequeñas. Todo lo cerraba una bella torre, resto quizás del antiguo alminar de la mezquita sobre la que se levantaría la iglesia primitiva.

Presidiendo esta insigne plaza y toda la collación en concreto, la parroquia de San Miguel tuvo un papel fundamental en el nacimiento de la Semana Santa hispalense, ya que bajo su techo albergó nada mas y nada menos que a las hermandades de El Amor, Pasión, la Sacramental y la Soledad de San Lorenzo. Su enclave privilegiado y los ilustres vecinos que tenía el templo hacían de San Miguel una pieza clave en el entramado cofradiero que poco a poco se iba levantando en la ciudad.

Desgraciadamente, las vidas de San Miguel y de la Plaza del Duque irán unidas a la de la ciudad misma, y al entrar Sevilla en decadencia por el propio ocaso del Imperio español, la pérdida del monopolio del comercio de Indias, la terrible epidemia de peste que en 1649 se llevó por delante a mas de 60.000 personas (nada mas y nada menos que cerca del 46% de la población) y diversos factores mas, nos encontramos que a finales del siglo XVIII plaza e iglesia se encontraban en un estado lamentable de conservación.

Los Duques habían segregado el otrora inmenso palacio en diversas edificaciones, como el Colegio Alfonso X “El Sabio” (en el extremo con la calle de las Armas, actual Alfonso XII) o simplemente lo habían dejado en ruinas, situación en que se encontraba el torreón que lindaba con la calle Palmas (actual Jesús del Gran Poder), donde Pablo de Olavide proyecta un teatro que no llega a hacerse al completo, quedando abandonado hasta que es utilizado por los franceses como cuartel durante la invasión napoleónica.

A la iglesia de San Miguel no le iría mucho mejor; también en estado ruinoso, el párroco titular, conocido como “el cura Vega”, acomete una reforma bastante desafortunada que deja el templo muy tocado, aunque ello no es óbice para que siga siendo uno de los principales lugares de culto de la ciudad.

Pero parece ser que al gobierno revolucionario que gobernaba Sevilla en 1868 no le importaba mucho el culto ni la Semana Santa, como ya vimos en Santa Lucía, y al igual que esta iglesia, San Miguel entra entre las 11 parroquias que debían ser derribadas, al igual que la antes citada y otras como Santa Catalina, San Marcos, Santa Marina o Madre de Dios.

Las protestas de la Comisión Provincial de Monumentos Artísticos, a cuyo frente figuraba el arquitecto Demetrio de los Ríos, logró salvar de la piqueta revolucionaria a la mayoría de estos templos, pero no pudo hacer nada con San Miguel (Madre de Dios se salvó de milagro, nunca mejor dicho).

En Septiembre de 1868 se inicia la demolición de San Miguel, que como hemos dicho no se encontraba en condiciones óptimas, junto a otros edificios religiosos de la ciudad que habían sido señalados por el dichoso informe como el Oratorio de San Felipe Neri o los conventos de las Dueñas, Regina y algunos mas.

Afortunadamente la citada Comisión sigue trabajando y propone el 30 de Julio del año siguiente que sea reconstruida la iglesia en su totalidad, propuesta que es en principio aceptada, solicitándose incluso un presupuesto para ver a cuanto ascendería la restauración, pero que de nuevo es desechada, desapareciendo para siempre la Iglesia en 1871.

El gran legado artístico y cultural que había ido acumulando el templo a lo largo de los siglos se dispersó por diversas parroquias de la ciudad, como sucedió con la peana de plata de la Virgen del Rosario, que hoy día se encuentra precisamente sobre la Inmaculada del “Alma Mía” (procedente del ya comentado Convento de San Diego) en la iglesia de San Antonio Abad; o las rejas de la capilla de la Soledad, que se trasladaron junto a el resto de enseres de esta hermandad a la vecina iglesia de San Lorenzo; lo que no pudo ser trasladado se perdió para siempre, como los restos de Américo Vespuccio.

Rejas de la antigua Iglesia de San Miguel,
actualmente en San Lorenzo

En su lugar se levantaría el Teatro de Variedades del Duque, uno de los muchos edificios de este tipo que surgirían en el último tercio del siglo XIX, como el Llorens, el Pathé, el Imperial o el Cervantes, único que ha llegado hasta nuestros días, aunque transformado en cine.

Alternando desde 1905 el uso de sala de cine con teatro, en el Duque se estrenan obras como la zarzuela "La Romería del Rocío" en 1921 o el primer trabajo dramático de los hermanos Álvarez-Quintero, “El peregrino”, así como se proyectan las películas de los pioneros en el arte del celuloide, como “Un viaje a la Luna”, en marzo de 1903.

