20 de marzo de 2008

Vuelven los años 40

Decía Nietzsche que es imposible que no se repitan las mismas situaciones una y otra vez. En base a este argumento tan simple cimentó su teoría del “eterno retorno”; una teoría ya existente en al Antiguo Egipto pero que no fue realmente enunciada hasta la obra maestra del genial filósofo alemán, “Así habló Zaratustra”.

Las situaciones, los acontecimientos, todo se repite una y otra vez en intervalos mas o menos variables de tiempo. El fin genera un principio, y así sucesivamente hasta (se supone) el infinito.

Un claro exponente de esta teoría es la moda. No hay mas que darse un paseo por la calle Tetuán para comprobar que la misma ropa que hoy en día copa los escaparates de los establecimientos estaba de actualidad hace 20 años. Y lo que es peor, hace 10 fue desterrada de nuestros armarios (los que gusta es cíclico, lo que no gusta también…).

La ciudad de Sevilla, quizás auspiciada por esa “modernidad” que nos venden sus políticos, quizás en un intento de regeneración espiritual o quizás (y lo mas seguro) por caprichos del destino que vaya usted a saber por qué se han dado todos al mismo tiempo; parece haberse apuntado a la moda “revival” y está realizando este año un particular regreso a los años 40.

Tranvías y catenarias, fajines polémicos que traen de nuevo a la actualidad al mismísimo Queipo de Llano, un Sevilla FC ganando títulos, vacas flacas en temas económicos, problemas con la vivienda. Los 40 en estado puro.

El último guiño a este retorno espacio-temporal lo ha dado curiosamente uno de los grandes estandartes de la ciudad, quizás el mas universal y a la vez el menos proclive a experimentar cambios y, por tanto, el que era mas difícil de esperar: Ntro. Padre Jesús del Gran Poder, que saldrá este año con una túnica bordada en lugar de la tradicional túnica lisa de terciopelo morado.

No se daba esta circunstancia desde 1948, exactamente 60 años desde entonces, y tendremos que esperar hasta esta madrugá, con la venia de la lluvia y de los meteorólogos, para volver a ver al Señor de Sevilla con la Túnica de los Cardos.

Al menos una noticia agradable en un día tan triste como este Miércoles Santo en que no ha salido ninguna procesión por culpa de unas nubes que no han hecho mas que pasearse durante toda la tarde por los cielos sevillanos; esperemos que de nuevo el tiempo se cíclico y no se vuelvan a quedar sin salir los Baratillo, Panaderos y demás hermandades hasta dentro de otros 60 años.

19 de marzo de 2008

La Mezquita de la Cartuja

El próximo 23 de noviembre se cumplen 760 años de la entrada en Sevilla de las huestes de Fernando III, monarca castellano que pasó a la historia como el Rey Santo (fue elevado a los altares por Clemente X en el siglo XVII) y que arrebató la ciudad del dominio musulmán bajo el que se encontraba sumida hacía mas de 500 años.

La reconquista no fue traumática para Sevilla desde el punto de vista social, significando más bien un cambio de poder al mantenerse en líneas generales la misma población, tan solo repoblándose con los vencedores las zonas que habían quedado vacías tras la conquista.

De esta forma a las ya afincadas comunidades musulmana y judía se les sumó una nueva comunidad, la cristiana (ya existente pero que desde ese momento pasó a ser mayoritaria y por supuesto dominante) conviviendo estas 3 culturas durante algunos siglos, los suficientes como para erigir la ciudad en la cabeza visible del reino castellano-leonés y a la postre del incipiente reino español; no en vano son de esa época precisamente los principales hitos de la Sevilla cristiana, la Catedral y el Alcázar.

Pero estos tiempos dorados no duraron mucho y no tardó en aparecer una especie de proceso involutivo, sobre todo a nivel de respeto y convivencia: judíos, musulmanes, moriscos… todos fueron antes o después expulsados en una búsqueda de un supuesto puritanismo racial y religioso que no hizo sino empobrecer la ciudad en todos sus niveles e incluso dejar algunas escenas macabras y tristes que aún hoy día son recordadas en tradiciones y leyendas transmitidas durante todos estos siglos.

Parece ser que el devenir de los tiempos no ha enterrado aún esa tendencia involutiva y esta misma semana nos hemos despachado un nuevo episodio del empobrecimiento social y en ocasiones cultural que se viene arrastrando desde esa época con la ubicación de la nueva mezquita que, casi ocho siglos después, volverá a tener la ciudad. Una mezquita que en vistas del extraordinario aumento de población musulmana que se ha producido debería ser una necesidad pero que, contrariamente, se ha convertido en un nuevo motivo de polémica y sobre todo, otra demostración de lo retrógrada e intolerante que puede llegar a ser la sociedad sevillana.

