Hoy proponemos un paseo por las Atarazanas, uno de los edificios más antiguos y, a su vez, más desconocidos de Sevilla; un edificio admirable en sí mismo, a pesar de que lleva bastantes años en desuso; una joya del siglo XIII de la que toda ciudad un mínimo de respetuosa con su patrimonio debería sentirse orgullosa, aunque aquí prácticamente se haya olvidado.
Si nos aproximamos a las Atarazanas por la calle Dos de Mayo uno tiene la sensación de que se encuentra ante un antiguo almacén o una inmensa nave en desuso; es lo que transmite la larga y gruesa tapia blanca que deja a su izquierda, cuya monotonía solo rompen varios ventanales con forma de arco y las almenillas que la coronan, además de una antigua chimenea relegada a nido de cigüeñas.
Esta primera impresión cambia cuando se gira hacia la calle Temprado, donde nos recibe una fachada de marcado corte neoclásico. Ahora sí estamos ante algo de fuste, de importancia: “Maestranza de Artillería” se puede leer sobre lo que parece ser el acceso principal; más arriba, enmarcado por un frontoncito avitolado, un reloj parado a las 6 y 5 señala unas fechas: “1587-1786”.
Difícil parece relacionar la nave con la fábrica artillera, los arcos rebajados con las líneas rectas neoclásicas, las almenas encaladas con los ventanucos que posiblemente iluminen alguna buhardilla; difícil hacerse a la idea de que estamos ante un todo, ante un único edificio que el paso de los siglos y de las necesidades han ido moldeando hasta dar con lo que es hoy, al menos de momento.
Pero dejémonos de preámbulos y pasemos ya al interior.
Es difícil imaginar que este gran espacio abovedado albergara durante siglos una fábrica, unos astilleros o hasta una pescadería, porque es tal el respeto que produce el edificio que uno se abstrae de lo que pudo ser e incluso de lo que podría haber sido.
El bosque de gruesos muros de ladrillo y estilizados perfiles metálicos nos permite hacernos rápidamente una idea de su amplitud; despojado de sus particiones originales, un volumen desnudo, sin nada que ocultar, nos acoge como queriendo mostrar sus grandezas y sus vergüenzas, de las que somos un poco partícipes.
Arrebatada la ciudad a los musulmanes, el monarca castellano estaba resuelto a seguir su labor de reconquista en dirección al Estrecho de Gibraltar con el objetivo de mantener bajo control a los bereberes, que se habían hecho fuertes en el Norte de África.
Por ello decide fabricar su flota en Sevilla, cuya tradición armadora venía de antiguo, de hecho se cuenta que Julio César ordenó construir una flotilla en los astilleros de Híspalis para hacer frente a Pompeyo e incluso hay noticias de cierta industria naval de importancia por la zona de los Humeros en época de Almutamid.
No solo barcos, por cierto, había dado esta ciudad a la historia naval hispana, también importantes marinos como el almirante Giafar ben Otman, mano derecha de Abderramán III que ganó para el califato las principales ciudades portuarias del Magreb.
No es por tanto descabellada la idea de don Fernando de emprender desde el Guadalquivir la reconquista de la costa andaluza, idea que continúa su hijo Alfonso, bajo cuyo mandato se construye el edificio en 1252.
Las flamantes Atarazanas se situarán sobre las que mandara hacer el califa almohade Abu Yacub a finales del siglo XII entre los Postigos del Aceite y del Carbón, apoyadas en el lienzo de muralla que los une y resguardadas por la coracha que iba de los Alcázares a la Torre del Oro.
De estructura similar a los grandes edificios civiles góticos de la época, estarán formadas por dieciséis naves sustentadas en gruesos muros de ladrillo macizo con arcos apuntados y una luz que oscilaba entre los 5 y los 9 metros. Como no podía ser de otra forma, aprovechando la franja central, de mayor amplitud, se colocó una pequeña capilla bajo la advocación de San Jorge.