Destacaba por su horario intempestivo, ya que daba sesiones hasta bien entrada la madrugada, con lo cual era sitio propicio para encontrar a los trasnochadores de la ciudad, con todo lo que esto conlleva…

Las paradojas de la historia, la iglesia que había sido cabecera de una de las zonas mas exquisitas y señoriales de ciudad se transformaba en el Teatro con peor fama de la misma, y es que dentro la mala reputación que tenían estos recintos el del Duque era de largo el peor considerado, ya que en sus salas se podía encontrar la flor y nata de la delincuencia y prostitución de la Sevilla de la época.

En la Plaza mientras tanto las transformaciones se suceden igualmente. Para empezar por su propio nombre, ya que en 1841 lo cambia por Plaza del Duque de la Victoria, en honor al general Espartero. La fuente del siglo XVI tampoco aguantaría mucho mas, y en 1892 es sustituida por la estatua de Diego Velázquez, obra de Susillo y que aún hoy preside la collación.

Palacio del Marqués de Palomares,
mas tarde Almacenes del Duque

Pero es la arquitectura edilicia la que cambia ostensiblemente hasta el punto que no sólo se devuelve a la plaza su antiguo esplendor, sino que incluso se aumenta. De la fachada oeste solo se mantiene el Colegio, ya que en el antiguo teatro de Olavide que habían dejado en ruinas los franceses edifica el Marqués de Palomares un maravilloso palacio neogótico que, tras ser abandonado a principios del siglo XX, albergaría los Almacenes del Duque.

Entre ambos edificios, Colegio y palacio, construiría don Miguel Sánchez-Dalp uno de los mejores y mas celebrados complejos palaciegos de la historia de la ciudad, emblema de la pujante arquitectura regionalista de los años previos a la Exposición del 29.

En el flanco oriental se mantenía el Palacio de Cavalieri, aunque embellecido con la portada del antiguo Palacio Quirós, que había sido trasladada desde la Gavidia tras el incendio del mismo.

Palacio de los Cavalieri y portada
del mismo que aún hoy se conserva

Para completar la plaza, entre la calle Tarifa y La Campana se realizó una edificación de tres pisos con un bello mirador regionalista, mientras que en el flanco sur se ubicarían la Farmacia Central y el Hotel Roma, que entrado el siglo XX cambiaría su nombre por Hotel Venecia.

La remozada Plaza del Duque de la Victoria recuperaba su grandiosidad y belleza, convirtiéndose una vez mas en uno de los centros neurálgicos de la ciudad hasta que llegamos desgraciadamente al ecuador del pasado siglo XX.

Uno a uno, todos estos edificios que rodeaban la estatua de Velázquez y que de nuevo habían dado un aire señorial y solemne a la plaza, caen bajo la piqueta y la especulación urbanística de los gobernantes de la ciudad en lo que es uno de los mayores atropellos patrimoniales de la historia de Sevilla.

Palacio de Miguel Sánchez-Dalp

El Colegio Alfonso X “El Sabio” y los palacios de Sánchez-Dalp y del Marqués de Palomares son demolidos en 1960 para hacer uno de los edificios mas lamentables y antiestéticos de la ciudad; el Palacio Cavalieri corre la misma suerte en 1963 para el mismo fin (aunque se conserva parte de su fachada), mientras que el Hotel Venecia sigue sus pasos al poco tiempo. En poco menos de una década se había arrasado completamente una de las principales plazas de la ciudad, “proeza” que no estuvo al alcance ni siquiera del mismísimo mariscal Soult.

Previamente, en 1950, había corrido la misma suerte el Teatro-Cine del Duque, sobre cuyos cimientos se alzó el edificio de los sindicatos, actualmente convertido en el Hotel América y en la sede de Comisiones Obreras.

La única imagen que se puede obtener hoy
de la antigua Plaza del Duque de la Victoria

La catástrofe ya había sido consumada; de la magnífica plaza señorial rodeada de palacios solo se había salvado la estatua de Velázquez y parte del edificio que hacía esquina con La Campana, quedando el resto almacenados en la memoria de los que hace años pasearon bajo sus árboles y en las fotografías que han llegado hasta nuestros días, gracias a las cuales nos podemos hacer una idea del pasado esplendor de este rincón de la ciudad, quién sabe si para nuestra desgracia: y es que, si ya de por si las comparaciones son odiosas, saber que donde hoy se levanta esa inmensa mole color blanco un día se encontraban los palacios del Marqués de Palomares y el de Miguel Sánchez-Dalp es, como mínimo, para llorar…

8 de junio de 2008

Pinturas Rupestres "Made in Sevilla"

Estamos de enhorabuena. La ya de por sí extensa y variada oferta turística de nuestra ciudad se ha visto incrementada en las últimas fechas en un campo que hasta ahora estaba vacante dentro del vasto patrimonio cultural hispalense: las pinturas rupestres.

