ciudad.(Del lat. civĭtas, -ātis).
1. f. Conjunto de edificios y calles, regidos por un ayuntamiento, cuya población densa y numerosa se dedica por lo común a actividades no agrícolas.
Esta es la primera definición que ofrece la RAE para el término ciudad. Edificios, calles, regidores, habitantes… todos son elementos que forman una población.
Esta era la teoría; en la realidad no es que todos esos factores no sean una ciudad, es que ni siquiera llegan a ser los principales.
Recuerdo que cuando estuve en Madrid por primera vez me llamó la atención que en los bajos de los soportales de la Plaza Mayor la gente estaba sentada en el suelo (o donde buenamente pudiera) comiendo bocadillos de calamares. Era curioso el contraste que había entre los bares tradicionales madrileños con sus vitrinas y mostradores repletos de estos cefalópodos con esa urbe moderna y vanguardista que yo había visitado horas antes y que me había dejado maravillado. Pero es que hasta ese momento no conocí realmente la ciudad; hasta ese momento no me di cuenta que era mucho más que el Reina Sofía, el Prado o el Palacio Real; me había llevado dos días visitando monumentos, pero no fue hasta que me comí un bocata de calamares y me bebí una cerveza con dos dedos de espuma cuando realmente empecé a sentir que estaba en Madrid.
Algo parecido ocurre en Sevilla. El sevillano, bien por la climatología, bien por su forma de ser, bien por razones culturales, es muy dado (y mas que el madrileño) a echarse a la calle; Sevilla no sólo es Feria, Semana Santa y Corpus; Sevilla también son sus domingos en el Alamillo, sus belenes en Navidad, sus velás de barrio y sus cervezas en los bares.
Precisamente uno de estos bares lo cerraron la semana pasada. Con apenas dos años de vida, una normativa municipal ha acabado con 40 años de tradición.
Las justificaciones que se han dado a dicha decisión son tan peregrinas como cuestionables:
- que incumple la normativa (el bar que esté libre de pecado que tire la primera cerveza)
- que molesta a los vecinos (un bar que lleva abierto mas de 40 años no puede molestar a los vecinos; puede molestar el primer año, el segundo e incluso el tercero, pero en 40 años ha dado tiempo a que los vecinos se adapten al bar y el bar a los vecinos)
- que incumple la ley antibotellón (el primero que aún no ha cumplido dicha ley es el propio consistorio, que todavía se está pensando la ubicación del botellódromo)
Excusas baratas, ya que posiblemente la causa principal del cierre haya sido que los encargados de tomar dicha decisión no tendrán ni idea de cuanto cuesta una cerveza en la calle.
O porque nunca se la han tomado o porque de tanto viaje en coche oficial ya se les ha olvidado. No hay más.
Supongo que te refieres al Tremendo...
ResponderEliminarEstoy de acuerdo en lo que expones, saludos.
Yo creo que las cosas siempre son algo más complejas y que, probablemente, todos tengan su parte de culpa: bar, vecinos y ayuntamiento. En lo que sí coincido es en que la solución menos satisfactoria es la del cierre de un bar con arraigo en Sevilla, como tantos otros.
ResponderEliminarEspero que vuelva a abrir sus puertas más pronto que tarde.
Un saludo.
Gran exposición del tema amigo Du Guesclin.
ResponderEliminarOpino exactamente lo mismo que tú en dos puntos que me han encantado:
- Un bar con cuarenta años de historia no molesta los últimos años. Simpre ha estado ahí.
- "Sevilla también son sus domingos en el Alamillo, sus belenes en Navidad, sus velás de barrio y sus cervezas en los bares...". Genial. Sevilla es un cúmulo de elementos: tradicionales, culturales, personales, festivos, íntimos, públicos, naturales, etc...
Un fuerte abrazo amigo.
Sevilla también es el caciquismo, el tradicionalismo barato y la hipocresía.
ResponderEliminarNuno, extrapolando los bares a las ciudades, la ciudad que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Eso si, te puntualizo una cosa, mas que caciques, en Sevilla hay Cruzcampos, aunque nos cierren el Tremendo.
ResponderEliminar