Después de años batallando con asociaciones vecinales convertidas poco menos que en ángeles custodios de la civilización occidental, colectivos sociales y “culturales” semi-integristas y políticos que en ocasiones parecen sacados de un tribunal de la santa Inquisición, la mezquita ha tomado el camino que suelen tomar todas las cosas “incómodas” pero necesarias para la ciudad, el camino de la Cartuja.

Parece ser que para vivir en la Sevilla del siglo XXI habrá que pagar un impuesto religioso, o al menos un billete de autobús, si no comulgas (y nunca mejor dicho) con los descendientes del rey Santo, que a buen seguro hoy podría darles lecciones de civismo y educación cultural a esos que pasean su pendón los días 30 de mayo.

Curioso el puritanismo religioso y cultural que pretenden algunos en plena época de las telecomunicaciones y la globalización.

Curioso que en la Sevilla del siglo XIII hubiera menos problemas de convivencia que en la del XXI.

Curioso que unas personas que mataban en nombre una religión y unas creencias fueran más tolerantes que las de hoy en día, que sólo pisan iglesias una semana al año.

Curioso. Y preocupante.

7 de marzo de 2008

Cualquier tiempo pasado...

Hubo un tiempo en que Semana Santa y Tranvía podían convivir en Sevilla a la misma vez; un tiempo en que se veía normal que mientras discurría una procesión pasara cerca un tranvía o incluso esperara el paso de la misma para continuar su servicio; un tiempo en que no se desmontaban catenarias ni se camuflaban bajo farolas fernandinas.

Un tiempo como el de la foto, donde aparece el Cristo de la Fundación atravesando la calle Recaredo mientras un tranvía espera su paso. Esta estampa, que hoy día sería imposible, era habitual en los primeros años del siglo XX; tan habitual que en el año 43 un tranvía atropelló al mismísimo palio de la Virgen de la O.

Pero ha llovido mucho desde entonces. Demasiado.

Hoy día el único punto en común entre Semana Santa y Tranvía es el de servir de argumento en sus continuas disputas a la sevillanía clásica, la de los sevillanitos y la de los anti-sevillanitos.

Los unos en contra de desmontar las catenarias y parar el servicio del tranvía durante la Semana Grande; los otros en contra de las catenarias y del tranvía; pero lo cierto es que todos están de acuerdo en que había que protestar.

Porque básicamente se trata de eso, de protestar; usando la lógica ni se va a desviar la Carrera Oficial para que pase el tranvía ni se va a permitir el paso a la Plaza Nueva de cualquier otro medio público de transporte, llámese autobús, tranvía o incluso Metro, porque afortunadamente hoy día, en 2008, prima la seguridad sobre gustos estéticos, tradiciones o manías de algunos.

Todo tiene su tiempo, aunque muchos no lo entiendan; o no lo quieran entender.

6 de marzo de 2008

La Piel se vuelve áspera

Sevilla es una ciudad que en muchas ocasiones peca de conservadora. Cuanto más viejo, más inmovilista y más tradicional sea todo parece que mejor le sienta al sevillanito de oficio.

Por eso, cuando en el verano de 2004 José Carlos Mariñas ganó con su proyecto “La Piel Sensible” el concurso convocado por el Ayuntamiento para remozar el diseño urbano obsoleto y, ante todo, feo del entorno Alfalfa-Salvador, la noticia fue tomada por mucha gente, yo el primero, con bastante optimismo, pero también con ciertas dosis de reserva.

Un proyecto que unificara el entorno disgregado, incómodo y anticuado de la zona en cuestión era necesario, podríamos decir que imprescindible, para una ciudad que pretende ser escaparate y foco de atención de un turismo basado principalmente en la oferta cultural. Y lo que había en esa época en Alfalfa, Plaza del Pan, Pescadería y el mismo Salvador no era precisamente el mejor reclamo para dicho turismo.

Así pues, se convocó un concurso, cosa normal en estos casos, se falló el mismo, cosa que también entra dentro de lo habitual, y, para incredulidad de muchos, se iniciaron las obras, lo cual ya es mas complicado en esta bendita tierra.