Y es que en pleno Paseo de las Delicias, en el muro de cerramiento del Palacio de San Telmo, justo en el hueco que hay entre los falsos torreones del antiguo puesto de guardia palaciego, han aparecido unas maravillosas pinturas perriformes que ya querrían para sí muchos yacimientos prehistóricos.

En concreto se trata de la figura de un perro, concretamente una hembra de Fox-Terrier en avanzado estado de gestación que saluda amablemente a los turistas que bajan de los muchos autobuses aparcados entre la puerta lateral del Palacio que se encuentra junto al torreón y el Pabellón de Chile.

Supongo que el responsable de tan simpática iniciativa debe ser bastanta ducho en el uso del factor sorpresa y por ello ha dejado intactos los desconchones que parchean el muro para que los visitantes, tras una primera impresión negativa ante el lamentable estado de conservación del conjunto, queden sobrecogidos de admiración al ver la pintura.

Exactamente no se cual será el origen de este perro rupestre: puede ser fruto de la casualidad, obra de un artista urbano anónimo que se ha entretenido en una nueva suerte de graffiti en bruto o incluso algún fenómeno paranormal que ha aparecido en nuestra ciudad en plan caras de Bélmez.

Lo que sí está claro es la causa de tan singular formación pictórica, que no es otra que la dejadez (una vez mas) en este caso del entorno del Palacio de San Telmo.

A decir verdad no es mas que una chorrada que me ha hecho gracia y bueno, tampoco quiero ser mas papista que el Papa, aunque teniendo en cuenta que posiblemente la presencia del perrito se dilatará en el tiempo (me temo que como mínimo hasta que se caiga totalmente la pintura del muro o se termine de restaurar San Telmo) no estaría mal que algún altruista pintor rematara la faena añadiéndole unos ojos y una boquita; al menos así los turistas pensarán que está hecho adrede….

6 de junio de 2008

Las Cruces de Mayo

Una de las fiestas mas tradicionales y antiguas de las muchas que se celebran en Sevilla son las Cruces de Mayo; su carácter exclusivamente popular, su gran arraigo entre la población, su propia forma de celebrarse, su continua adaptación a los nuevos tiempos y circunstancias que se han interpuesto en su camino…; son tantos y tan variados los factores que confluyen en esta fiesta, que a priori podría pasar desapercibida entre otras de mas renombre, que se puede considerar un auténtico medidor del estado vital de la ciudad, ya que la evolución de Sevilla en sí misma es prácticamente la evolución de la misma fiesta.

Las Cruces de Mayo de la Sevilla de hoy en día no tiene nada que ver con la de hace 100 años, que se asemejarían mas a la que se celebran en Córdoba, Granada o Lebrija. En Sevilla, por el contrario, las Cruces de Mayo han evolucionado tanto como para poder afirmar que en la actualidad no se puede hablar de una fiesta en concreto, sino de una variedad de festejos distintos según el lugar en que se celebren e incluso de cómo y quién los celebre.

Hay varias teorías sobre el origen de esta fiesta, aunque todas tienen como origen común el hallazgo de la Verdadera Cruz en que murió Cristo, encontrada por Santa Elena en Jerusalén 300 años después de que éste falleciera tras haber excavado el Monte Calvario. La importancia de este hallazgo tuvo como principales consecuencias la proliferación de astillas de la misma a lo largo de toda la cristiandad y la adición de una nueva fiesta en el calendario, la Invención de la Santa Cruz, que se celebraba el 3 de Mayo hasta que fue abolida en el Concilio Vaticano II.

Desde este punto todo se dispara: origen pagano, origen religioso, lo cierto es que en el siglo XVI se documenta la existencia de una fiesta cuya base es una cruz adornada entorno a la que se celebran bailes, juegos y cantes y que hasta bien entrado el siglo XX fue una de las mas importantes celebradas en la ciudad.

El carácter popular de la Sevilla de entonces era la base principal sobre la que se asentaba la fiesta de las Cruces; una población hacinada en corralones de vecinos que cuando por mayo llegaba la calor se volcaba hacia su patio y lo engalanaba con una gran cruz, con guirnaldas, flores, macetas…; esos días la convivencia de los vecinos se desarrollaba exclusivamente en el patio, es mas, la vida de la comunidad era la fiesta en sí, la Cruz de Mayo.