De ese edificio hoy no queda ni la mitad; tan solo 7 naves, bastante alteradas por el devenir de los siglos y los distintos usos que han tenido, además del lienzo de muralla que todavía sigue haciendo de medianera con las casas de la calle Tomás de Ibarra. Afortunadamente también se pueden apreciar los restos de una puerta acodada que posiblemente flanqueara el Postigo del Aceite hasta que Benvenuto Tortello le diera la forma actual en 1571.
Y es que la vocación astillera de Sevilla no se prolongó mucho en el tiempo. Los bereberes resultan ser menos peligrosos de lo que parecían en un principio, los cristianos controlan sin muchas complicaciones las costas andaluzas y la fabricación de navíos pasa a concentrarse en localidades marítimas como Palos o Sanlúcar, que ofrecían mayores facilidades para su construcción.
De esta forma comienza la decadencia de las Atarazanas y así en 1433 se instala en una de sus naves la Pescadería Pública, que hasta ese momento se encontraba donde hoy está el Ayuntamiento. Un siglo más tarde habían dejado de construirse barcos y casi todas las naves eran almacenes alquilados a los comerciantes y mercaderes que hacían las Indias.
La otrora pujante industria naviera sevillana se tenía que contentar ahora con engalanar los galeones y galeras fabricados en otros astilleros, como sucedió con la nave capitana de la batalla de Lepanto, construida en Barcelona y adornada junto al Postigo antes de partir al encuentro de los turcos.
Se terminaba de escribir una página de la historia de este edificio y, por qué no, de la propia ciudad de Sevilla.
Me he llevado un buen rato buscando una entrada que creía que habías escrito sobre las Atarazanas y, mira por donde, me equivocaba. Creo que ya habías dejado alguna reseña en entradas más antiguas, pero, según parece, aún no le había tocado el honor de merecerse una entrada propia. Ahora lo tengo yo en ser la primera persona que la comenta. Poco puedo añadir a la que has escrito, sólo que me quedo con ganas de leer la siguiente parte del paseo por las Atarazanas. Un saludo.
ResponderEliminarSencillamente admirable. Muchas gracias, siempre, por entradas así. Entradas en las que uno aprende tanto...
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Excelente entrada, como siempre.
ResponderEliminarQue sirva también para el que no entienda el motivo de que en una ciudad sin costa exista tanta tradición naval.
Por cierto, leí hace bastante tiempo que se había hecho una concesión a La Caixa para instalar un CaixaForum (o algo similar). ¿Sabemos algo nuevo de esto? En su momento ni siquiera me sorprendió que tenga que ser una Caja catalana la que invierta en un edificio emblemático de nuestra ciudad, será la costumbre ya...
Un saludo.
Hoy precisamente he pasado por esa esquina y me he parado a ver entre sus ventanales en forma de arco. Después he girado hacia la calle temprado y me he parado un buen rato a contemplar la impresionante fachada de la Maestranza de Artillería pensando por qué se deja caer nuestro patrimonio... Gracias por darle el protganismo que se merece
ResponderEliminar¿y como quedará cuando sea parte del Caixa Forum?
ResponderEliminarEspero no adelantarme a la segunda parte de la entrada, pero por lo visto en el proyecto el protagonismo del complejo no va a estar presimante en esas grandes naves.
Un tema para mucho debate, ya que se habían propuesto muchos usos para este edificio.
Un abrazo!
Para un constructor de barcos ( en mimiatura, perdón, a escala, como dicen los profesionales) es un gustazo leer reseñas de lo que fué uno de los primeros astilleros. Y como dice un seguidor tuyo, a pesar de que Sevilla no tenga costa, fuí marinero de la Armada. Mirémonos en la mar para que nuestra ciudad siga siendo Puerto. Espero tu segunda entrada. (que coñ.. hará la caixa con estos astilleros)
ResponderEliminarUn saludo sujetado a la amura de babor.
Muy buena la descripción de algo que tiene tanta historia.
ResponderEliminarUn saludo!
http://esasevilla.blogspot.com