Y el mas difícil todavía: se terminó una primera fase, Plaza del Pan-Pescadería (y aledaños), e incluso una segunda, con la reurbanización de la Plaza de la Alfalfa, y lo que ya era de locura es que incluso el proyecto seguía siendo respetado, sorteando las visiones apocalípticas de los de siempre acerca de farolas, bancos, pavimento y demás mobiliario urbano criticable o susceptible de ser criticado.

Pero claro, a la tercera fue la vencida y en esta última fase, la que tocaba la Plaza del Salvador, la Piel Sensible, que de esquivar obstáculos y críticas poco menos que se había convertido en la Piel Escurridiza, ha tocado hueso, o lo que es lo mismo, se ha topado con el señor Alcalde.

Farolas fernandinas (maniático este hombre con estas farolas…), bancos de forja, verja de la Iglesia a ras de suelo y sobre todo, la sustitución del pavimento original del proyecto por adoquines, tal y como se encuentra en la actualidad, han dado el estoque final al proyecto y, lo que es peor, han echado por tierra estos 4 años de obras, ya que, de seguir adelante las ideas del señor Monteseirín, finalmente tendremos otra vez lo mismo que antes, solo que mas nuevo.

Porque si la idea del proyecto y el motivo por el que fue convocado el concurso era unificar estética y funcionalmente el entorno y hacerlo un elemento común, con las nuevas decisiones del Alcalde no solo se da un paso atrás, sino que no se hace nada de esto, ya que volvemos básicamente al punto de partida, con distintos espacios urbanos de distinta estética y de distinto tipo; que en vez de 5 plazas distintas tenemos ahora 2, vale, pero nadie me va a quitar de la cabeza que finalmente todo ha sido un simple lavado de cara. Como siempre.

1 de marzo de 2008

El Amor y el botellón

Estamos todos de enhorabuena. La Iglesia del Salvador, después de la Catedral el templo más importante y grandioso de la ciudad, ha terminado por fin de ser restaurada.

Después de años oculta tras toldos y andamios ha vuelto con todo su esplendor, resurgiendo de sus propias cenizas, de esas propias cenizas a que se vio abocada por la dejadez e incompetencia de los distintos moradores del consistorio que no se percataron del lamentable estado de conservación en que se encontraba y que la tenía prácticamente sentenciada a una muerte lenta y silenciosa, la misma muerte en que se debaten otras joyas de la ciudad con menos impacto mediático como Santa Catalina.

Pues bien, para alegría de todos la iglesia de El Salvador ha vuelto; y con ella sus ladrillos color ocre, con ella ha vuelto a tener sentido la estatua de Juan Martínez Montañés, con ella han vuelto las gradas repletas de gente sentada, con ella ha vuelto la vida a una plaza que se había convertido en un simple punto de paso dentro de los nuevos circuitos urbanos que están apareciendo en la ciudad con tantas peatonalizaciones y pieles sensibles.

Y con ella han vuelto las cofradías. Primero fue Pasión, con su impresionante nazareno, y esta semana ha regresado el Amor, que abandonaba su “exilio” en la Anunciación para regresar a casa 5 años después.

Pero claro, el deporte provincial siempre ha sido buscarle al gato todos los pies posibles, y si es necesario inventarse nuevas extremidades, y lo que en un principio debía haber sido un acto emotivo a la par que alegre, ha sido empañado por unas declaraciones del Hermano Mayor de la hermandad lamentando la suciedad que había en la plaza y la presencia de grupos de jóvenes haciendo botellón, esa excusa para todos los males de la sociedad sevillana.

Presencia policial, esmero en los funcionarios de la limpieza, menos alboroto y mas respeto entre los presentes en la plaza; en definitiva, un Domingo de Ramos a su medida en pleno mes de Febrero.

En la ciudad mariana por excelencia es verdaderamente difícil que algunos dejen de mirarse el ombligo y comprendan que la Iglesia no se ha restaurado sólo para ellos, que la plaza no es de su propiedad y menos aún que haya gente que se la trae al fresco el traslado de los titulares de la hermandad después de un lustro lejos de su casa.

Gente que reside en el centro, que trabaja en el centro o que simplemente les gusta estar en el centro; gente que tiene que parar el coche cada vez que encuentra un ensayo de costaleros; gente que dentro de tres semanas no se tomará una cerveza en el Salvador, quizás ni siquiera en Sevilla, porque el Amor y las demás hermandades estarán realizando sus salidas procesionales; y gente que no tiene por qué esconderse cada vez que se ponga un paso en la calle porque, mientras nadie diga lo contrario, las calles no son el cortijo de unos pocos.

Siempre con respeto, pero que todos respeten.