Los vecinos rivalizaban entre sí para ver cual era el patio mejor adornado, escribían coplas y sevillanas de sus corrales y de sus fiestas, y, como suele suceder cuando en esta ciudad se huele a religión, sacaban en procesión sus engalanadas cruces por las calles del barrio.

Pero una serie de factores pusieron punto y final a la fiesta tal y como se había venido desarrollando hasta entonces, aunque ni mucho menos acabaron con ella.

El primer y mas importante escollo a tener en cuenta fue la desaparición y transformación de la Sevilla clásica. La ciudad, con el discurrir del siglo, explota de su tradicional frontera intramuros y los vecinos de los corrales se trasladan a las nuevas barriadas que se están formando en el cinturón de huertas que desde antaño rodeaba la ciudad. La casa de vecinos queda deshabitada o directamente desaparece bajo la piqueta.

Otro problema era la acumulación de festejos en el mes de Mayo. La proximidad de la Semana Santa, la Feria, el Corpus, San Fernando y el aumento de la devoción por la Virgen del Rocío hacían que el calendario laboral del quinto mes del año fuera poco menos que anecdótico. Si a esto añadimos como se ha comentado la desaparición del día de fiesta original y los problemas que tuvo con la Iglesia (el cardenal Ilundáin llegó a prohibir a las hermandades su participación en las cruces), se puede decir que “oficialmente” las Cruces de Mayo se habían borrado del almanaque de la ciudad.

Para colmo con el inmenso auge que alcanza la Feria de Abril, la puntilla ya está dada. El sevillano traslada su casa al Real, la caseta se convierte en el nuevo corral de vecinos, que queda deshabitado durante una semana; las guirnaldas con las que antes engalanaba el patio las usa ahora para adornar la caseta, en la que canta, baila, come e incluso pone a competir con las demás para elegir la mejor adornada.

Pero si hay algo que en esta ciudad se respeta (o se pretende respetar) son las tradiciones; y si a éstas va unida una fiesta, no hay nada que objetar.

Los antiguos vecinos de los corrales, ahora diseminados por los nuevos barrios, se llevan consigo la vida de la casa-patio, pero también sus tradiciones y sus costumbres. Ya lo decían los Cantores de Híspalis refiriéndose a una de estas barriadas llena de gente güena:

Polígono de San Pablo, barrio de barrios
de costumbres populares y corraleras

Nacen las velás; la Cruz de Mayo ya no se celebra en el Corral del Conde, ni es en Mayo y ni siquiera hay cruz; ahora Pino Montano, San Diego, Los Granados y los nuevos barrios hacen su fiesta particular, engalanan sus portales y, como antaño, rivalizan entre ellos por ser el que mejor adorne su calle. Se mantiene el sabor tradicional, aunque en otro escenario.

Esta transformación no se queda solo en la velá, sino que la Cruz de Mayo prácticamente se reinventa a sí misma. De nuevo vuelven las Hermandades a realizar fiestas por el mes de Mayo, aunque no en una fecha concreta; de nuevo vuelven a sacar sus cruces engalanadas y de nuevo se organizan festejos en las antiguas plazas de las iglesias.

Aunque si hay algo que no ha variado y que sigue manteniendo vivo el recuerdo de esta antigua fiesta popular son las cruces de mayo propiamente dichas, esos pequeños pasos que sacaban los vecinos de sus corrales para pasear por el vecindario y que ahora prácticamente dejan vacías las obras de palés de ladrillos. No es raro, aunque desgraciadamente cada vez se de menos, ver al típico grupo de niños con su paso biplaza, su cruz y su cesta de dinero haciendo revirás en los pasos de cebra o en su modalidad “avanzada” con la banda de cornetas detrás.

Pero las cosas cambian, para bien o para mal. Si bien no en crisis, se puede decir que ha habido en los últimos años un gran retroceso en esta tradición. En plena época de las telecomunicaciones y del individualismo extremo, las velás de barrio están desapareciendo de muchos sitios y perdiendo importancia en los que aún se celebran; respecto a las cruces de mayo la cosa es peor aún si cabe; lo mismo que con las bolas, las chapas o el trompo, la play station hace estragos por donde pasa, y hoy día es impensable que un niño que acaba de matar tres generaciones de orcos se vaya a poner a clavar las patas de un paso: cuestión de gustos, pero vamos, ellos se lo pierden.