13 de septiembre de 2011

Una Necrópolis romana en la Carretera de Carmona


Cuando paseando por la carretera de Carmona uno se topa con una Necrópolis romana de casi 2000 años de antigüedad en el patio comunitario de un bloque de pisos, básicamente puede tener dos reacciones: alucinar o tomarse las cosas con naturalidad. O pasar del tema, claro.

Yo pertenecería al primer grupo, el de esos que, afortunadamente, nunca dejan de sorprenderse con los pequeños detalles que Sevilla suele mantener ocultos para que, todo aquel que lo desee, pueda ir descubriendo poco a poco.


Los restos de esta Necrópolis, que salieron a la luz hace pocos años con los trabajos de cimentación del edificio, pertenecen a una de las zonas funerarias mas importantes de la Sevilla romana, zona en la que incluso cuenta la tradición podría estar enterrada Santa Rufina, una de las patronas de la ciudad.

Para entender esta ubicación a los mismos pies de la iglesia de la Trinidad, una zona bastante alejada de los lugares que hoy día solemos asociar con Híspalis, habría que comenzar rebuscando en la compleja legislación romana, donde se daba al mundo de los muertos casi tanta importancia como al de los vivos, regulando la relación entre ambos de la misma forma que lo hacía con cualquier otro aspecto cotidiano.

Entre las muchas normativas que establecían los vínculos con el más allá, una de ellas prohibía la localización de tumbas en el interior de las ciudades, por lo que solían ubicarse fuera de las murallas, normalmente a lo largo de las calzadas de acceso, diferenciándose de esta forma las zonas de los vivos y de los muertos.

Por otro lado, teniendo en cuenta que esas leyes establecían que una vez cubierto de tierra el finado y conformado su túmulo, éste se convertía en un espacio inviolable, estando duramente penada su profanación, conforme iba aumentando la población y hacerlo, como es lógico, en la misma proporción los fallecimientos, los recintos funerarios se hacían cada vez más y más grandes, llegando en algunos casos a rodear completamente las ciudades del mismo modo que hoy lo hacen las rondas de circunvalación. Algo parecido es lo que sucedió en la Híspalis Imperial.


Una de las
puertas de la ciudad que, según la leyenda, fortificó Julio César, se encontraba en los alrededores de Santa Catalina, esa iglesia milagrosa que se cae o no se cae dependiendo de la dirección en que sople el viento.

Desde allí partían dos calzadas, una que por la actual calle Sol seguía por la carretera de Carmona hasta enlazar con la Vía Augusta, que unía la capital con Carmona y Écija; mientras la otra discurría por la actual calle San Luis para, enfilando la avenida Sánchez Pizjuán, dar comienzo a la Ruta de la Plata.

A lo largo de estas calzadas se dispusieron zonas de enterramientos, primero diseminadas entre las huertas y fincas de recreo que por allí se esparcían, aunque conforme Híspalis crecía y los hispalenses morían los túmulos y mausoleos se hacían más y más numerosos.

Tanto que llegaron tumbas hasta la Fuente del Arzobispo, cerca de donde hoy está el Polígono Calonge, por lo que podría decirse que la ciudad de los muertos casi llegó a duplicar en longitud a la de los vivos.

Lo mismo pasó hacia el Sur, con los enterramientos encontrados en la Avenida de Roma; o hacia el Oeste, solo que las crecidas del río y el continuo peligro de inundación que amenazaba la laguna que se encontraba en la Alameda de Hércules seguramente harían desaconsejable la ubicación de la ciudad de los difuntos a lo largo de la vía que, desde la puerta que se encontraba en la zona de la Campana, unía Híspalis con el Aljarafe a través de la actual calle Alfonso XII.

En este contexto, por tanto, se crea esta Necrópolis de la Trinidad, cuya imagen aproximada según los restos arqueológicos aparecidos podemos imaginar gracias a uno de los paneles explicativos que se exponen en el patio del edificio.


La Necrópolis se mantiene en uso durante la dominación visigoda, posiblemente al amparo de una tradición según la cual en ese lugar estaba enterrada Santa Rufina, una de las dos hermanas alfareras martirizadas durante el mandato de Diogeniano, en el siglo III.

De hecho los sillares que asoman junto a la rampa de acceso al garaje, cercenados drásticamente por la medianera del edificio colindante, se creen que pueden ser parte de una basílica paleocristiana dedicada a esta Santa.


No son los únicos restos encontrados, ya que se llegaron a estudiar mas de 150 enterramientos de diversas épocas y culturas, aunque hoy solo podemos ver in situ un enorme monumento funerario que, como se explica en los paneles informativos, debió ser levantado en honor de algún personaje importante de la Híspalis Imperial.


A modo de epílogo, comentar que el lugar fue abandonado en tiempos de los musulmanes, hasta que Fernando III lo cede a los trinitarios calzados una vez reconquistada la ciudad.

Desde entonces son muchos los usos que ha venido teniendo el solar, desde huertas para los monjes pasando nuevamente a ser cementerio del vecindario en el siglo XVIII, hasta el último antes de que se levantaran los bloques de pisos que hoy vemos: un concesionario de coches que dejó al descubierto la Necrópolis cuando fue derribado.

Una Necrópolis que no es precisamente el Coliseo romano, pero tampoco está de más visitarla, aunque sea por curiosidad.

Al fin y al cabo no siempre es posible encontrar un pedazo de nuestro pasado que escape a los típicos y tópicos circuitos turísticos de la ciudad, porque... ¿quién podría imaginar una Necrópolis romana en la Carretera de Carmona?


7 comentarios:

  1. Tenía constancia pero nunca lo había visto. Son de esas cosas que va a una lista de cosas pendientes. Si el tiempo me lo permite, tras ver esto (alucinado estoy) no creo que espere mucho.
    Graciass!!!

    Un abrazo!

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  2. Desde luego a mí también me llama poderosamente la atención encontrar una necrópolis romana en la Carretera de Carmona.

    En cuanto me sea posible, pasaré por allí para echar un vistazo.

    Un saludo

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  3. ¡Menuda entrada para estrenar paternidad!

    Como suele pasar, tenemos todo tan cerca y la cabeza tan lejos....

    Apuntado queda.
    un abrazo

    Antonio

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  4. Pues imagínate yo, amigo Sergio: veintitantos años yendo al lado, y nunca me dio por girar en la calle para verla.Nos acercaremos la próxima vez.Gracias, un abrazo.

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  5. Muchas Felicidades por todo,sobre todo la paternidad...
    El blog me encantó.

    Un abrazo desde Segovia

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  6. Otro alucinado. Historía en el patio de tu casa, seguro que merece la pena verlo.
    Grácias por la información y felicidades por la paternidad.

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  7. Sevilla, afortunadamente, nunca dejará de sorprendernos.

    Muchas gracias por abrirnos los ojos en esta ocasión a este trocito defenestrado de nuestra historia.

    Un saludo Sergio.

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Comentarios: